El 19 de mayo, hizo Artigas avanzar partidas de sus hombres hacia el arroyo Seco y el mismo día recibió una proposición de Elio para canjear prisioneros y convenir un armisticio a la espera de la negociación que realizaba entonces en Buenos Aires el comandante Heywood, enviado por lord Strangford. Artigas respondió al virrey que cualquier tentativa de arreglo suponía el previo reconocimiento de la Junta de Buenos Aires y sin vacilar hizo avanzar sus tropas hasta el Cerrito e intimó la rendición de la plaza.
Elio había hecho llegar también a Buenos Aires el 26 de mayo un emisario para convenir una conciliación, pidiendo el canje de prisioneros; la contestación de la Junta fue negativa.
Rondeau se puso en marcha hacia Montevideo el 23 de mayo y el 26 del mismo mes entró Benavídez en Colonia, evacuada por orden de Elío. Artigas pidió a Rondeau que acelerase la marcha para tomar la plaza por asalto antes de que tuviese tiempo el enemigo para organizar la defensa; pero Rondeau juzgó arriesgado el plan y estableció su cuartel general en Miguelete. Elío quedó encerrado en Montevideo, con un castillo en el Cerro y varias islas. Desde entonces las operaciones quedaron reducidas a escaramuzas cuando los sitiados intentaban salidas en busca de víveres o para tantear la consistencia de los sitiadores, que carecían de material bélico para operar contra la plaza, especialmente artillería de sitio.
Lord Strangford logró paralizar las pretensiones de Carlota, las maniobras del conde de Linhares y de Casa-Irujo, y persuadió a Sarratea en favor de sus planes.
Había obtenido que se reconociese al gobierno inglés como mediador y que Linhares, Casa-Isujo y Sarratea se aviniesen a la negociación sobre la base del levantamiento del bloqueo, el reconocimiento de Elío en la Banda Oriental, de Velazco en el Paraguay y de la Junta en el resto del virreinato, con el compromiso de ésta de enviar comisionados a España con plenos poderes para tratar allí; las tropas portuguesas concurrirían en auxilio de Elío solamente en el caso que Buenos Aires no aceptase los términos de ese arreglo.
Con 50 cañones y el control aún indiscutido del río, la ciudad era inexpugnable para un ejército sitiador de escasa artillería, por lo que las fuerzas al mando de Rondeau se limitaron fundamentalmente a asegurar el control de los accesos a la ciudad de manera que no pudieran proveerse de alimentos y agua (los pozos quedaban fuera de sus límites) más que por medio de su flotilla. Mientras, la artillería revolucionaria bombardeaba la plaza, de día con sus cañones y de noche con los morteros construidos por el ingeniero Ángel Monasterio.
La ciudad tenía muros de nueve metros de altura y seis de ancho, con cuatro bastiones rodeados por un foso. El sistema de defensa de la ciudad se completaba con la Fortaleza del Cerro, el Fuerte de San José del Real de San Felipe y Santiago y la isla de las Ratas, ubicada en la bahía, donde los realistas habían construido una batería, depósito de pólvora y un centro de detención. La nueva batería y sus fortificaciones, que contaban con diez cañones, seis de a 24, dos de 18 y 2 de 12, había sido diseñada el 15 de marzo por el brigadier José del Pozo y Marquy, Ingeniero Comandante de Montevideo
No obstante el bloqueo era incompleto, por cuanto la escuadra realista mantenía el control del Río de la Plata y los ríos Uruguay y Paraná. Así, Montevideo estuvo en condiciones de impedir la caída de la plaza y bloquear a su vez por mar al puerto de Buenos Aires, mientras efectuaba incursiones en los ríos interiores para hostigar las poblaciones ribereñas, crear o acentuar disensiones y asegurar el abastecimiento mínimo de la ciudad.
Con 50 cañones y el control aún indiscutido del río, la ciudad era inexpugnable para un ejército sitiador de escasa artillería, por lo que las fuerzas al mando de Rondeau se limitaron fundamentalmente a asegurar el control de los accesos a la ciudad de manera que no pudieran proveerse de alimentos y agua (los pozos quedaban fuera de sus límites) más que por medio de su flotilla. Mientras, la artillería revolucionaria bombardeaba la plaza, de día con sus cañones y de noche con los morteros construidos por el ingeniero Ángel Monasterio.
En mayo el Triunvirato encargó a Monasterio que instalara una fábrica de cañones en dos naves desmanteladas de la iglesia destechada de la Residencia, situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1°), San Telmo, Buenos Aires. Monasterio sólo había visto fundir cañones una vez en Sevilla pero aceptó el encargo y fue capaz de llevarlo a buen puerto. El 22 de julio se fundió un mortero de bronce, de ánima tronco-ojival hacia la recámara (cónico, a la Gomer), de calibre 12 1/2 pulgadas y el 24 se sacó del molde. El teniente coronel Ángel Monasterio fue ayudado por Simón Araoz: el primero aportó sus conocimientos teóricos y el segundo los prácticos.21 El siguiente mortero fue realizado el 15 de agosto de ese año. Se usaron como moldes unos morteros fundidos en Sevilla en 1724 y 1727. Las armas se bautizaron "Túpac Amaru" y "Mangoré". Los morteros fueron trasladados con grandes dificultades a Montevideo, sometida entonces al segundo sitio por las fuerzas del General Rondeau, y montados en batería con la intervención del coronel austríaco Eduardo Kaillitz, barón de Holmberg.
A mediados de 1811 el bombardeo a los bastiones de Montevideo estaba a punto de concluir por falta de pólvora por lo que se pensó en atacar la batería enemiga en la isla de las Ratas, en la bahía de la ciudad, y capturar el depósito de pólvora que allí existiera. Rondeau y Soler acordaron llevar a cabo el proyecto y pusieron al mando de la infantería y del comando de la operación al capitán del Regimiento Dragones de la Patria Juan José Quesada quien conformó una fuerza de setenta voluntarios, incluyendo los bogadores procedentes de los diversos cuerpos que participaban del bloqueo.
Quesada nombró como su segundo al teniente de Dragones José Caparrós, mientras que el mando de los botes, provistos por pescadores del arroyo Miguelete, correspondía al teniente de Marina Pablo Zufriategui, quien tenía por segundo al piloto y ayudante interino de artillería Vicente Barbas.
El asalto se hizo efectivo el 15 de julio de 1811. Tras atracar, los incursores redujeron a la guardia, eliminarón al comandante de la plaza y rindieron a la guarnición. Tras cargar veinte quintales de pólvora (cerca de una tonelada), armamentos y correajes, se clavaron los diez cañones y partieron de regreso. A las cinco de la mañana arribaron a la costa, siendo recibidos en triunfo por el general Rondeau.
A mediados de 1811 el bombardeo a los bastiones de Montevideo estaba a punto de concluir por falta de pólvora por lo que se pensó en atacar la batería enemiga en la isla de las Ratas, en la bahía de la ciudad, y capturar el depósito de pólvora que allí existiera. Rondeau y Soler acordaron llevar a cabo el proyecto y pusieron al mando de la infantería y del comando de la operación al capitán del Regimiento Dragones de la Patria5 Juan José Quesada quien conformó una fuerza de setenta voluntarios, incluyendo los bogadores6 procedentes de los diversos cuerpos que participaban del bloqueo.
Quesada nombró como su segundo al teniente de Dragones José Caparrós, mientras que el mando de los botes, provistos por pescadores del arroyo Miguelete, correspondía al teniente de Marina Pablo Zufriategui, quien tenía por segundo al piloto y ayudante interino de artillería Vicente Barbas.
El asalto se hizo efectivo el 15 de julio de 1811. Tras atracar, los incursores redujeron a la guardia, eliminarón al comandante de la plaza y rindieron a la guarnición. Tras cargar veinte quintales de pólvora (cerca de una tonelada), armamentos y correajes, se clavaron7 los diez cañones y partieron de regreso. A las cinco de la mañana arribaron a la costa, siendo recibidos en triunfo por el general Rondeau.