En numerosas zonas del planeta, la erosión y la desertización son una seria amenaza. Los ecosistemas de estas zonas están adaptados a sobrevivir en condiciones bastante duras: temperaturas elevadas y escasa disponibilidad de agua. Se encuentran en un equilibrio muy delicado que depende del mantenimiento de estas condiciones. Cualquier cambio en ellas conlleva una importante alteración de los ecosistemas, que puede llegar a producir su desaparición. El resultado es lo que denominamos desertización.
El término erosión o desertización fue dado en 1.949 por un silvicultor (persona encargada de manejar y cultivar bosques), francés que trabajaba en África occidental para describir la destrucción gradual de los bosques de las zonas húmedas, vecinos al desierto del Sahara.
Sin embargo, hubo que esperar a los inicios de los años setenta, fue en esa época que más de 200.000 personas murieron de hambre como consecuencia de una gran sequía en la región localizada precisamente al sur del Sahara. De esta manera los organismos oficiales asumieron la necesidad inmediata de hacer frente al fenómeno de manera conjunta. Le tocó pues, a la desertización, el dudoso honor de ser el primer problema ambiental considerado de forma global. A partir de entonces, su riesgo es cada vez más inminente y las soluciones más difíciles.
A raíz de la tragedia, en 1.977 se organizó en Nairobi (Kenia) la Primera Conferencia Internacional de las Naciones Unidas para el Combate a la Desertización o Erosión donde se fijaron las líneas del Plan de Acción de Combate a la Desertización (PACD), que tenía como objetivo desarrollar acciones en un ámbito mundial. Pocas se concretaron y fue necesario esperar a que en 1.994, tras la celebración un año antes de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, para que la Asamblea General, aprobara los términos de la Convención de la ONU sobre el combate a la Desertización.
Uno de los más graves problemas que afecta al suelo es la erosión, generada fundamentalmente por la deforestación, que lo deja a merced de los agentes geológicos externos (principalmente agua y viento). Estos, con su acción continuada, terminan arrastrando sus partículas hasta las cuencas sedimentarias, donde formarán las rocas sedimentarias.
La erosión continuada puede provocar el deterioro de los ecosistemas naturales, al dificultar el crecimiento de los vegetales; el agravamiento de las inundaciones, ya que las partículas sólidas hacen más agresiva la acción del agua; el aterramiento de embalses y lagunas, al aportar continuamente materiales sólidos, y la pérdida de suelo cultivable y de su fertilidad, agravando el hambre en determinadas zonas del mundo. Todas estas acciones contribuyen también a la desertización.
Su prevención debe estar dirigida a proteger las áreas boscosas de cada zona; a evitar la deforestación, ya sea por tala o por incendios; a repoblar con eficacia y prontitud las áreas quemadas o las zonas de cultivo abandonadas; a revegetar aquellas zonas expuestas a los agentes erosivos por las grandes construcciones o actividades humanas.
Para este tipo de fenómeno en nuestra tierra se distinguen dos tipos: la erosión natural y la erosión antrópica o causada por el hombre. A su vez, la erosión natural se subdivide en erosión pluvial y erosión eólica.
Tenemos entonces la erosión natural y su subdivisión a la erosión pluvial. Para explicarlo mejor se dice que una gota de agua es aproximadamente 1000 veces más grande que un grano de suelo. Por lo tanto, la fuerza del impacto de una sola gota de lluvia es suficiente para dispersar y arrastrar las partículas de suelo que encuentre a su paso. Así se inicia la erosión pluvial.
Al comienzo de una lluvia, millones de gotitas golpearán el suelo y arrastrarán sus partículas. Si la lluvia continúa, el agua se juntará sobre la superficie y aumentará la velocidad con la que escurre; se formará una red de pequeños canales que ,al unirse, irán formando otros más grandes, que luego se transformarán en surcos, zanjas y, finalmente, en zanjones muy grandes llamados "cárcavas" conocidos como hoyos.
La erosión eólica. Sucede cuando el viento, al soplar con fuerza, levanta las partículas de suelo y las mueve en distintas direcciones. En ocasiones, a través de un proceso lento, pero persistente, puede llegar a producir pozos o hundimientos que alcanzan varios metros de diámetro. También puede llegar a formar montones de polvo o arena sobre los terrenos productivos.
Como ya sabes, el ser humano es uno de los grandes causantes de los daños del planeta tierra. Una de las causas y daños es la erosión antrópica, en donde las prácticas de agricultura y ganadería inadecuadas fomentan la erosión. Existen las más frecuentes como:
Todas estas prácticas crean las condiciones para que el agua y el viento arrastren las capas fértiles del suelo e incluso provoquen daños a mayor profundidad, por escurrimiento o infiltración acelerada.
Diversas causas de la desertificación
Cada año se están perdiendo 75 mil millones de toneladas métricas de tierra vegetal, lo que equivale a 12 mil millones de hectáreas de tierra arable La erosión y la merma de la productividad de los suelos, junto con el explosivo aumento demográfico, ponen en peligro la subsistencia de la humanidad.
Erosión del suelo por deforestación
La desaparición de los árboles no siempre incrementa el ritmo de erosión. En ciertas regiones del suroeste de Estados Unidos los arbustos y los árboles han estado limitando las praderas. Los propios árboles refuerzan la pérdida de plantas herbáceas en el suelo sombreado por sus copas. Si el suelo queda desnudo, es muy vulnerable a la erosión. El Servicio Forestal estadounidense, por ejemplo en el parque nacional Bandelier, estudia cómo restaurar el ecosistema, y reducir la erosión, quitando los árboles.
El suelo es la interfase entre la biosfera, la geosfera, la hidrosfera y la atmósfera.
El proceso de formación de un suelo rico y fértil requiere que actúen una serie de factores que no se dan en todos íos lugares. Es fácil deducir que el suelo se mantendrá en perfectas condiciones solo sl,estos factores continúan actuando. Pero si se produce un cambio importante en algunos de estos factores, el suelo también sufrirá cambios. Si un suelo pierde su cubierta vegetal por la acción humana, ocurrirá los siguiente:
Imaginemos un bosque con un suelo rico, con una buena capa de mantillo originada por la acumulación, descomposición y mezcla con arena de una gran cantidad de hojas que caen de las plantas y de restos de los animales.
La madera de este bosque es de interés comercial y una buena parte del bosque se tala para su aprovechamiento. Entonces, la cubierta vegetal será mucho menos densa, de forma que el suelo queda expuesto al viento y a la lluvia. Es decir, queda expuesto a la erosión.
Con el tiempo, la lluvia retira del suelo buena parte del mantillo, y el viento colabora secando la parte superior del suelo y retirando la arena. El suelo va erosionándose poco a poco, pierde su fertilidad y en él ya no pueden crecer plantas. Se convierte así en un suelo pobre, muy similar al que aparece en los desiertos.
Para evitar la erosión del suelo hay que darle un uso adecuado y realizar actuaciones que no lo degraden. En cualquier caso, lo mejor es que siempre esté cubierto de vegetación. En tierras agrícolas es conveniente utilizar cultivos que sean apropiados a las características del terreno, y en el resto del terreno es bueno repoblar con especies autóctonas. En cualquier caso, lo mejor es que siempre esté cubierto de vegetación. En el siguiente dibujo se ilustran algunos métodos para prevenir y recuperar el suelo recuperado.