La semilla de la independencia había sido sembrada con mucha anticipación y había que tener confianza en que no dejaría de germinar.
Con todo, si la metrópoli hubiese estado en condiciones de auxiliar a sus partidarios, aunque no hubiese logrado ya extinguir el pensamiento de la autonomía, sin duda alguna habría podido postergar su advenimiento por algunos años, pues era verdad que los actores de la jornada de mayo eran una minoría y no se podía tener entonces ninguna seguridad en que las provincias del virreinato se decidirían a apoyar la actitud de los porteños, dominadas como estaban por el andamiaje de la autoridad colonial. Como resistieron Montevideo y Paraguay, pudo haberse formado otro foco hostil en Córdoba y entonces los días de la Junta de mayo, bloqueada por la escuadrilla realista, habrían sido contados.
A pesar del rigor con que se vigilaba la entrada de noticias de Europa y su difusión, las noticias circulaban por todos los caminos y de boca en boca, y con mayor o menor aproximación a la verdad, se tenía conocimiento del peligro en que se hallaba España de sucumbir ante los ejércitos napoleónicos.
El 24 de marzo Hidalgo de Cisneros ordeno a Xavier de Elio que no permitiese la salida de Montevideo de ninguna embarcación procedente de la península a fin de que, si traía malas noticias, no se esparciesen directamente, sino a través de comunicaciones medidas y retaceadas del gobierno.
Patriotas y peninsulares comenzaron a elaborar sus planes desde marzo de 1810, unos para aprovechar las circunstancias propicias para librarse de la dominación colonial y otros para prolongar esa dominación.
Para alentar a los vacilantes, el 23 de marzo Hidalgo de Cisneros remitió una circular a los gobernadores intendentes, anunciándoles la caída de Gerona después de una defensa heroica y ejemplar, y el día siguiente ordeno a Xavier de Elio que no permitiese la salida de Montevideo de ninguna embarcación procedente de la península a fin de que, si traía malas noticias, no se esparciesen directamente, sino a través de comunicaciones medidas y retaceadas del gobierno.
Las fuerzas militares seguras eran muy escasas; las armas estaban en poder de las formaciones a que dio vida Liniers a consecuencia de las invasiones inglesas, constituidas sobre todo por criollos, es decir, por españoles americanos. El 28 de marzo ordenó a los comandantes de las tropas de guarnición en la capital del virreinato que devolviesen a los almacenes reales las armas sobrantes y las fornituras que no fuesen absolutamente necesarias.
Hizo imprimir a comienzos de abril por la imprenta de Niños Expósitos la carta del marqués de Casa-lrujo, fechada en Lisboa el 21 de enero, según la cual no había ninguna novedad importante en la situación española y los ejércitos peninsulares se mantenían en sus posiciones.
El 7 de abril reiteró Hidalgo de Cisneros a Joaquín Soria, nuevo gobernador de Montevideo, la vigilancia de las embarcaciones que llegasen a aquel puerto para retener la correspondencia relativa a la gravedad de la situación en España y evitar la difusión de noticias infaustas.
El estado de ánimo general es indicio la incitación que a- hizo en el Cabildo el 25 de abril Tomás Manuel de Anchorena, a fin de qué se tomasen medidas para el caso de que la península se rindiese a los ejércitos invasores. La alarma cundió al saberse la rendición de Gerona y la caída de Almadén. El 8 de marzo de 1810 llegó a Buenos Aires la noticia de los ahorcados en la ciudad de La Paz y el 31 del as mismo mes se tuvieron noticias graves de España.
El 27 de abril, el virrey dirigió una circular nueva de carácter reservado a los gobernadores intendentes, en la que expresaba la esperanza de que las provincias cooperarían en el mantenimiento del orden y la tranquilidad pública y exhortaba a los jefes y funcionarios a poner en acción su celo y amor al rey para salvar de los riesgos amenazantes la parte del patrimonio de la corona que les estaba confiada.
Sabía Hidalgo de Cisneros que no podía confiar en la fidelidad y la obediencia de la capital y procuraba alentar a las provincias para contrarrestar los eventuales acontecimientos subversivos.