La dictadura de Aramburu inició una segunda etapa de la dictadura militar, caracterizada esencialmente por adoptar una línea dura frente al peronismo entre ellos la depuración de las fuerzas armadas.
El nuevo régimen encaró una purga en las Fuerzas Armadas, en la Marina, fueron forzosamente pasados a retiro 114 oficiales, entre los que figuraban todos los almirantes con la excepción de Isaac Rojas y 45 capitanes de navío. En el Ejército, fueron pasados a retiro 63 de los 86 generales en actividad y unos mil oficiales fueron obligados a pasar a retiro.
La dictadura de Aramburu propició una legislación de persecución y prevención del comunismo, así como dio un rango estratégico al espionaje ideológico.
El resultado fue la militarización de las agencias de seguridad e inteligencia, que tomaron como tarea monitorear la conflictividad interna y hacer espionaje sobre el comunismo y las acciones de la “resistencia peronista”.
En 1956 fue creada la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE) que tenía potestad para realizar operaciones encubiertas y manejarse a discreción con fondos reservados. El mismo año se “refundó” la Dirección de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires (DIPBA); una agencia dedicada a la vigilancia ideológica que reunió una voluminosa base informativa, organizada con criterios macartista.
También se establecieron contactos con Francia para iniciar cursos de guerra contrarrevolucionaria, una especialidad creada a partir de la experiencia colonialista en el sudeste asiático y en Argelia y que formarían los " escuadrones de la muerte en Argentina.