Algunos vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud de un Cabildo Abierto. Se convocó a los vecinos por medio de esquelas a participar del Cabildo Abierto del 22 de mayo. En total se repartieron 450 invitaciones.
El 21 de mayo se agolpó numeroso público en la plaza Mayor, y el alcalde Lezica explicó a los cabildantes las entrevistas habidas el día anterior, de los comandantes de tropas y otros vecinos y funcionarios con el virrey para que autorizase un cabildo abierto a fin de examinar los acontecimientos que tenían lugar en la metrópoli.
Bajo la presión de la masa que se había agrupado frente al Cabildo, se decidió enviar un oficio de este al virrey Cisneros solicitándole autorización para la reunión del cabildo abierto; el oficio fue llevado al fuerte por un diputado y dos regidores: Manuel José de Ocampo y Andrés Domínguez.
Hidalgo de Cisneros, sabiendo que podía contar con el apoyo del Cabildo, accedió a lo solicitado, previa convocatoria hecha por esquela.
El público congregado no quedó satisfecho con la respuesta e hizo saber con sus exclamaciones y su clamor que lo que se quería era el alejamiento y la suspensión del virrey.
Para calmar al pueblo se pidió a Saavedra que interviniese y éste logró que la gente reunida se retirase de la plaza.
Restablecida la calma, el Cabildo se puso a preparar la reunión del día siguiente; calculó y midió todos los detalles y redactó la invitación, que se mandó imprimir en el acto y repartir sin pérdida de tiempo a los miembros conspicuos de las administraciones civil, eclesiástica y militar y a vecinos de calidad.
El cabildo abierto despierta la idea de una asamblea popular, pero los realizados en la época revolucionaria eran impuestos por las circunstancias, y tiene razón Juan Agustín García cuando opina al respecto: