Después
de triunfar en mayo de 1810, los hombres de Buenos Aires reclamaron ser
la sede de la "autoridad general" que reemplazaría al virrey. Esto
fue rechazado por los pueblos del interior, que pretendían un trato
igualitario y estar subordinados a un poder central nuevamente.
Asimismo, las distintas formas de
gobierno que se fueron sucediendo - Primera Junta,
Junta Grande, Primer y Segundo Triunvirato
y Directorio - acentuaban cada vez más la tendencia centralista,
y por otro lado, la política económica derivada del libre
comercio arruinaba paulatinamente al interior mientras que los comerciantes
de Buenos Aires se enriquecían cada vez más.
Todo eso derivó en las autonomías
provinciales y el surgimiento de caudillos, que representaban las aspiraciones
provinciales y populares.
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