El 1º de septiembre de 1939, la cancillería argentina recibió una comunicación de la legación de Polonia, por la cual se le hacía saber que Alemania había iniciado acciones de guerra contra Polonia.
El 3 del mismo mes, los representantes diplomáticos de Gran Bretaña y Francia comunicaron que sus países se consideraban en estado de guerra con Alemania. Para fijar su posición, el 4 de septiembre el gobierno del presidente Roberto M. Ortiz, emitió un decreto, declarando la neutralidad en el estado de guerra entre Francia, Gran Bretaña, Polonia y Alemania. La resolución se basaba en las Convenciones de La Haya de 1899 y de 1907, aunque las últimas todavía no contaran con la ratificación del Congreso argentino.
Al día siguiente, la embajada británica presentó al gobierno argentina la lista de artículos considerados como contrabando de guerra, entre los que estaban incluidos como “contrabando condicional” toda clase de productos alimenticios, forraje y ropa. El 8 de septiembre, el canciller Cantilo hizo las reservas correspondientes referentes a los productos de “contrabando condicional”, pues esta categoría afectaría “la exportación de una serie de artículos de alimentación propios de la producción argentina”. El día 10, el Foreign Office comunicaba la resolución británica de permitir el comercio neutral inofensivo, con la salvedad de que no se toleraría el contrabando. A su vez, el gobierno alemán intentó limitar el comercio, suscitando otra protesta argentina.
Para resolver los problemas internos creados por la situación de guerra en Europa y la observancia del decreto de neutralidad, el presidente Ortiz creó por decreto, el 14 de septiembre, una Comisión Interministerial. Esta estaba constituida por un representante de cada departamento, con sede en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y presidida por el delegado del último.
Al estallar la guerra, los Estados Unidos convocaron a una reunión de consulta a las naciones del continente americano, "ante la amenaza potencial de la paz del hemisferio oeste". El ministro de relaciones exteriores, Cantilo, contestó a la nota de los Estados Unidos: "La Argentina adoptará una política de neutralidad ajustándola a las normas consagradas por el derecho internacional y acepta sobre esa base la iniciativa propuesta por el gobierno de los Estados Unidos".
La conferencia se reunió en La Habana en julio de 1940 y la delegación argentina estuvo presidida por Leopoldo Melo, debiendo ajustarse a estas instrucciones:
"Colaborar en todo aquello que tienda a estrechar nuestros lazos con las demás repúblicas americanas sobre la base de la declaración de Lima. Deberá mantenerse dentro del límite de aquella declaración, eludiendo compromisos políticos y militares, que en vez de asegurar la paz de América podría, por el contrario, comprometerla o exponer el Continente a un estado de prebeligerancia".
En 1933, Roosevelt lo nombró Secretario de Estado y lo nombró para dirigir las releciones exteriores en esos difíciles años. En 1939, Hull aconsejó al presidente Roosevelt rechazar la petición de asilo del SS St. Louis que llevaba a 936 judíos europeos. La decisión de Hull envió estas personas de regreso a Europa en vísperas del Holocausto nazi. Existe cierta controversia sobre el papel de Hull en el asunto. Estos judíos huyeron de Europa para escapar de los nazis y después de haberles sido negada la entrada a Cuba y los EE.UU. se les concedió refugio en el Reino Unido y en los países de Europa continental. Muchos de estos últimos se convirtieron en víctimas del Holocausto después de la invasión nazi de Europa occidental en los años siguientes. Hull persiguió una "política del buen vecino" con las naciones de América Latina que ha sido acreditada con la prevención de subterfugios nazis en esa región. Hull y Roosevelt también mantuvieron relaciones con la Francia de Vichy, con créditos que permitieron que las fuerzas del general Maxime Weygand se uniesen a las fuerzas aliadas en la campaña del norte de África contra Alemania. Como responsable de las relaciones exteriores de Estados Unidos antes y durante el ataque a Pearl Harbor. Envió una nota a Japón antes del ataque, que fue titulado formalmente "Esquema de base propuesta para acuerdo entre los Estados Unidos y Japón", que era parte del intento de los Estados Unidos para abrir los mercados chinos a las mercancías estadounidenses en contra de los intereses japoneses.
Se hizo saber esa actitud a los demás gobiernos del continente, advirtiéndoles que la delegación argentina tenía la misión de "evitar todo compromiso de índole política o militar que exponga a estos países a una situación de prebeligerancia y disminuya la actuación independiente en su capacidad individual que los acuerdos de Lima expresamente reservaban".
La delegación argentina propuso una declaración con este texto:
“Los pueblos de América han alcanzado su unidad espiritual por la similitud de sus instituciones democráticas, su inquebrantable anhelo de paz, su amplio sentimiento de humanidad y tolerancia, y por su adhesión absoluta a !os principios del derecho de gentes, de la soberanía igual de los Estados y de la libertad individual, sin prejuicios confesionales o de razas. Apoyándose en tales principios, los pueblos de América buscan y defienden la paz del Continente. Entre las repúblicas americanas existe una solidaridad natural, en virtud de la cual toda acción dirigida a alterar la paz e independencia de que disfrutan, está destinada a provocar una reacción espontánea y común. En el caso eventual de que la paz de las repúblicas americanas fuese amenazada por un acto o amago de fuerza, intentado por un gobierno extra-americano o por cualquier otro, para alterar la integridad territorial o destruir las instituciones nacionales de un país americano, proclaman la decisión de poner en práctica su solidaridad, por medio del sistema consultivo previsto en los acuerdos vigentes, y coordinar así sus voluntades con los medios que las circunstancias aconsejen".
El representante argentino Leopoldo Melo y el secretario de estado de Estados Unidos Cordell Hull y Pedro Ríos en la reunion de cancilleres de La Habana en julio de 1940
Fue aprobada una resolución sobre administración provisional de colonias y posesiones europeas en América; al firmarla el 30 de julio de 1940, el delegado argentino hizo constar reservas sobre los derechos argentinos a las islas Malvinas y la subordinación del convenio a la aprobación del Congreso con relación a su aplicación por la Argentina. Otras resoluciones se mantuvieron en el nivel de recomendaciones, expresiones de deseos, no obligatorias, ya fuesen de carácter militar o de otra naturaleza.
Se acordó también: "Todo atentado de un Estado no americano contra la integridad e inviolabilidad del territorio, contra la soberanía e independencia política de un Estado americano, será considerado como un acto de agresión contra los Estados que firman esta declaración. En caso de que se ejecuten actos de agresión, los Estados signatarios se consultarán entre sí para concretar medidas que convenga tomar".
La Argentina no contrajo ningún compromiso bélico o de beligerancia.
En el informe del delegado Melo al ministro José María Cantilo, el 31 de agosto de 1940, se lee:
"Agregué que esto (la agresión a uno es agresión a todos) era lo que entreveía dentro de la psicología del pueblo argentino y que ante una injusta agresión contra vecinos, no se necesitarían convenciones escritas para que, confundidos en las mismas filas, renovaran días de esfuerzos comunes como los gloriosos del pasado que determinaron la independencia y organización de las repúblicas de esta parte del Continente. Enumeré estas consideraciones para con¬testar argumentos encaminados a establecer que ante el peligro que amenazaba, resultaban débiles e insuficientes las soluciones de emergencia contenidas en el acta de La Habana y la conveniencia de compromisos escritos, con relación a la defensa común. El primer juicio con relación a la Argentina se fue rectificando al constatar que no obraba guiada por un propósito egoísta de eludir deberes que se consideraban comunes, sino inspirada en hondas y sinceras convicciones de buscar la seguridad, no en verbalismos ni en la letra muerta de tratados, sino en lo real cimentado y nutrido en las manifestaciones de la voluntad de cada pueblo . En conclusión: en La Habana se ha avanzado felizmente en el camino de la unión y de la solidaridad de las repúblicas de Américas, y las soluciones de emergencia materia de consulta en resguardo de los peligros in¬mediatos derivados del desarrollo de la guerra en Europa y de sus posibles repercusiones en América no han apartado a los representantes de las repúblicas, de la unión y solidaridad para la preservación de la paz, dentro de los ideales democráticos, de los principios reguladores del panamericanismo y de los dictados del derecho"...
Las Memorias de Cordell Hull muestran entretelones de la conferencia y su habilidad para lograr resultados. Se lee en ellas:
"Personalmente el Dr. Melo resultó muy cooperativo. De inmediato advertí, sin embargo, que había venido a La Habana con instrucciones rígidas de su gobierno, de las que no podía apartarse. Todos mis argumentos no servirían para nada si continuaba esa situación. Por lo tanto, sentí la necesidad (como lo había hecho en la conferencia de Lima) de pasar por encima de la delegación argentina para recurrir al presidente de la República, Dr. Ortiz. Me entrevisté con el Dr. Melo y le solicité que enviara un telegrama al Dr. Ortiz, esbozándole mi pensamiento sobre las medidas que deberíamos adoptar para proteger a las colonias europeas y trasmitiéndole mi sugerencia en el sentido de que el Dr. Ortiz enviase instrucciones a Melo para trabajar con los Estados Unidos y las demás delegaciones en el apoyo a una acción decisiva.
"Cuando el Dr. Melo vaciló, le dije que lo que yo pensaba era un telegrama en mi nombre que él trasmitiría. Entonces aceptó. Al enviar su telegrama, en verdad estábamos pasando por encima del gobierno interino de la Argentina. El presidente Ortiz, gravemente enfermo, se había retirado a una playa de veraneo, y el vicepresidente Castillo había ocupado su lugar.
"La respuesta no tardó mucho en llegar. En su esencia, consistía en instrucciones tales como yo las deseaba"...
Chispazos directos de la guerra pudieron advertirse el 13 de diciembre de 1939, cuando el acorazado de bolsillo "Graf von Spee" fue atacado en aguas del río de la Plata, cuando buscaba refugio en un puesto neutral, por los cruceros británicos "Ajax", "Achilles" y "Exeter", que lo dejaron fuera de combate. Entró en Montevideo para sepultar sus muertos y con el propósito de efectuar reparaciones, pero se le intimó la salida; el comandante consultó a Berlín y recibió orden de hundir la nave, cosa que hizo a la salida del Río de la Plata.
Los sobrevivientes de esa batalla naval, librada en aguas jurisdiccionales uruguayas, fueron internados en la Argentina y el comandante Langsdorf del acorazado alemán puso fin a su vida, al llegar a Buenos Aires; luego de solucionar la situación de su tripulación.