En abril de 1914 se realizaron en Entre Ríos grandes maniobras militares con tropas llegadas de todas las guarniciones de la República. La vasta movilización puso de relieve el grado de organización y de eficiencia de las tropas.
En el curso de la presidencia de Victorino de la Plaza se incorporaron a la marina de guerra los acorazados Rivadavia y Moreno, construidos en los Estados Unidos. Como las exigencias bélicas hicieron deseables esas unidades, el gobierno recibió ofertas muy ventajosas para la venta de las mismas, fueron rechazadas.
El Rivadavia llegó al río de la Plata en 1914 y el Moreno en 1915, enarbolando el pabellón argentino.
El ministro de marina de aquella época, al despedir los restos del ex presidente de la Plaza en 1919, expresó:
"El peligro de la guerra activó la propaganda en pro de la paz y no fueron pocos nuestros hombres influyentes que evidentemente equivocados se hicieron eco en la noble pero errónea prédica; se reclamó el desarme y la venta de nuestros grandes acorazados, la disminución de los presupuestos de marina de guerra, en una palabra, desatendiendo el tronar precursor de la tormenta, se pretendía dejar al país en la desgraciada condición de excusar en su debilidad la defensa de su honra, de sus intereses y derechos. Plaza se opuso enérgicamente a tales influencias, allanó con su talento de estadista los tropiezos económicos, reales unos y aparentes otros, y acompañado por el patriotismo de muchos, trajo esas hermosas máquinas que, a su entrada a nuestro puerto, dieron al país la sensación de seguridad que tiene la persona que se conoce fuerte y entrenada para vencer".
Los Acorazados de la Clase Rivadavia, el ARA Rivadavia y el ARA Moreno, (ARA, Armada de la República Argentina) fueron el gran salto cualitativo de la marina argentina pues sus anteriores buques de línea (ARA Independencia-ARA Libertad) no pasaban de ser simples acorazados costeros de 2.300 toneladas, 70 metros de eslora y 2 cañones de 240mm.