Córdoba.

Córdoba, capital de la intendencia de su nombre que abarcaba también las provincias cuyanas, se convirtió con el gobernador intendente Juan Gutiérrez de la Concha y con Santiago de Liniers, radicado allí después de entregar el mando a Hidalgo de Cisneros, en un foco realista activo.


Preocupación cordobesa

Se preocupaban las autoridades en poner trabas a la circulación de noticias desfavorables a las armas españolas en la península. En setiembre de 1809 fue apresada una persona que procedía de La Rioja y se dirigía a Santa Fe y que a su paso por Córdoba se expresó contra la Junta central y en favor del derecho de América a elegir su gobierno después que el rey Fernando había salido voluntariamente de su reino, agregando que muy pronto dominaría Francia todo el territorio español. 

En octubre del mismo año se procedió contra José María Sancho, nacido en Italia; había sido practicante en los ejércitos napoleónicos y rindió examen de médico en Buenos Aires; en razón de sus expresiones subversivas fue desterrado de Charcas ya en 1806 por decisión de la Audiencia; en Córdoba fue detenido al llegar por el comandante de armas; pero era un hombre capaz y el rector del colegio Montserrat lo propuso como preceptor de la cátedra de geografía y lengua francesa. Al comprobarse que utilizaba ese cargo para difundir sus ideas revolucionarias, fue destituido.

Gutiérrez de la Concha dictó bandos contra la difusión de noticias y contra las deducciones contrarias a las armas españolas e interceptó papeles sediciosos enviados desde Buenos Aires; pero su celo fue impotente para contener la acción secreta del partido revolucionario influyente en Córdoba.

Francisco Ortiz de Ocampo

Francisco Ortiz de Ocampo fue el primer general de las Provincias Unidas , en junio de 1810 fue puesto al mando del Ejército Auxiliar a las Provincias —que luego sería el Ejército del Norte— y fue ascendido a general. Avanzó rápidamente con un pequeño contingente hacia Córdoba para sofocar la contrarrevolución dirigida por Liniers y Juan Gutiérrez de la Concha. Fue muy eficaz en arrestar a los dirigentes del grupo, incluido el obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana.

Resistencia Cordobesa

Un emisario del ex virrey, José Melchor Lavin o Labin, informó al gobernador intendente de lo ocurrido en Buenos Aires y los realistas se reunieron de inmediato para fijar la actitud que debían asumir; cuando llegaron el 4 de junio las comunicaciones de la Junta, el Cabildo, la Audiencia y la circular de Hidalgo de Cisneros, las autoridades, los vecinos y funcionarios influyentes acordaron no reconocer al nuevo gobierno; solamente el deán Gregorio Funes aconsejó seguir el ejemplo de Buenos Aires; el 5 de junio fueron enviados oficios a todos los cabildos de la jurisdicción de la intendencia recomendando que no se designaran diputados a la Junta. 

En nueva reunión, el 6 de junio, en la que se leyeron comunicaciones de la Audiencia, el Cabildo y la Junta gubernativa de Buenos Aires, el alcalde de primer voto declaró que no debía ser reconocida la Junta porque había sido instalada "con la fuerza y con total abandono de nuestra legislación".

Para el caso de la caída de España en poder de los fran¬ceses, el Cabildo debía convenir con las provincias interiores del virreinato y con el virrey de Lima y la capitanía general de Chile la conducta a seguir.

Dos días después volvió a reunirse el cabildo cordobés y decidió responder al de Buenos Aires que Córdoba nombraría diputado a la Junta cuando las provincias interiores se hubiesen puesto de acuerdo en sus opiniones y como se anunció el envío de una expedición de 500 hombres, se pedía que se suspendiese, pues Córdoba se hallaba en el mayor orden y quietud públicos.

El 20 de junio llegaron a Córdoba noticias sobre el esta¬blecimiento de un Consejo de regencia, al que Montevideo había prestado juramento de fidelidad y se acordó seguir esa conducta a la mayor brevedad.

Juan Gutiérrez  de la Concha

Juan Gutierrez de la Concha , en 1810, al conocerse la noticia de la Revolución de Mayo reunió una asamblea de notables, en la que todos (menos Funes) aconsejaron jurar el Consejo de Regencia y desoír la invitación porteña. Se preparó para luchar y ordenó reclutar fuerzas, desconociendo la autoridad de la Primera Junta. Pero el partido realista quedó aislado, y las tropas de Díaz se negaron a seguirlo. En agosto llegó la expedición al mando de Francisco Ortiz de Ocampo, y los conspiradores debieron huir hacia el norte. Con Gutiérrez de la Concha fueron capturados el obispo Rodrigo de Orellana, los ex gobernadores Allende y Rodríguez y el contador Moreno. En otro lugar fue capturado Liniers.

Advertencias de la Junta de Buenos Aires

Era evidente que los realistas cordobeses se resistían a la Junta de Buenos Aires y procuraban ganar tiempo para sus preparativos bélicos. La Junta hizo severas advertencias, pero todo fue inútil; comunicó a los gobiernos de Salta, La Paz, Cochabamba, La Plata, Potosí y San Luis que estaba al corriente de las maquinaciones de Gutiérrez de la Concha y sus adeptos, y que estaba dispuesta a desbaratar los planes contrarrevolucionarios.

"Cuando todos obedecemos a un mismo rey —escribía la Junta—, es el mayor de los crímenes pretender división y guerra por las miras personales de un gobernador". 

Advertía que haría con los díscolos un escarmiento ejemplar que aterrase a los malvados.

Santiago de Liniers

Santiago de Liniers instigado por su amigo y gobernador de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, Juan Gutiérrez de la Concha, se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida de la Revolución de Mayo. Mientras algunos de sus conocidos independentistas de Buenos Aires lo exhortaban a que se sumara al movimiento, el mismo Cisneros lo instó a oponerse a la Junta revolucionaria. Los preparativos de la contrarrevolución en Córdoba llegaron a verse muy avanzados, alcanzando a reunir 1.500 hombres. Pero cuando el 21 de julio llegó a la jurisdicción de Córdoba la Primera expedición auxiliadora al Alto Perú del revolucionario Francisco Ortiz de Ocampo, sus soldados desertaron en masa sumándose a la revolución. 

La resistencia de Liniers

Santiago de Liniers recibió el 20 de junio comunicacio­nes secretas en las que se le conferían plenos poderes para organizar la resistencia a la Junta de Buenos Aires en todo el virreinato, de acuerdo con las autoridades de Lima. Liniers se entregó a la causa realista y se unió a Gutiérrez de la Concha, Allende, Goyeneche y demás caudillos de la reacción.

Proyectaba Gutiérrez de la Concha hacer de Córdoba el punto de concentración de fuerzas para ope­rar en condiciones ventajosas; las expediciones que saldrían de Potosí y Chuquisaca, reforzadas por la de Porco y otros lugares, bajarían a Jujuy y desde allí a Córdoba. En el caso de no poder sostenerse en Córdoba, los contingentes realistas se plegarían hacia Jujuy sin emprender una ac­ción decisiva hasta enlazar con las fuerzas del Alto Perú a las órdenes del general José de Córdoba.

Las perspectivas de la resistencia eran favorables; Para­guay no reconocía a la Junta, Montevideo tampoco y, además, iniciaba operaciones ofensivas. Si Córdoba lograba mantenerse, Buenos Aires quedaba aislado y su suerte no era dudosa. Liniers despachó a su hijo Luis a Montevideo a fin de aconsejar que se formase allí un ejército de obser­vación; Goyeneche y Vicente Nieto en el Alto Perú aseguraban, además, la llegada de una fuerza militar im­portante.

Allende disponía de un millar de hombres de caballería, y un batallón provincial de infantería, con catorce ca­ñones del fuerte de San Carlos, aunque el armamento y las municiones escaseaban; y además los conspiradores espe­raban la incorporación de milicias de Mendoza, San Juan y San Luis, con las que duplicarían los efectivos disponibles.

Gutiérrez de la Concha fue autorizado para hacer uso de los dineros públicos y con la promesa de dádivas se proyectó provocar la deserción de los soldados de la Junta, lo cual indicaría que no tenía mucha fe en las fuerzas cordobesas bisoñas.

El fusilamiento de Liniers

EL FUSILAMIENTO. Una acuarela de Franz Van Riel reconstruye la ejecución de Liniers -que aparece aún de pie- con sus compañeros Gutiérrez de la Concha, Allende, Rodríguez y Moreno.

El Documento de la Junta

El 16 de junio fueron redactadas por la Junta las ins¬trucciones a que había de someterse el jefe de la expedición, coronel Francisco Ortiz de Ocampo. Desde cuatro leguas antes de Córdoba, intimaría al gobernador y al cabildo que dejasen obrar libremente al vecindario en la elección de su diputado; para ello era condición el alejamiento de las autoridades de la ciudad. Si el gobernador intendente resistía la intimación, las tropas patriotas avanzarían precedidas por una proclama a la población, anunciando que no se trataba de una agresión, sino de su defensa, y advirtiendo al gobernador que pagaría "con su sangre y sus bienes" la sangre que hiciese derramar a los "vasallos del rey". Las tropas permanecerían en Córdoba hasta que se reconociese a la Junta y partiese para Buenos Aires el diputado que integraría el congreso.

Ordenes de Moreno

Mariano Moreno se multiplicó en vista de la conspiración cordobesa; emitió órdenes y decretos que galvanizaron a la Junta y sembraron el entusiasmo en la población. 

El 8 de julio encomendó a Diego José Pueyrredón que encarcelase y enviase a Buenos Aires a los principales culpables de la resistencia; días después reiteró la orden de remitir sin pérdida de tiempo a la capital a los jefes que cayesen prisioneros, incluido el obispo; hasta el 27 de julio la Junta reclamó el envío de los caudillos de la conspiración; pero en posesión de nuevas informaciones, el 28 resolvió aplicar un castigo ejemplar, es decir, la sentencia de muerte contra Liniers, Gutiérrez de la Concha, Orellana, V. Rodríguez, Allende y J. Moreno, como advertencia a los jefes realistas del Alto Perú.

El 2 de agosto, desde Paso Ferreyra, el jefe de la expedición anunció a la Junta que había sabido que el día anterior los realistas habían abandonado Córdoba con dirección al norte. Ortiz de Ocampo aceleró la marcha, ocupó Córdoba y despachó un contingente de caballería en persecución de los fugitivos.

Persecución y captura de Liniers

El 8 de agosto, 300 hombres al mando de Antonio González Balcarce desfilaron entre aclamaciones de la población por las calles de Córdoba y poco después salieron en busca de los fugitivos. Éstos, con 400 hombres, vieron cómo se desbandaban sus fuerzas y los dejaban solos; los encargados de postas, incitados por los patriotas, les negaron caballos y tuvieron que abandonar la artillería. Liniers fue alcanzado y apresado por el oficial José M. Unen y no tardaron en tener el mismo destino el obispo Orellana, Gutiérrez de la Concha, V. Rodríguez, Moreno y Allende en la travesía de Ambargasta.

Los prisioneros fueron entregados a Ortiz de Ocampo, pero la población y en particular el deán Funes intercedieron por ellos y postergó la ejecución, solicitando a la Junta el perdón de los culpables para ganar "el afecto de estos oprimidos compatriotas".

Moreno respondió con su energía característica: "La obediencia es la primera virtud de un general y la mayor lección que ha de dar a su ejército. El gobierno reúne y concentra relaciones que no deben comunicarse y los ejecutores no deben saberlas para cumplir puntualmente lo que se les ordena" a continuación recomendó la inmediata ejecución de las órdenes recibidas. 

Sin embargo, debe tenerse en cuenta la doble investidura de Ortiz de Ocampo, militar y política, pues llevaba también la misión de establecer gobiernos filiales de la Junta y por tanto podía con razón sentirse relativamente liberado de la ciega obediencia castrense. Moreno había escrito a los jefes del ejército libertador:

 "Siendo uno de los principales fines de la expedición sorprender a los pueblos del Perú antes de que los refuerzos de Lima pudieran ponerles en estado de defensa vigorosa, será quizás conveniente que una división de cuatrocientos hombres al mando del mayor general Balcarce, con cuatro piezas de tren y 100 hombres de caballería, se adelantase hasta Tupiza, donde se mantuviese hasta la llegada del grueso del ejército. La distancia que hay desde Potosí a Tupiza impedirá que esta fuerza fuese atacada, tomando las precauciones y fortificación que enseña el arte".

Fusilamiento de Liniers

Para mayor seguridad, la Junta dispuso que Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña se incorporasen a la expedición e hiciesen cumplir la sentencia de muerte contra los jefes de la conspiración cordobesa; el capitán Domingo French se hizo cargo del mando de la escolta. Llegados éstos a dos leguas de Cabeza de Tigre, encontraron al capitán Unen con los prisioneros, que fueron internados el 26 de agosto en el Chariarcillo de los Loros o Papagayos, donde horas después fueron ejecutados, con excepción del obispo Orellana, por respeto a su investidura, la conspiración córdobesaa había sido vencida.

Para evitar toda reacción realista en la ciudad, fueron depuradas las filas de la administración, se buscó a los cómplices de los ajusticiados y se aseguró la región contra todo intento subversivo interno.

Juan Martín de Pueyrredón nuevo gobernador

El 13 de agosto llegó a Córdoba el nuevo gobernador intendente, Juan Martín de Pueyrredón, y el 15 se hizo cargo del mando. Cuatro días después se realizó cabildo abierto y el deán Gregorio Funes fue elegido diputado al congreso nacional.
Cuando la expedición reanudó su marcha hacia el Alto Perú, comenzaron las dificultades para Pueyrredón por la escasez de recursos y por la propaganda que hacían desde Buenos Aires los realistas ocultos o simulados.
No fue posible desestimar del todo el peligro de nuevas sediciones, pues en el territorio de la intendencia se mantenían partidarios de Liniers y esperaban ocasiones favorables para manifestarse. Además, el ejército expedicionario reclamaba auxilios y había que tratar por todos los medios de enviarlos.
A fines de 1810, Pueyrredón recibió orden de la Junta para dirigirse a Charcas a hacerse cargo del gobierno de aquella intendencia y presidir la Audiencia. Para el gobierno de Córdoba fue designado Diego José Pueyrredón.
Sin desbaratar la conspiración de Córdoba, la Junta de Buenos Aires no habría podido sostenerse, amenazada desde Montevideo, sin relaciones seguras con las provincias del interior, con el Paraguay en rebeldía y amenazando a las provincias del nordeste.