El estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, determinó que la Argentina se declarara neutral en el conflicto. Sin embargo la lucha armada alcanzó las aguas del Río de la Plata, cuando en diciembre de 1939, el Acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee libró una batalla naval con buques británicos en las aguas del estuario.
En agosto de 1938 se reunió en Lima la octava conferencia panamericana. La delegación argentina fue presidida por José María Cantilo, ministro de relaciones exteriores. Los Estados Unidos propiciaban un pacto de seguridad colectiva de los Estados americanos, en previsión de lo que podría ocurrir dado el estado explosivo del mundo. Cantilo expuso un criterio renuente a todo compromiso: "Pero la Argentina cree que cada pueblo americano con su fisonomía inconfundible debe desarrollar su propia política sin olvidar por ello la magna solidaridad continental ni la gravitación natural de interese recíprocos, que se agrupan por razones geográficas". La Argentina no podía hacer una política exclusivamente americana a causa de los intereses que los países del Plata y no solo la Argentina "tienen en los mercados europeos... que se oponen a ello y gravitan en su política nacional e internacional... Sentímonos estrechamente solidarios con la Europa por la inmigración que de ella recibimos y que tanto contribuyó a nuestra grandeza, por los capitales europeos que fomentaron nuestra producción agropecuaria, nuestros ferrocarriles y nuestras industrias. Es europea la influencia que predomina en la enseñanza superior de nuestras universidades, como europeos son en general el plan y los métodos de la que se da en nuestras escuelas. Todo eso cuenta en la política internacional de la Argentina, como cuenta, estoy seguro, en todos los pueblos latinos de este continente, como los intereses del Imperio británico tienen que ser caros y no pueden dejar de serlo a nuestros hermanos del norte".
El secretario de estado norteamericano Cordel Hull informó en sus Memorias sobre la conferencia de Lima, a la que asistió el canciller José María Cantilo en las primeras sesiones y luego partió para los lagos del sur; la delegación argentina prosiguió en la conferencia, presidida por Isidoro Ruiz Moreno. Para subsanar algunos impases de la reunión, tuvo Cordell Hull que proceder del modo siguiente, según relata en las Memorias:
"Ruiz Moreno prometió telegrafiar a su gobierno pidiendo instrucciones. Hablé con él en privado y le sugerí que hiciese saber a su gobierno las severas críticas que se le estaban haciendo porque no efectuaba ningún aporte para una declaración eficaz. Después de la reunión telefoneé a nuestra embajada en Buenos Aires para que localizase directa e inmediatamente al presidente Ortiz y le solicitara de mi parte que diese instrucciones a la delegación argentina en el sentido de que propusiese una declaración importante en nombre de su país. Por suerte, yo conocía al presidente Ortiz como amigo personal desde varios años atrás, y lo admiraba por su carácter de seria autoridad financiera y económica. Al efectuar esta jugada, pasé por encima del jefe de la delegación argentina y del ministro de relaciones exteriores Cantilo; pero me sentí justificado por completo debido al hecho que dicha delegación se encontraba totalmente desarticulada y Cantilo, en forma deliberada, se había puesto fuera de contacto con la conferencia.
"El presidente Ortiz consiguió comunicarse con Cantilo. Dias después Cantilo, todavía en los lagos del sur chileno, envió a Ruiz Moreno el borrador de una nueva declaración. Estaba en general de acuerdo con el borrador de la propuesta que yo había sometido antes de que abandonara Lima, a excepción de que no estipulaban reuniones regulares de cancilleres (como yo sugerí a ) , y se contentaba con convocar esas reuniones a iniciativa de cualquiera de las Repúblicas".
Pese al convenio de Munich entre Chamberlain e Hitler, el horizonte se presentaba amenazante para todo el que no pudiese darse por satisfecho con la victoria lograda por el gobierno de Londres. En Lima se aprobó la resolución siguiente:
"Para el caso de que la paz, la seguridad o la integridad territorial de cualquiera de las repúblicas americanas se vean amenazadas, éstas proclaman su interés común y su determinación de hacer efectiva la solidaridad, coordinando sus respectivas voluntades soberanas mediante el procedimiento de consulta. Queda entendido que los gobiernos de las repúblicas americanas actuarán independientemente en su capacidad individual, reconociendo ampliamente su igualdad jurídica como Estados soberanos".
Y para facilitar las consultas que establecían este y otros instrumentos americanos de paz, "los ministros de relaciones exteriores de las repúblicas americanas celebrarán, cuando lo estimen conveniente y a iniciativa de cualquiera de ellos, reuniones en las diversas capitales de las mismas, por rotación y sin carácter protocolar".
En junio de 1939 viajó a Buenos Aires el mariscal Félix Estigarribia, presidente del Paraguay, con el propósito de suscribir el protocolo relativo a los límites entre ambas naciones, fijados en el río Pilcomayo. Con ese motivo fue recibido oficialmente por Ortiz y objeto de numerosos agasajos.
En 1939 se recibió la visita oficial del presidente de la República Oriental del Uruguay; general Baldomir, para renovar los acuerdos de amistad e intercambio con la Argentina. Fue recibido por Ortiz y se le tributaron cordiales homenajes.