El Pacto de Cañuelas fue un acuerdo firmado el 24 de junio de 1829 en la estancia La Candelaria entre los generales Juan Lavalle y Juan Manuel de Rosas, con el objetivo de detener la guerra civil que asolaba la provincia de Buenos Aires desde la revolución de diciembre de 1828.
Hubo intercambio de impresiones y de personas entre el campamento de Lavalle y el de Rosas. Pueyrredón habría sido una de las personas elegidas por Rosas para allanar el camino a una transacción; él y del Carril fueron al campamento de Lavalle para deliberar acerca de las negociaciones.
Alvear hizo saber a Lavalle que Mr. Woodbine Parish se ofrecía como mediador, y lo recomendaba, pero Lavalle se mostró un tanto hostil por repugnancia a permitir que los extranjeros mediaran en las disputas domésticas. Otro de los mediadores fue el doctor Gregorio Tagle y, oídos los informes de este último, Lavalle envió a parlamentar con Rosas a sus representantes Félix Álzaga y Mariano Sarratea.
El paso decisivo lo dio él mismo Lavalle al dirigirse junto con su ayudante al campamento de Rosas en la estancia El Pino, el 20 o el 21 de junio. Después de una serie de conferencias, los jefes beligerantes, el gobernador provisional de Buenos Aires y el comandante general de las milicias de campaña, firmaron el 24 de junio una convención, llamada de Cañuelas, en siete artículos que determinaban:
1º cesación de las hostilidades y restablecimiento de las relaciones entre la ciudad y la campaña.
2º a la mayor brevedad se deberán nombrar los representantes con arreglo a las leyes.
3º queda siempre encargado del orden y la tranquilidad de la campaña el comandante general de ella, don Juan Manuel de Rosas.
4º inmediatamente que sea nombrado el gobernador propietario, los generales Lavalle y Rosas deben someterle sus respectivas fuerzas.
5º el gobierno de la provincia pagará lo que se haya gastado por Rosas en el sostén de sus fuerzas.
6° todos los jefes y oficiales que hayan acompañado a Rosas tienen opción a los goces que les correspondan según sus respectivos cargos.
7º ningún individuo podrá ser perseguido por opiniones políticas tenidas antes de la convención presente.
Se firmó además una convención secreta; Lavalle, que no tenía experiencia política alguna, quedó a merced de su adversario, que sabía calcular cada uno de sus pasos con habilidad y astucia. El compromiso secreto obligaba a trabajar por la elección de representantes entre los dos partidos y por la candidatura de Félix Alzaga como gobernador.
Lavalle entendía poco de nombres y del significado político de cada uno de ellos, de modo que la lista de los candidatos daba a Rosas virtualmente el poder. Lavalle, que procedía por su cuenta, sin contar con el partido que le sostenía y que se había comprometido en el movimiento, fue en el convenio secreto más allá de lo que podía cumplir.
Se establecía que la composición del gobierno, con Vicente López como ministro de gobierno, Manuel José García como ministro de hacienda, y la lista de los representantes para constituir la legislatura de la provincia, era la condición precisa y la base fundamental para la ejecución de lo pactado en la convención pública. La mayoría de la lista de diputados era la que figuraba en la legislatura antes del 1º de diciembre de 1828.
Cuando Lavalle entró en contacto con sus amigos y colaboradores, comprendió que las cláusulas del compromiso secreto eran irrealizables; la lista presentada por Rosas y admitida ingenuamente por él, sería resistida y se lo comunicó a Rosas:
"Qué hacer en este caso? Contener al pueblo a balazos? No, de ningún modo. Lo resisten mis principios, mi honor, el interés más caro de nuestra patria y el sostén de nuestro edificio social. Un gobierno que atacase la libertad del pueblo en la elección de sus representantes, establecería la tiranía más atroz, porque establecería la tiranía de una facción que es peor que la de un hombre solo. Destruiría el principio vital, la base de nuestro sistema político".
Propuso en consecuencia a Rosas el cambio de nombres en las candidaturas de la capital; los federales notorios, serían reemplazados por unitarios. Rosas respondió el 20 de julio, disgustado por la alteración propuesta, simulando alarma por las consecuencias que tendría el abandono de la fe en los convenios celebrados. No quería perder las ventajas que le daban los acuerdos del 24 de junio.
Las elecciones se realizaron el 26 de julio, y ya se conocía la noticia de la derrota de Quiroga en la Tablada. Lavalle trabajó en vano porque fuese admitida la lista que había aprobado en Cañuelas. Sólo cuatro de sus nombres fueron votados por los dos partidos: Diego E. Zavaleta, Francisco Lezica, Manuel Pinto y Manuel Insiarte, que reunieron 3.302 votos cada uno; pero con 2.775 votos triunfaron los candidatos unitarios Martín Rodríguez, José Valentín Gómez, Fernández de la Cruz, Valentín San Martín, Mariano Sarratea, Valentín Alsina, José León Benegas, Roque Sáenz Peña, Pedro Somellera, Manuel Rojas, Ramón Larrea, Luis José de la Peña, Ignacio Núñez, Mariano Fragueiro, José Pérez Mendoza, Manuel Arroyo y Pinedo, Miguel Villegas, Miguel E. Soler, Mariano Andrade y Joaquín Belgrano.
Los unitarios interpretaron este acto de Lavalle como una traición, y si bien se formó la lista de unidad, en la víspera de la elección, presentaron una segunda lista, formada únicamente por unitarios. Dominada la ciudad por las tropas del ejército unitario, la lista rebelde triunfó sin problemas. Pero Rosas desconoció esa elección, se negó a levantar el sitio y cerró por completo todas las entradas a la ciudad, reiniciando inmediatamente los ataques sobre Buenos Aires.