Al comenzar la primera presidencia justicialista, la situación económica del país era próspera: industrialización creciente, producción agropecuaria abundante, con buena exportación, éramos acreedores de Inglaterra, buenas reservas de divisas, solidez de nuestra moneda, crédito pródigo, aceptable nivel de ocupación.
Antes de la asunción de Perón, Farrell había nacionalizado del Banco Central bajo la inspiración del presidente del ente desde 1945, Miguel Miranda, con lo que el Estado nacional pasó a manejar la moneda y el crédito, especialmente después de la nacionalización de los depósitos bancarios. Por esta última medida, el total de los depósitos en los distintos bancos era transferido al Banco Central, con lo cual esas casas bancarias se quedaban sin fondos para prestar. De allí en más, por medio del redescuento, era el Banco Central el que facilitaba los fondos a los bancos, para que éstos a su vez pudieran dar créditos a los particulares, pero siguiendo las indicaciones del Estado .
Farrell había nacionalizado los reaseguros mediante la creación del Instituto Mixto de Reaseguros, prohibiéndose reasegurar en el exterior los bienes y personas que estuviesen bajo jurisdicción nacional.
Asimismo, en vísperas de asumir Perón, el gobierno de Farrell creó el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio).
Este organismo se estableció sería el único comprador de cereales y oleaginosos, productos que vendería en el mercado exterior sustituyendo al conjunto de exportadores privados anteriores: Bunge y Born, Dreyfus, etc.; además, sería al que le competería efectuar la compra de lo que requiriera el país en el exterior y obtuvo ganancias entre 1946 y 1948 y pérdidas en el lapso 1949 a 1952.
Pedro Santos Martínez define así su juicio respecto del IAPI: «Siempre se había sostenido que nuestros gobiernos no sabían vender, que los frigoríficos se aprovechaban de los productores ganaderos y que los monopolios cerealistas exprimían a los agricultores... Debe tenerse en cuenta que en el mundo de posguerra se produjo, bajo la égida de los EEUU, un virtual monopolio de compra. Nuestro país no tuvo otra alternativa que crear su propio monopolio estatal de venta. Con este procedimiento se defendían los precios de la producción nacional en el mercado internacional. Al mismo tiempo, se intentaba instituir un sistema que permitiese transferir a la industria los beneficios de una buena comercialización exterior de los frutos agropecuarios»
Sin embargo, la gestión de este organismo ha provocado críticas, bien referidas a las compras poco favorables que en algún momento se efectuaron, bien por favores otorgados a personas o empresas vinculadas al régimen en la concesión de permisos de importación. Félix Luna acota: «No hay duda que hubo despilfarros, negociados y coimas en el manejo del IAPI»
Como es de prever, el control de cambios fue pieza maestra de la política económica justicialista. Se encargaron al Banco Central todas las funciones relativas a ese control, no persiguiéndose solamente mantener el equilibrio de la balanza de pagos, sino también favorecer a la industria nacional. Fijando variados tipos de cambio y regulando las importaciones, el Banco Central se constituyó efectivamente en instrumento de fomento del desarrollo de nuestra industria.
Debido a que durante la segunda guerra mundial Argentina colocó sus productos en los mercados exteriores sin dificultades, y como las naciones compradoras no pudieron pagar porque estaban abocadas al sostenimiento del conflicto bélico, poseíamos, a fines de 1945, una reserva de 1.697 millones de dólares en bancos de Estados Unidos e Inglaterra. De esta significativa suma, alrededor de mil millones de dólares se invirtieron en estos rubros entre 1946 y 1948: 1°) Se compraron maquinarias y equipos para suplantar a los envejecidos que no habían podido ser renovados durante la guerra; 2°) Se pagó parte de la deuda externa pública y privada; 3°) Se nacionalizaron diversos servicios públicos: ferrocarriles, teléfonos, instalaciones de salubridad, puertos, etc.
Se ha explicado en la unidad anterior, cómo el multilateralismo anterior a la crisis de 1929 fue sustituido a partir de ella, por el bilateralismo, que durante la gestión justicialista logró vigencia remarcable. Entre esos acuerdos bilaterales tuvieron gran trascendencia, para el futuro económico argentino los celebrados con Inglaterra.
El primer acuerdo, firmado en 1946, y que lleva la denominación Miranda-Eady, presenta estas cláusulas fundamentales: 1°) Las libras esterlinas bloqueadas en Londres, y que Inglaterra no podía pagarnos pues sus finanzas estaban exhaustas, fueron liberadas en mínima parte, redituando el saldo apenas un 0,5 por ciento; 2°) Inglaterra se comprometía a comprarnos durante cuatro años nuestros saldos exportables de carnes en alrededor de un 80%, sin asegurarnos medios de pago para esas adquisiciones; 3°) En materia ferroviaria, se formaba una sociedad mixta que se haría cargo de las empresas británicas, garantizándosele un 4% de ganancias anuales y eximiéndosele del pago de impuesto alguno; el Estado argentino hacía un aporte de 500 millones de pesos para la modernización del sistema, reservándose el derecho de adquirir las acciones que estuviesen en manos privadas.
Los inversores ingleses poseedores de los ferrocarriles, detentarían ahora un valor en acciones en la nueva sociedad mixta equivalente al valor del capital ferroviario. En realidad, con el tratado Miranda- Eady, los ingleses no dejaban de hacer un buen negocio .
La formación de la sociedad mixta ferroviaria no llegó a concretarse, y en 1947 Argentina se decidió por la compra de todas las líneas ferroviarias inglesas, en 150 millones de libras esterlinas, cifra que algún sector de la crítica histórica ha juzgado como alta y no acorde con el valor de lo adquirido. En el convenio Andes firmado en 1948 se especificó que Argentina pagaría esa suma con sus exportaciones a Inglaterra a efectuarse a lo largo de ese año, y no con las libras bloqueadas en Londres, que por otra parte, al haber sido declaradas inconvertibles por el gobierno británico en 1947, no podían invertirse en compras en otros mercados; servían solamente para adquisiciones en Inglaterra. Por este convenio, Inglaterra se aseguraba los precios de las exportaciones argentinas de carnes y productos agrícolas, en cambio, Argentina no se aseguraba los precios de sus importaciones provenientes de Gran Bretaña, como combustibles, acero, etc.
La compra de los teléfonos a la International Telephone and Telegraf Company, ITT, de capital norteamericano, se hizo por un precio que Pedro S. Martínez considera superior en un 250% a su valor real 1022. También se adquirieron los ferrocarriles franceses y otras veintiséis empresas casi exclusivamente de capital británico, dedicadas al transporte, la actividad frigorífica, etc..
En esta primera etapa de la administración económica peronista, se formaron empresas estatales como Gas del Estado, de buena conducción, construyéndose el gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Capital Federal, una excelente realización. Hacia 1950 nacía Aerolíneas Argentinas, iniciativa plausible, construyéndose otra obra encomiable: el Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
La Flota Mercante del Estado, que en 1947 tenía 500.000 toneladas, creció hasta llegar a más de un millón, seis años después. Se desarrolló una promisoria industria de construcciones navales. En 1947 se creaba la empresa estatal Agua y Energía Eléctrica, destinada a administrar obras de riego y las usinas eléctricas del Estado, construyendo diques como el Florentino Ameghino en Chubut, Las Pirquitas en Catamarca y Los Molinos en Córdoba; aunque la CADE continuó prestando los servicios eléctricos en Capital Federal y gran Buenos Aires.
Fue trascendente el inicio de la explotación de carbo en Río Turbio, en la provincia de Santa Cruz . En 1947, el general Manuel Savio elaboró el Plan Siderúrgico Nacional, que logró comenzar la producción de arrabio en Altos Hornos de Zapla y ponerle cimientos a la construcción de la planta siderúrgica de San Nicolás.
Estados Unidos para combatir el comunismo que se irradiaba en Europa, ideó un plan por intermedio del general Marshall que lleva este nombre, por el cual el país del norte, mediante préstamos y donativos, auxiliaría a la declinante Europa occidental de la post-guerra, esa era una buena oportunidad para la colocación de nuestros productos, pero lamentablemente, Estados Unidos se negó a pagar precios equitativos por nuestra producción agrícola, que compensaran los altos precios que debíamos doblar por combustibles, maquinarias y equipos importados: además, la producción agrícola norteamericana fue más que suficiente para permitir excluirnos.
La necesidad de contar por lo menos con el mercado británico, explica las concesiones que Perón tuvo que hacer a esta nación en los convenios que se han mencionado párrafos atrás y así, el convenio de complementación firmado con Gran Bretaña en 1949, siguió los lineamientos del convenio Andes: libras inconvertibles en pago de nuestros productos, precios de éstos previamente fijados, no así el de los ingleses que importábamos que se cotizarían a los precios internacionales.
Como saldo positivo de este período de euforia, debe mencionarse la elevación de los salarios entre 1945 y 1949 en más de un 30%, lo que significó que el sector obrero aumentara su participación en el ingreso nacional del 45% al 55%.
El producto bruto interno aumentó a un ritmo del 5% anual entre 1946 y 1948.
La industria, especialmente la liviana, textil y metalúrgica, creció a razón del 5% anual de su producto entre 1946 y 1950, siendo en la construcción el incremento del 10% anual. Pero el gasto público pasó del 16% al 29% del producto bruto interno.
En esta etapa comenzó a regir lo que se denominó I Plan Quinquenal, cuyo objetivo fue programar las realizaciones e inversiones correspondientes al período 1947-1951, proponiéndose, en lo social, terminar con la desocupación y elevar el nivel de vida de los trabajadores; en lo económico, aumentar la renta nacional, distribuir más equitativamente la riqueza, activar la industrialización del país y equilibrar los precios; en lo financiero, lograr el propio control de la moneda y el crédito; en lo político, obtener un desarrollo material y moral adecuados y mejorar la defensa nacional. El gobierno se jactó de haber realizado 75.000 obras públicas en virtud de este I Plan Quinquenal .
La expansión que se vivió en el período 1946-1948 comenzó a decrecer en 1949, y luego la economía entró en la crisis de los años 1950-1952. Varios factores se conjugaron para ello. Las dificultades para la colocación de nuestros productos agropecuarios dado el plan Marshall, la disminución de los precios internacionales de esos productos, en contraposición con el aumento de las mercaderías importadas, fenómeno que ha dado en llamarse deterioro de los términos del intercambio, fueron elementos que comprometieron nuestra balanza comercial. El insuficiente desarrollo tecnológico de nuestro campo, las severas sequías de los años 1951 y 1952, hicieron su aporte negativo.
En 1952, cuando hacía pico la crisis, el gobierno tuvo que tomar medidas para conjurarla. Se propuso al pueblo el aumento de la producción, la restricción en el consumo para poder exportar más, el control de los precios, la concertación de convenios laborales cada dos años, y no anualmente, como se había venido haciendo hasta entonces, fomento de la producción agrícola, contención de las importaciones, mayor austeridad en el gasto público. En resumidas cuentas, toda una política económica de ribetes severos.