Las leyes de 1821 y 1823 autorizaban el enrolamiento de los extranjeros residentes en el país en las milicias urbanas. El 19 de abril de 1829, desprovista la capital de fuerzas para su defensa por haber partido el general Paz para su expedición al interior, se dictó un decreto por el que se llamaba a los extranjeros a prestar servicio militar obligatorio, de conformidad con lo que había dispuesto la ley del 10 de abril de 1821.
Protestaron los representantes de los Estados Unidos, de Francia y de Inglaterra; el ministro francés Mendeville hizo una reclamación imperativa, a la que respondió el gobierno con energía por medio del ministro Díaz Vélez. Volvió el cónsul francés Mendeville a protestar contra el decreto, que consideraba injusto y vejatorio para sus compatriotas.
Como no recibiera respuesta, se entrevistó con Brown y Martín Rodríguez y pidió sus pasaportes, embarcando en la flota francesa para instalarse en Montevideo.
Ya Antonio Sáenz había sentado el principio que "los extranjeros están sujetos a las leyes del país donde se hallan durante el tiempo de su residencia", en las lecciones sobre derecho natural y de gentes en 1822-23.
En los buques de la armada nacional había dos prisioneros franceses por delitos comunes, entre los 200 tomados en el combate de Las Vizcacheras. El capitán de la corbeta francesa Isis pidió la libertad de los prisioneros franceses en el Río Bamba.
Se le comunicó que toda reclamación de esa naturaleza debía ser dirigida al ministro de relaciones exteriores.
En mayo de 1829, durante el enfrentamiento entre el general Juan Lavalle y Juan Manuel de Rosas, el comandante de la fuerza naval francesa, vizconde de Venancourt, tomó ventaja de la crítica situación de Lavalle para obtener por la fuerza esa concesión. A esos efectos, capturó la flota de la provincia, lo que causó indignación en la población de Buenos Aires. El nuevo gobierno, a cargo de Rosas, repudió el compromiso asumido por Lavalle, al año siguiente , en una escalada del conflicto, Rosas dispuso el enrolamiento de extranjeros, entre ellos ciudadanos franceses, lo que generó reclamos del cónsul francés y de Venancourt, los que fueron rechazados por el ministro de relaciones exteriores Tomás Manuel de Anchorena.
Como respuesta a esa actitud, en la noche del 21 de mayo la escuadra francesa atacó al Río Bamba, al bergantín Rondeau y al bergantín goleta Argentina; la goleta de guerra Once de Junio apareció al día siguiente con bandera francesa. En esas operaciones, los cañones del Retiro hicieron fuego contra uno de los bergantines enemigos que se puso a su alcance. Se inició así la serie de intervenciones extranjeras en el Río de la Plata.
El comandante de la escuadra francesa, Venancourt, exigió, para la suspensión de las hostilidades:
a) el cumplimiento de lo pedido por el cónsul general de Francia;
b) los buques de que se había apoderado quedarían en las balizas hasta recibir órdenes del almirante Roussin, jefe de las fuerzas navales francesas;
c) se pondría en libertad a los prisioneros en su poder.
El almirante Brown había renunciado a su cargo y asumió las funciones de gobernador delegado el general Martín Rodríguez.
El ministro de relaciones exteriores, Salvador María del Carril, protestó contra la acción del comandante Venancourt y comisionó a Francisco Fernández de la Cruz y a Francisco Pico para negociar con el jefe francés. El resultado de la entrevista se concretó en estos puntos:
1) Venancourt entregaría al gobierno los buques de que se apoderó por la fuerza con todos los aprestos, armas y tripulaciones, y todos los prisioneros de cualquier especie que tenga en su poder;
2) el gobierno no obligaría por la fuerza a los franceses residentes en Buenos Aires a prestar un servicio militar y dejaría en plena libertad de continuar o abandonar el servicio a los que se hallaban enrolados en los cuerpos de milicias;
3) las ofensas que el comandante Venancourt creía que se habían hecho al pabellón francés y las indemnizaciones que creía que debían darse a los franceses perjudicados sería asunto a ventilar entre ambos gobiernos.
La notificación del ministro del Carril fue transmitida al jefe naval francés por Juan Andrés Gelly y el coronel Eduardo Trolé, portadores del decreto del gobernador delegado Martín Rodríguez y del ministro de la guerra Carlos de Alvear, según el cual se reorganizaba el batallón "amigos del orden" y se hacía saber que los franceses enrolados y que no deseaban prestar servicios a la seguridad de la capital, podían abandonar las filas.
Venancourt hizo todavía objeciones, sobre todo acerca del plazo para la entrega de los buques capturados, a fin de garantizar el cumplimiento de la libertad y seguridad de los franceses. Había puesto en libertad a los presos enemigos del gobierno que se hallaban a bordo de las naves, sobre todo a los recogidos en el pontón Cacique, 200 hombres.
Ante las dilaciones del comandante francés, el gobierno replicó reclamando sus derechos y justificando su actitud y por fin intimó a Venancourt la entrega de los buques o la ruptura de las negociaciones.
Los buques fueron entregados en la tarde del 2 de junio, después de haberse negado a hacerlo tres veces consecutivas, contra lo prometido anteriormente con su firma.