Beresford se hizo cargo inmediatamente del gobierno de la ciudad conquistada a tan bajo costo., consciente de su escaso poder y decidido a atraerse la benevolencia de los habitantes, el jefe inglés luego de tomar a las autoridades civiles y militares de la plaza el juramento de fidelidad a Su Majestad Británica. dictó una serie de medidas para ganarse los ánimos. /p>
Procuró atender a las necesidades de la población y trató de hacer ver a ésta los beneficios del régimen británico; normalizó la vida de la ciudad, devolvió a sus dueños los barcos apresados en la bahía, en los ríos y riachuelos, y declaró libre el intercambio comercial mediante el pago de determinados derechos aduaneros.
Cuando llegó a Buenos Aires el tesoro capturado en Luján, Beresford recibió reclamos de personas que explicaban que los caudales contenían pequeñas sumas de propiedad particular. El general se comprometió a examinar cada reclamo y devolver el dinero a su dueño cuando correspondiera; así se realizó en varios casos.
Prometió a las autoridades eclesiásticas no inmiscuirse en sus prácticas, en respuesta, el prior de los dominicos envió una carta a Beresford, expresando su agradecimiento por la humanidad con la que procedía, agregando que “aunque la pérdida del gobierno en que se ha formado un pueblo suele ser una de sus mayores desgracias, también ha sido muchas veces el principio de su gloria [...] La Religión nos manda respetar las autoridades seculares y nos prohibe maquinar contra ellas sea lo que fuera su Fe y si algún fanático, o ignorante, atentare temerariamente contra las verdades tan provechosas merecería la pena de los traidores a la Patria y al Evangelio”.
Con el arribo de los ingleses, los esclavos negros de Buenos Aires mostraron cierta intranquilidad y desobediencia ante sus amos, suponiendo que a partir de su llegada serían liberados. Pero Beresford no tenía intención de modificar el orden social vigente y ante las denuncias de algunos españoles sobre la cuestión emitió un bando en el que establecía
“Que los esclavos están sujetos a sus dueños como antes, y que se tomarán medidas severísimas con los que trataran de librarse de esa sujeción. Que se reabran las tiendas y negocios, y que el general hará policía severa”.
Los síntomas de la reacción no se le escapaban a Beresford, por eso, para prevenir que los habitantes pudieran organizar un levantamiento contra las autoridades inglesas, el 7 de julio de 1806 ordenó “Que se entregue toda arma del gobierno a los alcaldes antes del día 12, so pena de $200 por arma” debido a que los habitantes de la ciudad, desobedeciendo al Cabildo, retenían las armas que habían llevado a sus casas.
El 19 de julio agregó, que se decretaba:
En los planes de quienes organizaban la expulsión del invasor se consideró como una importante estrategia inducir la deserción de los soldados de las filas enemigas; cosa que resultó sencilla entre los irlandeses católicos, italianos y españoles que componían las milicias de Santa Elena y los holandeses incorporados en Ciudad del Cabo.
Resultó de gran importancia el bando del 4 de agosto de 1806, “Declarando el comercio libre y especificando los derechos de aduana a cobrar, como también aboliendo los impuestos internos de importación o exportación de la ciudad de productos del país”.
La implantación del libre comercio y la reducción de las tasas aduaneras, significó el núcleo de un nuevo pacto colonial, a cuya sombra los comerciantes porteños no hubiesen podido continuar prosperando como lo veían haciendo hasta el momento.
Luego de la Reconquista, Liniers informó al Rey que ciertas personas en Buenos Aires, habían apoyado el accionar de los ingleses creyendo que, con su ayuda, iban a lograr la independencia. El gobernador nombró comisario de prisioneros al capitán Alexander Gillespie, quien hizo prestar juramento al Rey de Inglaterra a las tropas apresadas.
A los oficiales españoles se les dio la opción de quedarse en Buenos Aires sin sueldo y bajo juramento de no tomar las armas en contra de la Corona hasta ser canjeados por prisioneros ingleses o ser embarcados y enviados a Europa.
Todos optaron por la primera alternativa, como forma de control, debían presentarse ante Gillespie varias veces a la semana.
Por falta de alojamiento público, los oficiales ingleses, incluyendo a Beresford, se hospedaron en las casas de las familias principales, tuvieron contacto directo con sus miembros y lograron granjearse su aprecio.
Tomaron parte en todas las fiestas y expresaron su admiración por la belleza de las criollas y su destreza para tocar el piano y la guitarra.
En general, la población de Buenos Aires se mostraba amable con el invasor, pero muchos ingleses notaban que esa conducta no expresaba sus verdaderos sentimientos. En el trato hacia los ingleses siempre había una perceptible reserva, que se hacía más notoria cuando los oficiales británicos pretendían conversar acerca de temas políticos o religiosos. La amabilidad porteña tenía sus motivos, la población sabía que la reconquista era cuestión de tiempo. La conducta inglesa procuraba ganar la confianza para mantenerse y la porteña ganarla para dar fin a la invasión.
Desde el Río de la Plata, Sir Home Popham escribió a su amigo Miranda, el 20 de julio de 1806:
"Mi querido general: Aquí estarnos en posesión de Buenos Aires, el mejor país del mundo, y por lo que veo de la disposición de sus habitantes, no dudo de que, si los ministros accedieran a las propuestas de usted y le mandaran aquí, su situación sería tan buena en este lado como en el otro, trate mi amigo de venir. ... me gustan los suramericanos prodigiosamente. Dios bendiga a usted, mi querido general. Créame siempre suyo".
A esta carta respondió Miranda en abril de 1807: . ..
"Jamás he creído que se pudiera establecer nada sólido en ese país, ni mucho menos sostenerse largo tiempo entre los habitantes sin declarar su independencia absoluta"...
Existen indicios que diversos sectores luego protagonistas de ¡a Revolución (Castelli, Pueyrredón. etc.), tuvieron tratativas con los británicos en torno a la posible emancipación de esta colonia. Beresford desechó en un principio esos intentos, pues carecía de instrucciones superiores al respecto.
Por su parte, el general Beresford escribió el 11 de julio a lord Castlereagh, pidiéndole instrucciones y refuerzos: .
.."Por cierto que de retener este lugar tan sólo durante la guerra, y en el caso que las instrucciones me lo permitan, podríamos actuar en forma que enajenaría totalmente el afecto del pueblo al yugo español, que en caso de restablecerse, le sería extremadamente difícil gobernar"...
Hubo otro gobierno británico en el Río de la Plata, el de Montevideo, que se inició el 29 de octubre de 1806 con la toma de Maldonado, y terminó a mediados de julio de 1807 con el reembarco de los ingleses.