Gastos públicos

No podían faltar dificultades de todo orden a consecuencia de la contracción de la economía interna por efectos del descenso del comercio exterior: se redujeron los recursos fiscales y en lugar de reducir los gastos públicos, aumentaron entre 1928 y 1931 de 793 a 905 millones..

Los recursos bajaron un 10% y aumentaron los gastos públicos un 22 %. Los déficit crecientes impulsaron a tentar la colocación ,de títulos en el mercado en 1929 por 193 millones, en 1930 por 357 millones, pero como no fueron absorbidos, se vio el gobierno forzado a cesar los pagos en muchas de sus reparticiones y en sus iniciativas, con los consiguientes resultados: desocupación obrera, parálisis del desarrollo industrial, deterioro en los sistemas de transportes, etc. Se recurrió a empréstitos en el exterior: en 1929 por 5 millones de libras esterlinas con la casa Baring de Londres, en 1930 con la Chatam de New York por 50 millones de dólares. Pero esos empréstitos, más que a nivelar la balanza de pagos se destinaban a cubrir los déficit del presupuesto.

El proceso de crecimiento de los gastos públicos se había iniciado mucho antes, pero se acentuó sobre todo a partir de la presidencia de Alvear. El presupuesto nacional tuvo el siguiente desarrollo:


Año Presupuesto
1915-16$ 292.870.744
1917$ 347.895.826
1918$ 390.989.480
1919$ 389.675.480
1920$ 482.665.365
1921-22$ 512.910.075
1923$ 687.264.782
1924-25$ 682.108.039


El aumento de los gastos fiscales no sólo se produjo en el orden nacional, sino también en el provincial, en el municipal. El ingeniero Duhau, presidente de la Sociedad rural argentina se refirió en octubre de 1927, en la inauguración de la exposición ganadera de Azul, a las finanzas de la provincia, que casi se duplicaron entre 1917 y 1927, pasando el aporte de cada individuo de 32,2 pesos en promedio a 48; el servicio de la deuda pública aumentó en esos diez años de 16.217.000 pesos a 43.542.000; los empleados públicos, que eran 15.854 en 1917, fueron 25.583 en 1927. La Bolsa de Comercio de Buenos Aires, decía en su memoria correspondiente a 1928: "Uno de los hechos que la Bolsa de comercio debe señalar y que significa un factor que refluye desfavorablemente en la economía nacional y en la situación general del país, es el crecimiento considerable y progresivo de los gastos públicos nacionales destinados en su mayoría a fines que no son productivos". . . "Tomando como punto de partida el año 1920 para poder apreciar la ascensión continua de los gastos nacionales, tenemos que en dicho año el monto total de los gastos administrativos, subsidios, trabajos públicos y gastos especiales sumó la cantidad de 448.879.000 pesos moneda nacional, mientras que en el presupuesto sancionado últimamente, para 1929, la cifra correspondiente a esos desembolsos llega a 888.782.999 pesos moneda legal, destinados en su mayor parte a objetos improductivos. Los gastos especiales que el año 1920 llegaron a 19.944.000 pesos, subieron en 1927 a 232.523.000 pesos; este enorme crecimiento de más de 200 millones de pesos está representado por gastos de armamentos, de modernización de la escuadra y pago de deudas de los ferrocarriles del Estado".

Y Luis Colombo, presidente de la Unión industrial argentina, en un banquete de los delegados de la Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción, a fines de octubre de 1927, expresó: "En sus detalles, enormes detalles, vemos desde hace 12 años aumentar las deudas externas para satisfacer en gran parte dispendiosos presupuestos que en provincias y municipios siguen en pleno despilfarro, sin esperanzas de tener límites. Es en verdad asombrosa la paciencia pública, que parece no asustarse de la burocracia invasora, que lleva trazas de convertir al país en el verdadero reino de la empleomanía y de las jubilaciones. Fácil la prueba, si contempláis en conjunto los gastos públicos del país elevados a 1.300 millones de pesos contra 650 millones que representaban todos los presupuestos en 1915. Es por consiguiente nuestro país el de la administración más cara del mundo y es también el más frondoso en ubicaciones compensadoras de servicios públicos" . .

El proceso de aumento de los gastos públicos dio argumentos a los adversarios de Yrigoyen para una campaña agresiva, sin pararse a examinar si se debía a su presencia al frente del país o a razones de otra naturaleza. El crecimiento de los presupuestos nacionales, provinciales, municipales no fue contenido después, sino que aumentó sin cesar.

Se puede coincidir con Félix Luna cuando dice: "Es evidente que el segundo gobierno de Yrigoyen adoleció de graves fallas, aunque también ellas no radicaron tanto en lo que hizo, cuanto en lo que dejó de hacer. Porque fue la suya una administración común, ni mejor ni peor que cualquier otra, tal vez un poco más lenta en la dinámica de sus últimos tiempos, tal vez un poco desorientada en el enfrentamiento con la crisis económica que sacudía por entonces el mundo, tal vez demasiado atenta a una política electoral y demasiado ajena a la solución de los problemas económico sociales más apremiantes. Pero no fue peor que cualquier gobierno anterior, pese a la grita de la oposición, que lo pintaba como una verdadera catástrofe nacional.

"Sin embargo, este hecho de ser algo común, normal, es a nuestro juicio su pecado. Porque debió ser el segundo gobierno de Yrigoyen un gobierno revolucionario, transmutador, un gobierno de centella y de rayo".

En las propias filas del radicalismo comenzó a abrirse paso el descontento, y algunos, como Joaquín Llambías, se atrevieron a comunicar al propio presidente sus inquietudes y sus temores por el desprestigio del gobierno. Y otros, los más jóvenes, pugnaban por un remozamiento partidario. Amable Gutiérrez Diez apunta en su obra Nuestro radicalismo (1930) a esa actitud: "Una nueva izquierda se está formando en el radicalismo y ella no se conforma con estas conquistas semirealizadas (cumplimiento de la Constitución, sufragio, etc.) , sino que adquiere una conciencia más esencial de la misión histórica del partido y prevé una programación de renovación institucional, en la que sean factibles todos los progresos, aun los más avanzados".