Fusilamiento de Dorrego

El trágico final de Dorrego puso de manifiesto y de manera dramática la radicalización de las disputas facciosas y el quiebre de los lazos, tanto sociales como per­sonales, de quienes habían lucha­do juntos, hasta hacía muy poco, por la Revolución.

El Fusilamiento

Juan Lavalle se negó a conversar con Manuel Dorrego e inmediatamente ordenó que se lo fusilara por traición, tal como se lo había instigado en la reunión del 30 de noviembre a la que fueron, entre otros, Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Martín Rodríguez, Ignacio Álvarez Thomas y Valentín Alsina. Dorrego, indignado, contestó:

Dígale que el gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, el encargado de los negocios generales de la república, queda enterado de la orden del señor general. A un desertor al frente del enemigo, a un enemigo, a un bandido, se le da más término y no se lo condena sin permitirle su defensa ¿Dónde estamos? ¿Quién ha dado esa facultad a un general sublevado? Hágase de mí lo que se quiera, pero cuidado con las consecuencias.

El fusilamiento de Dorrego

El fusilamiento de Dorrego, asistido por su amigo y compadre Gregorio Aráoz de Lamadrid y un religioso. Pintura de Antonio Ballerini.


Dorrego fue abandonado por sus partidiarios federales y condenado por los unitarios. Los únicos dos dirigentes unitarios que pidieron por su vida fueron el ministro José Miguel Díaz Vélez y el gobernador delegado Guillermo Brown. Si bien no solicitó clemencia, el valiente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid permaneció a su lado hasta momentos antes de su fusilamiento. Aunque no tuvo el valor para verlo morir, le entregó su propia chaqueta militar para su ejecución, y posteriormente entregaría a su viuda Ángela la que Dorrego había usado hasta la víspera, con dos emotivas cartas y algunos recuerdos para ella y sus hijas. En la carta que escribió a su esposa en que le expresaba:

Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; mas la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego.

Legó la mayor parte de sus bienes materiales al Estado. Escribió también a Estanislao López, a quien pidió que perdonara a sus perseguidores, para que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. No obstante, su ejecución inició una larga guerra civil.

Sumaria y extrajudicialmente, Dorrego fue fusilado por orden de Lavalle en un corral a espaldas de la iglesia del pueblo de Navarro, el 13 de diciembre de 1828. Su cadáver fue enterrado por el religioso Juan José Castañer, que era el primo del infortunado condenado y a quien le asistió espiritualmente en sus últimos momentos. Salvador María del Carril, uno de los que había empujado a Lavalle al crimen, le escribía unos días después:

...fragüe el acta de un consejo de guerra para disimular el fusilamiento de Dorrego porque si es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos.

Lavalle, por su parte, asumió solo toda la responsabilidad:

Participo al Gobierno Delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división.La Historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público.Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es el mayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio.
Saludo al señor ministro con toda consideración,
Juan Lavalle.

Al cumplirse el primer aniversario de su fusilamiento, el gobernador Rosas estableció una comisión oficial que se dirigió el 13 de diciembre de 1829 a Navarro, conformada por el doctor Miguel Mariano de Villegas, en carácter de camarista más antiguo, el médico Francisco Cosme Argerich, el escribano mayor de gobierno José Ramón de Basavilbaso, el juez de paz y el cura párroco Juan José Castañer, entre otros, para identificar los despojos en el acto de la exhumación que se practicó,2​ y en el cual se dejó constancia que había indicios ciertos de que luego de la ejecución hubo ensañamiento con el cadáver:

[...] encontraron el cadáver entero, a excepción de la cabeza que estaba separada del cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil al parecer, en el costado izquierdo del pecho [...]
Miguel de Villegas

Los restos mortales de Dorrego descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.