Delegación del mando y renuncia de Ramírez

Intentando anticiparse a los hechos, a primera hora del 24 de febrero Ramírez le pidió la renuncia al General Farrell, Vicepresidente y Ministro de Guerra. Este respondió convocando a los jefes de las guarniciones principales a su despacho y ordenando rodear la residencia presidencial. Esa misma noche los jefes de las guarniciones cercanas a Buenos Aires se presentaron ante Ramírez y le exigieron la renuncia. Ramírez presentó entonces un texto de renuncia, redactado por el coronel Enrique P. González.

La situación interna del gobierno militar era difícil, y se veía sacudido y trabado por núcleos, opiniones y ambiciones de predominio que no podían desembocar más que en nuevos enfrentamientos y en graves problemas para el país entero. Las presiones más empeñosas procedían del ramo de guerra y el presidente Ramírez pidió la renuncia a su ministro Edelmiro J. Farrell, junto al cual maniobraba cada vez más desembozadamente el coronel Perón, probablemente el único talento político de la generación militar a que pertenecía.

Farrell reunió el 24 de febrero de 1944 en su despacho a los jefes militares que le eran adictos. En la reunión propuso Perón que Ramírez abandonase el poder, y la propuesta fue aprobada por los concurrentes.

Una delegación de altos jefes se dirigió a la quinta presidencial; la integraban jefes y oficiales de las guarniciones de Campo de mayo, capital federal, El Palomar y La Plata, y pidió al presidente la renuncia al cargo que desempeñaba.

Ramírez remitió de inmediato al teniente coronel Cortese la renuncia pedida, redactada en estos términos:

"Al pueblo de la República: Como he dejado de merecer la confianza de los jefes y oficiales de las guarniciones de la capital federal, Campo de mayo, El Palomar y La Plata, según me lo acaban de comunicar personalmente dichos jefes, y como no deseo comprometer la suerte del país, cedo ante la imposición de la fuerza y presento la renuncia al cargo de presidente de la Nación. Pedro P. Ramírez, general de división, Buenos Aires, 24 de febrero de 1944."


La renuncia traslucía demasiado un golpe de Estado y en ese caso habría hecho necesario el reconocimiento del nuevo gobierno por los demás países; era obligado modificar los términos de la renuncia y convertirla en delegación del mando.

El general Farrell fue comisionado para entrevistarse con Ramírez y éste accedió en la madrugada del 25 de febrero, entregando esta nota:

"Al pueblo de la República: Fatigado por las intensas tareas de gobierno que me exigen tomar un descanso, en la fecha delego el cargo que desempeño en la persona del Excmo. señor vicepresidente de la Nación, general de brigada D. Edelmiro J. Farrell."

Cronología de los hechos

Es interesante la siguiente cronología desde enero a fines de febrero de 1944:

21 de enero: se anuncia la publicación del memorándum norteamericano sobre los sucesos de Bolivia.

22 de enero: se hace público el caso de Hellmuth, detenido en Puerto Trinidad.

25 de enero: reunión del G.O.U. en el Concejo deliberante.

26 de enero: declaración de ruptura de relaciones con Alemania y Japón.

28 de enero: clausura del diario nacionalista neutralista El Pampero, que reapareció días después como El Federal.

15 de febrero: renuncia del secretario de la presidencia, coronel Enrique P. González; del ministro de justicia e instrucción pública, Gustavo Martínez Zuviría y del ministro de relaciones exteriores, general Alberto Gilbert, suplantados por Honorio J. Silgueira y Diego I. Mason respectivamente.

23 de febrero: Reunido el G.O.U., se resuelve sil disolución.

24 de febrero: Miembros de lo que fue el G O.U., reunidos en el ministerio de guerra, resuelven pedir la renuncia del presidente Ramírez.

25 de febrero: Modificación de la renuncia por delegación de la presidencia en el general Edelmiro J. Farrell.

El 9 de marzo de 1944, Ramírez presentó su renuncia definitiva, a la Corte Suprema de Justicia y al general Farrell, y su contenido ilustra respecto de la situación interna en los núcleos del ejército:

"En repetidas oportunidades, ya sea en forma pública o privada, manifesté que tan pronto como yo advirtiera que había dejado de merecer la confianza . de las fuerzas armadas que me llevaron a ocupar la primera magistratura del país, declinaría inmediatamente tan elevado cargo, devolviéndolo a quienes, sin haberlo yo anhelado ni pedido, me lo habían otorgado en momentos difíciles para la patria, considerándome, tal vez, el exponente de los ideales que animaron a la gloriosa revolución del 4 de junio de 1943. Y agregaba que, en tal caso, yo me presentaría ante el pueblo y ante mis camaradas a rendir cuenta de mis errores.

"Poco tiempo ha bastado para que esta especie de vaticinio se cumpliera. En efecto, por algo que la historia dirá algún día, la opinión de la oficialidad de las guarniciones de la capital federal, Liniers, Palomar (base aérea y Colegio militar), Campo de mayo y La Plata, expresada personalmente por intermedio de los jefes de dichas guarniciones en la noche del 24 al 25 de febrero, después de una numerosa reunión de oficiales que había tenido lugar en el ministerio de guerra, se tornó desfavorable para mí, pidiéndome aquellos jefes que delegara el mando en el Excmo. señor vicepresidente y ministro de guerra, general Farrell. ¿Qué había ocurrido? La opinión de la oficialidad de las mencionadas guarniciones, que había sido engañada tina vez, con motivo de la ruptura de relaciones con Alemania y Japón en el sentido que el gobierno hizo público para ello (espionaje alemán y japonés no eran exactos, y sí lo era, en cambio, el temor a la presión de supuesta claudicación de la dignidad nacional) . Esa misma opinión fue, poco tiempo después, nuevamente engañada por el rumor de que yo tenía prontos ( y según algunos hasta firmados) tres decretos que saldrían en breve plazo, entre ellos: 1) Decretando la ley marcial; 2) declarando la guerra a Alemania y Japón; 3) decretando la movilización general.

"Inútiles fueron mis esfuerzos para convencer a la oficialidad de la falsedad de tamaños infundios. Ni mis propias palabras, expresadas delante del cuerpo de jefes y oficiales en dos magnas reuniones que tuvieron lugar en el comando de la división de ejército y otra en Campo de mayo, fueron suficientes para convencerlos de tal error.

"La suerte estaba echada; pudo más la intriga que la razón. 
"Hoy solo me resta declarar solemnemente ante el pueblo de mi patria y poniendo a Dios por testigo, que juro por mi honor de soldado que todo cuanto se ha dicho relativo a la existencia de los tres decretos, a los que he hecho referencia, es absolutamente falso y tendencioso. Por los motivos que dejo expuestos, que hacen incompatible con mi dignidad y honor mi permanencia en el alto cargo que desempeño, presento ante quienes presté juramento, el pueblo y las fuerzas armadas, mi renuncia de presidente de la Nación Argentina."