Sucesos políticos en las provincias

La victoria de Caseros no podía quedar sin eco en las provincias sometidas a los gobernadores federales después de largas y sangrientas luchas. 




Cambios provinciales

El gobernador de Salta, José Manuel Saravia, fue depuesto por un alzamiento local el 3 de marzo y reemplazado por Tomás Arias. El 4 de marzo ocurrió otro tanto en Jujuy, y el gobernador Iturbe fue derrocado y se designó en su lugar al doctor José Benito Bárzena. 

El mismo día fue depuesto en Mendoza el coronel Alejo Mallea y volvió a asumir el gobierno Pedro Pascual Segura, a quien Rosas hizo alejar del cargo. El 27 de abril de 1852 se produjo en Córdoba un movimiento armado que eliminó definitivamente del escenario político a Manuel López y llevó al gobierno a Alejo del Carmen Guzmán. Fue encabezado por Manuel Esteban Pizarro y por el alcalde Tomás Garzón. 

Manuel López y su hijo Victorio fueron encarcelados y sus bienes embargados; López murió en Santa Fe el 5 de octubre de 1860; en el curso de su gobierno fueron fusilados el fiscal de estado Fermín Manrique, en 1842, el coronel Alejandro Aparicio, en 1843, y José Cortés y Santos Patino, en 1851, entre otros.

En todas las provincias hubo deseos idénticos de renovar las autoridades para ponerse a tono con la nueva situación política. 

En San Juan los opositores a Benavídez constituyeron un partido fuerte, con, hombres muy significativos, como Guillermo Rawson, entre otros. Cuando la legislatura trató la convocatoria a la reunión de San Nicolás, autorizó al gobernador a concurrir a ella, pero designó para reemplazarle interinamente a Zacarías S. Yanzi, mientras que hasta allí era Benavídez mismo el que nombraba a su gobernador delegado. En ausencia de Benavídez, se dictan normas de gobierno que suponían un cambio radical de orientación política y una desautorización de lo hecho en el período de la dictadura. 

Nazario Benavídez

Nazario Benavídez se trasladó a fines de abril,  a San Nicolás de los Arroyos para concurrir a las deliberaciones que darían lugar al Acuerdo de San Nicolás, del cual fue suscribiente. En su ausencia, el 12 de abril la Sala de Representantes de la provincia cedió a Urquiza el manejo de las relaciones exteriores.
El 9 de mayo la Sala de Representantes revocó los poderes dados a Benavídez y facultó a Urquiza a firmar los acuerdos en nombre de la provincia. Tres días más tarde, las milicias provinciales fueron licenciadas.
El 6 de junio de 1852 se sancionó una ley, dejando sin efecto el nombramiento de Benavídez como gobernador, con considerandos acusatorios sobre su proceder y llegando a prohibirle habitar suelo provincial. En su lugar se designó a Zacarías Yanzi.
Conocidos los hechos por Benavídez y Urquiza, este último desautorizó lo sucedido en virtud del art. 14 del Acuerdo de San Nicolás y apoyó a Benavídez, autorizando el uso de las fuerzas militares de otras provincias para restituirlo. Las provincias de Mendoza y La Rioja aprestaron a sus ejércitos. Las tropas restituyentes riojanas estaban comandadas por un antiguo enemigo de Benavídez', el Chacho Peñaloza, quien ahora tenía por misión devolverle la gobernación.

Finalmente por ley del 6 de junio se separó del cargo de gobernador a Nazario Benavídez. Urquiza repudió el movimiento de los sanjuaninos y ofreció a Benavídez todo su apoyo para reasumir el gobierno. Abandonados así por el gobierno nacional, los promotores de la liberación de San Juan acabaron por transigir y entregar la provincia al antiguo gobernador, que asumió el mando el 16 de agosto sin hallar resistencia. Días antes se habían realizado elecciones para el envío de diputados constituyentes al congreso de Santa Fe y resultaron electos Domingo Faustino Sarmiento, Salvador María del Carril y Guillermo Rawson, este último en calidad de suplente. La decisión de Urquiza de sostener a Nazario Benavídez fue sin duda alguna un error, porque violentaba un sentimiento de hostilidad en la provincia ccntra el mandatario que detentaba el poder desde 1836.

Algo semejante a lo ocurrido en San Juan aconteció en Tucumán, donde la legislatura, el 14 de junio, destituyó a Celedonio Gutiérrez por su vieja adhesión a Rosas y designó en su lugar a Manuel Alejandro Espinosa. La legislatura resolvió ratificar el acuerdo de San Nicolás el 18 de junio y designar un comisionado, Salustiano Zavalía, para que diese a Urquiza las gracias en nombre de la provincia por los servicios prestados a la Confederación.

Benjamin Virasoro

Benjamin Virasoro participó como jefe de estado mayor en la batalla de Caseros, que significó el final de la época de Rosas, en julio de 1852, cuando todavía estaba en Buenos Aires, estalló en su provincia una revolución que lo declaró depuesto. Para no enemistarse con Urquiza, los revolucionarios nombraron para sucederlo al ministro de Urquiza, Juan Gregorio Pujol, vivió el resto de la década en Rosario; tuvo un papel destacado en la defensa de la costa del río Uruguay, pero no en su provincia. Como jefe de estado mayor de la Confederación Argentina, organizó los ejércitos de Urquiza para la batalla de Cepeda  

Al regresar Celedonio Gutiérrez se halló destituido de su cargo, pero no renunció a la lucha; buscó el apoyo del gobernador de Catamarca, que le envió un contingente de tropas al mando del coronel Balboa; pero Espinosa buscó el apoyo de Santiago del Estero. Finalmente, Gutiérrez venció a las fuerzas aliadas tucumanas y santiagueñas el 21 de febrero de 1853 en Arroyo del Rey y pocos días después se hizo cargo del gobierno de Tucumán.

En Corrientes, un movimiento similar al de San Juan y Tucumán se pronunció contra el gobernador Benjamín Virasoro, hombre de confianza de Urquiza y su firme apoyo en la campaña libertadora; el movimiento estaba inspirado por los hombres que habían luchado contra el sistema de Rosas y que no querían tolerar al gobernador impuesto a la provincia después de la batalla de Vences. Manuel Antonio Ferré asumió el mando con carácter interino; gobernador titular fue designado Juan Pujol, ausente, un hombre joven, de treinta y cinco años, doctorado en jurisprudencia en Córdoba, con actuación pública y prestigio personal ya en la administración de Madariaga y en la de Virasoro; hasta su muerte, nueve años más tarde, fue una figura prominente de la política nacional, ministro de Estado, senador, capaz de suscitar fuertes resistencias, pero también muchas amistades.