Se comenzó una apología, una exaltación sistemática de Rosas, en unos de manera calculada, en otros con sinceridad, creyéndolo representante de la pacificación y capaz de abrir el camino a un porvenir mejor.
Se rodeó al nuevo gobernador de honores y títulos; el 18 de diciembre dio la Sala entrada a dos proyectos; por uno se declaraban libelos infamatorios y ofensivos de la moral y la decencia públicas los impresos aparecidos desde el 10 de diciembre de 1828 y que tuvieren agravios para Dorrego y para Rosas; por otro se aprobaba la conducta de Rosas desde el 19 de diciembre del mismo año y se le declaraba "restaurador de las leyes e instituciones de la provincia de Buenos Aires", otorgándole el título de brigadier general; se le condecoraba con un sable y una medalla de oro con la inscripción: "Buenos Aires al restaurador de sus leyes" en el anverso, y en el reverso, bajo una efigie de Cincinato: "Cultivó su campo y defendió la patria".
Mientras se discutía el segundo proyecto, Rosas hizo llegar a la Sala una nota en que rechazaba los honores proyectados diciendo que "la liberalidad de los representantes es un paso peligroso a la libertad del pueblo, y un motivo quizás de justa zozobra a los que no descienden a la conciencia del infrascripto, porque no es la primera vez en la historia que la prodigalidad de los honores ha empujado a los hombres públicos hasta el asiento de los tiranos".
En vista de esa nota, se postergó el debate acerca de los honores hasta el 13 de enero de 1830, pero entonces volvió a insistir Anchorena en el proyecto y, aunque tuvo alguna oposición, la mayoría se sometió y declaró que Rosas fue el restaurador de las leyes y las instituciones de la provincia.