Lo mismo que fueron desapareciendo los indios encomendados por agotamiento en gran parte y por fuga también, fueron desapareciendo los encomen¬deros: a comienzo del siglo XVIII había en el Tucumán 167 encomenderos y los indios encomendados eran 1.550; en Córdoba los primeros eran 17 y los segundos 94.
Unos años después, en 1719, los encomenderos eran 97 y los indios reducidos en pueblos, con los aportes de los capturados en el Chaco, sumaban 2.322. Aparecen 108 encomenderos nuevos a quienes entregan los indios consi¬derados vagos.
Los pocos indígenas de que aún disponían los españoles seguían forzados a trabajar duramente en las estancias o como artesanos o como arrieros y peones de carretas, car¬gas y mulas.
El gobernador Esteban Urízar y Arescopachaga, que se hizo cargo del gobierno del Tucumán en 1707, realizó activas campañas de penetración en el Chaco entre 1710 y 1711; tomó numerosos cautivos y fundó el fuerte o presidio de Balbuena, a orillas del Salado, para defensa de la frontera y protección de unas tribus mansas de los alrededores; hizo con los mocovíes lo que se había hecho con los calchaquíes, pero los 500 malbalaes que remitía a Buenos Aires aprovecharon una oportunidad en Santiago del Estero y escaparon refugiándose nuevamente en el Chaco. No obstante, después de las excursiones de Urízar y Arescopachaga, hubo algunos años de quietud, pues los indios habían quedado atemorizados.
Pero ya en 1727 volvieron a moverse los indígenas chaqueños y llegaron por primera vez hasta Córdoba y causaron estragos en ella y en las estancias próximas.