La necesidad de un gobierno nacional que hiciera frente a la Guerra contra el Imperio del Brasil llevó a nombrar a Rivadavia como el primer presidente en febrero de 1826. Esta noticia no fue bien recibida en las provincias.
El 7 de febrero de 1826 fue designado presidente de la República Bernardino Rivadavia, en una sesión precipitada, por 35 votos contra 3 dispersos (en favor de Alvear, de Lavalleja y de Álvarez de Arenales). El electo prestó juramento al día siguiente y se hizo cargo inmediatamente de la alta investidura. Al asumir el mando dijo lo siguiente:
"Cuan fatal es la ilusión en que cae un legislador cuando pretende que sus talentos y voluntad pueden mudar la naturaleza de las cosas o suplir a ellas sancionando y decretando creaciones". No obstante, ya entonces preanuncia medidas de trascendencia que habrían de contar con la firme voluntad de las provincias y de sus caudillos de resistir a la mudanza de la naturaleza de las cosas, como en el caso de la ley de la capital de la república.
Rivadavia constituyó su gabinete con Julián Segundo de Agüero como ministro de gobierno, Manuel José García en relaciones exteriores, Carlos de Alvear en guerra y marina, Salvador María del Carril en hacienda. Por renuncia de García, fue designado en su lugar Fernández de la Cruz.
Bernardino Rivadavia presiono para que el Congreso terminé por aprobar en diciembre de 1826 una Constitución que, si no fuera por su declarado republicanismo, coincide en cuanto a su tendencia centralizadora con la de 1819 y, como aquella, provoca la airada repulsa de los caudillos y los pueblos. Así fracasó este nuevo intento de organizar al país. Rivadavia renunció en junio de 1827.