La guardia nacional

El 14 de setiembre se resuelve por el gobierno provincial convocar a la guardia nacional y se encarga a Mitre de esa tarea, la situación no estaba todavía definida a pesar de la victoria y ofrecía graves problemas. 

No se podía contar con las fuerzas correntinas, que no tenían ningún interés directo y emotivo en la revolución de Buenos Aires y no podían responder a sus exigencias con la pasión con que podían hacerlo los hijos de la provincia. Urquiza era todavía un poder militar y había que prever que la revolución tendría que ser defendida con las armas; para esa misión no abundaban los veteranos.

Mitre lanzó una proclama con frases ajustadas al momento, vibrante, con la ambición de hacer de cada ciudadano un soldado:

"¡Ciudadanos! Al colocarme al frente de la guardia nacional de Buenos Aires, el Superior gobierno me ha encomendado presidir el enrolamiento de las milicias cívicas.
Con tal autorización, y en nombre de la patria, os llamo a las armas.
Los cobardes que no respondan a este llamamiento, merecerían ser marcados con un hierro ardiente en medio del rostro para conservar eternamente el sello del innoble esclavo.
¡Ciudadanos de Buenos Aires! Todo lo habéis perdido;. todo tenéis que reivindicarlo.
Habéis gemido bajo el sable del conquistador.
Habéis sido despojados de vuestros soldados, de vuestros tesoros, parques y depósitos, declarados botín del vencedor.
Habéis visto a vuestros conciudadanos arrancados de sus hogares para ser trasladados como negros de África lejos de aquí, donde lloran en la miseria.

Kepi de la guardia nacional

El 17 de marzo, otro Decreto había disuelto las fuerzas de la antigua milicia de Rosas. Entonces, cuando Bartolomé Mitre se hizo cargo de las Guardias Nacionales con la misión de organizarlas para la defensa de la revolución del 11 de setiembre muy pocos ciudadanos tomaron las armas. Allí, se hizo evidente que dotarlas de hombres no sería tarea fácil. El enrolamiento encontraba serias resistencias, sobre todo en la ciudad y entre los jóvenes de las familias más acomodadas de Buenos Aires. Con esa dificultad, se tomaron medidas para garantizar un “severo enrolamiento”.
El 24 de noviembre de 1852 la legislatura bonaerense facultó al Poder Ejecutivo provincial para destinar por dos años al Ejército de línea a los infractores del Decreto sobre enrolamiento cívico. También se autorizaba a allanar las casas en busca de quienes no se hubieran enrolado “y (...) sacara (de sus casas) todo el que olvidándose de la dignidad de los hombres, y de sus sagrados deberes de ciudadano, se hallare sin tener constancia de estar enrolado (...)”. Un decreto del 10 de enero de 1853, dispuso que fueran separados de sus puestos los empleados públicos que no concurriesen a prestar servicios a la Guardia Nacional. Por su parte, los “ciudadanos distinguidos” y los “ancianos venerables” fueron alistados en el “batallón pasiva” destinado a prestar servicios en la ciudad.

Habéis visto vuestras instituciones a merced del capricho de un mandón que no reconocía más ley que la fuerza, ni más regla que su voluntad.
Habéis visto que se ha pretendido presentar nuestra provincia ante el Congreso como una cautiva ante la toldería del pampa; atada de pies y manos, y con una mordaza en la boca.
Y sin embargo, aún faltan ciudadanos en Buenos Aires en las filas de la guardia nacional.
¡Ciudadanos de todas clases! ¡A las armas! En nombre de la ley, por orden del gobierno y en el interés y la gloria de la patria, os llamo a tomar un fusil en defensa de lo más sagrado que tiene el hombre: la libertad y el honor. Los que desoigan este llamamiento responderán ante la justicia de Dios con su conciencia, y ante la reprobación de todo un pueblo heroico y decidido con su ignominia y su vergüenza".

El llamado a engrosar la guardia nacional equivalía a una orden explícita de alistamiento. Las filas se nutrieron y Mitre se consagró a organizar y disciplinar esos contingentes novicios para convertirlos pronto en soldados veteranos. El clima marcial de Buenos Aires acabó por ser contagioso y por imponerse. No se examinó la razón o sinrazón de las exhortaciones del jefe de la guardia nacional, orador y periodista sugestivo. El pueblo acabó por integrar la corriente imperiosa.

¿Merecía Urquiza esa actitud de Buenos Aires, a pesar de sus errores tácticos, a pesar de su conformación mental de caudillo autoritario? Cuando se comprueba hoy que, a pesar de su fallas políticas, a pesar de sus preferencias personales, su intención íntima fue la organización nacional, y que no se apartó ni por un momento de esa meta; cuando se piensa en las consecuencias de la revolución del 11 de setiembre, no puede evitarse un sentimiento de pesar por lo ocurrido, especialmente al considerar los diez años de beligerancia que siguieron.

La guardia nacional fue creada en la provincia de Buenos Aires, por decreto del gobernador Vicente López, en marzo de 1852, en sustitución de las milicias rosistas, y fue destinada especialmente a la frontera. 

Se formó con ciudadanos obligados a asistir a los ejercicios militares y es precursora del ejército moderno y hubo al frente de ella personalidades prestigiosas en el área provincial, podía ser movilizada cuando lo exigiesen circunstancias graves. En abril de 1863 una ley abrió un crédito al gobierno para el pago de sueldos, racionamiento y equipos a raíz del levantamiento del Chacho. 

En 1865 fueron movilizados 19 batallones para completar el ejército que iba a operar en el Paraguay; una vez movilizados dependían de los mandos nacionales como si fuesen unidades de línea, con la diferencia del uniforme y el uso del kepis blanco.

Después de Pavón, en marzo de 1862, Mitre extendió a la guardia nacional de Buenos Aires el carácter federal. 

La Confederación adoptó esas formaciones y las nacionalizó, disponiendo en abril de 1854 que todos los argentinos de 17 a 60 años debían pertenecer a algunos de los cuerpos de la guardia nacional que se organizasen en las provincias para la salvaguardia del orden y las garantías a los ciudadanos y siendo ya presidente, Mitre inició en 1864 la creación del nuevo ejército y liberó a la guardia nacional del servicio de fronteras, condicionando el reemplazo a la posibilidad de las fuerzas de línea, aunque la situación creada no permitió cumplir el propósito. 

La organización del ejército fue lenta y las incursiones de los indios obligaron poco después a movilizar las guardias nacionales en todas las provincias contra ese peligro. La guerra con el Paraguay volvió a postergar la desmovilización de las guardias nacionales, que constituyeron la primera fuerza organizada para hacer frente a la invasión paraguaya a Corrientes.

Guardía Nacional del Puerto

Los oficiales de las Guardias Nacionales Marítimas del Estado de Buenos Aires, creadas junto al Ejército de tierra y formadas por los carpinteros y calafates de ribera y cuyo objeto eran las guardias alternadas y extraordinarias en el puerto, estaban uniformadas de: Casaca azul con cuello y vueltas celestes, pantalón azul” (…) Todos llevaban gorras de “pastel” azul con vivo blanco y un ancla al frente

¿Merecía Urquiza esa actitud de Buenos Aires, a pesar de sus errores tácticos, a pesar de su conformación mental de caudillo autoritario? Cuando se comprueba hoy que, a pesar de su fallas políticas, a pesar de sus preferencias personales, su intención íntima fue la organización nacional, y que no se apartó ni por un momento de esa meta; cuando se piensa en las consecuencias de la revolución del 11 de setiembre, no puede evitarse un sentimiento de pesar por lo ocurrido, especialmente al considerar los diez años de beligerancia que siguieron.

La guardia nacional fue creada en la provincia de Buenos Aires, por decreto del gobernador Vicente López, en marzo de 1852, en sustitución de las milicias rosistas, y fue destinada especialmente a la frontera. 

Se formó con ciudadanos obligados a asistir a los ejercicios militares y es precursora del ejército moderno y hubo al frente de ella personalidades prestigiosas en el área provincial, podía ser movilizada cuando lo exigiesen circunstancias graves. En abril de 1863 una ley abrió un crédito al gobierno para el pago de sueldos, racionamiento y equipos a raíz del levantamiento del Chacho. 

En 1865 fueron movilizados 19 batallones para completar el ejército que iba a operar en el Paraguay; una vez movilizados dependían de los mandos nacionales como si fuesen unidades de línea, con la diferencia del uniforme y el uso del kepis blanco.

Después de Pavón, en marzo de 1862, Mitre extendió a la guardia nacional de Buenos Aires el carácter federal. 

La Confederación adoptó esas formaciones y las nacionalizó, disponiendo en abril de 1854 que todos los argentinos de 17 a 60 años debían pertenecer a algunos de los cuerpos de la guardia nacional que se organizasen en las provincias para la salvaguardia del orden y las garantías a los ciudadanos y siendo ya presidente, Mitre inició en 1864 la creación del nuevo ejército y liberó a la guardia nacional del servicio de fronteras, condicionando el reemplazo a la posibilidad de las fuerzas de línea, aunque la situación creada no permitió cumplir el propósito. 

La organización del ejército fue lenta y las incursiones de los indios obligaron poco después a movilizar las guardias nacionales en todas las provincias contra ese peligro. La guerra con el Paraguay volvió a postergar la desmovilización de las guardias nacionales, que constituyeron la primera fuerza organizada para hacer frente a la invasión paraguaya a Corrientes.