La primera de las noticias que interesaba a San Martín que llegase al cuartel general realista de Chile, era exacta, pues a fines de 1815 salió de Buenos Aires el comodoro Guillermo Brown con patente de corso al frente de una escuadrilla compuesta por los bergantines: Hércules, Trinidad y Halcón y el queche Uribe.
Hipólito Bouchard iba al mando de las dos últimas naves. Una tormenta frente al cabo de Hornos hizo naufragar el queche Uribe y produjo daños en el Hércules y el Trinidad. Las naves dañadas fueron reparadas en la isla de Mocha y zarparon luego para el Callao, bloqueando este puerto durante tres semanas. Un golpe de audacia permitió a Brown apoderarse de la fragata realista La Consecuencia, que recibió luego el nombre de La Argentina, célebre por el crucero mundial que hizo bajo el mando de Bouchard.
A mediados de febrero de 1816, la flotilla penetró en el puerto de Guayaquil y tomó por asalto la fortaleza que defendía la entrada, apoderándose de una goleta. Con esa goleta y el Trinidad, Brown atacó el fuerte de San Carlos, pero la bajante de la marea hizo encallar el Trinidad, la nave insignia, abordada por un destacamento de infantería española. En vista de la desproporción de las fuerzas, Brown amenazó con volar la santabárbara si el enemigo no interrumpía el fuego y consiguió qué fuese aceptada la rendición de los tripulantes, quedando él también prisionero.
Bouchard, que había quedado indemne con La Consecuencia y el Halcón, propuso a los españoles un canje de prisioneros y así fue rescatado Brown.
Diferentes criterios surgidos entre Brown y Bouchard motivaron su separación y que se diese por terminado el crucero; Bouchard regresó con La Consecuencia y Brown siguió hasta las costas de Nueva Granada, desde donde inició el regreso a Buenos Aires.
La experiencia naval en el Pacífico tuvo su efecto: el virrey del Perú no pudo enviar refuerzos a Chile y Marcó del Pont tomó una serie de medidas de prevención que alejaron por todo el verano de 1815-16 el peligro de invasión a Mendoza, y ése era el fin perseguido por San Martín.
San Martín estaba informado sobre los efectivos realistas en Chile y su distribución en Chillán, Coquimbo, Talca, en el Valle, en Santiago, en Concepción, en San Fernando, en Quillota.
El 22 de mayo de 1815 el Cabildo de Buenos Aires anunció al pueblo que se esperaba el arribo de una expedición española al Río de la Plata. Entre las medidas defensivas que anunció estaba una expedición naval a las costas de Chile y del Perú. Al iniciarse los aprestos de la expedición se vio que no era posible realizarla contra buques de guerra realistas, pues los buques con que se contaba eran comerciales y no militares. Algunos emigrados chilenos en Buenos Aires, tales como el presbítero Julián Uribe, sugirieron al gobierno que lanzara los barcos en una expedición corsaria a las costas del Pacífico, sin empeñarlos en una guerra naval regular. El corso afectaría el comercio español, sembraría alarma y generaría recursos económicos. El Gobierno de Buenos Aires aceptó la sugerencia y ordenó en junio de 1815 aprestar 5 barcos para realizar la expedición. Aunque los aprestos se realizaban en secreto, algunos realistas de Buenos Aires intentaron pasar comunicaciones a Chile para preparar acciones de defensa, pero el gobernador de Cuyo, José de San Martín, logró interceptar esos intentos.