Con la muerte de Alem, el radicalismo perdió no solamente un orador vibrante sino también un luchador férreo y una figura muy querida. Pero aún habría otras pérdidas que llevarían más por debajo el espíritu de sus militantes.
La figura de la UCR en quien se depositaban más esperanzas era ahora don Bernardo de Irigoyen, que desde el Senado había venido apoyando el proceso del régimen. En 1897, planteada la renovación presidencial, empieza a crecer en el radicalismo la idea de aliarse con las huestes de Mitre con el fin de oponerse a la elección de Roca. Los argumentos eran que la UCR, por sí sola, ya no podía ofrecer una oposición significativa; el mitrismo, en cambio, aportaría fuerzas importantes en la Capital Federal, Buenos Aires y Corrientes. Desde el diario La Nación se orquesta una campaña de gran envergadura para inducir a los radicales a embarcarse en una lucha común. Muchos de quienes habían sido íntimos de Alem rodean ahora a don Bernardo y logran que el comité nacional de la UCR apruebe el pacto con los mitristas.
Se propone una votación con listas independientes, a las que se denomina "las paralelas".
Pero Hipólito Yrigoyen, desde su reducto del comité de la provincia de Buenos Aires, se niega terminantemente. Se le ofrece dirigir el movimiento y aun se le sugiere que podría ser gobernador de la provincia. Yrigoyen persiste en su negativa: todo lo que sea vincular al radicalismo con otra fuerza significaría desdibujarlo.
En consecuencia, frente a la decisión del comité nacional, Yrigoyen adopta una drástica resolución. En una reunión realizada en la casa de Marcelo de Alvear, el 29 de septiembre de 1897, el comité de la provincia de Buenos Aires decreta su autodisolución.
La medida equivale —se supone— a la muerte del radicalismo, privado de su núcleo más activo y vigoroso.
Jose Evaristo Uriburu fue nombrado candidato a la vicepresidencia en 1892, tras una complicada negociación entre Julio Argentino Roca y Bartolomé Mitre, , acompañando a Luis Sáenz Peña. Asumió el cargo en octubre de 1892, pero la incapacidad de Sáenz Peña para resolver la complicada política de su tiempo la que incluyó la revolución de 1893 lo llevó a la renuncia, por lo que Uriburu debió asumir la presidencia el 23 de enero de 1895.Carente de un grupo político que lo respaldara, el nuevo presidente dependía enteramente de Roca, por entonces presidente provisional del Senado. No obstante, tenía una experiencia y un sentido político muy marcadas, que le permitieron llevar adelante un gobierno estable y respetado por todos. Una de sus primeras medidas fue una amnistía para los participantes de las dos revoluciones radicales, la cual le ganó el agradecimiento de muchos de los implicados.
La decisión de Yrigoyen tiene una secuela inesperada: Lisandro de la Torre, que había sido uno de los más decididos promotores de "las paralelas", renuncia a su afiliación y publica un documento en el que responsabiliza a Yrigoyen, a su "influencia persistente y negativa", por el fracaso de la apertura. "Merecemos a Roca...", dice el dirigente santafesino en uno de sus párrafos. Los términos de la declaración son tan severos que el episodio termina en un lance de honor. Yrigoyen alcanza a herir a De la Torre en la mejilla, y los duelistas no se reconcilian. Así se consolida una enemistad personal que va a tener consecuencias en la vida política argentina.
Los acontecimientos posteriores darían la razón a Yrigoyen en su oposición a la alianza con Mitre y sus partidarios. Al año siguiente don Bernardo aceptará ser gobernador de Buenos Aires con el apoyo de roquistas y mitristas, y estas bases políticas harán de su gestión un calvario; su prestigio quedará destrozado en los últimos años de su fecunda vida.
De todos modos, la ruptura promovida por Yrigoyen provocó la desintegración de la UCR. El empuje político al que tantos marginados del régimen se habían plegado se desvanece. Algunos dirigentes se retiran de la vida pública, otros se van con don Bernardo, el resto entra en diversas combinaciones en sus respectivas provincias.
En enero de 1896 murió inesperadamente Aristóbulo del Valle y en julio de ese mismo año se suicidó Alem. El radicalismo quedó acéfalo. De La Torre propuso la candidatura a presidente de Patricio Guido Gentile. Propuso una alianza con los mitristas para derrotar a Roca pero encontró una estricta oposición del líder radical de la provincia de Buenos Aires, Hipólito Yrigoyen.
Las declaraciones de Lisandro de la Torre llevaron a Hipólito Yrigoyen a desafíarlo a un duelo, dejando a arbitrio de De la Torre la elección de las armas, confiando en que se batirían a golpes de puño. Lisandro, experto en el arte del esgrima, actividad que practicaba asiduamente en el Jockey Club, elige como armas para la contienda al sable. El duelo ocurrió el 6 de septiembre de 1897 en los galpones portuarios de las Catalinas Sur, en Buenos Aires. El resultado dejó una cicatriz en la mejilla de De la Torre, quien desde entonces y por ésa razón usó barba.
Pero don Hipólito no cejaba en su esfuerzo por construir un nuevo radicalismo. En su casa de la calle Brasil, que se haría famosa, pensaba los caminos del futuro. Unos pocos amigos dispersos en el interior lo seguían. De la intransigencia, que había desgarrado la primitiva Unión Cívica en sucesivas escisiones, haría un recurso estratégico para distinguir al radicalismo del resto de los grupúsculos partidarios.
Convertiría la revolución, esa utopía siempre presente en la fantasía de los argentinos, en un elemento de reclutamiento de gente joven. Y agregaría un recurso táctico formidable: la abstención, que le permitiría ocultar durante años el real caudal de su partido, anatematizar los mecanismos electorales del régimen y mantener su fuerza política en estado de pureza ("de recogimiento", diría con su particular prosa) frente a los manejos y repartijas de los círculos gobernantes.
Por ahora, sólo eso. La política había cansado un poco a la ciudadanía, que se resignaba a la segunda presidencia de Roca. Pellegrini había conseguido un nuevo triunfo estratégico, y la figura de "el Zorro" era una garantía de orden y buenos negocios.
Otras preocupaciones alteraban la paz del argentino medio: un nuevo pico de tensión con Chile y las inquietudes de la clase trabajadora, que encontraban su cauce en la prédica del anarquismo, fuerza que supeditaba la felicidad general a la abolición del Estado.
El sucesor de Luis Sáenz Peña fue José Evaristo Uriburu, un político capaz pero sin ambiciones personales;ademas Alem estaba se habia suicidado y Aristobulo del Valle habia muerto tambien la UCR y la opocision estaban virtualmente desactivadas por eso Roca se presentó como el único candidato capaz de reunir los apoyos necesarios —tanto a nivel del gobierno nacional como en las provincias— para sostener una candidatura presidencial exitosa. Sobre la base de acuerdos entre cúpulas y elecciones fraudulentas, Roca volvió a ser elegido presidente en 1898
Los estallidos producidos entre 1890 y 1893 sirvieron para manifestar la incompatibilidad de una manera de hacer política —"el acuerdo"— con el sistema republicano. Estos acuerdos expre-saban los intereses de grupos de la elite dirigente, que sólo podían diferenciarse por su adscripción a determinadas personalidades: roquistas, udaondistas, pellegrinistas, mitristas, ugartistas. Frente a esto, los partidos nuevos marcaban las "figuraciones y desfiguraciones" que Yrigoyen señaló. Su partido, el radicalismo, en trance de agonía, sabría oponer su propia identidad como un instrumento de renovación de la vida política del país.
Los estallidos producidos entre 1890 y 1893 sirvieron para manifestar la incompatibilidad de una manera de hacer política —"el acuerdo"— con el sistema republicano. Estos acuerdos expre-saban los intereses de grupos de la elite dirigente, que sólo podían diferenciarse por su adscripción a determinadas personalidades: roquistas, udaondistas, pellegrinistas, mitristas, ugartistas. Frente a esto, los partidos nuevos marcaban las "figuraciones y desfiguraciones" que Yrigoyen señaló. Su partido, el radicalismo, en trance de agonía, sabría oponer su propia identidad como un instrumento de renovación de la vida política del país.