Rosas finalizo con el decreto dictado por Juan Ramon Balcarce que como ministro de guerra de Viamonte y Rosas de honrar y celebrar un solemne funeral por Dorrego, y confiscar las propiedades de aquellos que habían intervenido en la revolución del 1º de diciembre, y utilizar estos fondos para recompensar a los veteranos de su ejército restaurador y a los agricultores y peones que habían sufrido grandes pérdidas en la lucha.
Por decreto de Viamonte, del 29 de octubre, los restos del ex gobernador de Buenos Aires fueron exhumados en Navarro, el 16 de diciembre, para ser trasladados a la capital y sepultados en el cementerio del Norte, en el mausoleo que el gobierno dedicaba a su memoria. Se dispuso un ceremonial que movilizó todas las corporaciones militares, civiles, religiosas y al pueblo entero. En el cementerio, a la luz de las antorchas, pronunció un breve discurso cargado de amenazas.
El 19 de diciembre de 1829, se efectuó la exhumación del cuerpo del Coronel Manuel Dorrego del sitio en que fuera fusilado en la localidad de Navarro, provincia de Buenos Aires.
Hizo rendir a Dorrego un grandioso homenaje póstumo. Por decreto de Viamonte, del 29 de octubre, los restos del ex gobernador de Buenos Aires fueron exhumados en Navarro el 19 de diciembre y trasladados a la capital para ser colocados en el cementerio del Norte, en el monumento que el gobierno dedicaba a su memoria.
Al cumplirse el primer aniversario de su fusilamiento, el gobernador Rosas estableció una comisión oficial que se dirigió el 13 de diciembre de 1829 a Navarro, conformada por el doctor Miguel Mariano de Villegas, en carácter de camarista más antiguo, el médico Francisco Cosme Argerich, el escribano mayor de gobierno José Ramón de Basavilbaso, el juez de paz y el cura párroco Juan José Castañer, entre otros, para identificar los despojos en el acto de la exhumación que se practicó, y en el cual se dejó constancia que había indicios ciertos de que luego de la ejecución hubo ensañamiento con el cadáver
Se dispuso un ceremonial que movilizó a todas las corporaciones militares, civiles, religiosas y al pueblo entero Con una teatralidad impresionante. "La ceremonia y la adhesión popular habíase organizado minuciosamente —escribió Carlos Ibarguren en su biografía de Rosas—. Con este acto de reparación a la víctima de la revolución de diciembre, Rosas, que poco antes aparecía empeñado en pacificar los espíritus y reconciliar los partidos, borrando toda alusión a las luchas del pasado, encendía deliberadamete, con una amenazadora llamarada, las pasiones políticas".
En el cementerio, Rosas leyó al reflejo de una antorcha estas palabras:
"¡Dorrego! víctima ilustre de las disensiones civiles: ¡descansa en paz! La patria, el honor y la religión han sido satisfechos hoy, tributando los últimos honores al primer magistrado de la República, sentenciado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra en la historia de los argentinos ha sido ya lavada con las lágrimas de un pueblo justo, agradecido y sensible. Vuestra tumba, rodeada en este momento de los representantes de la provincia, de la magistratura, de los venerables sacerdotes, de los guerreros de la independencia y de vuestros compatriotas dolientes, forma el monumento glorioso que el gobierno de Buenos Aires os ha consagrado ante el mundo civilizado". .. , "monumento que advertirá hasta las últimas generaciones que el pueblo porteño no ha sido cómplice en vuestro infortunio. . . Allá ante el Eterno, árbitro del mundo, donde la justicia domina, vuestras acciones han sido ya juzgadas; lo serán también las de vuestros jueces; y la inocencia y el crimen no serán confundidos". . .
El canónigo Santiago Figueredo había sido encargado del discurso de homenaje en la catedral.
Uno de los primeros actos de gobierno de Rosas fue el de reivindicar del general Dorrego, para el cual ordenó rendir exequías dignas de un heroe. Los restos del malogrado militar fueron exhunados en Navarro y trasladados a la ciudad de Buenos Aires, en cuyo cementerio del norte recibieron sepultura .
John Murray Forres, Cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires desde 1820 hasta 1831, describe en sus “crónicas diplomáticas, once años en Buenos Aires”, el cortejo fúnebre de quien en vida fuera Gobernador de Buenos Aires, y jefe indiscutido del Partido Federal:
“El gobierno, lo mismo que el pueblo, ha estado casi exclusivamente ocupado con los magníficos preparativos de honores fúnebres al extinto gobernador Dorrego, ordenados hace ya más de dos meses por un decreto del gobierno provincial. Esta solemne e impresionante ceremonia tuvo lugar antes de ayer, veintiuno del corriente. Una comisión de la Junta Provincial, acompañada de un cirujano designado por el gobierno, y por muchas personas voluntarias, se dirigieron a Navarro, lugar de la ejecución de Dorrego, donde fue primeramente enterrado. Allí fueron ayudados por el cura párroco, quien había administrado los últimos auxilios religiosos al infortunado Dorrego, y que por el hecho de haber concurrido al entierro, pudo identificar el lugar en que yacían los restos. Al ser exhumado, encontróse el cuerpo en un estado extraordinario de conservación. Fue transportado con gran cuidado a esta ciudad y depositado el 19 del corriente en la iglesia de la Piedad. El 20, día domingo, se ofreció una misa solemne a que concurrió muchísima gente. Un grupo respetable de ciudadanos armados hicieron guardia al féretro y por la tarde fue trasladado al Fuerte, donde tuvieron lugar otras ceremonias religiosas. El lunes, a las diez de la mañana, el cuerpo diplomático y consular extranjero, junto con todas las corporaciones y autoridades del país, concurrieron, previa invitación, al Fuerte, desde donde el féretro fue conducido a la Catedral, seguido por el Gobernador, sus ministros y las autoridades públicas. La procesión marchó a lo largo de una fila de unos tres mil hombres armados, consistente en tropas regulares y de milicias. En la Catedral se ofreció, con gran pompa, una solemne misa a los acordes del Réquiem de Mozart, estando la iglesia apropiadamente decorada con crespones negros. Se pronunció también una función que está publicada en los diarios de que enviaré copia. A las cinco de la tarde, la misma procesión de la mañana se organizó de nuevo en la Catedral y acompañó al féretro hasta el gran cementerio católico llamado Iglesia de la Recoleta, a una milla al norte de la ciudad y en mi vecindad inmediata. Esta inmensa e imponente multitud, a paso acompasado y solemne y en gran orden y silencio, pasó por delante de mi quinta. El Gobernador, los ministros de Estado y toda la procesión marchaban a pie. Icé nuestra bandera a media asta, como lo hizo también el encargado de negocios británico Mr. Parish, que vive en el mismo barrio. En el cementerio se había erigido un hermoso mausoleo donde fueron depositados los restos del extinto gobernador. Las ceremonias fueron clausuradas con un corto y sentido discurso de S.E. el Gobernador, tras lo cual la inmensa concurrencia se dispersó pacíficamente y en orden”.
Seguramente que todos los detalles de esta gran ceremonia Nacional se han de traducir y publicar en la Prensa de los Estados Unidos.