Batalla de Maipú

La Batalla de Maipú fue un enfrentamiento armado decisivo dentro del contexto de la Guerra de la Independencia de Chile, que tuvo lugar el 5 de abril de 1818, en el sector conocido como los Cerrillos del Maipo, al poniente de la ciudad de Santiago. Se enfrentaron las fuerzas patriotas del Ejército Unido Libertador de Chile (formado por tropas rioplatenses y chilenas del Ejército de los Andes más el Ejército de Chile) al mando del capitán general José de San Martín, contra el Ejército Real de Chile del Imperio español bajo las órdenes del general Mariano Osorio.

La batalla de Maipo

Mariano Osorio no tenía un plan definido al hallarse con el enemigo dispuesto a hacerle frente; se sintió inclinado a rehuir por el momento la lucha y dirigirse a Valparaíso, bloqueado por la escuadrilla que lo había transportado a Talcahuano, a fin de tener allí una base de operaciones segura y una retirada en caso desfavorable. Pero San Martín estaba dispuesto a interceptar el paso de Osorio hacia Santiago y a obstaculizar su avance en dirección a Valparaíso.

El lugar elegido para la acción por el jefe del Ejército Unido fue el norte del río Maipo, entre la hacienda Lo Espejo y el camino de La Calera a Santiago. Al noroeste de Lo Espejo se ofrece una altura triangular que, junto con una meseta más al este, Loma Blanca, distinguen la topografía del lugar; los cerrillos de Errazuriz al norte de la altura triangular y una suave hondonada entre ella y Loma Blanca completan la fisonomía del campo de la acción.

San Martín emplazó sus tropas en la Loma Blanca, a 10 km al sur de Santiago, cerrando así los caminos de acceso a la capital y amenazando al mismo tiempo el que conducía a Valparaíso desde los pasos del Maipo.

Las líneas daban frente al sur y a ambos lados del camino.

El abrazo de Maipú

El general chileno Bernardo O'Higgins, convaleciente de una gran herida (producto de la derrota aliada en Cancha Rayada), se presentó poco antes de terminado el último ataque contra los realistas y entusiasmados por la victoria San Martín y O'Higgins se abrazaron victoriosos en una escena que dio origen a un cuadro, el histórico abrazo conocido como El abrazo de Maipú, donde O'Higgins le dice a San Martín ¡Gloria al salvador de Chile! y San Martín le responde General: Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó al campo de batalla en ese estado. Gracias a esta batalla se aseguró la Independencia de Chile. Los patriotas perdieron un 35% de sus fuerzas entre muertos y heridos.​Los realistas sufrieron más de 1.500 muertos y 2.000 prisioneros, de los cuales 700 al mando del desertor patriota Ángel Espejo fueron capturados en el cerro Niebla por el coronel Manuel Rodríguez Erdoíza y sus Húsares de la Muerte en la última carga de caballería de la batalla. 

Cuando el general en jefe supo que Osorio se había puesto en marcha desde La Calera, avanzó la caballería para que hostigase a las fracciones de vanguardia y amenazase sus flancos, manteniendo al enemigo en alarma constante. La noche del 4 de abril se mantuvo un tiroteo intenso; el ejército realista estuvo toda la noche alerta a causa de la hostilidad de la caballería patriota. Al amanecer, Osorio comprendió que no podía ya eludir el combate y se dirigió hacia las casas de la hacienda Lo Espejo; avanzó hacia las alturas al noreste, precedido por la ca-ballería, que llegó a ellas y mantuvo un tiroteo con la caballería de Zapiola. Osorio reforzó su caballería con cuatro compañías de cazadores y dos cañones que emplazó en las lomas de Errazuriz; detrás de esa vanguardia avanzaron los otros batallones con el resto de la artillería, mientras los escuadrones se desplazaban para proteger el flanco sur.

Al ocupar aquellas alturas, Osorio permaneció en la defensiva; según el relato de O'Brien, San Martín habría dicho: "Osorio es más torpe de lo que yo creía. El triunfo de este día es nuestro. El sol por testigo". Tomó el mando de las tropas y dio orden de iniciar el ataque.

Media hora antes de la batalla, el general Brayer le pidió permiso para retirarse pretextando una antigua dolencia; se había dedicado después de Cancharrayada a esparcir calumnias y alarmas. San Martín pudo haberle fusilado, pero le autorizó a retirarse diciéndole: "El último tambor del Ejército Unido tiene más honor que Ud.". Y ordenó a González Balcarce que le suspendiese del empleo por indigno. Fue por eso, en lo sucesivo, uno de los detractores de San Martín.

Formó el Ejército Unido una columna de marcha general hacia el borde occidental de Loma Blanca, dando frente a la dirección que seguían los realistas, para acortar la distancia que separaba a los contendientes. Hubo que 'sortear muchos obstáculos, pero a mediodía el Ejército Unido llegó al punto señalado y ocupó una posición conveniente; formó dos grandes alas en primera línea, con una agrupación de reserva a retaguardia y en el centro; el ala noroeste fue puesta al mando de Las Fieras, que tenía entre sus subalternos a Blanco Encalada con la artillería y a Zapiola con los granaderos a caballo; el ala sureste fue confiada a Rudecindo Alvarado; la artillería estuvo a cargo de Pedro Regalado de la Plaza. La reserva quedó al mando del coronel Hilarión de la Quintana. En el centro se situó el puesto de comando de San Martín y el cuartel general, entre la artillería de los Andes y la reserva.

Osorio ocupó su posición con todas las tropas en una línea, sin reserva. La vanguardia estaba a las órdenes del coronel Primo de Rivera y ocupó los cerrillos de Errazuriz; la primera división, sobre la altura triangular, quedó a las órdenes de Ordóñez; la segunda división se emplazó desde el centro de la altura triangular hasta su vértice norte. Las casas de la hacienda Lo Espejo fueron ocupadas por el parque y los bagajes.

El ejército realista, que había tomado la iniciativa desde Talcahuano, al llegar a los llanos de Maipo asumió una actitud defensiva, en espera de los movimientos del adversario; esa vacilación permitió a San Martín realizar un cambio de posiciones sin ser molestado.

La batalla se entabló a mediodía desde las líneas patriotas. La primera andanada de la artillería fue tan acertada que mató el caballo de Osorio. La artillería realista respondió y la división de Primo de Rivera fue reforzada, ordenándosele que se mantuviera en los cerrillos de Errazuriz.

San Martín descubrió pronto la parte débil del dispositivo enemigo, que era el flanco sureste; antes de que el jefe español pudiese cubrirlo, dio orden de ataque. El batallón Nº 11 se dirigió a las alturas que ocupaba Primo de Rivera para tratar de desalojarlo de ellas y caer luego sobre el flanco emplazado en los cerrillos de Errazuriz. El jefe realista Morla advirtió la situación comprometida

El batallón argentino y cargó sobre él; el N' 11 se cerró en espera del ataque Las Heras ordenó entonces a la artillería de Blanco Encalada que tomase como blanco la caballería española y a Zapiola que cargar con los granaderos a caballo. Al advertir la caballería enemiga, Escalada se lanzó a la carga con su escuadrón sin esperar órdenes arrastró al de Medina. La caballería de Morla fue arrollada, los granaderos continuaron su avance y penetraron en el claro que había dejado el enemigo a pesar del fuego que se le hacía desde la altura triangular. Las pérdidas de los escuadrones de Escalada y de Medina fueron muchas y tuvieron que retroceder sobre el resto del regimiento que acudía en su ayuda. Zapiola reorganizó rápidamente la Línea y se arrojó a una carga impetuosa contra los dragones de la frontera, destrozándolos.

Libre de ese peligro, el batallón Nº 11 reanudó el avance y alcanzó la altura frente al claro que había dejado la caballería de Morla.

Los otros batallones de la división Las Heras, retrasados en el despliegue, no participaron en esa primera etapa del ataque al ala derecha y San Martín urgió el movimiento.

La división de Alvarado se lanzó cuesta abajo para atravesar la hondonada que la separaba del adversario y asaltar sus posiciones. Las órdenes de Osorio para contener ese peligro sembraron la confusión en sus subordinados. La primera división salió al encuentro de la línea de Alvarado; la segunda se confundió y abandonó el terreno que ocupaba siguiendo a la anterior, mientras Osorio insistía en que Morla protegiese el flanco izquierdo y Primo de Rivera constituyese la reserva con sus tropas.

Las divisiones españolas continuaron el avance con su flanco derecho protegido por los lanceros del rey y los dragones de Arequipa, que siguieron el movimiento, escalonándose hacia adelante; Freire cargó con su caballería sobre ellos y los dispersó.

El batallón Nº 8 de los Andes fue desorganizado y obligado a retirarse; ocurrió lo mismo con el Nº 2 de Chile. La artillería de Borgoño dirigió el fuego contra las columnas españolas triunfantes y Alvarado hizo desplegar rápidamente el batallón Nº 1 de cazadores de los Andes, que fue objeto de un fuego vivísimo de las tropas de Ordóñez. Advertido el peligro, Las Heras ordenó al batallón de infantes de la patria que cooperase con la división izquierda y la intervención fue tan oportuna que el equilibrio de la situación fue restablecido.

Se contuvo el ataque de las divisiones españolas, pero los batallónes Nº 2 y Nº 8 habían dejado un claro que permitía a las columnas de Ordóñez penetrar por él. San Martín ordenó a Hilarión de la Quintana que lo cerrase a marchas forzadas y esa reserva se lanzó cuesta abajo hasta la hondonada.

Al ver destrozada su caballería, Primo de Rivera se replegó y formó una reserva a retaguardia de la altura triangular, dejando la artillería abandonada en los cerrinos de Errazuriz, en el momento en que la reserva de Hilarión de la Quintana se lanzó al contraataque después de llegar a la primera línea del ala izquierda patriota.

Al retirarse Primo de Rivera, Las Heras no halló obstáculos para flanquear el dispositivo enemigo por el norte y reanudó el ataque, entre los cerrillos de Errazuriz y la altura triangular. En ese momento la derrota del ejército realista era un hecho inevitable.

Ordóñez había fracasado en su ataque, la caballería realista en ambas alas había quedado deshecha. Primo de Rivera se retiró de sus posiciones. Teniendo eso en cuenta, Osorio trato de sustraer sus líneas al desastre retirándose; pero Las Heras nc le dejó tiempo e hizo cargar a los granaderos y a los cazadores; Alvarado desorganizó en su embestida dos divisiones, y Freire, dueño del terreno en el flanco sur, cayó con su caballería sobre las filas enemigas y las desbarató totalmente.

Los realistas comenzaron el desbande en dirección a las casas de la hacienda Lo Espejo. El intento hecho por Osorio para contener a los fugitivos fue en vano y tuvo que 

replegarse con sus ayudantes. Aún logró reunir cerca de 2.000 hombres de todas las armas, pero al salir a los campos del sur se le dispersaron. La caballería patriota se lanzó en su persecución. Osorio no tuvo más remedio, para salvarse, que huir hacia la costa.

Ordóñez continuó la resistencia en las casas de la hacienda. Las Heras llegó frente al callejón de las mismas; el primer asalto fue contenido causando 250 bajas al batallón de Coquimbo, pero el jefe español se vio perdido y formó el cuadro con la infantería que le quedaba.

Ordenó Las Heras el ataque y en menos de un cuarto de hora el cuadro fue destrozado; los pocos sobrevivientes se refugiaron en las casas de la hacienda, donde el batallón N° 11 los aniquiló en una carga a la bayoneta.

A las 5 de la tarde llegó al campo de batalla el general O'Higgins con el brazo en cabestrillo y dio a San Martín el abrazo famoso de Maipo. A las 6, la batalla había terminado.

Tuvieron los realistas 2.000 muertos, cerca de 3.000 prisioneros, incluso 190 jefes y oficiales, y perdieron todo el armamento y material de guerra. Los patriotas tuvieron un millar entre muertos y heridos.

El capitán O'Brien fue enviado en persecución de Osorio, pero éste, después de diez días de marcha por un camino de la costa, llegó a Talcahuano con un pequeño resto de sus tropas; aumentó luego su contingente a 600 con los dispersos reunidos y se mantuvo en la plaza a la defensiva.

San Martín envió al director supremo Pueyrredón el primer parte de la batalla: "Acabamos de ganar completamente la acción, un pequeño resto huye precipitadamente. La Patria es libre".

Horas después envió el segundo parte con el relato de la acción y la reseña de las pérdidas del enemigo.

La independencia de Chile quedó asegurada y Maipo selló el destino de la América española; los patriotas pudieron disponer de bases navales en el Pacífico y conquistar el dominio del mar para concluir la obra en Perú. La iniciativa quedó ahora en sus manos y los realistas comenzaron a retroceder y a defenderse hasta que los esfuerzos de San Martín y Bolívar los eliminaron completamente del escenario suramericano.