Huelga de Portuarios

Con el objetivo declarado de ‘modernizar’ el puerto y bajar costos a las navieras y a los importadores-exportadores, la dictadura sacó un decreto que anulaba la jornada reducida en trabajos insalubres, disminuía el pago de horas extras y recalculaba el tiempo de trabajo “normal”. Así reducía el salario a la mitad y dejaba un tendal de despedidos.

 

Frente al inminente ataque, la burocracia del sindicato portuario (SUPA) pidió paciencia para negociar. El secretario general, Eustaquio Tolosa, pidió una comisión conjunta para consensuar el nuevo reglamento, pero la dictadura dispuso su aplicación e intervino el SUPA.

Sin preparación alguna y en forma aventurera, Tolosa decretó la huelga por tiempo indeterminado y… se fue al Uruguay para dirigir desde allí la solidaridad internacional. El gremio portuario sólo tenía ocho delegados, elegidos a dedo, pero contaba con un fuerte activismo, que imponía a las patronales en cada lugar de trabajo el respeto a las conquistas. Sin estructura gremial, la misma directiva burocrática convocó a un Consejo Coordinador con otros gremios menores del puerto y tres agrupaciones del Supa: la de la burocracia, la del PC (“La Lingada”) y la ‘independiente’ Cruzada Renovadora. Luego de algún amague, este Consejo se inmovilizó. El PC seguía a Tolosa y a la burocracia. La huelga quedó librada a la conciencia de cada estibador.

 

En esas circunstancias comenzaron a organizarse desde las villas, donde vivían muchos trabajadores, comités de resistencia de activistas portuarios para organizar las tareas elementales de la huelga: fondo de huelga, ollas populares, reparto de comida, información, coordinación, piquetes contra los carneros. Estos comités eran abiertos a todo luchador y por esta vía se integraron y jugaron un rol dirigente, el PRT (de Nahuel Moreno) y PO. Ante la borrada de la burocracia sindical, estos comités fueron los que sostuvieron el grueso de las tareas de la huelga. Villa por villa, se llegaron a organizar más de cuarenta barriadas, con asambleas en cada una de ellas de alrededor de cien compañeros. Para coordinar este movimiento se constituyó la Coordinadora de Comités de Resistencia de Barrios y Hoteles, que fue conocida como Intervillas. Se editó un boletín de huelga diario, que servía de instrumento de organización e información para llegar hasta el último de los portuarios. Los piquetes impedían que de las villas salieran los carneros a trabajar y no dejaban entrar a los camiones que mandaba el gobierno.

 

Intervillas organizaba el sostén de la huelga, pero no era aún su conducción política. No participaba de discusiones y negociaciones, ni era la interlocutora frente a la CGT, cuya burocracia dejaba aislada esta gran huelga.


Romper el aislamiento de la huelga portuaria era un punto fundamental: “El eje de las perspectivas de la huelga sigue siendo la expectativa de una lucha de conjunto, comenzando por la huelga ferroviaria”. 

El vandorismo -que había aconsejado a Tolosa aceptar la reglamentación antiobrera- se empeñó en aislar la lucha. Pero la agitación se extendía y la CGT tuvo que convocar finalmente a un paro general el 14 de diciembre, que fue cumplido masivamente, a pesar de que la burocracia no hizo nada para garantizarlo.

 

Política Obrera planteó que esta medida debía tener continuidad, con un nuevo paro de 48 horas hacia la huelga general. Pero la burocracia se empeñó en cerrar el conflicto, molesto para sus planes de entrelazamiento con la dictadura.

 

Tolosa convocó a una Asamblea General en el Luna Park y volvió al país para dirigirla. Quería maniobrar para levantar la huelga y volver al ‘diálogo’ con la dictadura. Pero la asamblea comenzó con grandes muestras de combatividad, y la Guardia de Infantería de Marina detuvo a Tolosa.

 

Se rompió el Consejo Coordinador y cada gremio, incluyendo el Supa, levantó la huelga. Intervillas y el activismo quedaron golpeados. A pesar de ello, la huelga continuó unos días más, Tolosa fue liberado momentáneamente y la huelga fue quebrada.