De acuerdo con la Ley Fundamental sancionada por el Congreso, el general Las Heras desempeñaría provisionalmente el Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sin abandonar por ello las funciones de gobernador de la provincia de Buenos Aires.
En julio de 1825, Las Heras presentó su renuncia del cargo que le había sido conferido por la Ley Fundamental, pues consideraba incompatibles esta función y la de gobernador de la provincia.
El Congreso, en esas circunstancias, no aceptó su dimisión. La situación en la Banda Oriental —donde la expedición de los Treinta y Tres Orientales había evidenciado la inminencia de una guerra con el Brasil— imponía la constitución de un Poder Ejecutivo nacional permanente.
Tal como lo anunció en su discurso inaugural, al día siguiente, Rivadavia envió al Con-greso un proyecto por el cual declaraba capital de todo el estado a la ciudad de Buenos Aires y parte de su campaña. Con el resto de su territorio serían creadas posteriormente dos nuevas provincias: del Paraná y del Salado. En el discurso del 8 de febrero, Rivadavia afirmó «que la base de la organización es dar a todos los pueblos una cabeza, un punto capital que regle a todos y sobre el que todos se apoyen». Los límites de la capital del estado serían: al norte, Tigre; al este, el río de la Plata; al sur, La Ensenada y, al oeste, la población de Merlo. Como vemos, este proyecto de capital estaba fuera de la realidad de la época y Rivadavia se adelantaba en cien años a la extensión de la ciudad de Buenos Aires. Esta medida de erigir en capital a Buenos Aires fue objeto de calurosos debates entre sus defensores (Valentín Gómez y el ministro Agüero) y sus opositores (Dorrego y Manuel Moreno). Al cabo de largas sesiones, el 4 de marzo de 1826 el Congreso la aprobó por 25 votos contra 14. El doctor Agüero envió una carta al general Las Heras para comunicarle que en virtud de la Ley de Capitalización había cesado en su cargo de gobernador.