Los unitarios habían quedado en situación de gran debilidad material después de la renuncia de Rivadavia y de la disolución del Congreso nacional, pero no se avinieron a resignarse a un período de silencio y de ostracismo.
En las filas unitaria militaban en sus filas periodistas batalladores y reaccionaron con violencia contra Dorrego valiéndose de una prensa numerosa y virulenta y debido a que no contaban con el apoyo de masas populares, pensaron en el ejército y en jefes influyentes como Lavalle y Paz.
Era una conspiración sin base real en la población; Bustos dominaba en Córdoba y tenía influencia innegable en las provincias interiores; Estanislao López no era discutido en Santa Fe; Felipe Ibarra imponía su autoridad en Santiago del Estero, Juan Facundo Quiroga en las Provincias andinas, Manuel Dorrego en la ciudad de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas en la campaña.
Lavalle había estado dos veces en Buenos Aires en el curso de las operaciones en el Brasil y se había vinculado con los portavoces de la facción unitaria para contrarrestar el predominio federal.
La polémica adquirió carácter pasional; el gobierno de Dorrego combatía la gestión financiera del gobierno ante¬rior a cargo de Salvador María del Carril, pero los unitarios llevaban a todos los extremos la oposición y la censura de los actos del gobierno federal.
Juan Manuel de Rosas durante la guerra del Brasil, el presidente Rivadavia lo nombró comandante de los ejércitos de campaña a fin de mantener pacificada la frontera con la población indígena de la región pampeana, cargo que volvió a ejercer después, durante el gobierno provincial del coronel Dorrego. En 1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en 1828, Rosas era un dirigente militar, representante de los propietarios rurales, socialmente conservadores e identificados con las tradiciones coloniales de la región. Estaba alineado con la corriente federalista, proteccionista, adversa a la influencia foránea y a las iniciativas de corte librecambistas preconizadas por el partido unitario.
Cuando se realizaron las elecciones para la renovación de la Junta de representantes de la provincia, en mayo de 1828, Lavalle se encontraba en Buenos Aires; había traído quejas de los jefes del ejército por la suplantación de Alvear por Lavalleja. Dorrego había querido que volviese al ejército, pero Lavalle desobedeció y tuvo oportunidad de presenciar los comicios y de contener en parte la violencia oficial en ellos.
La masa ilustrada se atrevió a ejercer sus derechos donde Lavalle y otros jefes permitieron su acceso a las urnas, pues el gobierno había organizado la intimidación de los votantes y el alejamiento de los adversarios.
Lavalle volvió al ejército en campaña y comunicó a Paz, jefe del estado mayor, lo ocurrido en Buenos Aires en el acto eleccionario.
La pérdida de la Banda Oriental fue un arma utilizada por los unitarios contra los federales, como la convención preliminar firmada por Manuel J. García con el Imperio fue un arma utilizada por los federales contra los unitarios.
Salvador María del Carril fue ministro de Hacienda del Presidente Rivadavia hasta el 27 de junio de 1827 y fue unos de los participantes de la desicion de deponer y fusilar un año después a Manuel Dorrego a manos de Lavalle , esa desición cobarde y artera traería unos 20 años de guerra civil en el país.
El juicio objetivo, la apreciación serena de las circunstancias, los intereses superiores del país, todo se sometía al criterio de facción. La paz firmada no fue satisfactoria para los jefes del ejército de operaciones. Luis F. Varela, en su Historia Constitucional de la República Argentina, escribió:
"El tratado fue mal recibido por la opinión pública de Buenos Aires que no perdonó al coronel Dorrego la fácil renuncia que había hecho de los derechos argentinos a la provincia Oriental del Uruguay. Es verdad que el Brasil renunciaba a lo que él entonces llamaba la provincia Cisplatina; pero los argentinos tenían derecho a considerar que aquel territorio era parte integrante de la República Argentina, desde que así lo había declarado el Congreso reunido en la Florida el 25 de agosto de 1825, que era la última asamblea en que se había consultado la opinión de los orientales. La prensa opositora que en esos momentos era numerosa y enérgica, explotaba este tema en contra del gobierno del coronel Dorrego; en tanto que los generales, jefes y oficiales del ejército argentino del Brasil, protestaban contra ese tratado, que según ellos venía a destruir todas las ventajas que hubieran podido reportarse del triunfo de Ituzaingó"...