La fortunas improvisadas se derrumbaron como castillos de naipes, el papel moneda perdió casi todo su valor, el oro huyó del país y los capitales extranjeros invertidos reclamaban el servicio de la deuda.
Miguel Juarez Celman como jefe único del poder ejecutivo y del partido autonomista nacional, el P.A.N, fue juzgado como el responsable único de una situación en que todos habían participado.
Juarez Celman cambio los ministros de hacienda pero no fue posible contener el derrumbe: Wenceslao Pacheco, Rufino Varela, Francisco Uriburu, Juan Agustín García.
El propio presidente denunció en 1889 el mal, pero ya era tarde, dijo Juarez Celman. "El juego y las ganancias fáciles suprimen el trabajo, decía al Congreso; el contagio se extiende: en Rosario ya tienen Bolsa también y se juega por decenas de millones. Se anuncian nuevas Bolsas en Córdoba, Mendoza y otras provincias; la administración no encuentra hombres preparados para determinados empleos, porque en la Bolsa corredores y clientes ganan más y con más facilidad".
El oro que a comienzos de 1889 se cotizaba a 147 pesos papel llegó rápidamente a más de 240 en abril de 1890, y el derrumbe continuó su curso. No podía ser menos en un estado de ánimo colectivo que denunciaba así el diario , La Nación el día 3 de julio de 1888 :
"Se citan casos de menores y empleados de 80 pesos de sueldo que adeudan a los corredores de Bolsa saldos de 100.000 pesos. Por este medio es como pululan y operan en la bolsa multitud de niños y gentes sin oficio ni beneficio". Y los grandes diarios publicaban avisos solicitando capitales para operaciones de pase y diferencia garantizándoles un interés del 30 y 33 por ciento al año, según denunció el mismo Juárez Celman.
Miguel Juarez Celman trato de frenar la crisis para eso tuvo varios ministro de economía
Aumentó enormemente el costo de la vida, se paralizaron trabajos de la construcción y muchas obras públicas, hubo huelgas de albañiles, carpinteros y otras. Los empréstitos en el extranjero comenzaron a fracasar. Muchas casas de comercio suspendieron sus pagos; la nerviosidad del pánico inundó la Bolsa y las quiebras se generalizaron.
De todo ello se echó la culpa al presidente, con razón o sin ella, y maduró el clima para una oposición sistemática en la que coincidieron diversos sectores, los católicos que resistían con energía y pasión las reformas liberales en las instituciones, el matrimonio civil, la enseñanza laica, y los jóvenes que levantaban su caudal político entre las masas populares y las movían para llegar con su apoyo al poder.
Ya hacia mediados de 1889 se pensaba, en medio del desorden económico y financiero, en los sucesores a la presidencia; había tres candidatos: el general Roca, que había llegado de Europa y ocupaba una banca en el Senado; Carlos Pellegrini, que desempeñaba la vicepresidencia, y Ramón J. Cárcano, que era director general de correos y había ganado mucho prestigio en poco tiempo.
Un grupo de jóvenes, entre los que figuraban Lucas Ayarragaray, Benito Villanueva, Méndez Casariego, Matienzo, Alvarez de Toledo, Osvaldo Piriero, Leopoldo Díaz, Gregorio Chávez, resolvió en un banquete incorporarse al partido nacional y declararse incondicionales de la política del presidente. Con ello querían esos jóvenes lograr el apoyo presidencial en favor de la candidatura de Cárcano, a quien admiraban por sus méritos intelectuales y por su espíritu liberal.
La actitud de esos jóvenes provocó indignación en los que no compartían ningún compromiso en el escenario político. Francisco A. Barroetaveña publicó en La Nación, el 20 de agosto, un artículo que anatematizaba la actitud de los jóvenes, Tu quo que, juventud, en tropel al éxito. Este artículo hizo reaccionar a varios intelectuales jóvenes y significó un despertar fecundo. Emilio Gouchon, Manuel Augusto Montes de Oca, Damián M. Torino, Le Breton, Mujica, Torcuato de Alvear, Ibarguren, Elizalde, rodearon a Barroetaveña y se manifestaron contra el incondicionalismo.
Francisco Barroetaveña se hizo famoso por su artículo publicado en el diario La Nación el día 20 de agosto de 1889, titulado "¡Tu quoque juventud! En tropel al éxito", que sacudió a la opinión pública y a la juventud en particular, donde condenaba la ausencia de principios morales y el apoyo de ciertos jóvenes que apoyaban al entonces presidente Miguel Juárez Celman diciendo:
"Esta y aquella adhesión no significan otra cosa que la renuncia a la vida cívica activa de los jóvenes, para desaparecer absorbidos por una voluntad superior que los convierte en meros instrumentos del jefe del Poder Ejecutivo".
El artículo desató una movilización histórica que condujo primero a la creación de la Unión Cívica de la Juventud en 1889, de la que fue presidente, a la Unión Cívica en 1890, a la Revolución del 90, y a la creación de la Unión Cívica Radical en 1891, de la que fue miembro fundador y diputado en varias ocasiones.
Dentro de la UCR apoyó a Leandro Alem y Marcelo T. de Alvear y se opuso tenazmente a Hipólito Yrigoyen.