Las invasiones inglesas de 1807 también habían dejado en la Banda Oriental la semilla de la independencia y había en ella núcleos confabulados para trabajar en favor de la separación de la metrópoli, especialmente desde mediados de 1809.
Tras la Revolución de Mayo de 1810, permaneció en Montevideo leal al Consejo de Regencia. EComo el virrey Hidalgo de Cisneros sospechaba de los ciudadanos de Montevideo dispuso la creación en esa ciudad del juzgado de vigilancia, el 20 de febrero de 1810, a fin de que procediese a la persecución de las tendencias separatistas, también dado el carácter díscolo y arbitrario de Francisco Xavier de Elío, que mantenía una trayectoria de desobediencia, le ordenó que embarcase para España y nombro el 3 de abril para sustituirle a Joaquín de Soria en el gobierno militar.
Lo ocurrido en Buenos Aires se supo inmediatamente en Montevideo por emisarios especiales y por correspondencia del virrey. La comunicación oficial de la Junta llegó al cabildo montevideano el 31 de mayo y se le pedía en ella el reconocimiento y envío de diputados para concentrar los votos de los pueblos. Soria recomendó a los cabildantes que antes de responder a Buenos Aires consultaran a la parte sana del vecindario. Con ese propósito se celebró el 1° de junio cabildo abierto.
Como se habían divulgado a pesar de todas las censuras las noticias de la derrota de España por los ejércitos franceses, el cabildo abierto de Montevideo resolvió que debía asociarse a la capital del virreinato y enviar un diputado a Buenos Aires con ciertas limitaciones; trataría con Buenos Aires de igual a igual, no como subordinado. Pero precisamente la noche del 1 al 2 de junio llegó al puerto un bergantín que difundió informaciones tendenciosas en el sentido de que el territorio español estaba siendo liberado y sobre la autoridad del Consejo de regencia, patraña enteramente elaborada en el viaje por José María del Castillo, contador jubilado.
Tras la Revolución de Mayo de 1810, permaneció en Montevideo leal al Consejo de Regencia. El 5 de septiembre de 1810 fue Joaquín de Soria en tanto comandante general de la campaña de la Banda Oriental quien designó al futuro caudillo Gervasio Artigas capitán de Blandengues. Al marchar a España Francisco Javier de Elío lo sustituyó en la gobernación de Montevideo hasta que hizo entrega del mando de la plaza al mariscal Gaspar de Vigodet, el 7 de octubre del mismo año.
Siendo Montevideo foco de resistencia de altos jefes militares y navales realistas, un nuevo cabildo abierto el 2 de junio se apresuró a reconocer al Consejo de regencia, con lo cual se apartaba de la actitud que había asumido Buenos Aires.
Para evitar el rompimiento de relaciones, la Junta de Buenos Aires envió al doctor Juan José Paso como comisionado, fiando en su capacidad oratoria, pero los jefes de tropas tomaron de inmediato medidas para impedir su llegada.
Las autoridades civiles vacilaron entre escuchar las proposiciones que haría Paso o rechazarlo sin oírlo; finalmente el 14 de junio se resolvió que debía ser escuchado. Al día siguiente habló el emisario de Buenos Aires en el cabildo abierto en defensa del movimiento de Mayo y se le respondió que, mientras la Junta de Buenos Aires no reconociese al Consejo de regencia, no debía ser reconocido como autoridad legítima ni admitir pacto alguno de concordia o de unidad con ella.
Los esfuerzos de Paso fueron inútiles. Montevideo era un foco realista activo, reforzado por la expulsión de la oficialidad de la flotilla española de Buenos Aires, dispuesta por la Junta.
Se procuró entonces fomentar el descontento de los comandantes militares Prudencio Murguiondo, coronel del regimiento de voluntarios del Río de la Plata, y Luis
González Vallejo, jefe de un batallón de infantería, por intermedio de Pedro Feliciano Sáinz de Cavia, porteño avecinado en Montevideo, pero esos jefes cayeron en una celada que preparó Nicolás Herrera, y sus tropas, sin ellos al frente, se sometieron.
Dueño Soria de la situación, comprendió la importancia que podría tener la adhesión al realismo de la intendencia del Paraguay y trabajó en ese sentido, aunque la Junta, en conocimiento de esas tentativas, apresó a varios correos con pliegos reveladores.
Gaspar de Vigodet fue designado capitán general y gobernador de las provincias de la Plata por el Consejo de Regencia de España e Indias el 7 de septiembre del mismo año, con destino Montevideo. Para arribar, embarcó en la corbeta El Diamante rumbo a Sudamérica y ocupó el puesto al arribar a la ciudad el día 7 de octubre del corriente, que estaba ejercido en forma interina por Joaquín de Soria. Una de sus primeras medidas fue elevar al pueblo de «El Colla» al rango de villa con el nuevo nombre de Rosario, el 15 de octubre del corriente
Finalmente, el 9 de setiembre Soria ordenó el bloqueo de Buenos Aires, por la escuadrilla de que disponía y contra la cual la Junta no tenía defensa alguna.
Pero contrariamente a la situación en Montevideo, la campaña de la Banda Oriental era favorable a la Junta de Buenos Aires y la reconoció. Así lo hizo Ramón del Pino, comandante de la guarnición de Colonia, aunque, presionado luego por las autoridades de Montevideo, tuvo que sumarse a ellas, y como recibió refuerzos para sostenerse y la escuadrilla al mando de Michelena tuvo su base de operaciones allí, Colonia fue una amenaza constante para la Junta en el radio de acción fluvial accesible. La Junta nombró a F. Cardoso gobernador de Colonia, pero sus intentos para entrar en la plaza fueron frustrados; entonces dio orden al comandante Albin para que interrumpiese las comunicaciones entre Montevideo y Colonia por tierra.
Maldonado reconoció a la Junta y un cabildo abierto el 31 de julio reafirmó esa actitud. Soria no se atrevió a proceder contra esa población, y nombró a Francisco J. de Viana comandante militar en la misma, pero éste, partidario de la causa de la independencia, abandonó la ciudad en setiembre y se plegó a la causa revolucionaria de Buenos Aires. Para asegurar la fidelidad de ese puerto, Moreno le había hecho otorgar la jerarquía de puerto mayor para las importaciones y extracciones del territorio de su jurisdicción, con lo cual se ganó la simpatía del vecindario.
La población de Soriano reconoció espontáneamente a la Junta de Buenos Aires, pero la presión de Montevideo permitió que los realistas volviesen a tener el predominio a fines de julio y acató al general Soria, prestando juramento al Consejo de regencia el 9 de agosto.
Algunos caudillos de pueblos y ciudades menores se mostraron en favor de la autoridad de la Junta, pero otros resistieron, aunque en general la campaña se puso del lado de Buenos Aires en rebeldía y se vinculó por lazos conspirativos con los patriotas porteños. Hasta en las filas militares que sostenían la causa realista se dieron casos de disconformidad. José Rondeau se hizo sospechoso de simpatía por la causa americana y fue trasladado de Montevideo a Paysandú, mientras Michelena se aprestaba a invadir Concepción del Uruguay o Arroyo de la China. En Montevideo mismo se constituyó una Junta revolucionaria secreta, en la que figuraban el cura Antonio Martínez e Ignacio Maestro.
El Consejo de regencia nombró gobernador de Montevideo a Gaspar Vigodet, que asumió el mando el 9 de octubre de 1810.
Asimismo, el 12 de enero de 1811 llegó con 500 hombres y el nombramiento de virrey del Río.de la Plata el general Xavier de Elío. Apenas llegado, abrió negociaciones de paz con Buenos Aires e indicó que se debía enviar un diputado a las Cortes de Cádiz, en tanto que él se instalaba en Montevideo, a la que declaraba capital del virreinato.
La Junta de Buenos Aires rechazó esas proposiciones y la campaña de la Banda Oriental comenzó a insurgir lentamente.
La infanta Carlota Joaquina había pretendido aprovechar los sucesos de Buenos Aires para llegar en persona a Montevideo a fin de calmar los ánimos y sofocar los movimientos revolucionarios y con tal propósito envió a Montevideo a mediados de agosto a Felipe Contucci, que explicó al cabildo el ofrecimiento de la princesa para defender con fuerzas que podrían llegar desde Río de Janeiro los derechos de su hermano Fernando.
La corporación de Montevideo agradeció el ofrecimiento, pero se abstuvo de aludir al proyecto de viaje al Río de la Plata; en cambio comunicó al marqués de Casa-Irujo, embajador de España en Río de Janeiro, que la venida de la infanta no era conveniente, pues despertaría recelos en las demás provincias del virreinato.