Expedición al Río de la Plata

Entre los años 1816 y 1819, Buenos Aires vivió bajo la terrible amenaza de la inminente llegada de una fuerte expedición española, que tenía como objetivo reconquistar el Río de la Plata para el trono. Esta expedición punitiva estaría compuesta por veinte mil hombres de infantería, alrededor de mil quinientos caballos y un centenar de cañones. Sería transportada desde España en unos cien navíos españoles, rusos, alemanes y franceses, entre otros.


La persecución de liberales y masones

Tras la caída de Napoleón en 1814, las fuerzas de la llamada Santa Alianza restauraron a Fernando VII en el trono español. Las primeras medidas del «deseado» y después «restaurado» monarca, que murió en 1833 aborrecido por todo el pueblo, fue abolir la constitución de 1812 y restablecer la Inquisición y los jesuitas. Fueron perseguidos los afrancesados, los partidarios de la constitución, los liberales en general y los masones en particular. Entre los liberales y los masones figuraban el coronel Rafael de Riego.

En el Río de la Plata masones y liberales trabajaban activamente: a sus esfuerzos se debió la Declaración de la Independencia en el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de 1816, y la designación de Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo. Apoyado en estos dos acontecimientos, el general San Martín pudo liberar a Chile y a Perú en los años siguientes.

Los preparativos de la expedición realista en Cádiz preocupaban a todos. Con el fin de vigilar de cerca los acontecimientos y tratar de conjurar aquellas medidas, el director Pueyrredón, iniciado en la Logia Lautaro con San Martín, Alvear y otros patriotas, envió una serie de emisarios a Europa. 

Destinados a Cádiz partieron Tomás Lezica y Andrés Arguibel. Dice el general Tomás de Iriarte, en sus famosas Memorias, que conoció a Arguibel en Cádiz en esos años; que éste era comerciante en aquella ciudad y que perdió su fortuna al servicio de la causa patriota.

Rafael del Riego

Rafael del Riego tras la restauración absolutista y durante la primera etapa del reinado de Fernando VII, llamado sexenio absolutista (1814-1820), Riego se hizo masón. Posteriormente conspiró junto a otros liberales para restaurar la Constitución de 1812. En 1819 se reunió en Andalucía un ejército destinado a sofocar la sublevación de las colonias en América de las provincias de Ultramar. Riego estaba al mando del 2º batallón asturiano. Varios oficiales habían decidido aprovechar aquella ocasión para proclamar la Constitución de 1812. Riego, uno de los comprometidos con el movimiento, Esto evito que salga de España una gran expedición hacia el Rio de la Palta para reprimir el movimiento patriota.

El complot

Los españoles liberales, disconformes con el régimen absolutista de Fernando VII, habían provocado 18 sublevaciones entre 1814 y 1820. El ministro británico Canning y el ruso conde de Capodistria también ayudaron a los liberales americanos en su plan para desbaratar la expedición. Capodistria retardaba la entrega de los navíos para transportar la expedición al Río de la Plata, mientras aconsejaba al zar no inmiscuirse en los problemas españoles. Canning permaneció en Francia hasta 1822, fecha en que regresó a Gran Bretaña para imponer su plan de ayuda a los liberales españoles, portugueses, griegos, americanos y hasta a los irlandeses.

Los complotados en el plan para impedir la partida de la expedición de Cádiz trataron de atraerse al jefe de la misma, el general José O'Donell, pero fracasaron en el intento, y entonces confiaron la misión al coronel Rafael de Riego (1785-1823).

Pablo Morillo

El general español Pablo Morillo fue encargado por el rey Fernando VII, restaurado en el trono de marchar hacia América a fin de restablecer el orden colonial.

El 1 de enero de 1820, en Cabezas de San Juan, Riego se sublevó y ante la tropa formada proclamó la Constitución de 1812. El rey se vio obligado a jurar la misma el 8 de marzo y al día siguiente fueron puestos en libertad todos los presos políticos. La poderosa expedición que el rey Fernando había ordenado reunir «para equiparse y ejercitarse en las armas» en los alrededores de Sevilla y Cádiz, como es lógico, nunca partió. Los españoles mantuvieron su situación durante tres años hasta que en 1823 la Expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis, enviada por el rey de Francia Luis XVIII, al mando del duque de Angulema, restauró el absolutismo...

Las maniobras hábiles del Director Pueyrredón y sus colaboradores, lograron desbaratar la expedición punitiva y reconquistadora del Río de la Plata, en gran parte gracias al dinero que se empleó por medio de sus agentes en España. Una importante cantidad de ese dinero fue facilitada por el poderoso financista de Buenos Aires don Ambrosio de Lezica, gran amigo de Pueyrredón, San Martín y Belgrano. Su padre, Juan Antonio de Lezica (1753-1809), vizcaíno radicado en Buenos Aires en 1772, había amasado una considerable fortuna en actividades comerciales y en 1806 contribuyó con grandes sumas a la lucha contra los británicos.

Don Ambrosio envió a Cádiz a su hermano Tomás A. de Lezica con fuertes sumas de dinero, que éste distribuyó entre los oficiales y soldados de la expedición, para hacerlos sublevar. Gracias al fracaso de esta expedición, Pueyrredón, Lezica y otros miembros de las logias masónicas y liberales salvaron la independencia argentina. El dinero llegó también a esferas altas del gobierno español y así la expedición de Morillo de 1816 fue desviada del Río de la Plata y enviada a Venezuela. El general Vigodet confirmó esta hipótesis, en Cádiz, al general Tomás de Iriarte.

Otra expedición que se preparaba en Cádiz en 1819, con destino al Río de la Plata, a las órdenes del conde de Labisbal, fue también desbaratada por las actividades de Andrés Arguibel. En consecuencia, Arguibel se vio obligado a abandonar su hogar y a emigrar a Gibraltar. Al respecto, dice Iriarte que en este episodio acabó de consumarse la ruina de su fortuna. Arguibel murió pobre en Buenos Aires. Una calle de la ciudad lleva su nombre, modesto homenaje a quien tanto deben los argentinos. La Gazeta, en 1825, publicó elogiosas notas sobre sus actividades patrióticas.