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José de San Martín

José Francisco de San Martín y Matorras nacio en Yapeyú, fue un militar y político Argentino cuyas campañas revolucionarias fueron decisivas para las independencias de Argentina, Chile y Perú. Es reconocido como uno de los Libertadores de América por sus importantes contribuciones a la autodeterminación de una gran parte de la América española , fallecio en el exilio en Boulogne-sur-Mer en Francia.
José De San Martín
José de San Martín

La Familia

Los padres

Juan de San Martín, padre del Héroe de la Patria, nació en Cervatos de la Cueza (España) el 3 de febrero de 1728. A los dieciocho años ingresó al ejército y sus primeras acciones militares transcurrieron en África.

En 1764, habiendo obtenido el grado de Teniente, fue destinado al Río de la Plata.

Sus primeras responsabilidades fueron el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de Voluntarios españoles; luego participó en el bloqueo de Colonia del Sacramento y del Real de San Carlos (mayo de 1765). En la Banda Oriental fue destinado a la administración de una extensa estancia llamada "Calera de las Vacas" que había sido propiedad de los jesuitas hasta el momento de su expulsión. Varios hechos trascendentales ocurrieron en su vida de nuestro personaje durante su actuación en el Uruguay, entre ellos, su casamiento con Gregoria Matorras.

El matrimonio se realizó en el palacio episcopal, estando a cargo del obispo titular, Manuel Antonio de la Torre, el 1º de octubre de 1770.

Los nuevos esposos se reunieron en Buenos Aires el día 12 de octubre de ese año, trasladándose poco después a Calera de las Vacas.

Allí formaron su hogar y nacieron tres de sus hijos: María Elena, el 18 de agosto de 1771; Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772 y Juan Fermín Rafael, el 5 de octubre de 1774.

En diciembre de 1774, el Virrey Vértiz lo nombró teniente gobernador de Yapeyú, una de las reducciones más ricas en tierras y ganados, que habían fundado los jesuitas.

En esta ciudad nacieron sus otros dos hijos: Justo Rufino, nacido en 1776, y José Francisco, el 25 de febrero de 1778. Terminada su actuación en Yapeyú, el capitán San Martín embarcó con rumbo a Buenos Aires el 14 de febrero de 1781, desde donde pidió licencia para embarcarse con su familia con destino a la metrópoli.

Le fue concedido lo solicitado por Real Orden, expedida el 25 de marzo de 1783 y en abril de 1784, Juan de San Martín llegaba a Cádiz, con su mujer y cinco hijos. Don Juan de San Martín murió en Málaga el 4 de diciembre de 1796.

La madre del Libertador, doña Gregoria Matorras del Ser, nació el 12 de marzo de 1738, en el pueblo de la Región de Palencia, Reino de León, llamado Paredes de Nava. Soltera, a la edad de treinta años, viaja al Río de la Plata, en compañía de su primo Jerónimo Matorras, ilustre personaje que aspiraba colonizar la región chaqueña, obteniendo para el logro de esa empresa el título de gobernador y Capitán General de Tucumán.

En la nueva tierra conoció al Capitán Juan de San Martín, quién se transformaría en su esposo. Doña Gregoria falleció en Orense el 1° de junio de 1813, año en que su hijo José ganaba en San Lorenzo la primera de sus batallas por la emancipación americana.

Los hermanos

Don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras tuvieron cinco hijos. Tres de ellos nacieron en la Calera de las Vacas (Banda Oriental): María Elena (18 de agosto de 1771), Manuel Tadeo (28 de octubre de l772) y Juan Fermín (5 de febrero de l774). Trasladada la familia a Yapeyú, nacieron los otros dos hijos: Justo Rufìno (l776) y José Francisco (25 de febrero de l778).

  • Manuel Tadeo : Aficionado a la música y presumiblemente un buen matemático. Al igual que todos sus hermanos varones, siguió la carrera de las armas, iniciándose en el Regimiento de Infantería Soria, "El Sangriento", en el que ingresó como cadete en 1788. Se graduó de coronel en 1817; revistó en el Regimiento de Infantería León y, en 1826, se le concedió el gobierno militar de la fortaleza de Santa Isabel de los Pasajes, en San Sebastián. Falleció en Valencia en 1851.
  • María Elena : Se casó en Madrid el 10 de diciembre de 1802 con Rafael González y Alvarez de Menchaca. En su testamento, el Libertador estableció: "... es mi expresa voluntad el que mi hija suministre a mi hermana María Elena una pensión de mil francos anuales y, a su fallecimiento, se continúe pagando a su hija Petronila una de doscientos cincuenta hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago a mi hermana y sobrina, sea necesario otra hipoteca, en la confianza que me asiste de que mi hija y sus herederos cumplirán religiosamente ésta mi voluntad". (París, 23 de enero de 1844). María Elena falleció en Madrid el año 1852.
  • Justo Rufino : El 18 de agosto de 1793 solicitó ingresar en el ejército español siendo admitido en el Real Cuerpo de Guardias de Corps el 9 de enero de 1795. Permaneció en ese cuerpo durante trece años. Falleció en Madrid en 1832. Fue el único de los hermanos varones que estuvo junto al Libertador durante su período de ostracismo en Europa.
  • Juan Fermín Rafael :  Ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería Soria el 23 de setiembre de 1788, en el cual revistó durante catorce años. En 1802 se trasladó a Filipinas, donde contrajo matrimonio con Josefa Manuela Español de Alburu. Falleció en Manila el 17 de julio de 1822. Los descendientes de Juan Fermín Rafael eran hasta hace unos pocos años los únicos miembros de la familia comprobados que seguían con vida.

Yapeyu

La ciudad donde nació el Libertador fue fundada el 4 de febrero de 1627 a instancias del provincial de la Compañía de Jesús, padre Nicolás Durán Mastrillo.

Su nombre completo era "reducción de Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú". Por ser el lugar de residencia del superior de los misioneros jesuitas, Yapeyú tuvo situación privilegiada entre todos los pueblos destinados a reunir a los indios reducidos. Pero por su privilegiada situación geográfica fue acechada continuamente por los portugueses y los indígenas yaros, minuanes y charrúas. En julio de 1768, en cumplimiento a lo dispuesto por la real cédula firmada por Carlos III el 27 de febrero de 1767, los jesuitas fueron expulsados de Yapeyú. Tras la ida de los jesuitas, la calma de la reducción se transformó en caos, tal como lo testimonió el virrey Juan José de Vértiz al afirmar en un memorial dirigido al monarca que los indios "se entregaron a la matanza de ganados para alimentarse sin término ni medida, no atendiendo ya sus telares, siembras y otros trabajos establecidos, y lo que antes se llevaba y gobernaba por unas muy escrupulosas reglas se redujo a confusión y trastorno".

En 1774, Vértiz nombro al mayor Juan de San Martín (padre del héroe) como teniente gobernador de Yapeyú. San Martín había llegado a América en 1765 y desde 1767 administraba una extensa hacienda en la Banda Oriental. Su labor al frente de la gobernación fue eficiente y tanto fue así, que cuando dejó el cargo, el Cabildo de Yapeyú manifestó que "ha sido muy arreglada, y ha mirado nuestros asuntos con amor y caridad sin que para ello faltase lo recto de la justicia y ésta distribuida sin pasión, por lo que quedamos muy agradecidos todos a su eficiencia." A principios de 1817, mientras José de San Martín al frente del Ejército de los Andes, cruzaba la cordillera de los Andes y vencía en Chacabuco, tropas portuguesas al mando del brigadier Chagas reducían a cenizas, entre otros pueblos misioneros, al de Yapeyú. "Ni los templos ni las cabañas -dice Bartolomé Mitre- fueron respetados; todos los pueblos fueron arrebatados, y el vencedor se replegó a su territorio cargado de botín, ostentando como trofeo ochenta arrobas de plata labrada, robada a las iglesias fundadas por los antiguos jesuitas."

Su esposa

Nació en Buenos Aires el 20 de noviembre de 1797, hija de José Antonio de Escalada, un próspero comerciante y canciller de la Real Audiencia de 1810, y de Tomasa de la Quinta Aoiz Riglos y Larrazábal. Esta familia fue muy respetada en la colonia por el esplendor de las veladas y fiestas con que los Escalada mantenían el prestigio de su elevada posición.

Según cronistas de la época, la futura esposa del general San Martín, era una dama virtuosa y distinguida con un elevado sentido patriótico se puso de manifiesto al haber sido la primera en desprenderse de sus alhajas para contribuir a la formación de las huestes patriotas.

Remedios tenia 14 años cuando el Teniente Coronel de caballería José de San Martín, regresó a Buenos Aires. Desde el momento en que San Martín ofreció sus servicios a la causa de la independencia, la casa de la familia Escalada, que era un centro de patriotas de la Revolución, le abrió sus puertas y fue uno de los más asiduos concurrentes. José A. de Escalada vio en el joven a un general valiente y lo aceptó de inmediato como esposo de su hija, no obstante, la diferencia de edad entre ambos, que llegaba casi a 20 años.

A través de su vinculación con la familia Escalada, San Martín atrajo a las filas de los Granaderos a Caballo que estaba organizando, a muchos valerosos oficiales, como sus cuñados Manuel y Mariano y sus amigos, los Necochea, Manuel J. Soler, Pacheco, Lavalle, los Olazábal, los Olavarría y otros.

El matrimonio fue celebrado en forma íntima en la Catedral de Buenos Aires, el 12 de noviembre de 1812. Fueron sus testigos entre otros -dice la partida original- el sargento mayor de Granaderos a Caballo D. Carlos de Alvear y su esposa doña Carmen Quintanilla.

Cuando San Martín fue designado Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo, su esposa lo acompañó en su estadía en Mendoza. En dicha ciudad su casa se transformó en el centro de la sociedad mendocina, por obra de su bondad y virtudes.

En enero de 1817, el Ejército de los Andes emprendió el cruce de los Andes, paso inicial de su colosal campaña libertadora, y San Martín dejó el hogar al que únicamente volvió de paso, mientras duró la campaña. 

En 1819, San Martín pidió a su esposa que regresara a casa de sus padres y así lo hizo "Remeditos" junto con su hija, la pequeña Mercedes, nacida en Mendoza, en 1816.

De nuevo en Buenos Aires vivió en la casa de sus padres, y agravada la enfermedad que padecía, por consejo médico debió trasladarse a una quinta de los alrededores (actual Parque de los Patricios).

Abatida y enferma, esperaba siempre la vuelta de su esposo, anunciada tantas veces. La muerte de su padre, ocurrida el 16 de noviembre de 1821, agravó su malestar. En aquellos momentos, San Martín decidió retirarse de la escena política tras la entrevista de Guayaquil. Profundamente atormentada por sus preocupaciones, falleció en la quinta en que se radicó para combatir su enfermedad el 3 de agosto de 1823.

San Martín, que se encontraba en Mendoza, no pudo estar a su lado, ya que él también tenía su salud deteriorada.

De regreso en Buenos Aires, el General San Martín -entre noviembre de 1823 y febrero de 1824- hizo construir un monumento en mármol, en el cementerio de la Recoleta, para depositar allí los restos de su esposa, en el que hizo grabar el siguiente epitafio: "Aqui yace remedios de Escalada , esposa y amiga del General San Martín".

Su hija

Mercedes nació en Mendoza y el 3 de agosto de 1816 fue bautizada en la capital cuyana, por el presbítero Lorenzo Güiraldes.

El acta bautismal dice que fue llamada "Mercedes Tomasa, de siete días, española, legítima de señor Coronel Mayor General en Jefe del Ejercito de los Andes y Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo, don José de San Martín y la señora María Remedios Escalada.

Fueron padrinos: el sargento mayor don José Antonio Alvarez Condarco y la señora doña Josefa Alvarez".

Llama la atención lo de "española", tratándose de quien había nacido cincuenta días después de declarada la independencia nacional.

Quizá tal calificación se debió a la fuerza de la costumbre. Cuando Mercedes tenía menos de cuatro meses, su padre parte de Mendoza al frente del ejército que liberaría Chile y Perú; con su madre retornan a Buenos Aires y se alojan en la casa de su abuelo. Cuando San Martín triunfó en Chacabuco, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón decide recompensarlo, pero como sabe que el Libertador rechaza honores y premios, decide otorgar a Mercedes una pensión vitalicia de 600 pesos anuales.

En 1821, cuando la Junta de Representantes de Buenos Aires deja en suspenso el pago de todas las pensiones graciables, la única excepción es la pensión de Merceditas, aunque dejará de cobrarla definitivamente al año siguiente. Este fue el segundo obsequio oficial recibido por Mercedes. El primero, a poco de su nacimiento, le había sido hecho por el gobierno de Mendoza: 200 cuadras en Los Barriales.

Cuando San Martín renunció en nombre de su hija a la donación, sugiriendo que se destinase dichos terrenos para premiar a oficiales militares que se distinguieran en el servicio a la patria, el asesor fiscal dictaminó que los padres no podían perjudicar a sus hijos menores en mérito a la patria potestad ejercida sobre ellos. Padre e hija volvieron a estar juntos por dos veces.

La primera fue tras su triunfo en Chacabuco, cuando viajó a Buenos Aires, a la que llegó a principios de abril de 1817 y en la que permaneció hasta el 20 de ese mes. La segunda fue en 1818, oportunidad en que el padre, madre e hija marcharon a principios de julio a Mendoza desde la Capital, adonde había arribado aquel el 11 de mayo, apenas corrido un mes de la victoria de Maipú.

Al agravarse el mal que aquejaba a su esposa, el Libertador debió aceptar que ella y la niña retornaran a Buenos Aires, lo cual hicieron en marzo de 1819. Con el fallecimiento de su esposa y con sus objetivos políticos y militares cumplidos, San Martín tomó una difícil decisión: privilegiar la crianza y educación de su hija.

Para ello, renunció a todo y el 10 de febrero de 1824, padre e hija se embarcan con rumbo a Europa, en el navío francés "Le Bayonnais"

Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado han recompensado con usura todos mis esmeros, haciendo mi vejez feliz.", señaló San Martín en su testamento.

La educación de Mercedes

Cuando regresó a Buenos Aires, San Martín estaba muy preocupado por la educación de su hija. Debido a la enfermedad de su madre, Mercedes, estaba al cuidado de su abuela Tomasa. La permisividad con que la abuela criaba a la niña preocupó al Libertador, que en 1828 le confidencia a su amigo Manuel de Olazábal:

"¡Que diablos!, la chicuela era muy voluntariosa e insubordinada, ya se ve, como educada por la abuela". Mientras navegan hacia Europa, se muestra tan severo que Merceditas "lo más del viaje lo pasó arrestada en el camarote".

En Europa, el Libertador dedica la mayor parte de sus pocos bienes a su educación. Pero no solamente el dinero, sino, también, sus meditaciones. Así fue como redactó en 1825 las celebres once máximas. Con su dedicación y ejemplo, los resultados no tardaron en vislumbrarse; y de esta forma San Martín le escribió a Tomás Guido: 

"Cada día me felicito más de mi determinación de haber conducido mi chiquilla a Europa y arrancada del lado de doña Tomasa; esta amable señora, con el excesivo cariño que la tenía, me la había resabiado, -como dicen los paisanos- en términos que era un diablotín. La mutación que se ha operado es tan marcada como la que ha experimentado en figura. El inglés y el francés le son tan familiares como su propio idioma, y su adelanto en el dibujo y la música son sorprendentes. Ud. me dirá que un padre es un juez muy parcial para dar su opinión, sin embargo mis observaciones son hechas con todo el desprendimiento de un extraño, porque conozco que de un juicio equivocado pende el mal éxito de su educación."

El casamiento de Mercedes

En 1831, San Martín y su hija viven cerca de París, en una casa de campo. En marzo de ese año, llegó de visita, procedente de Londres el joven Mariano Balcarce, hijo del vencedor de la batalla de Suipacha. Al día siguiente de su llegada, Mercedes contrae cólera y poco tiempo después cae San Martín. Los dos son atendidos por Balcarce y, entre atención y atención, nació el noviazgo. Con tal motivo, el 7 de diciembre de 1831 , el héroe así escribía a Dominga Buchardo de Balcarce, madre de Mariano:

"Antes del nacimiento de mi Mercedes, mis votos eran porque fuese varón; contrariado en mis deseos, mis esperanzas se dirigieron a que algún día se uniese a un americano, hombre de bien, si posible, el que fuese hijo de un militar que hubiese rendido servicios señalados a la dependencia de nuestra patria. Dios ha escuchado mis votos, no sólo encontrando reunidas estas cualidades en su virtuoso hijo don Mariano, sino también coincidir en serlo de un amigo y compañero de armas. Sí como espero este enlace es de aprobación de usted, sería para mí la más completa satisfacción. La educación que Mercedes ha recibido bajo mi vista, no ha tenido por objeto formar de ella lo que se llama una dama de gran tono, pero sí el de hacer una tierna madre y buena esposa; con esta base y las recomendaciones que adornan a su hijo de usted, podemos comprometernos en que estos jóvenes sean felices, que es lo que aspiro."

Mercedes y Mariano se casaron el 13 de septiembre de 1832, siendo testigos José Joaquín Pérez y el general Juan Manuel Iturregui, ministro de Chile en Francia y agente diplomático del Perú, respectivamente. Los esposos viajaron prontamente a Buenos Aires, donde residieron un par de años; aquí nació María Mercedes, la primera nieta del Libertador. La segunda hija del matrimonio, Josefa, nació en Francia, adonde el matrimonio retornó a vivir. Feliz, el ilustre abuelo le cuenta por carta, el 1º de febrero de 1837, a su gran amigo Pedro Molina:

 "La mendocina dio a luz una segunda niña muy robusta: aquí me tiene usted con dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días." Cuando los síntomas de la vejez se presentan, San Martín testimonia por escrito su agradecimiento a su adorada hija: "Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de esta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado han recompensado con usura todos mis esmeros, haciendo mi vejez feliz"

Máximas para Mercedes

  • Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre Animal, el Mundo es demasiado grande para nosotros dos.
  • Inspirarla amor a la verdad y odio a la mentira.
  • Inspirarla gran Confianza y Amistad pero uniendo el respeto.
  • Estimular en Mercedes la Caridad con los Pobres.
  • Respeto sobre la propiedad ajena.
  • Acostumbrarla a guardar un Secreto.
  • Inspirarla  sentimientos de indulgencia hacia todas las Religiones.
  • Dulzura con los Criados, Pobres y Viejos.
  • Que hable poco y lo preciso.
  • Acostumbrarla a estar formal en la Mesa.
  • Amor al Aseo y desprecio al Lujo.
  • Inspirarla amor por la Patria y por la Libertad.

Las nietas

Mercedes, tuvo dos hijas, con las cuales el Libertador pasó momentos de regocijo; ellas fueron su feliz entretenimiento en sus últimos años. Las niñas se llamaban María Mercedes y Josefa Dominga Balcarce de San Martín. Se divertían mucho con el abuelo que, generoso, les daba sus condecoraciones para que jugaran, y cuando alguien le hizo una observación sobre esto le dijo:

"Si estas condecoraciones no sirven para hacer callar a una nieta, de nada habrían valido."

La mayor, María Mercedes, nació en Buenos Aires el 14 de octubre de 1833 y murió soltera en París a los 27 años de edad, en 1860. Y Josefa Dominga, la menor, nació el 14 de julio de 1836 en Grand Bourg y falleció en Bruno y (Francia) el 15 de abril de 1924 a la edad de 88 años.

Josefa, que fue una mujer ilustrada y culta, conservó el acervo histórico de su ilustre abuelo, pues ella conocía el valor de lo que aquello representaba para la historia argentina y americana. Fue así como le remitió a Bartolomé Mitre toda la documentación que disponía, además de los objetos y enseres que pertenecieron al Libertador, remitidos al Museo Histórico Nacional que hacía poco había fundado D. Adolfo P. Carranza. El 8 de octubre de 1886, Josefa le escribía a Mitre desde París, para informarle de los documentos que le remitía para su "Historia de San Martín": cartas, papeles, mapas y proclamas ordenados por su padre a tal objeto. En otra carta posterior, le dice:

"Después de haber, en 1886, ofrecido a usted el reloj y cadena de mi abuelo, el general don José de San Martín, y remitido a ese Ministerio de Relaciones Exteriores para el Museo Nacional su uniforme, sus bandas y otros objetos que le pertenecieron, conservé entonces únicamente la escribanía y caja de trabajo de que él se sirvió hasta su último día. Hoy que se halla usted en vísperas de regresar a Buenos Aires, vengo a rogarle se sirva aceptar, cono recuerdo mío, estas últimas reliquias de las que no me había querido desprender hasta ahora".

Rumbo a Europa

A bordo de la Santa Balbina

La fragata "Santa Balbina" era una embarcación de la Armada Real inglesa. El 9 de agosto de 1780 fue sorprendida y apresada a la altura de las islas Azores por la escuadra del general Córdoba, e incorporada a las fuerzas navales españolas con el nombre de "Santa Balbina".

Se la asignó al apostadero naval de Montevideo en 1781, donde efectuó diversas misiones. En noviembre de 1783 fue designada para trasladar a España, llevando de transporte a diverso personal del Ejército con sus familiares. La familia más numerosa de las embarcadas fue la del ayudante D. Juan de San Martín, que se presentó acompañado de su mujer, Doña Gregoria Matorras, y de sus hijos María Elena, de doce años, Manuel Tadeo, de once, Fermín de diez, Justo Rufino de ocho, y José Francisco, el futuro libertador de Argentina, Chile y Perú, de seis.

En total, los pasajeros eran nueve oficiales de infantería, caballería y dragones, con dos esposas y catorce hijos, la viuda de un oficial, dos sargentos, cuatro cabos, un soldado, dos marineros ingleses, un presidiario y nueve criados.

Transportaba también veinticinco guanacos destinados al Monarca, para los que se habilitaron a bordo divisiones, comederos y bebederos. A los ciento ocho días de navegación, la fragata entraba en la bahía de Cádiz, donde anclaba el 23 de marzo de 1784.

Ante los ojos infantiles y asombrados de José Francisco se mostró el paisaje de las poderosas murallas de la ciudad y la blancura de sus numerosas torres y casas. El muchacho no pudo sospechar entonces el glorioso porvenir que le aguardaba.

San Martín en Cádiz

Los San Martín llegó a Cádiz el 13 de marzo de 1784. La llegada de la Fragata "Santa Balbina" fue contada por el "Mercurio de España" en su número de marzo de 1784, del siguiente modo: "Esta noche ha entrado en nuestro puerto procedente de Montevideo la Fragata de guerra Santa Balbina al cabo de 108 días de navegación. Conduce de cuenta de S.M. y de particulares 1.180.604 pesos fuertes en plata y oro acuñado, 10.292 marcos de plata labrada, 80 de oro, 523 rollos de tabaco negro del Paraguay, 30.067 cueros al pelo para particulares." Asomado a la borda de la fragata, el pequeño José contempla las murallas de la ciudad, sin imaginar que aquí vivirá durante casi diez años.

En Cádiz forjó su carácter y pensamiento y desarrolló su carrera. En esta ciudad tomó la decisión más importante de su vida: retornar a su tierra para liberarla del dominio español.

Soldado Español contra Napoleon

José de San Martín inicia su carrera militar en España el 21 de julio de 1789, al ingresar como cadete al Regimiento de Murcia. Su accionar castrense en la península se extiende hasta el 4 de setiembre de 1811, cuando se retira con el grado de teniente coronel. Su primera incursión bélica se produjo en 1791 durante el sitio de Orán (Argelia). A partir de allí, no deja de intervenir en distintos enfrentamientos armados: entre 1793 y 1795, con el grado de subteniente lucha contra el gobierno revolucionario francés; en 1797 y 1798, siendo ya teniente, lucha a bordo de buques españoles contra la flota inglesa; en 1801 lucha contra Portugal en la "Guerra de las Naranjas" y a partir de 1808 pelea contra las fuerzas napoleónicas.

En 1811, tras 22 años sirviendo en el ejército español, San Martín toma la decisión más trascendente de su vida: retornar a su patria para libertarla del yugo. En el ejército nacional incorporó algunas cosas del español, como, por ejemplo, los colores de su Regimiento (celeste y blanco).

Renuncia al Ejército español

Durante su estadía en España, San Martín cumplió una destacada carrera militar. En 1789 ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería Murcia "El Leal", cuando tenía sólo doce años. En 1793 obtuvo su primer ascenso al grado de segundo subteniente y, nueve meses más tarde, fue designado primer subteniente.

A fines de 1802, fue ascendido como segundo ayudante del Batallón Voluntarios de Campo Mayor "El Incansable". En noviembre de 1804 fue promovido a capitán segundo y cuatro años después obtuvo el grado de teniente coronel de caballería: tenía entonces treinta años de edad. En 1811, después de 22 años de excelentes servicios en el ejército español, renunció a continuar su brillante carrera. Al dimitir pidió únicamente usar el uniforme de militar retirado y se llevó también, el reconocimiento de sus superiores.

Viaje a Londres

El 25 de mayo de 1810 tuvo lugar en Buenos Aires la Revolución de Mayo, que culminó con la destitución del virrey a cargo del Virreinato del Río de la Plata y el nombramiento de la Primera Junta. El proceso independentista abrió nuevas oportunidades militares a los oficiales sudamericanos como José de San Martín,36 y obligó a un replanteo sobre la debida lealtad, ya que su patria de origen ya no formaba parte del Reino de España en que habían nacido.

Algo más de un año más tarde ―el 6 de septiembre de 1811― San Martín renunció a su carrera militar en España y solicitó a su jefe un pasaporte para viajar a Londres. Éste se lo concedió junto con cartas de recomendación, entre ellas una para Lord Macduff, y partió el 14 de septiembre4 de ese año para vivir en el número 23 de la calle Park Road en el distrito de Westminster, cerca de Londres. Allí se encontró con compatriotas de la América española: Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, entre otros.

Según algunos historiadores, aquellos formaban parte de la Gran Reunión Americana, sociedad de presuntas filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda, quién junto a Simón Bolívar ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Es posible que, ya dentro de la hermandad, se haya relacionado con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, una estrategia para que América se liberara de España.

Regreso al Rio de la Plata

Regreso a la patria

En su edición del viernes 13 de marzo de 1812, el periódico "La Gaceta de Buenos Aires" informa de la llegada de la fragata inglesa "George Canning", salida de Londres cincuenta días atrás. Trae noticias de la difícil situación por la que atraviesa España. Informa, también, que a bordo arribaron como pasajeros seis americanos y un europeo, todos oficiales de las armas monárquicas, entre ellos, el teniente coronel José Francisco de San Martín. La información decía así:

"El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa Jorge Canning, procedente de Londres en 60 días de navegación. Comunica la disolución del ejército de Galicia y el estado terrible de anarquía en que se halla Cádiz, dividido en mil partidos y en la imposibilidad de conservarse por su misma situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes, y aún más a la América Septentrional. A este puerto han llegado, entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el teniente coronel de caballería D. José San Martín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla, marqués de Coupigny; el capitán de infantería D. Francisco Vera; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas, barón de Holmberg. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria"

San Martín era prácticamente un desconocido en estas latitude, muy pocos recordaban a su padre y a su madre, y menos son aún, los que lo conocieron de niño, durante su breve estadía en Buenos Aires. Su estatura, ahora no supera el 1,70 mts. Su rostro es de color moreno. La nariz es aguileña y grande; sus prominentes y negros ojos no permanecen nunca quietos y son dueños de una mirada vivísima. Se destaca por su inteligencia y por sus modales tranquilos. Dominaba el francés, leía con frecuencia y sus autores predilectos eran Guibert y Epicteto, cuyas máximas observaba, o procuraba observar, como militar y como filósofo práctico. En tres ocasiones, el Libertador explica los motivos que tuvo para regresar a América. Así, en 1819, dirá:

"Hallábame al servicio de la España el año de 1811 con el empleo de comandante de escuadrón del Regimiento de Caballería de Borbón cuando tuve las primeras noticias del movimiento general de ambas Américas, y que su objetivo primitivo era su emancipación del gobierno tiránico de la Península. Desde este momento, me decidí a emplear mis cortos servicios a cualquiera de los puntos que se hallaban insurreccionados: preferí venirme a mi país nativo, en el que me he empleado en cuanto ha estado a mis alcances: mi patria ha recompensado mis cortos servicios colmándome de honores que no merezco..."

 Y en 1827, hablando de sí en tercera persona, manifestará:

"El general San Martín no tuvo otro objeto en su ida a América que el de ofrecer sus servicios al Gobierno de Buenos Aires: un alto personaje inglés residente en aquella época en Cádiz y amigo del general, a quien confió su resolución de pasar a América, le proporcionó por su recomendación pasaje en un bergantín de guerra inglés hasta Lisboa, ofreciéndole con la mayor generosidad sus servicios pecuniarios que, aunque no fueron aceptados, no dejaron siempre de ser reconocidos." Veinte años más tarde, volvió sobre el tema al decir a Ramón Castilla: "Como usted, yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar."

Creación de los Granaderos a caballo

Este cuerpo de caballería fue creado a instancias de San Martín en 1812. Evidentemente, los veintidós años que pasó sirviendo en el ejército español, dotaron al Libertador de una vasta experiencia militar. Así fue que presentó al gobierno la necesidad de crear un cuerpo modelo, donde la calidad humana fuera más importante que la cantidad; de esta forma - afirmó - se crearía un ejército disciplinado y moderno, dotado del espíritu necesario para combatir a las preparadas fuerzas realistas. San Martín estaba consciente de la idiosincrasia y aptitudes de los habitantes de las Provincias Unidas y también de las dificultades que presentaba la extensión de las líneas de operaciones; por eso, y con las exitosas experiencias vividas en los campos de batalla europeos, estaba convencido de la creación del Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo. En mayo de 1812 quedó constituido el regimiento por los siguientes jefes y oficiales: como Comandante, el Teniente Coronel José de San Martín; el Sargento Mayor Carlos María de Alvear; el Ayudante Mayor Francisco Luzuriaga y el Portaguión Manuel Hidalgo. El escuadrón, se dividió en dos compañías; en la primera estaban el Capitán José Zapiola, el Teniente Justo Bermúdez y el Alférez Hipólito Bouchard y en la segunda, el Capitán Pedro Vergara, el Teniente Agenor Murillo y el Alférez Mariano Necochea. 

En total, el número de efectivos del escuadrón era de dos jefes, ocho oficiales, nueve sargentos, un trompeta, tres cabos y treinta y un granaderos. Como Jefe del Regimiento, San Martín impuso un exigente programa de capacitación al cual debían ajustarse todos los oficiales y reclutas. También estableció un severísimo régimen de conducta, a través de un código de honor, que él cumplía y respetaba primero que nadie.

Fundación de la Logia Lautaro

José de San Martín, Carlos de Alvear y José Matías Zapiola fundaron la Logia Lautaro en Buenos Aires, en 1812. San Martín, que la integró por poco tiempo, pretendía ponerla al servicio exclusivo de la lucha por la libertad y la independencia sudamericana. Él está a favor de la logia como instrumento de apoyo a la guerra de la emancipación, y en contra de la misma cuando se la utiliza para la guerra civil. San Martín aborrece a los logistas de miras cortas, interesados en participar en las luchas fratricidas.

Revolución del 8 de octubre de 1812

A principios de octubre de 1812 llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria patriota del Ejército del Norte en la batalla de Tucumán, comandado por el general Manuel Belgrano. Aprovechando la situación, el 8 de octubre, San Martín y Alvear dirigieron un levantamiento cívico militar preparado por la Logia Lautaro, conocido como revolución del 8 de octubre de 1812. 

El golpe tuvo como objeto el derrocamiento del gobierno del Primer Triunvirato, al cual lo juzgaban como «poco decidido por la independencia».

Bajo la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombró un Segundo Triunvirato, constituido por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Se exigió, además, llamar a una Asamblea General de delegados de todas las provincias, con el fin de declarar la independencia y dictar una constitución.

El 7 de diciembre de 1812, el Segundo Triunvirato ascendió a San Martín al grado de coronel y lo designó Comandante de Granaderos a Caballo en base de los tres escuadrones existentes.

Matrimonio

El 12 de noviembre de 1812, a los 34 años, José de San Martín contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada, de 14 años, en la Iglesia de la Merced de Buenos Aires

Combate de San Lorenzo

A menos de un año de su creación, el Regimiento de Granaderos a Caballo, tuvo su bautismo de fuego en la Batalla de San Lorenzo, a orillas del Paraná, el 3 de febrero de 1813. Fueron ciento hombres, divididos en dos compañías de sesenta granaderos, una al mando de San Martín y la otra bajo las órdenes del Capitán Bermúdez. En la madrugada de ese día arremetieron contra los doscientos cincuenta realistas que avanzaban al mando del Capitán español Antonio de Zabala. La lucha fue tremenda y nuestros granaderos causaron estragos en las tropas enemigas: 40 muertos, 14 prisioneros, dos cañones, 40 fusiles y una bandera enemiga arrebatada por el Alférez Hipólito Bouchard. En San Lorenzo, San Martín fue salvado de la muerte por la valiente acción de dos de sus hombres, cuando se encontraba aprisionado en el suelo por la muerte de su caballo. Uno fue el granadero puntano Juan Bautista Baigorria, quien mató al realista que estaba a punto de ultimar al Libertador; el otro fue el correntino Juan Bautista Cabral, quien murió tras liberar a San Martín del caballo que lo mantenía contra el piso. Tras recibir dos heridas mortales, Cabral repite, agonizando, su célebre frase: "muero contento... hemos batido al enemigo."

San Martín y Belgrano y el Ejercito del norte

Estos dos grandes hombres de nuestra historia se conocieron personalmente en la reunión que mantuvieron en la Posta de Yatasto, sin embargo, existía entre ellos, una profusa comunicación epistolar previa, surgida a instancias de José Mila de la Roca, amigo de ambos y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Los dos próceres abrieron su corazón a través de la correspondencia. San Martín redactó para Belgrano unos cuadernillos de estrategia militar, extractando opiniones de diversos maestros de guerra. 

Estos cuadernillos se los envió en vísperas de la batalla de Vilcapugio y Belgrano le escribe dudando de sus propias cualidades, al reconocer que no es un militar de vocación. Tras la derrota de Ayohuma, San Martín le escribe para reconfortarlo y el creador de la bandera responde:

"He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado por la libertad e independencia de la patria. Somos todos militares nuevos con los resabios de la fatuidad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de hacer otros esfuerzos que son dados a hombres que pueden y deben llamarse tales". 

Cuando se enteró que el gobierno había nombrado a San Martín en su reemplazo, se alegró y le escribió: 

"Mi corazón toma aliento cada instante que pienso que Ud. se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con Ud. se salvará la patria, y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. Empéñese Ud. en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia". 

Animados por estos generosos sentimientos, se dieron por primera vez en Yatasto el abrazo histórico. San Martín se presentó a Belgrano poniéndose a sus órdenes; éste lo recibió como su maestro y sucesor. Sin embargo, San Martín se dio cuenta rápidamente de las cualidades morales de Belgrano y se negó a reemplazarlo, pero debido a la presión del gobierno debió asumir la jefatura del ejército. 

Belgrano se puso a sus órdenes dando el ejemplo al ir a recibir humildemente las lecciones de tácticas y disciplina. A partir de ese momento, la simpatía nacida a través de cartas se transformó en mutua admiración. Belgrano murió convencido que San Martín era el genio tutelar de la América del Sur. Hasta sus últimos días, San Martín honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo mundo.

Plan Continental

Al poco tiempo de encontrarse José de San Martín en Tucumán, llegó a la conclusión de que era imposible llegar por el camino del Alto Perú hasta Lima ―capital del Virreinato del Perú y centro del poderío realista en América del Sur― desde donde se enviaban expediciones a reconquistar los territorios perdidos ante los independentistas. Cada vez que un ejército realista descendía del Altiplano hacia los valles de la provincia de Salta era derrotado y cada vez que un ejército patriota ingresaba en el Alto Perú era también aniquilado.50La idea de concebir una estrategia superadora a la ruta altoperuana ya había sido advertida por algunos jefes militares que integraron las campañas al Alto Perú, tales como Eustoquio Díaz Vélez, Tomás Guido y Enrique Paillardell. San Martín, hábil estratega militar, rápidamente tomó para sí esta idea y pergeñó su plan continental.

Fue entonces que el general concibió su propósito, que luego realizó con éxito, de cruzar la Cordillera de los Andes y atacar la ciudad de Lima desde el océano Pacífico. Para mantener segura la frontera del norte, pensaba San Martín, bastaban las tropas irregulares salteñas al mando del coronel Martín Miguel de Güemes, a quien encargó la defensa de la frontera norte y comenzó a preparar su futura estrategia militar. 

Dejó brevemente el mando del Ejército del Norte al general Francisco Fernández de la Cruz, y se retiró a Saldán (provincia de Córdoba), para reponerse de una úlcera estomacal. Allí mantuvo conversaciones con su amigo Tomás Guido, en las que lo convenció de la necesidad de independizar la región desde Chile.

Gobernador de Cuyo

En una carta dirigida a Nicolás Rodríguez Peña dice:  En la misma comunicación comenta su delicado estado de salud y pide que lo nombren Gobernador de Cuyo, ya que desde allí organizaría una pequeña fuerza de caballería para llevar adelante la expedición libertadora a Chile. 

Estando en Córdoba reponiéndose de su enfermedad, recibió la novedad de que el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo había designado gobernador cuyano, tal como ansiaba. La intendencia de Cuyo estaba integrada por las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis y vivían en la región unas 43.200 personas. 

Los mendocinos acogieron con entusiasmo a San Martín y éste sintió por esta provincia una especial predilección, que se encargó de recordar durante toda su vida.

El Libertador arribó a Mendoza el 7 de setiembre de 1814 en permaneció hasta el 23 de enero de 1817, cuando emprendió el viaje hacia Chile. Su gestión administrativa fue muy importante y desempeñó el gobierno con amplios poderes: poder ejecutivo, legislador, juez, edil y jefe militar; pese a la amplitud de responsabilidades, ejerció el cargo lejos de las tentaciones del despotismo. Sus virtuosas cualidades se manifestaron durante toda su gestión y tuvo el mérito de rodearse de colaboradores eficaces, como los tenientes gobernadores Toribio de Luzuriaga en Mendoza, José Ignacio de la Rosa en San Juan y Vicente Dupuy en San Luis. 

El pueblo cuyano lo amaba y por eso, cuando el Director Supremo Alvear lo reemplazó por el coronel Perdriel, el pueblo mendocino y los Cabildos de San Juan y San Luis estallaron en un sólo grito: "¡Queremos a San Martín!"

Otra muestra de gratitud del pueblo mendocino fue la declaración de "Ciudadano Honorario y Regidor Perpetuo" en 1821, cuando ya no era gobernador y estaba lejos de Mendoza. 

Entre sus acciones más destacadas se encuentran la difusión de la vacuna antivariólica; el embellecimiento de la vieja Alameda; la apertura de canales de riego; el dictado de normas que impulsaron la industria y el comercio; la prohibición de construir balcones y ventanas voladas que obstruían el paso de los transeúntes; etc. 

En materia educativa creó la primera biblioteca mendocina, dictó instrucciones a los maestros de escuela, prohibió los castigos corporales a los escolares y contribuyó a la creación del colegio de la Santísima Trinidad, primer establecimiento educacional mendocino de enseñanza secundaria. 

Su esposa, Remedios, se transformó en una gran protagonista de la sociedad mendocina y eficaz colaboradora del Libertador en la epopeya del Ejército de los Andes; ella organizó la donación de joyas; con sus amigas Margarita Corvalán, Mercedes Alvarez, Laureanita Ferrari y la chilena Dolores Pratt de Huici bordó la bandera de los Andes jurada el 5 de enero de 1817, en el mismo día que se consagró patrona del ejército a la Virgen del Carmen de Cuyo. En Mendoza, en agosto de 1816, nació la única hija del Matrimonio San Martín, Mercedes Tomasa.

La colaboración femenina

La entereza moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en la principal empresa militar sanmartiniana: las campañas libertadoras a Chile y Perú. 

Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance, algunas colaboraban económicamente, otras con alimentos y algunas confeccionando ropa. Refiriéndose a la donación voluntaria de alhajas, un testigo de los acontecimientos, el general Espejo escribió: 

"Es el caso que los patriotas de toda clase y rango, los menestrales mismos en sus artes y oficio, los padres de familia, en fin, ya habían hecho toda clase de demostraciones por su parte pero el sexo hermoso, las matronas, si se exceptúan las obras de costura de vestuarios de tropa, y otros actos humanitarios, no habían hecho todavía algo notable por la suya. En este concepto discurrieron en secreto, circular de casa en casa, una invitación para día fijo.  A la hora convenida se reunió una gran comitiva de las de más alta clase, que se dirigió al salón del Cabildo encabezada por la señora doña María de los Remedios Escalada de San Martín. Recibidas que fueron en audiencia pública, la señora que encabezaba la reunión, en pocas pero muy marcadas palabras expusieron el motivo que las conducía. Dijo que no le era desconocido el riesgo que amenazaba a los seres más queridos de su corazón, ni la penuria del tesoro, ni la magnitud de los sacrificios que demandaba la conservación de la libertad. Que los diamantes y las perlas sentarían mal en la angustiosa situación en que se veía la provincia, y peor si por desgracia volviésemos a arrastrar las cadenas de un nuevo vasallaje, razón por la que preferían oblarlas en aras de la patria, en el deseo de contribuir al triunfo de la sagrada causa de los argentinos. Y entre los transportes de los más patéticos sentimientos se despojaron allí de sus alhajas y presentaron muchos objetos de valor, de los que se tomó razón individual para dar cuenta a la autoridad..." 

Este mismo acontecimiento fue narrado por Juan Martín de Pueyrredón, quién señaló que San Martín dijo a su esposa: 

"Remedios sé tú quien, del ejemplo, entregando tus alhajas para los gastos de la guerra. La esposa de un general republicano no debe gastar objetos de lujo cuando la patria está en peligro. Con un simple vestido estarás más elegante y te amará mucho más tu esposo."

El gesto fue imitado por las damas sanjuaninas y puntanas. Para la preparación del Ejército de los Andes, el Libertador recibió también otros valiosos aportes de las mujeres cuyanas. 

Por ejemplo, las damas de San Juan donaron 238 ponchos, 18 ponchillos, 16 frazadas, 198 pieles de carnero, 39 jergas, 119 monturas, 115 caballos y 843 mulas de silla y cargueras. Por su parte, las mendocinas entregaron también numerosos barriles de aguardiente y vino; almudes y petacas colmados de pasas de higo, de aceitunas, trigo y maíz; harina y el charqui. También las mujeres cordobesas hicieron su aporte, respondiendo al pedido del gobernador Ambrosio Funes. 

Pero la contribución más valiosa fue la cesión de esclavos, que supuso un importante incremento en el número de soldados de infantería. Pero no sólo pusieron las mujeres sus bienes materiales sino también sus manos, confeccionando gratuitamente uniformes y ropas varias y atendiendo a los heridos.

Un testigo, el inglés Miller afirmó que las mujeres cuidaban con tal solicitud a los heridos de Maipú, que parecía que los patriotas heridos fuesen sus verdaderos hermanos. 

En un oficio emitido el 22 de noviembre de 1815 dirigido al ayuntamiento mendocino, San Martín dice: 

"Las dignas señoras de este pueblo, estoy seguro se prestarán gustosas a reparar la desnudez del soldado, si excita V.S. sus virtudes amables. Espero pues lleve a bien V.S. repartir en las casas, para que efectúen gratuitamente su costura, los ciento sesenta y siete pares de pantalones pertenecientes al (Batallón Nº 8), que ya cortados van a disposición de esa municipalidad." 

En otro oficio, el 29 de febrero de 1816 expresa: "Satisfecho este gobierno de que las señoras no distarán de aumentar a los servicios que tienen hechos en obsequio de la Patria, el de coser las adjuntas bolsas para cartuchos de cañón, remito a V. S. las mil doscientas cincuenta que con esta fecha me ha pasado el Comandante General de Artillería, a fin de que las reparta V. S. equitativamente en la inteligencia que indispensablemente deben ceñirse al modelo que se acompaña, a las dos distintas menas, y que V.S. empeñará todo su influjo para conseguir la pronta conclusión de dicha obra." Así, se completó la confección de diversas prendas y objetos varios para las tropas.

La bandera de los Andes

San Martín tenía muy claro los colores que debía tener la bandera del Ejército de los Andes: celeste y blanco. A la búsqueda de telas salieron la esposa del Libertador, Remedios y su amiga, Laureana Ferrari. 

Tras conseguirla, Remedios se puso a coser y sus amigas a bordar. El escudo de armas que orna el centro de la bandera, se estima que fue dibujado por el Capitán Bermúdez o el Sargento Antonio Arcos. 

Laureana Ferrari escribió que el óvalo del escudo fue diseñado por una tal señora de Huisi y las manos dibujadas por el brigadier Soler; también reveló que las lentejuelas de oro fueron sacadas de dos de sus abanicos (que hoy se encuentran expuestos en el Museo Histórico Nacional) y que el óvalo y el sol del escudo fueron adornados con rosetas de diamantes y perlas de collares suyos y de Remedios. 

El 5 de enero de 1817 - a pocos días de la partida del Ejército - la bandera fue bendecida en la iglesia matriz de Mendoza. Después de la ceremonia, San Martín tomó la bandera y se dirigió a la plaza mayor, donde estaban las tropas alineadas. Ante ellas exclamó: "Soldados: Esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América". Y la agitó tres veces en medio de un indescriptible júbilo de campanas, salvas, vivas y músicas.

Creación del ejercito de los andes

A pesar de la oposición del nuevo director supremo, Carlos María de Alvear, a quien José de San Martín había conocido en Cádiz y que lo había acompañado hasta entonces, se dedicó a organizar el Ejército de los Andes.

Reunió en un solo ejército a los refugiados chilenos, a las milicias locales de Cuyo, gran cantidad de voluntarios de su provincia y varios oficiales del Ejército del Norte. También pidió y obtuvo que los batallones del Regimiento de Granaderos a Caballo, desperdigados entre varios destinos, le fueran enviados a Cuyo. Las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816: en rojo, la Liga de los Pueblos Libres

Como el director Alvear intentó someterlo a su autoridad, le presentó su renuncia al cargo de gobernador. Alvear envió a reemplazarlo al coronel Gregorio Perdriel, pero los mendocinos lo rechazaron airadamente. De este modo San Martín fue confirmado como gobernador por elección popular. Poco después del nombramiento como nuevo director supremo del general Juan Martín de Pueyrredón, se reunió con él en Córdoba, donde discutieron largamente su plan de campaña sobre Chile y Perú. El 20 de mayo de 1816, Tomás Guido presentó una Memoria oficial, en la que se expuso detalladamente el plan, que fue aprobada y mandada a ejecutar por el director Pueyrredón. Al mismo tiempo San Martín presionó a los diputados cuyanos al Congreso de Tucumán para declarar la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, objetivo conseguido el 9 de julio de 1816. Para financiar su campaña, además de los cuantiosos aportes de Pueyrredón, obligó a pagar «contribuciones obligatorias» a todos los comerciantes y hacendados. A cambio se les extendía un vale, que cobrarían «cuando las circunstancias lo permitan». En cambio, tuvo muy pocos miramientos para confiscar los bienes de todos los españoles que no se destacaran en la ayuda a la causa de la independencia. 

Formó un gran campamento militar en El Plumerillo, unos siete kilómetros al noreste de la ciudad de Mendoza. Allí formó a sus soldados y oficiales, fabricó armas (sables, fusiles, cañones, municiones y pólvora) y uniformes. Tuvo que ocuparse de engordar mulas y caballos, y fabricar y colocarles herraduras.

El jefe de sus talleres, el fray Luis Beltrán, inventó un sistema de poleas para pasar los precipicios con los cañones y otro de puentes colgantes, ambos transportables. La sanidad del ejército estaba en manos del cirujano inglés James Paroissien. El coronel José Antonio Álvarez Condarco se encargó de realizar los planos de los distintos cruces de la Cordillera de los Andes.

Carta de San Martín sobre las islas Malvinas. Se encuentra en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur de Buenos Aires.

Antes de iniciar la marcha, reunió a los caciques mapuches y les pidió permiso para invadir Chile a través de sus tierras. Alguno de estos caciques le hizo llegar esa noticia al capitán general de Chile, Casimiro Marcó del Pont, por lo que este creyó que el grueso del ataque sería por el sur, lo que lo llevó a dividir sus fuerzas.

El Ejército de Chile le reconoció el grado de capitán general.

Contrariamente a lo pretendido por el director supremo Pueyrredón y sus partidarios, entró en correspondencia con el caudillo José Gervasio Artigas y se negó a distraer su esfuerzo bélico de las campañas emancipadoras en Chile y en Perú para enfrentar a los federales en el litoral del Río de Plata. Por este motivo los directoriales unitarios ―en particular Bernardino Rivadavia― llegaron a acusarlo de «traidor».

En una carta fechada en agosto de 1816, San Martín se refirió a las islas Malvinas.

En el texto, San Martín le pedía al gobernador de San Juan que liberara a prisioneros que se encontraban en Carmen de Patagones y Malvinas (Puerto Soledad) para que se sumaran al Ejército de Los Andes.

Expedición libertadora a Chile

Desafíos del cruce y como se solucionaron

El cruce de la cordillera presentaba desafíos inéditos para el Ejército de los Andes. Con ingenio y creatividad, San Martín se las arregló para sortear obstáculos y llevar adelante, con éxito, la gigantesca epopeya libertadora. Estos son algunos ejemplos de la astucia práctica del Libertador:

  • Alimentos : Alimentar una tropa de más de seis mil hombres que atraviesan los gélidos pasos cordilleranos a pie no es era una tarea sencilla. Había que pensar también, la forma de conservar la comida fresca y sana. San Martín recurrió a la sabiduría popular y encontró en una preparación llamada "charquicán", el alimento adecuado para las necesidades de la travesía. Estaba hecha a base de carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante; bien pisado, se transportaba en mochilas que alcanzaban para ocho días. Al prepararlo se le agregaba agua caliente y harina de maíz tostado.
  • Calzado : "La salud de la tropa es la poderosa máquina que bien dirigida puede dar el triunfo, y el abrigo de los pies, el primer cuidado". Con estas palabras definía San Martín la importancia vital que le otorgaba a la confección y provisión de calzados para la tropa. Para no cargar la responsabilidad sobre las arcas del gobierno, pidió al Cabildo que se le envíen los restos de cuero vaca que se desperdiciaban a diario. Con estos desperdicios ordenó la fabricación de "tamangos", especie de sandalias cerradas forradas con trapos viejos de lana; los mismos soldados se fabricaban sus tamangos.
  • Cantimploras : Ante la falta de cantimploras, utilizó los cuernos vacunos para fabricar "chifles", que resultaron indispensables para la sobrevivencia en el cruce de la cordillera. Asimismo, ordenó recoger los orillos de paño en tiendas y sastrerías mendocinas; con ellos los soldados se fabricaron correas para colgar los "chifles" de las alforjas. Con talento y perseverancia, San Martín mostró que es posible llevar adelante grandes empresas con pocos medios.

El Cruce de los Andes

El 12 de enero de 1817 se inició el cruce de los Andes en dirección a Chile. El Ejército de los Andes fue uno de los dos grandes cuerpos militares que las Provincias Unidas del Río de la Plata desplegó en la Guerra de Independencia Hispanoamericana; contó inicialmente con 3 brigadieres, 28 jefes, 207 oficiales, 3778 soldados (incluyendo a parte de los oficiales y soldados chilenos que emigraron a Mendoza después de la batalla de Rancagua)  Dávila, en su libro Síntesis histórico-militar de Chile, menciona un número similar. El autor escribe:

De los 209 oficiales de dotación, alrededor de 50 eran chilenos, y el resto argentinos. No se conoce exactamente la proporción de chilenos en los 3778 hombres de tropa. Se estima que no sería más de un 30 %.

El general Gerónimo Espejo ―en su libro El paso de las Andes. Crónica histórica de las operaciones del ejército de los Andes, para la restauración de Chile en 1817 (de 1882)―, después de detallar la conformación del ejército se refirió al tema:

Por esta demostración, que estractamos de documentos oficiales que se encontrarán más adelante, el lector verá, que al organizarse el Ejército de los Andes, no se creó cuerpo ni fuerza alguna bajo la bandera de Chile, por razones que, aunque obvias, no por eso dejaremos de apuntarlas―
1º Porque el pensamiento, el territorio, la autoridad creadora y los elementos, todo, todo era argentino, y habría sido un absurdo formar un cuerpo bajo bandera estrangera; y
2º porque las tropas chilenas que con Carrera emigraron á Mendoza en octubre de 1814, el General las despachó todas á Buenos Aires con el coronel Alcázar, diciendo de oficio al Gobierno “no quiero emplear á esos soldados que sirven mejor á su caudillo que á la Pátria”. ― Esto, no obstante, el General, con aprobación del Gobierno, organizó un cuadro de oficiales chilenos emigrados con sus respectivos jefes, como para llenar su dotación con soldados del enemigo que se pasaran en la campaña, con voluntarios que se presentaran ó con reclutas que se le destinasen. Siendo de advertir además, que ni aun este cuadro siguió al ejército en su marcha, sino que después de la victoria de Chacabuco marchó de Mendoza á Chile.

1200 milicianos montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 baqueanos, 47 miembros de sanidad (para el hospital de campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de 6 pulgadas, 2 obuses de 4 1/2 pulgadas y 4 piezas de montaña de 4 pulgadas), 15 empleados civiles, 1600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9281 mulas (7359 de silla y 1922 de carga).

Con el objetivo de dividir a las tropas enemigas, José de San Martín ordenó primero el avance de parte de las tropas por los pasos de Come Caballos, Guana, Portillo y Planchón. Estos no eran los pasos elegidos para las columnas principales, sino que los dos primeros se hallaban al norte y los últimos al sur de los realmente seleccionados, que eran los que ya habían sido analizados por José Antonio Álvarez Condarco, o sea, los pasos de Uspallata y Los Patos. 

Era un avance en varios sectores, en un frente de más de 2000 kilómetros, a través de una gigantesca cordillera. Con esto se pretendía distraer a las fuerzas realistas de Chile que no sabían en definitiva por donde arribarían, y los obligaba a dividir sus fuerzas y provocar movimientos favorables a la revolución en zonas alejadas de la capital, Santiago de Chile, entre ellas la dirigida por Ramón Freire hacia Chillán, que llegó unos días antes que las demás y convenció al gobernador realista que el ataque principal sería por el sur.

A partir del 17 de enero de 1817, inició el Ejército de los Andes el avance de sus columnas principales por los pasos de Los Patos y Uspallata.

Las dos columnas principales estaban formadas por 3500 soldados, 100 baqueanos, 1000 caballos, 10 000 mulas (de las que llegaron 4000), 30 cañones, casi un millón de cartuchos de fusil, varias toneladas de pólvora, y alimento para todos los hombres y animales para un mes de marcha.

Columna de San Martín (17 de enero de 1817)

El grueso del ejército al mando del propio jefe de la expedición, el general San Martín, tomó la ruta llamada corrientemente Paso de Los Patos. El cuerpo estaba formado por la vanguardia al mando del brigadier mayor Estanislao Soler, el centro al mando del brigadier Bernardo O'Higgins, la escolta de granaderos al mando del teniente coronel Mariano Necochea y la retaguardia al mando del teniente coronel Pedro Regalado de la Plaza, que conducía la maestranza del ejército. Había varios días de diferencia entre la vanguardia y la retaguardia. San Martín fue de los últimos en partir, porque precisamente controló lo más importante: la salida en orden del ejército. O`Higgins, quien iba al centro, le escribía casi cotidianamente a San Martín, que venía uno o dos días más atrás, y le informaba sobre su marcha y la de Soler (las cartas de O'Higgins son uno de los documentos más precisos para conocer las alternativas de la marcha del ejército a través de las montañas sanjuaninas). El cuerpo abrió la marcha desde El Plumerillo, el 19 de enero de 1817, tomó por Jagüel, Yalguaraz, Río de los Patos, salvó el alto cordón del Espinacito por el paso homónimo, situado a 5000 msnm. 
El 2 de febrero de 1817 inició el paso de la cadena limítrofe por el Paso de las Llaretas. Esta columna tropezó con las mayores dificultades, pues fue preciso escalar cuatro cordilleras. Soler ―que iba adelante― logró las victorias de Achupallas, el 4 de febrero de 1817, y Las Coimas, el 7 de febrero de 1817. Al día siguiente ingresaron en San Felipe.

Columna de Las Heras (18 de enero de 1817)

El avance por el Paso de Uspallata y el valle del Río Mendoza se inició el 18 de enero de 1817, conduciendo todo el parque y la artillería, cuyo transporte era imposible por el más escabroso paso de Los Patos. A cargo de las tropas de 800 hombres se hallaba el brigadier Juan Gregorio de Las Heras, siendo su segundo comandante el mayor Enrique Martínez. 
Entre los hombres sobresalientes que lo acompañaban, cabe destacar al fray Luis Beltrán. Tras vencer en los combates de Picheuta, combate de Potrerillos y Guardia Vieja, pudieron ingresar en Santa Rosa de los Andes, el día 8 de febrero de 1817. 
En la misma fecha, se produjo la reunión con la división principal que el día anterior había salido victoriosa en la acción de Las Coimas.
Ambas columnas debían reunirse en el valle del Aconcagua, mientras que efectivos menores dispersaban las fuerzas enemigas, induciéndolas a engaño respecto del avance de la agrupación principal.

La Independencia de Chile

Las fuerzas de Las Heras, O’Higgins y Soler se reunieron el 8 de febrero en el campamento de Curimón. Ante las noticias del avance del jefe realista, coronel Rafael Maroto, hacia las casas de Chacabuco, San Martín ordenó el avance. El 12 de febrero se libró la batalla de Chacabuco, en la que el Ejército de Los Andes obtuvo la victoria sobre los realistas, que planearon 500 muertos y 600 prisioneros mientras que los patriotas tuvieron solo 12 bajas. 
El gobernador Casimiro Marcó del Pont huyó hacia el sur, pero fue capturado por el capitán José Félix Aldao, de larga trayectoria posterior. 
El 18 de febrero se convocó a un cabildo abierto que propuso a San Martín como director supremo de la naciente república, pero este rechazó el ofrecimiento para evitar sospechas sobre un posible avasallamiento de la Provincias Unidas del Río de la Plata sobre la autonomía de Chile.60 Dos días después el cabildo nombró a O'Higgins como director supremo, designación que San Martín avaló.
Días después, San Martín ordenó a Las Heras que persiguiera a los realistas hasta Concepción, pero este no pudo impedir que se atrincheraran en Talcahuano. O'Higgins intentó capturar esa fortaleza, pero fue completamente vencido.
Aprovechó esa posición el virrey del Perú y envió refuerzos para los realistas, al mando del ex gobernador Mariano Osorio. Mientras tanto, San Martín viajó a Buenos Aires, a pedir más colaboración a Pueyrredón, que debería también formar una escuadra. A su regreso ordenó a sus hombres replegarse hacia el norte y reunió unos 8000 hombres en las afueras de Talca. Allí se produjo el 19 de marzo de 1818 la sorpresa de Cancha Rayada, en que el Ejército Unido bajo las órdenes de San Martín fue derrotado cuando realizaba una maniobra nocturna para evitar un inminente ataque. En la oscuridad se generó una gran confusión, y los españoles perdieron 300 hombres, pero quedaron dueños del campo y capturaron el parque, fusiles y cañones, levantando mucho la moral de sus tropas. Los patriotas tuvieron 120 bajas, pero la división a cargo de Las Heras emprendió una retirada ordenada sustrayéndose a la lucha, con lo que pudo iniciar la reorganización de los restos del Ejército Unido.
La desmoralización hizo efecto en Santiago, y muchos patriotas escribieron a Osorio pidiendo clemencia, mientras otros huían a las Provincias Unidas. Pero San Martín no se dio por vencido, y en quince días puso nuevamente a su ejército en condiciones de luchar nuevamente y esperó a Osorio en los llanos del río Maipo.
El 5 de abril se produjo la batalla de Maipú, en que fuerzas patriotas obtuvieron una completa victoria. El adversario dejó en el campo de batalla 2000 cadáveres, cerca de 2500 prisioneros, todo su armamento y material de guerra. El brigadier O’Higgins, herido en Cancha Rayada, no participó de la batalla; pero se hizo presente una vez finalizada la lucha, montado en su caballo, para abrazar a San Martín y llamarlo «Salvador de Chile».
El escueto parte de la victoria dice:

Acabamos de ganar completamente la acción. Nuestra caballería los persigue hasta concluirlos. La patria es libre, abril de 1818. San Martín.

Con la batalla de Maipú se obtuvo definitivamente la victoria sobre las tropas realistas, asegurando finalmente la independencia de Chile. El Gobierno de Chile lo premió con una vajilla de plata y 6000 pesos, pero San Martín rechazó ambos regalos diciendo: «No estamos en tiempos para tanto lujo».
Sin embargo, San Martín tuvo opositores locales, como los hermanos Carrera, líderes de un sector opositor a O’Higgins, que diferían de San Martín y O'Higgins. Juan José y Luis Carrera fueron arrestados en Mendoza, y José Miguel huyó a la Banda Oriental. Poco antes de conocerse el resultado de la batalla de Maipú, Juan José y Luis Carrera fueron fusilados en Mendoza por orden del gobernador Toribio de Luzuriaga, a instancias de Bernardo de Monteagudo, que poco después volvió a Chile.

Independencia y Protectorado del Perú

Preparativos para una nueva campaña

La mejor forma de llegar a Lima era por mar, desde Chile. San Martín organizó la flota y emprendió la última etapa de su campaña libertadora. Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires. iba a pedirle ayuda al gobierno del directorio para la última etapa de su compaña libertadora: el ataque marítimo contra el bastión realista en Lima. Obtuvo la promesa de una ayuda de 500.000 pesos para su plan limeño, de lo que solo llegaron 300.000. San Martín regresó a Chile, donde consiguió ayuda financiera del gobierno, y armó una escuadra que quedóal mando del marino escocés Lord Cochrane. Cuando se disponía a iniciar la campaña, el Directorio le ordenó que marchara hacia el Litoral con su ejército para combatir a los federales de Santa Fey Entre Ríos. San Martín se negó a reprimir a sus compatriotas, desobedeció la orden e inició la travesía hacía el Perú. El 20 de agosto de 1820, la expedición libertadora partió desde el puerto chileno de Valparaíso. la escuadra estaba formada por 24 buques y llevaba unos 4.800 soldados.

La guerra en el mar y acta de Rancagua

Después de lograr la independencia chilena, el Libertador viajó a Buenos Aires para discutir con el Director Supremo Pueyrredón, la prosecución de su plan. Sabía que era preciso apurar la formación de una escuadra para expulsar a los enemigos de la costa del pacífico y realizar la expedición a Chile. Para esta empresa se debía reforzar el ejército con más reclutas y oficiales; renovar los armamentos, el vestuario y los caballos. 

Todo esto requería una urgente financiación, pero las arcas del gobierno estaban muy débiles. Pueyrredón tenía que afrontar las exigencias del Norte, amenazado constantemente por los realistas y además enfrentaba el peligro de invasión portuguesa en la Banda Oriental y la amenaza de Fernando VII, que estaba armando un ejército para invadir el Río de la Plata. 

Con la certeza de que libertaría al Perú, San Martín convenció a Pueyrredón y volvió a Mendoza con la promesa del gobierno de obtener quinientos mil pesos en cuatro meses a través de la aplicación de un empréstito forzoso. 

Satisfecho con su gestión, le escribió a O'Higgins antes de retornar: 

"El empréstito de los quinientos mil pesos está realizado. Hágase por ese Estado otro esfuerzo y la cosa es hecha. Sobre todo auméntese la fuerza hasta nueve mil hombres, pues de lo contrario nada se podrá hacer. Prevengo que en los quinientos mil pesos va inclusa la cantidad del valor de cuatro mil quinientos vestuarios destinados para el Ejército de los Andes. Póngase usted en zancos y dé una impulsión a todo para que haya menos que trabajar. De lo contrario yo me tiro a muerto." 

En realidad, los preparativos para la adquisición de la escuadra habían comenzado un tiempo atrás. Álvarez Condarco y Álvarez Jonte fueron a Londres con ese objeto, Manuel Aguirre y Gregorio Gómez, viajaron a Norteamérica para contratar barcos de guerra por cuenta de los gobiernos argentino y chileno. Se dispuso adquirir también, algunas naves que se ofrecían en el Río de la Plata o en Valparaíso. 

Desde Europa vendría Lord Cochrane para asumir el almirantazgo de la escuadra. En Buenos Aires había comprado armas y pertrechos de guerra. 

Hacia fines agosto, estando en Mendoza, recibió una carta de Pueyrredón: el empréstito había fracasado. 

San Martín presentó su renuncia, y debido al impacto que causó ésta en Buenos Aires, el Director Supremo dio marcha atrás y logró juntar unos trescientos mil pesos. 

De regreso a Santiago fue recibido con una buena noticia. La bisoña escuadra chilena, que ya contaba con varios de los buques contratados, comenzaba a dar frutos: el coronel Blanco Encalada apresó en Talcahuano a la fragata española "Reina María Isabel"

El 13 de noviembre de 1818 redactó un manifiesto al pueblo del Perú, en que se presentaba como su Libertador: 

"Mi anuncio no es el de un conquistador que trata de sistematizar una nueva esclavitud. Yo no puedo ser sino un instrumento accidental de la justicia y un agente del destino. El resultado de la victoria hará que la capital del Perú vea por la primera vez reunidos a sus hijos eligiendo libremente su gobierno y apareciendo a la faz de las naciones del globo entre el rango de las naciones"

 A los pocos días, el 28 de noviembre, llegaba a Valparaíso lord Alejandro Cochrane y el 14 de enero de 1819, el almirante inglés salía de Valparaíso rumbo al puerto peruano de El Callao para hacer su primer crucero por el Pacífico y combatir a la flota española.

La iniciación de la guerra marítima era la etapa indispensable de la expedición al Perú, para ese entonces, el gobierno de Buenos Aires enfrentaba una severa crisis institucional, militar y política que le impedía continuar apoyando al Ejército de los Andes; mientras tanto, en Chile O'Higgins trabajaba con entusiasmo en los preparativos para organizar la campaña.

Cuando se preparaba para retornar a Chile, San Martín sufrió un severo ataque de reuma y tuvo que ser traslado, en enero de 1819, en camilla por la cordillera. 

En Buenos Aires, la crisis política continuó agravándose hasta concluir disolviendo el Congreso y aboliendo la figura del Director Supremo. Ante los hechos, el 2 de abril de 1820 se realizó en Rancagua, una crucial reunión de todos los jefes del Ejército de los Andes.

El general Las Heras leyó un pliego remitido por San Martín: 

" El Congreso y Director Supremo de las Provincias Unidas no existen: de estas autoridades emanaba la mía de general en jefe del Ejército de los Andes y de consiguiente creo que mi deber y obligación es manifestarlo al cuerpo de oficiales para que ellos por sí y bajo su espontánea voluntad nombren un general en jefe que deba mandarlos y dirigirlos, y salvar por este medio los riesgos que amenazan a la libertad de América. Me atrevo a afirmar que ésta se consolidará no obstante las críticas circunstancias en que nos hallamos si conserva como no lo dudo las virtudes que hasta aquí lo han distinguido". 

Firmes en sus convicciones, los jefes respondieron: 

"La autoridad que recibió el señor general para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país no ha caducado ni puede caducar, porque su origen que es la salud del pueblo, es inmutable".

 Mientras tanto, la ruta del Pacífico había sido franqueada por lord Cochrane, ya que desde el año anterior el almirante corría sin descanso a la armada realista, obligándola a encerrarse en el Callao. 

Allí la fue a buscar desafiando los fuegos de la poderosa fortaleza realista y declaró el bloqueo de toda la costa peruana. 

A principios de febrero de 1820 reconquistó los fuertes de Valdivia, último baluarte de la resistencia en el sur de Chile. 

Rumbo a Perú

Ya todo estaba listo. El ejército cambió su nombre por el de "Ejército Libertador del Perú". La escuadra iba recogiendo provisiones y hombres. 

Finalmente, el 20 de agosto de 1820, el ejército libertador zarpó rumbo al Perú. A los cuatro mil patriotas los esperaban los más de veinte mil realistas distribuidos en el virreinato peruano. San Martín estaba al tanto de todos los detalles de la situación política que enfrentaba el virrey Pezuela. 

Sabía que el movimiento revolucionario era apoyado por los todos los sectores de la sociedad, incluyendo a los indígenas, la nobleza y el clero. Conocía que la disputa que mantenían en España los liberales y los absolutistas se trasladó al ejército del virrey, por lo que las tropas españolas estaban ocupadas en sus problemas internos. La situación de los realistas se complicó con la victoria de Bolívar sobre las tropas de Morillo y la posterior creación de la república de Colombia, por lo que Pezuela no podía esperar refuerzos desde Nueva Granada.

Desembarco en Perú y proclama 

El 7 de setiembre, las fuerzas patriotas desembarcaron en la bahía de Paracas, a unos 260 kilómetros de Lima. Esto le permitía contar con tiempo para promover la insurrección del país. Ese mismo día, una avanzada dio su primera proclama al pueblo peruano mientras un grupo de soldados ocupaba la guarnición realista. Dicha proclama decía: 

"La América no puede contemplar la constitución española sino como un medio fraudulento de mantener en ella el sistema colonial. Ningún beneficio podemos esperar de un código formado a dos mil leguas de distancia, sin la intervención de nuestros representantes. El último virrey del Perú hace esfuerzos por prolongar su decrépita autoridad. El tiempo de la opresión y de la fuerza ha pasado. Yo vengo a poner término a esa época de dolor y humillación. Este es el voto del Ejército Libertador, ansioso de sellar con su sangre la libertad del Nuevo Mundo".

A la primera proclama del 8 de setiembre de 1820 le sucedieron muchas más que se desparramaron por todo el territorio. Tal como lo había planeado, a los pocos días se apersonó ante San Martín un representante del Virrey. Pezuela que quería negociar, pero las conversaciones fracasaron rápidamente el 1° de octubre. 

Durante el armisticio, San Martín trazó un plan audaz: el general Arenales debía ir hacia las Sierra e insurrectar a todas las poblaciones que existían en la región, entre ellos Huancavelica, Jauja y Tarma, para luego, descender hacia la costa hasta llegar al norte de Lima, en donde se encontraría con San Martín.

Arenales derrotó a fuerzas realistas en Ica y Nazca y el Libertador se reembarcó con su tropa el 25 de octubre y se trasladó hasta el puerto de Huacho a 150 kilómetros al norte de Lima. 

En una carta dirigida al general O'Higgins, explicó su plan:

 "Mi objeto es bloquear a Lima por la insurrección general y obligar a Pezuela a una capitulación". 

Tuvo razón; en menos de tres meses el grueso de las poblaciones septentrionales se habían insurrectado, pero Pezuela no capituló y la guerra se prolongó durante un año. 

Varios hechos fueron cimentando la acción libertadora: Guayaquil se levantó en armas y se puso bajo su protección; el almirante Cochrane capturó la fragata "Esmeralda" y el regimiento "Numancia", integrado mayoritariamente por colombianos desertó de las fuerzas realistas y se puso bajo las órdenes de San Martín con sus banderas, armas y bagajes. 

A comienzos de enero de 1821 se reincorporó la división de Arenales, que concluyó con éxito su misión, tras vencer en Pasco, a todo esto, los liberales de Lima lograron la renuncia de Pezuela y en su lugar nombraron al general La Serna

El nuevo jefe de gobierno y el Libertador se reunieron el 2 de junio en Puncuhua. 

Esto dijo San Martín: 

"Pasó el tiempo en que el sistema colonial pudo ser sostenido por España. Sus ejércitos se batirán con bravura tradicional de su brillante historia militar; pero aun cuando pudiera prolongarse la contienda, el éxito no puede ser dudoso para millones de hombres dispuestos a ser independientes y que servirán mejor a la humanidad y a su país si en vez de ventajas efímeras pueden ofrecer emporios de comercio, relaciones fecundas y de concordia permanente entre los hombres de la misma raza, que hablan la misma lengua y sienten igualmente el generoso deseo de ser libres." 

Tras dos días de deliberaciones, La Serna rechazó la propuesta y de inmediato comenzó la evacuación de Lima. Si bien, la declaración de la independencia llegaría meses más tarde, la marcha de los acontecimientos convenció a San Martín de su inexorabilidad, y por eso le escribió a O'Higgins: 

"Al fin, con paciencia y movimientos hemos reducido a los enemigos a que abandonen la capital de los Pizarro; al fin nuestros desvelos han sido recompensados con los santos fines de ver asegurada la independencia de la América del Sur. El Perú es libre. En conclusión, ya yo preveo el término de mi vida pública y voy a tratar de entregar esta carga pesada a manos seguras y retirarme a un rincón a vivir como hombre". 

Para alcanzar definitivamente la meta, el Libertador trabajó sobre dos frentes: la organización del gobierno independiente del Perú y la prosecución de la guerra. 

Lo primero lo resolvió nombrándose "Protector", la máxima autoridad del país. Con total sinceridad explicó los motivos de su nombramiento: 

"Espero que al dar este paso se me hará la justicia de creer que no me conducen ningunas miras de ambición, sino la conveniencia pública. Es demasiado notorio que no aspiro sino a la tranquilidad y al retiro después de una vida agitada; pero tengo sobre mí la responsabilidad moral que exige el sacrificio de mis más ardientes votos. La experiencia de diez años de revolución en Venezuela, Cundinamarca, Chile y Provincias Unidas me ha hecho conocer los males que ha ocasionado la convocación intempestiva de congresos cuando aún subsistían los enemigos de aquellos países. Primero es asegurar la independencia; después se pensará en asegurarla libertad sólidamente. La religiosidad con que he cumplido mi palabra en el curso de mi vida pública me da derecho a ser creído, y yo la comprometo ofreciendo solemnemente a los pueblos del Perú que en el momento en que sea libre su territorio haré dimisión del mando para hacer lugar al gobierno que ellos tengan a bien elegir". 

Los realistas huyeron hacia la Sierra y a través de sus valles mantenían sus tropas hacia el Sur. El movimiento independentista ocupaba la capital, la costa y el norte del país. En poco tiempo, los patriotas lograron la rendición de El Callao, consolidando su dominio sobre las provincias liberadas. San Martín no descuidó su responsabilidad como "Protector" y continuó con gestión de gobierno. 

Su tarea fue prolija y fecunda, y entre sus decretos se destacan la libertad de comercio, la abolición de las encomiendas, la supresión de la inquisición, la prohibición de tormentos, la garantía de la seguridad individual y el Estatuto Provisional, que reglaba las funciones de nuevo Estado. Instituyó, además, la Orden del Sol y creó la biblioteca pública del Perú, a la cual donó su propia librería, que había traído desde Chile. 

En Lima debió soportar el abandono de la expedición de Lord Cochrane, que retornó a Chile con su escuadra. En mayo de 1821, el general venezolano Sucre se encontraba con su escuadra en Guayaquil intentando quebrar la resistencia española. Le pide colaboración a San Martín para la campaña sobre Quito, y el Libertador compromete su colaboración. 

Para aquella fecha, ya era frecuente la comunicación entre los dos Libertadores de América: San Martín y Bolívar. 

Perú independiente

A principios de febrero la división auxiliar entraba en las provincias ecuatorianas de Loja y Cuenca, poniéndose a la orden de Sucre. Nuestros patriotas pelearon en las batallas de Río Bamba y Pichincha y se apoderaron de Quito. San Martín entró en Lima el 12 de julio de 1821, al anochecer, sin escolta y acompañado por un simple ayudante. El Cabildo, en reunión extraordinaria del 28 de julio, desplegó por primera vez la bandera independiente del Perú, y el Libertador dijo:

"¡El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad de los pueblos y de la justicia de su causa que Dios defiende!" 

Con estas palabras proclamó el general San Martín la independencia del Perú en la Plaza Mayor de la ciudad de Lima, mientras la multitud lo aclamaba.

El 12 de septiembre la flota fondeó frente al puerto peruano de Pisco. 

Allí el ejército se proveyó de víveres y aumento sus efectivos con los pobladores locales, entre ellos muchos esclavos se sumaban voluntariamente. Una división al mando del general Arenales se dirigió hacia el interior del Perú, con el objetivo de sublevar a la población, y obtuvo la importante victoria de Pasco, el 6 de diciembre de 1820. por su parte, San Martín ordenó bloquear el puerto de Lima. Así, el virrey de la Serna, acosado por todos los flancos se rindió el 10 de julio de 1820. Ese día, el general San Martín entró victorioso a la capital virreinal.

Las tropas de San Martín entraron el Lima y declararon la independencia del Perú. se iniciaba la última etapa de la dominación española en América. 

El 28 de julio de 1821, San Martín declaró la independencia del Perú Luego se formó un gobierno que le dio el título de Protector del Perú, con plena autoridad civil y militar. En un principio, el General se había negado a aceptarlo, pero cedió ante el reclamo popular y los consejos de su amigo y secretario, Bernardo de Monteagudo. 

Además, el peligro realista aún existía y las fuerzas del Virrey se estaban reorganizando en los cuatro puntos cardinales. La presencia de San Martín era imprescindible para terminar definitivamente con el dominio español. 

Desde su nuevo cargo, San Martín abolió la esclavitud y los servicios personales (mita y yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves dificultades financieras heredadas, lo que creó entre la población creciente descontento. sin embargo, pudio controlar la situación y logró la rendición de los realistas del sur y del centro del Perú. Mientras el general San Martín llevaba la campaña desde el sur, el patriota venezolano Simón Bolívar lo venía haciendo desde el sur.

El final de la lucha

La entrevista de Guayaquil

En julio de 1822, el general San Martín, se embarcó en la goleta "Macedonia" rumbo a Guayaquil para entrevistarse con Simón Bolívar, adonde llegó el 25 de ese mes. 

Bolívar había decidido la anexión de Guayaquil al gobierno de Colombia y así se lo hizo saber a San Martín por carta apenas desembarcó:

"Con suma satisfacción, dignísimo amigo, doy a usted por primera vez el título que ha mucho tiempo mi corazón le ha consagrado. Amigo le llamo y este nombre será el que debe quedarnos por la vida porque la amistad es el único título que corresponde a hermanos de armas, de empresa y de opinión. Tan sensible me será que no venga a esta ciudad como si fuéramos vencidos en muchas batallas; pero no, no dejará burlada la ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria. ¿Cómo es posible que venga usted de tan lejos para dejarnos sin la posesión efectiva en Guayaquil del hombre singular que todos anhelan conocer y si es posible tocar? No es posible. Yo espero a usted y también iré a encontrarle donde quiera esperarme; pero sin desistir de que nos honre en esta ciudad. Pocas horas como usted dice bastan para tratar entre militares; pero no serían bastantes esas mismas para satisfacer la pasión de amistad que va a empezar a disfrutar de la dicha de conocer el objeto caro que amaba sólo por la opinión, sólo por la fama"

Al día siguiente San Martín se reunió con Bolívar, quién lo recibió diciendo: 

"Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado general San Martín". 

Hablaron a solas durante una hora y media y  pocas horas después volvieron a reunirse a solas, esta vez en la casa de Bolívar.

Al día siguiente, 27 de julio, San Martín volvió a entrevistarse con Bolívar; pero esa misma mañana dio la orden de arreglar su equipaje, pues pensaba embarcar en la goleta "Macedonia" a las once de la noche rumbo a Perú. 

La entrevista con el Libertador de Colombia duró cuatro horas y también fue a solas, sin testigos. 

Después hubo un brindis y al alzar su copa, Bolívar exclamó:

"Brindo, señores, por los dos hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y yo". 

San Martín contestó: 

"Por la pronta terminación de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del continente americano y por la salud del Libertador". 

Hacia la medianoche, el Protector del Perú navegaba hacia Lima. 

Regreso a Lima

Cuando San Martín regresó a Lima, convocó al Congreso para el 20 de septiembre. Ante los congresales declinó la investidura que se había impuesto un año antes devolviendo la banda bicolor que era su símbolo, diciendo:

"Al deponer la insignia que caracteriza el jefe Supremo del Perú no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que agradecerme los peruanos es el ejercicio del poder que el imperio de las circunstancias me hizo aceptar". 

Y en una proclama de ese mismo día recordó: 

"Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer la independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga, es temible a los Estados que de nuevo se constituyen". 

De nuevo en Mendoza

Una vez dejado el poder en Perú, aquella misma noche se embarcó en el puerto de Ancón rumbo a Chile y luego atravesando la cordillera de los Andes regreso a Mendoza

Vuelto a Mendoza en enero de 1823, pidió autorización para regresar a Buenos Aires y reencontrarse con su esposa que estaba gravemente enferma. Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno del gobernador Martín Rodríguez, se lo negó argumentando que no sería seguro para San Martín volver a la ciudad por su apoyo a los caudillos del Interior y la desobediencia a una orden que había recibido del Gobierno de reprimir a los federales, le valió que los unitarios quisieran someterlo a juicio.

Buenos Aires y el comienzo del exilio

Al empeorar la salud de su esposa, decidió viajar a Buenos Aires. Al llegar, su mujer ya había fallecido el 3 de agosto de 1823. La lápida de su sepultura, que puede leerse en el Cementerio de la Recoleta, reza: «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín».

Al llegar a Buenos Aires se lo acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales, decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. 

El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre (Francia), en ese momento tenía  45 años y era generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata. 

Luego de un breve período en Escocia, se instalaron en Bruselas y poco después en París. Su única obsesión era la educación de su hija Mercedes. En 1825 redactó las Máximas para Merceditas, donde sintetizaba sus ideales educativos. 

Ofreció sus servicios a las autoridades argentinas con motivo de la guerra con Brasil, solo después de la renuncia de su despreciado enemigo Rivadavia a la presidencia; pero la guerra ya había prácticamente terminado.

En marzo de 1829 intentó regresar a Buenos Aires, al saber que había vuelto a estallar la guerra civil. Permaneció a bordo de incógnito, aunque fue descubierto. Su antiguo subordinado, el general Juan Lavalle, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego, pero ante la imposibilidad de vencer en la contienda, ofreció a San Martín la gobernación de la provincia de Buenos Aires, pero este juzgó que la situación a que había llevado el enfrentamiento solo se resolvería por la destrucción de uno de los dos partidos. Respondió a Lavalle que: «el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos».

Posteriormente se trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses, para finalmente volver a Europa.

Durante los años que duró su exilio, San Martín mantuvo contacto con sus amigos en Buenos Aires, tratando de interiorizarse de lo que sucedía en su país. En 1831 se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Por esos años tuvo lugar su afortunado encuentro con su antiguo compañero de armas en el ejército español, Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, quien, convertido en un exitoso banquero, designó a San Martín tutor de sus hijos, con una generosa paga.

Últimos años

Tres años más tarde y gracias al dinero ahorrado trabajando con su amigo y a la venta de las fincas con que lo habían premiado el Gobierno de Mendoza y el de Perú, se mudó a una casa que compró en la villa de Grand Bourg, departamento de Essonne, a corta distancia de París.

Recibió la visita de varios personajes americanos, en general jóvenes románticos y liberales, exiliados de su país, como Juan Bautista Alberdi (en 1843) y Domingo Faustino Sarmiento (entre 1845 y 1848), que viajó a Europa por encargo del Gobierno de Chile y se encontró con San Martín en Grand Bourg en varias oportunidades. Hasta sus últimos años mantuvo correspondencia con su gran amigo Tomás Guido, quien lo mantenía informado sobre la situación política en América.

Testamento y muerte

José de San Martín fechó su testamento ológrafo en París el 23 de enero de 1844, dejando como única heredera a su hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarceque ejercía como embajador argentino en París.

Entre sus cláusulas establecía:

  • Que Mercedes otorgue a su tía María Elena una pensión hasta su fallecimiento.
  • Que a la muerte de María Elena le otorgue una pensión a la hija de esta, Petronila.
  • Que su sable corvo favorito, el de las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas,  «como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla».f
  • Prohibió la realización de funerales y de acompañamientos hasta el cementerio, «pero sí desearía que mi corazón fuese sepultado en Buenos Aires».
  • Declaraba como su primer título el de generalísimo del Ejército del Perú.

En marzo de 1848, al estallar la revolución de ese año en París, se trasladó a la ciudad costera de Boulogne-sur-Mer, estableciéndose en una habitación alquilada. Allí falleció a la edad de 72 años, a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, en compañía de su hija Mercedes y de su yerno.