Viamonte condujo las fuerzas salvadas hasta Salta y continuó la retirada hacia el sur al mando de Pueyrredón, pues lo que había quedado en pie carecía de valor combativo ante la ofensiva de Goyeneche.
Las perspectivas en 1812 eran inmejorables para los realistas, dueños de Montevideo, dominaban el mar y los ríos; los portugueses se hallaban a la espera de una oportunidad para intervenir; la sofocación de la revolución en el Alto Perú dejaba abierto el camino hacia las provincias norteñas y una expedición bien organizada podría llegar a Buenos Aires si la península proporcionase fuerzas expedicionarias importantes para operar contra la capital del virreinato desde la Banda Oriental.
No obstante, esas ventajas, la región norteña era desfavorable para los beligerantes, porque debían operar lejos de sus centros de abastecimiento y el terreno era pobre en recursos bélicos, la población hostil y el terreno propicio para los golpes de mano y la resistencia irregular.
Viamonte fue acusado de no involucrar a los 1500 efectivos a su mando en la batalla de Huaqui, esto lo relevo del mando recayendo esta en Pueyrredón, a su vez Pueyrredón al ver la incapacidad de reorganzacion dio el mando a Belgrano.