En cuanto la ciudad fue tomada por los ingleses, comenzaron a delinearse los planes para reconquistarla. En virtud de los términos de la capitulación, los funcionarios y los jefes militares estaban inhibidos de levantar las armas contra los ingleses, la iniciativa quedó librada a la decisión de los vecinos.
El catalán José Fornaguera presentó ante el alcalde de segundo voto, Anselmo Sáenz Valiente y el comerciante Martín de Alzaga, un proyecto que consistía en reunir unos ochocientos hombres que tendrían la misión de tomar por sorpresa el cuartel de la Ranchería, donde se apostaba la mayoría de los soldados ingleses. Al mismo tiempo, otras partidas acorralaban los cuatro puestos principales: la plaza del Retiro, el muelle, el piquete y la cárcel del Cabildo. Así, la guarnición que se encontraría en la Real Fortaleza, encerrada y sin poder pedir auxilio, no tendría más que rendirse. Sáenz Valiente y Alzaga aseguraron que el dinero para llevar adelante el proyecto estaría disponible. Alzaga y Fornaguera se reunieron con otro catalán, Felipe Sentenach, que tenía un plan similar, para aunar esfuerzos.
Gracias a un pase gestionado por Ana Perichón, esposa del inglés Edmundo O’Gormann, Liniers pudo entrar, el 29 de junio, a la ciudad ocupada.
Dos días después de la capitulación, amparado en su condición de francés y en que no era prisionero de guerra, pidió permiso para entrar en la ciudad donde residía su familia. Beresford le otorgó el pasaporte sin pensar que trabajaría para expulsarlo de la ciudad.
Reunidos los conspiradores en la casa de Alzaga, redactaron una carta para que fuera enviada al gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro. Allí solicitaban sus auxilios y brindaban detalles acerca de las fuerzas enemigas. En esa reunión se aprobó el plan trazado por Sentenach que consistía en fortificar un punto distante de la ciudad para concentrar en él el mayor número de hombres para hostigar al enemigo.
Además se reclutarían unos quinientos hombres armados, a quienes se les pagaría un salario, para que actuaran en el momento oportuno. Se colocarían minas para hacer volar el cuartel inglés alojado en la Ranchería. Se tendía a concentrar la lucha en dos puntos y se trataba de evitar los enfrentamientos callejeros para no ocasionar perjuicio en el vecindario. Explotadas las minas en el cuartel entrarían en juego los quinientos hombres ubicados en el interior de la ciudad y en su apoyo acudirían las fuerzas llegadas desde Montevideo. Finalmente, entrarían en escena los hombres ubicados en el atrincheramiento distante. Se trataba de combinar la expedición desde Monte- video con las acciones desencadenadas en la ciudad. Los recursos económicos para la reconquista fueron provistos por Alzaga. Algunos autores opinan que el acaudalado comerciante esperaba ser nombrado jefe del gobierno una vez reconquistada la ciudad y destituido Sobremonte.
El obispo Lue y Riega dio su conformidad a las acciones de la reconquista y el clero se ocupó de fomentar las deserciones entre los soldados ingleses católicos. Alzaga puso en contacto a Liniers con el grupo de Sentenach. El francés designó como jefe principal a Sentenach y como segundo a Esteve y Llach. El resto de los hombres quedó al mando de pequeños grupos. Liniers resolvió pasar a Montevideo para organizar y actuar con las fuerzas que serían el apoyo externo. La divisa que adoptaron era blanca y roja en señal de fidelidad.
El 16 de julio se alquiló a Domingo Belgrano –padre de Manuel- la quinta de Perdriel35, ubicada en las proximidades de la costa de Olivos, para establecer en ella el atrincheramiento distante dispuesto en el plan, allí se concentrarían los hombres que se fueran reuniendo y desembarcarían los fuerzas llegadas desde Montevideo. La quinta serviría para adiestramiento de las improvisadas tropas. A cada hombre se le aseguraba el pago de cuatro y medio reales por día. Algunos caciques de tribus cercanas ofrecieron sus indiadas para luchar contra los ingleses.
A las acciones de la recuperación de la ciudad se sumaba la expedición que desde el interior preparaba Sobremonte. El 14 de julio declaró a Córdoba capital del virreinato y comenzó a reclutar hombres para avanzar sobre Buenos Aires. Informado de los acontecimientos en la ciudad portuaria, expresó su conformidad respecto de las acciones encaradas por Huidobro y del nombramiento de Liniers como jefe de la expedición. Sobremonte llegó tarde, cuando la reconquista ya se había concretado.
Fue don Anselmo Alcalde de 2º voto del Cabildo porteño en 1806, y por su eficaz desempeño durante las invasiones inglesas, se consideró merecedor de un título de Conde, que no llegó a concretarse a causa de la revolución bonaerense de 1810.
Nació en 1775 en la isla Borbón del océano Indico, emigró con su familia a las Canarias para establecerse a partir del 1799 en la capital del virreinato del Río de la Plata. Se casó con el irlandés Tomás O’Gorman y tuvo con él dos hijos, uno de los cuales fue el padre de la renombrada Camila O’Gorman. El marido de Ana no tuvo buena fortuna en los negocios y pronto se refugió en España, abandonando a su esposa en Buenos Aires. Los cronistas de la época la describen como una dama bonita, elegante, picaresca, atrac- tiva, graciosa, desenfadada. La habían apodado la Perichón o la Perichona. Durante la primera invasión inglesa, Ana se relacionó con el coronel James Burke y con el general Williams Beresford. Pero también conoció a Santiago de Liniers, con quien estableció un fluido contacto, llegando a conquistarlo. Las relaciones privadas entre ambos tomaron estado público, escandalizando a la sociedad porteña.
Por las tardes, luego de rezar el rosario, las mujeres se ubicaban en su estrado35 y mientras tomaban mate y ocupaban sus manos en el bordado intercambiaban confidencias. Los amoríos entre Liniers y la Perichona eran el tema obligado. Se decía que ella se había convertido en la figura central de la política del momento y que su casa, donde se realizaban festines y bacanales, a los que asistían hombres influyentes, ingleses, españoles o franceses, se había convertido en una sucursal de la Real Fortaleza. Su ascendencia sobre el comandante inglés permitió a Liniers conseguir el salvoconducto que lo autorizaba a volver a Buenos Aires e iniciar la preparación de la resistencia. Se cuenta que, el 12 de agosto, cuando el francés avanzaba con su tropa camino a la Plaza Mayor, se detuvo en la casa de Ana –actual calle Reconquista entre Sarmiento y Corrientes– y se arrodilló luego, ante el altar de la virgen de la Merced, antes de lanzarse al combate. También se afirma que tuvo participación en la capitulación honrosa acordada al jefe británico.
Gracias a un pase gestionado por Ana Perichón, esposa del inglés Edmundo O’Gormann, Liniers pudo entrar, el 29 de junio, a la ciudad ocupada, dos días después de la capitulación, amparado en su condición de francés y en que no era prisionero de guerra, pidió permiso para entrar en la ciudad donde residía su familia. Beresford le otorgó el pasaporte sin pensar que trabajaría para expulsarlo de la ciudad.