Muchos de estos autores habían comenzado su actividad en los años anteriores a la dictadura; otros aparecen en los ochenta y noventa para reanudar la discusión literaria. El tono paródico en algunos de ellos, la ironía, la fantasía, el realismo y la épica, la gravedad o la liviandad, el minimalismo y la lírica intimista y feminista indican las tendencias y tensiones del momento histórico.
Después de la dictadura militar de la historia local (1976-1983), en la narrativa se destacan nombres como los de Daniel Moyano, Ricardo Piglia, Manuel Puig, Hebe Uhart, Antonio Di Benedetto, Juan Martini, César Aira, Juan José Saer, Carlos Catania, Julio Carreras (h), Antonio Dal Masetto, Alan Pauls, Ana María Shua, Rodolfo Fogwill, Pablo Urbanyi, Alicia Steimberg, Luisa Valenzuela, Alberto Laiseca, Osvaldo Soriano, Luisa Futoransky, Jorge Asís, Héctor Tizón, Rodrigo Fresán, Mempo Giardinelli, Alicia Kozameh, Reina Roffé, Cristina Feijóo, Rodolfo Rabanal, Susana Szwarc, Jorge Torres Zavaleta, Juan Carlos Boveri, Leopoldo Brizuela, Salvador Benesdra, Guillermo Martínez y poetas como Celia Gourinski, Arturo Carrera, Néstor Perlongher, Ricardo Zelarrayán, Susana Thénon, Irene Gruss, Cristina Piña, Diana Bellessi, Jorge Aulicino, Javier Adúriz, Ruth Mehl, Fabián Casas, Santiago Sylvester, Horacio Castillo, María del Carmen Colombo, Rafael Roldán Auzqui.
El panorama actual de la literatura argentina se cierra con una serie de jóvenes escritores cuya producción se caracteriza por la experimentación narrativa, por un uso no convencional de los grandes géneros (novela histórica, novela urbana, relato de aventuras y policial) o escuelas estéticas (minimalismo norteamericano, realismo socialista) y por la apuesta a una literatura que hace de la escritura un espacio de reflexión teórica y crítica. Los jóvenes escritores más destacados de esta nueva generación son: Juan José Becerra (1965), con Santo (1994); Gustavo Ferreyra (1963), con El desamparo (1994) y El perdón (1997); Marcos Herrera (1966), con Cacerías (1997); Aníbal Jarkowski (1960), con Rojo amor (1993); Federico Jeanmaire (1957), con Un profundo vacío en el pie izquierdo (1984), Desatando nudos (1986), Miguel (1990), Prólogo anotado (1993) y Montevideo (1997); Martín Kohan (1967), con La pérdida de Laura (1993), Muero contento (1994) y El informe (1997); Martín Rejtman (1961), con Privado Rapado (1992) y Velcro y yo (1996); y Miguel Vitagliano (1961) con Posdata para las flores (1991), El niño perro (1993) y Los ojos así (1996).
Durante el gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1999), surgen nuevos grupos de autores, alrededor de núcleos de autogestión. Se organizan lejos del circuito tradicional en galerías, y comienzan el uso de centros culturales barriales y discotecas (boliches).
Publican en editoriales pequeñas (VOX, Siesta, Ediciones del Diego, Ediciones ByF, Selecciones de Amadeo Mandarino), revistas independientes (como 18 wyskies) y en la Red.
Destacan autores como Juan Desiderio (La Zanjita), Washington Cucurto (Zelarayan y La máquina de hacer paraguayitos), Daniel Durand (Segovia y El cielo de Boedo), José Villa, Alejandro Rubio (Música mala), Damián Ríos (La pasión del novelista y El perro del poema), Martín Gambarotta (Púnctum y Seudo), Sergio Raimondi (Poesía Civil y Diccionario crítico de la lengua), Fabián Casas (Tuca, El Salmón, Oda, El spleen de Boedo y El hombre de overall), Martín Prieto, Daniel García Helder (El Guadal), Darío Rojo, Ezequiel Alemian y Manuel Alemian, Rodolfo Edwards, Martín Rodríguez, Eduardo Ainbinder, Verónica Viola Fisher, Fernanda Laguna. Después del colapso económico y financiero de 2001 y 2002 se intensifican aún más esas activades autogestionadas.
En la segunda mitad de la década de 2000, comenzó a consolidarse una nueva generación de escritores, al mismo tiempo que surgen nuevas voces con escrituras más breves, experimentales y publicadas algunas a través de Internet, en coincidencia con la aparición del formato del blog. A este movimiento se lo denominó Nueva Narrativa Argentina y comienza a tomar notoriedad pública a partir de 2005, con la publicación de la antología La joven guardia, que significa la primera publicación para una buena cantidad de nuevos autores y la presentación en sociedad de una generación caracterizada por la autogestión y la organización de lecturas públicas, reivindicando el rol de la literatura como un acto colectivo. Con compilación y prólogo a cargo del periodista y crítico Maximiliano Tomas, en ese primer corte de autores figuraban algunos nombres que en la actualidad figuran como consagrados: Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Patricio Pron, Pedro Mairal, entre muchos otros. Tras la crisis de 2001 y la impronta nacionalista y de corte populista del Kirchnerismo, esta nueva generación parece haber dejado atrás algunas de las temáticas más marcadas de la literatura postdictadura, aunque todavía mantiene un hilo vincular con la generación de los '90. Hacia 2011, la publicación de Los prisioneros de la torre, ensayo de Elsa Drucaroff sobre la literatura argentina postdictadura , significa la primera legitimación académica de los narradores de La joven guardia y del movimiento literario que generó. Al mismo tiempo, parece colocar un primer límite temporal a dicho movimiento y sienta las bases para el reconocimiento de la existencia de una nueva generación: la "nueva nueva narrativa". Aún poco visible en un campo literario que recién termina de descubrir la "nueva generación" anterior, se presenta como un movimiento colectivo y de participación donde la influencia de la dictadura parece haberse reducido para darle lugar a una literatura con un compromiso político renovado, donde también aparecen con fuerza la autobiografía, la influencia de los medios de comunicación, el uso de drogas, un fuerte vínculo con las redes sociales, la adaptación a las nuevas tecnologías y una mirada lúdica acerca de la realidad, dentro de un marco crítico pero sin la desesperanza que teñía el espíritu de las generaciones inmediatamente anteriores. Por otro lado dentro de la literatura y el arte de post-crisis, resurgen los colectivos artísticos plásticos y literarios al margen de las coyunturas políticas oficiales, donde las propuestas creativas irrumpen dando vida a viejas prácticas autogestionadas de fines de los ´70 retomando premisas libertarias en forma y en contenido con reminiscencias del situacionismo, en este caso se puede nombrar entre otros.promoviendo un arte que cuestione y critique la cultura desde el centro mismo del acto creativo.
Entre los autores más relevantes de la actualidad destacan nombres como Selva Almada, Oliverio Coelho, Gabriela Cabezón Cámara, Hernán Ronsino, María Moreno, Roque Larraquy, Ariana Harwicz, Pablo Katchadjian, Federico Falco, Martín Ricardo Simari Fernanda García Lao y Luciano Lamberti.