El pueblo que había aclamado a Yrigoyen apasionadamente quedó mudo, y aunque no creyese todo lo que de él se decía, no se consideró en el deber de acudir en su ayuda. Las fuerzas del llamado Klan radical, que podían servir para desbaratar reuniones de opositores, no tenían ninguna articulación para un enfrentamiento eventual con formaciones militares regulares; las mismas fuerzas policiales y el escuadrón de seguridad se dispersaron o dejaron de ser efectivos.
El movimiento obrero, que por encima de su independencia, tenía que prever las consecuencias de una restauración conservadora y de una regresión en el reconocimiento de sus derechos, se cruzó de brazos pasivamente. En el ejército y la armada no había unanimidad en favor ni en contra del gobierno, pero los leales carecieron de dirección; habría podido coordinar su resistencia el general Dellepiane, pero con la disgregación del equipo gubernamental, con su falta de criterio uniforme en aquellas circunstancias, actuando cada fracción con la esperanza de heredar el poder de alguna manera imprevista, dejaron de ser un obstáculo y una fuerza.
Las fuerzas con que avanzó Uriburu desde Campo de Mayo, sin una previa preparación psicológica para enfrentar la resistencia posible de los adictos al gobierno, no eran ni por el número suficientes para una acción efectiva, y además se trataba de elementos no aguerridos. Los civiles que les acompañaban en su paseo, grupos nacionalistas de reciente creación, dirigentes del socialismo independiente y dirigentes conservadores, no constituían ningún factor decisivo en el caso de un enfrentamiento con fuerzas organizadas, cualesquiera que fuesen.
El general Medina explicó un detalle sobre la realidad de aquellas horas críticas: "Uriburu creía contar con la casi totalidad de las divisiones la 2a. y 3a.; en San Martín se dio cuenta de que sólo estaban con él el Colegio militar y las tropas de comunicaciones. Tuvo entonces la certidumbre de que o lo fusilaban allí o en la plaza de Mayo; optó por esto y marchó".
El gobierno de Yrigoyen y sus hombres, fogueados en conspiraciones muchos de ellos, cayeron sin lucha porque estaban caídos, vencidos de antemano.
A las 0:55 hubo una reunión en el Colegio militar, convocada por el director del mismo, coronel Francisco Reynolds, antiguo colaborador de Yrigoyen en la intentona de 1905, y que acababa de comprometerse a media noche a participar en el movimiento encabezado por Uriburu; los jefes v oficiales se mostraron en su mayoría contrarios a la decisión del director, el mayor José F. Suárez, los capitanes Ambrosio Vago, Germán Gutiérrez, Rafael Lascalea, Antonio Vieyra Spangenberg, Raúl Tessaire y Bernardo Weinstein; solo el mayor Padilla y el capitán Vicente Campero se mostraron favorables al movimiento. Los que se habían expresado desfavorablemente quedaron detenidos en el casino de oficiales. En cambio los oficiales, con excepción del teniente Cianclitii, se plegaron al movimiento.
Entre los oficiales y cadetes del Colegio militar, que formaron en la columna revolucionaria, se ven nombres que aparecen posteriormente en los sucesos políticos, en junio de 1943 y en otros acontecimientos políticos y castrenses. Con el coronel Francisco Reynolds marcharon los tenientes coroneles Domingo Martinez y Manuel N. Savio, el teniente Juan I. San Martín y el teniente Roberto Dalton; en la primera compañía aparece el teniente Oscar M. Ladvocat y los cadetes Cecilio Labayrú, Diego I. Mason, Ernesto Cordes, Rosendo Fraga, Juan Carlos Cerdini, A. Pons Bedoya y Enrique Rauch; en la segunda compañía marchaban Juan José Uranga Imaz y Francisco A. Imaz, tenientes; los cabos Desiderio Fernández Suárez, Juan B. Picca y Emilio Bolon Varela, y los cadetes Federico Gentiluomo, Edgardo Landa, Manuel Olascoaga, Carlos Muzio, Ricardo Platter y Carlos A. Peralta; en la tercera compañía, el cabo Ernesto D'Onofrio, el cabo Octavio Zenarruza, y los cadetes José Spiritu, Carlos Túrolo, Armando Martijena, Horacio Rivara, Julio Señorans y Enrique Maffei; en el escuadrón de caballería marchaban los cadetes Juan Fabri, Federico Toranzo Montero, Paulino Ardanaz, Ricardo Ibazetta, Ventura Morón, Manuel Reimundes y Víctor Arribau; en la batería de artillería, el teniente Arturo Ossorio Arana y los cadetes Víctor Hosking, Bernardino Labayrú, Florencia Yornet y Luis Leguizamón; en la compañía de ingenieros los tenientes Julio A. Lagos y Juan José Valle y los cadetes Emilio Bonnecarrére, Julio Merediz y Ernesto Taquini.
Uriburu le encomendó al poeta Leopoldo Lugones, la redacción de la proclama revolucionaria, pero el borrador no fue aceptado por los conspiradores coronel José María Sarobe y general Agustín P. Justo.
A las 3 de la madrugada el jefe de policía de la capital, coronel Graneros, informó al vicepresidente de los tumultos en la facultad de medicina y se procedió a realizar varios allanamientos en busca de armas; a las 5:45 salió el general Uriburu, vestido de civil, de su domicilio en la calle Juncal y Larrea, en compañía de sus colaboradores, con destino a San Martín; a las 6:50 llegó Elpidio González a la Casa de Gobierno, y cinco minutos después se sublevó el destacamento del hospital Militar y se dirigió a Colegiales; a las 6:45 un grupo de oficiales del 2º de infantería abandona el cuartel y marcha también a Colegiales; a las 7 inicia la ciudad su actividad normal; grupos policiales recorren el centro y prohíben las aglomeraciones. A las 7:10 el Colegio militar, en pie de guerra, se encuentra listo para avanzar sobre Buenos Aires; cinco minutos después se reúnen en estación Belgrano R numerosos automóviles con civiles al mando de Alberto Viñas; otra concentración de civiles acaudillada por J. E. Carulla y Daniel Videla Dorna se realiza en la plaza de Flores.
A las 7:30 llega Uriburu al Colegio militar, a cargo de Francisco Reynolds, y a las 7:40 sale el primer avión revolucionario de El Palomar a repartir proclamas. Diez minutos más tarde vuelan sobre la Casa de gobierno tres aviones y otro grupo realiza maniobras sobre Puerto Nuevo; a las diez vuelan sobre la ciudad 24 aviones y el mayor Angel Solari intima a los jefes del 19 y 29 de infantería que se plieguen al movimiento so pena de bombardeo en caso contrario.
A las 9:10, después de conversar con legisladores opositores y telefónicamente con Uriburu, el general Alvarez se pronuncia por el movimiento, pero el teniente coronel Atilio Cattáneo y el jefe de la escuela de infantería, coronel Avelino Alvarez, restablecen la situación a favor del gobierno, deteniendo a unos 70 oficiales y tomando el mando el coronel Alvarez, mientras los civiles huyen hacia Tigre.
A las 10 la sirena de Crítica anuncia la revolución y quince minutos después se pone en marcha el Colegio militar; poco después se producen movimientos de tropas en Campo de Mayo y dos escuadrones de caballería salen sublevados.
A las 10:35 evolucionan diez aviones sobre la Casa de Gobierno; una manifestación recorre la avenida de Mayo en aquellos momentos, y el general Marcilese hace saber que no hay novedades en su unidad, la primera división. Los regimientos 2º y 10º toman posiciones para impedir la llegada de los sublevados de Campo de mayo.
El doctor Meabe, médico de Yrigoyen, trae de La Plata la orden del presidente de resistir; el escuadrón de seguridad dispersa manifestaciones y se producen cargas en la avenida de Mayo y Perú.
A las 12 llegan a San Martín los escuadrones del 1º de caballería que sublevó el capitán Saavedra; se hace cargo de la jefatura de policía el coronel Grosso Soto y Enrique Martínez recibe un telegrama de Uriburu intimándole la rendición.
A partir de las 7:40 horas algunos aviones con base en El Palomar sobrevolaron Buenos Aires arrojando volantes llamando a la insurrección y la columna atravesó la ciudad sin encontrar resistencia con excepción de un tiroteo cerca de la Plaza del Congreso que ocasionó dos cadetes muertos y llegó a la Casa Rosada. Yrigoyen, que seguía enfermo, fue llevado a La Plata, donde firmó su renuncia. Con la amenaza de bombardear el Arsenal y el Departamento de Policía sede de la Policía Federal, Uriburu obtuvo que Martínez también firme su renuncia y los golpistas se instalaron en la Casa Rosada.
Poco después de mediodía se producen tiroteos en avenida de Mayo al 700 y en Rivadavia y Chacabuco; a las 12:25 se allana el local de la Liga patriótica y se encuentran armas en él.
A las 12:45 sale Uriburu del Colegio militar; poco después se sublevan piquetes del escuadrón de seguridad y se dispersan; los ministros y jefes militares de la Casa de Gobierno resuelven trasladar el comando de la defensa al cuartel del 39 de infantería.
Un avión que llega a El Palomar anuncia la sublevación de la base aérea de Paraná; a las 13:45 salen de sus cuarteles de Ciudadela el 1º de artillería y el 8º de caballería con órdenes de detener la marcha de los cadetes del Colegio militar; a las 13:50 los revolucionarios ocupan la comisaría 39a. de Villa Urquiza tras un breve tiroteo.
A las 14 llega el general Severo Toranzo de una gira por los comandos del litoral y se le asigna verbalmente la defensa de la ciudad.
A las 14:15 el teniente coronel Pelesson subleva el regimiento de granaderos; media hora más tarde se produce un tiroteo en Flores y poco después sale de El Palomar un avión con la orden de sublevarse al regimiento 6° de infantería de Mercedes.
A las 15:15 las tripulaciones de buques de la escuadra en Puerto Nuevo se muestran inquietas; el almirante Abel Renard, adheridó a la revolución, llega a bordo de la cañonera "Rosario"; a las 15:30 el coronel Fassola Castaño exhorta a la revolución al frente de grupos civiles.
A las 15:35 se hallan en el arsenal de guerra Elpidio González, Toranzo, Marcilese, Mosconi, Sabino Adalid y Alvarez. El Colegio militar toma sin resistencia la comisaría 37a. Los regimientos de infantería 1° y 2º toman posiciones en los jardines de los cuarteles y en los terraplenes del ferrocarril Pacífico; a las 15:40 llegan a la Casa de gobierno tropas de marinería; luego un aviso de la armada sale río afuera, abandonando su fondeadero; secciones del 1º de artillería y del 8º de caballería ocupan las intersecciones de las calles Hidalgo y Neuquén.
A las 16:00 se produce en la Casa de gobierno un ambiente de confusión; el coronel Grosso Soto transmite la noticia de que ha sido tomado el arsenal y que se hallan presos Elpidio González y Severo Toranzo, lo cual resultó falso luego.
El teniente coronel Gregorio Pomar, de regreso de Campo de mayo, informa que la situación es favorable al gobierno.
El ministro de marina Zurueta, luego de una discusión violenta con el vicepresidente, se aleja en dirección a su domicilio y las tropas de marinería abandonan la Casa de gobierno.
A las 16:10 se produce un tiroteo con las avanzadas del Colegio militar en Córdoba y Callao; a las 16:15 el capitán de navío Laprade da orden de arresto contra el almirante Renard y comienzan a desembarcar tropas de los buques y a desplegarse por las calles inmediatas a la dársena C de Puerto Nuevo.
A las 16:22 tropas del ejército ocupan el arsenal naval; el Colegio militar marcha hacia la plaza Congreso.
Las pocas tropas que custodiaban la Casa de gobierno se retiraron, el regimiento 6º de infantería de Mercedes se apresta a marchar sobre Buenos Aires.
A las 16:45 salen 250 marineros de Puerto Nuevo en dirección a la plaza de Mayo; a las 16:47 el Colegio militar ocupa la comisaría 5a.
Civiles y tropas en la mañana del 6 de septiembre de 1930. (Archivo General de la Nación.)
A las 16:55 los comandantes de las naves surtas en el puerto resuelven plegarse al movimiento. A las 16:58 se coloca bandera de parlamento en la Casa de gobierno; el vicepresidente, al fracasar en su intento de conjurar la crisis mediante un cambio de gabinete, quiere retirarse y se lo impide el ministro Abalos; en esos momentos no quedan en la Casa de gobierno más que el vicepresidente, Abalos, el secretario Lorenzo Torres y los tenientes coroneles Pomar y Noble.
A las 17 penetran en la Casa de gobierno, prácticamente abandonada, grupos civiles; éstos intiman al jefe de policía la liberación de los presos políticos.
A las 17:20 se inicia un tiroteo desde el edificio del diario La Epoca, en la avenida de Mayo; veinte minutos más tarde fue incendiado. A las 17:30 llega a plaza de Mayo el regimiento de granaderos; a las 17:35 se produce un intenso tiroteo en la plaza Congreso; imaginando que la resistencia se había hecho desde el palacio del Congreso, fue tiroteado en medio de una gran confusión; el tiroteo cesa a las 18:50.
Los incidentes de la plaza Congreso fueron los únicos que dejaron un saldo de dos cadetes muertos y 25 heridos y contusos y 30 caballos tendidos en la plaza muertos por heridas de bala; también fueron numerosas las bajas entre el elemento civil; se publicaron listas de 25 muertos y 175 heridos. El fuego se inició aproximadamente a las 17:30 y duró unos 20 minutos; con una breve pausa se reinició por haberse producido nuevos disparos desde los pisos altos de la confitería del Molino y desde el Hotel Mar del Plata. En el Congreso fueran encontradas unas 200 personas, entre las cuales no pudo hallarse a los autores de los disparos y fueron puestas en libertad a las 21:00 por orden de Uriburu.
A las 17:45 se iza bandera de parlamento en el departamento de policía, y el coronel Luis J. García penetra en la Casa de gobierno.
A las 17:45, acompañado por Horacio B. Oyhanarte y el doctor Meabe, Yrigoyen abandona su domicilio y se dirige a La Plata. A las 18:00 el coronel Alvarez reúne los comandos de Campo de mayo y prepara el ataque a El Palomar para las 4 del día 7. Las tropas del 19 y 29 de infantería de Palermo regresan a sus cuarteles.
A las 18:10 llegan a la Casa de gobierno los generales Uriburu v Justo; las tropas revolucionarias avanzan por la avenida de Mayo y la calle Victoria hasta la plaza de Mayo. Se entrevista Uriburu con el vicepresidente Martínez, que se niega a renunciar; entran en su despacho Justo, Sánchez Sorondo y Luis Colombo y firma la renuncia, retirándose de la Casa de gobierno.
A las 18:50 el coronel Graneros hace entrega del departamento de policía; poco después es incendiado La Calle, diario radical de la tarde.
A las 19:30 llega a La Plata, a la Casa de gobierno, a cargo de Nereo Crovetto, el presidente Yrigoyen, con propósitos de articular la resistencia; pero los jefes militares le comunican que se habían plegado a la revolución.
A las 19:45 una manifestación asalta el local del comité nacional de la Unión cívica radical en la avenida de Mayo y Santiago del Estero.
A las 18:50 se presenta Yrigoyen en el cuartel del 7º de infantería de La Plata y suscribe su renuncia; los Jefes militares le anuncian que se hala detenido, garantizan su vida y se ponen a su servicio.
Los generales Arroyo y Justo llegan al arsenal para informar a los jefes leales al gobierno que el vicepresidente de la Nación ha renunciado; se encomienda al general Mosconi que vaya a comprobar la veracidad de la noticia.
A las 20:30, cuando Mosconi informa de la veracidad de la renuncia, Toranzo entrega el arsenal. Uriburu mantuvo conferencias telegráficas con las regiones militares del interior, que acaban por acatar los hechos cumplidos.
A las 22:00 el teniente coronel Rossi comunica al acantonamiento de Campo de mayo que el vicepresidente Martínez ha renunciado.
Muchedumbres de toda categoría asaltan el domicilio de Yrigoyen en la calle Brasil y destruyen su moblaje.
En un reportaje publicado en el diario La Razón (20 de marzo de 1932) , el general Severo Toranzo recuerda que al caer la noche del 6 de septiembre, se apersonaron al arsenal los generales Agustín P. Justo e Isidro Arroyo con la renuncia del vicepresidente de la Nación y exigieron la entrega de aquel baluarte gubernamental. Se hallaban presentes los generales Tomás Martínez, Elías Alvarez, Severo Toranzo, Enrique Mosconi, Adalid, y el coronel Lucas Rocca. Mosconi, Adalid y Toranzo aconsejaron a Elpidio González que comisionase a Mosconi para que se entrevistase con el vicepresidente. Una hora después regresó Mosconi al arsenal e informó que el vicepresidente le había dicho: "Que su renuncia era espontánea y definitiva, que sus deseos eran evitar que se derramase una sola gota de sangre y pedía que se entregasen el arsenal y las 'tropas al nuevo gobierno, solicitándonos a los generales que estábamos en el arsenal que nos retirásemos tranquilamente a nuestros hogares, porque todo había terminado".
Un emisario de Yrigoyen, el comisario Orestes Casanello, llevó al arsenal la orden de resistir, pero ya había sido entregado.
Ni el vicepresidente Martínez, ni Elpidio González, ministro interino de guerra, ni los mandos militares adictos habían estado a la altura de sus responsabilidades, ni acertaron a movilizar las fuerzas gubernamentales. Cayó el gobierno sin haber sido vencido, con el grueso de la opinión y de las fuerzas armadas todavía a su lado, pero indecisas, desorientadas por los efectos de una hábil maquinación publicitaria.
¿Cuál fue la actitud de la marina, pues la actuación visible en los acontecimientos fue más bien de las fuerzas de tierra?
Columna de infantería del Colegio Militar avanzando hacia la Casa de gobierno, 6 de septiembre de 1930. (Archivo General de la Nación.)
La marina no desempeñó en los sucesos del 6 de septiembre un papel activo; pero en La Nación del 7 de septiembre se publicó, junto con el compromiso de los militares adheridos al movimiento, el firmado en Puerto Nuevo, el 5 de septiembre, en nombre de la armada:
1º Que no están dispuestos a seguir apoyando al gobierno del Dr. Hipólito Yrigoyen
2º Que solicitan su inmediata renuncia y la de su ministerio.
3º Que no harán uso de las armas de la Nación para utilizarlas contra el pueblo, ni contra sus camaradas del ejército.
4º Que defenderán con las mismas armas todo intento de dictadura civil o militar.
5º Que defenderán el fiel y estricto cumplimiento de la Constitución nacional, después de producida la renuncia del actual presidente y ministros.
6º Que no permitirán que ningún buque sea movido de Puerto Nuevo hasta tanto se constituya el nuevo go-bierno y se restablezca el orden constitucional en todo el país."
En la medida en que un ministro del ramo puede ser intérprete de sus compañeros del arma, la orden general del contralmirante Abel Renard, ministro de Uriburu, del 13 de septiembre de 1930, testimonia una conducta:
"Transcurridos algunos días desde aquel en que la moral del pueblo argentino se sobrepuso a su abatimiento, inspirándole una salvadora reacción, y conocidos los pormenores de algunos episodios ocurridos durante aquella jornada, el ministro de marina del gobierno provisorio hace saber al personal que la armada ha cumplido fielmente con las exigencias del movimiento producido.
"Fue necesario desde un principio señalar con precisión el papel que correspondía a cada uno de los tres elementos que intervenían: pueblo, ejército y armada. Cúpole a esta última el papel aparentemente pasivo, pero muy importante, de mantenerse concentrada en sus buques y lista al primer llamado. Constituía una fuerza moral de elevado valor y una gran reserva material que apoyaba con su presencia y su actitud al movimiento popular, manteniéndose unida y en su puesto porque así convenía a los planes proyectados y así lo disponía el jefe general del movimiento.
"Era muy natural la impaciencia de algunos jefes y oficiales que querían desembarcar su gente para tomar con ella una parte más activa al lado del pueblo en aquel gran día; pero eso nos habría alejado de nuestra misión y hubiéramos violentado órdenes, expresas, en momentos en que más que nunca había que ajustarse a ellas, por Id delicado de las circunstancias.
"Esta cooperación que ha obligado a cada uno a dominar el vehemente y natural impulso de tomar parte activa en acciones cúyo desarrollo se presentía, ha puesto de manifiesto cualidades colectivas de mucho valor, que han permitido el desarrollo de los acontecimientos sin alteración de la disciplina tranquila que caracteriza a los hombres de mar, y ha permitido apreciar la discreción con que en casos determinados han sido evitados incidentes que pudieron tener consecuencias desagradables.
"Vuelto el ambiente nacional a su equilibrio normal, la armada debe reanudar sus actividades habituales.
"La conmoción experimentada por la institución ha permitido confirmar creencias anteriores relativas a la necesidad de trabajar muy seriamente en bien de la armada. Ello exigirá, en primer término, que cada uno de los hombres que a ella pertenecen haga uso de la máxima abnegación de que es capaz, para que la armada marche por el camino de la moral y de la corrección, a fin de que todos los esfuerzos concurran al objetivo más inmediato en este momento, que es el del mejoramiento firme de todos los servicios y de todos los elementos, dentro de las leyes y reglamentos en vigor."
Abel Renard fue uno de los conspiradores para el golpe de estado de 1930 contra Hipólito Yrigoyen, aunque sus fuerzas no participaron activamente, aunque sin embargo, fue detenido por las fuerzas leales a Yrigoyen.