Paz se encontró el 22 de junio por la mañana en las alturas del este de Córdoba; Quiroga ocupaba la ciudad con la infantería y su caballería se hallaba en la Tablada. Había que decidir el ataque a los ocupantes de la plaza o a las fuerzas de la Tablada y se resolvió lo último. Remontó el río por la margen izquierda y llegó con la caballería a las cercanías de los vivaques enemigos, dejando la infantería frente a la ciudad para inmovilizar a la del adversario, aunque luego la hizo reunirse con el resto de sus fuerzas.
El general José María Paz era un militar de carrera y en su ejército salvo las división tucumana eran también veteranos de la lucha entre sus oficiales estaban Juan Esteban Pedernera (del célebre granaderos a caballo) , Román Antonio Deheza , Javier López , Gregorio Aráoz de Lamadrid y Pascual Pringles
A excepción de la división de tucumanos y de algunas otras fracciones de milicias cordobesas, las fuerzas unitarias incluían unidades veteranas, alrededor de 800 y Habían luchado en campañas regulares contra las tropas imperiales del Brasil o en la campaña de los Andes y se sabían capaces. Poseían artillería y sus comandantes sabían dirigir maniobras tácticas.
Otra diferencia esencial era su comandante en jefe: el general Paz era un militar experimentado y metódico, que demostraría a lo largo de su vida excelentes cualidades tácticas y estratégicas. Suele ser considerado como el único general argentino que jamás perdió una batalla.
Orden de batalla de PazEn la batalla de La Tablada los días 22 y 23 de junio de 1829; las dotes especiales de táctico y estratega de Jose María Paz fueron contrapuestas exitosamente al modo de combate desordenado de los caudillos encabezados por Facundo Quiroga. Jose María Paz es el único general argentino que no perdio ninguna batalla durante su carrera militar
El Ejército federal a diferencia de las fuerzas de Paz, no constituían un ejército regular, sino que se trataba de milicianos, en su mayoría gauchos, estaba compuesto por Juan Facundo Quiroga, . Juan Bautista Bustos, José Félix Aldao , José Benito Villafañe El Chacho, Ángel Vicente Peñaloza .Eran muy hábiles como jinetes pero no se les podía utilizar para ejecutar maniobras tácticas complejas, sólo para cargas de caballería. Además sus armas principales eran lanzas, sables y cuchillos, por lo cual precisaban llegar al combate cuerpo a cuerpo con el oponente para hacer sentir su valor en la lucha. Por lo demás, eran hombres valientes al extremo y muy temerarios. Quiroga también disponía de 700 u 800 infantes, bien equipados y entrenados, pero decidió no usarlos en la batalla y los dejó guarneciendo Córdoba, lo que es considerado un error táctico decisivo.
Orden de batalla de QuirogaPrimer día
La batalla comenzó cuando el ala izquierda de los federales, comandada por Aldao, y la derecha de los unitarios bajo el mando de Lamadrid, se lanzaron al ataque en sendas cargas de caballería. El objetivo de Quiroga era envolver el flanco derecho de sus enemigos, pues un ataque al centro de Paz no parecía rentable, mientras que el ala izquierda de este último tenía su flanco protegido por el cauce del Río Primero (actualmente llamado río Suquía).
Lamadrid (según cuenta en sus Memorias), al verse superado en número, solicitó refuerzos, pero entretanto sus fuerzas se vieron empujadas contra el centro de los unitarios por las vigorosas cargas de la caballería de Aldao, unos 1.000 jinetes, los mejores de los llanos. Algunos federales llegaron a enlazar varios cañones de la División de Deheza, pero este frustró la maniobra con descargas de fusilería y porque Paz ordenó amarrar entre sí a los cañones.
Pero mientras el esfuerzo principal de Quiroga se hacía contra el flanco derecho de Paz con 1.500 jinetes,47 en el resto del campo de batalla también se combatía, realizando los federales cargas de caballería temerarias pero ineficaces para quebrar la línea de los unitarios. Paz comprometió parte de su reserva (50 coraceros del 2º de Caballería al mando de Pringles) para restablecer la situación en su ala derecha, donde se sucedieron cargas y contracargas de caballería. Tomando la iniciativa, Paz, realizó ataques de tanteo en diferentes puntos de la línea federal, forzando retiradas parciales. Quiroga se vio obligado a acudir cada vez a los sectores amenazados de la línea para reagrupar a sus hombres, pero mientras lo hacía, los unitarios ganaban terreno en otros sectores. De este modo los unitarios lograron hacer retroceder del campo principal de combate a los federales.
El ala izquierda de los federales, pese a ser empujada hacia atrás, todavía era superior en número a sus rivales. Allí se encontraban los Llaneros de La Rioja y los Auxiliares de los Andes, las unidades más organizadas con que contaba Quiroga. Estas tropas continuaban luchando y Paz se vio obligado a empeñar nuevas reservas contra ellos, en este caso el Batallón 5 de Infantería (coronel Larrava) y dos piezas de artillería de tren volante. La acometida de estas tropas finalmente derrotó a la izquierda federal, la cual retrocedió precipitadamente a buscar refugio en un bosque cercano al campo de batalla. Esto marcó el fin de la batalla, pues el centro y la derecha de los federales también abandonaron el campo, que quedó en poder del ejército unitario.
El general Paz recorrió el campo de batalla, donde se apilaban los cadáveres de los combatientes federales. Allí ascendió a coronel al puntano Pringles, en reconocimiento a su mérito en la batalla.
Los unitarios no persiguieron al enemigo sino que establecieron un campamento provisorio y encendieron fogatas para combatir el frío del recién llegado invierno. Allí los soldados comieron por primera vez desde que iniciaron la persecución de Quiroga. Casi a la medianoche, Paz movió su ejército a un campo vecino, donde permitió a sus soldados descansar de las fatigas de la campaña; considerando a Quiroga vencido y en fuga, planeó para el día siguiente el ataque a la infantería federal que había quedado de guarnición en Córdoba. Según Lamadrid, Paz cometió un error al no destacar partidas de exploración para averiguar la dirección y el paradero de Quiroga.
Segundo díaSin que Paz lo supiera, Quiroga no había renunciado a la lucha, sino que reagrupó sus fuerzas para dar batalla otra vez. Esa noche regresó a la ciudad de Córdoba y sacó de ella a la artillería capturada en el asalto a la Plaza Central, junto a parte de la infantería que había dejado allí el día anterior. Con estos refuerzos, se situó nuevamente fuera de la ciudad en espera de una ocasión favorable.
Antes de que salieran las primeras luces del 23 de junio, el general Paz organizó al ejército para marchar a la reconquista de la ciudad de Córdoba. Los unitarios comenzaron a bajar de las tierras altas de La Tablada formados en columna por lo abrupto del terreno. En cabeza marchaba el 2 de Caballería; seguían en este orden los batallones 2º y 5º de Infantería; tras ellos la artillería y finalmente la división tucumana y un escuadrón de caballería al mando de Lamadrid. Quiroga observó estos movimientos y decidió atacar, pues el orden en columna impedía que los unitarios desplegaran para presentar batalla.
Los cañones que los federales habían sacado de la ciudad la noche anterior fueron situados en las alturas de La Tablada y desde allí abrieron fuego contra la retaguardia de la columna unitaria. Al mismo tiempo la infantería federal apareció desplegada sobre las barrancas del Río Primero, a la derecha de la columna unitaria, e hizo fuego contra esta. Los tucumanos, atrapados en el barranco que bajaba desde La Tablada, retrocedieron en desorden hacia su izquierda. Al mismo tiempo, varios artilleros abandonaron sus cañones y huyeron hacia el terreno bajo, hacia la cabeza del ejército.
La situación se hizo crítica para Paz, pues la sorpresiva acción de Quiroga había comenzado a desmantelar la columna unitaria desde la retaguardia hacia el centro. Pero el caudillo riojano no se lanzó al ataque, no se empeñó cuerpo a cuerpo contra las fuerzas unitarias desorganizadas. Paz había cometido el error de creer a Quiroga derrotado la noche anterior, y Quiroga cometió el error de no lanzarse al ataque cuando tenía a su enemigo a su merced, en una posición desventajosa.
Dice Paz en sus Memorias:
“Hasta ahora me es difícil explicarme por qué el arrojo sin igual con que el general Quiroga había conducido su atrevida operación, le faltó en aquel preciso momento. Sea que no quisiese dejar la posición, sea que esperase que fuera más claro el día, él suspendió el ataque, sin lo cual hubiera sido nuestra situación más crítica de lo que era ya.”
Paz mandó que su caballería, formada en el bajo, se preparara para atacar; mientras tanto Lamadrid logró reunir a varios dispersos y se mandó a la carga con ellos. A su vez el jefe unitario mandó al ataque al Batallón 5 (Larrava) y al Batallón 2 (Videla Castillo), los cuales ascendieron las barrancas de regreso a La Tablada e intercambiaron fuego de fusilería con la infantería federal. Finalmente los infantes unitarios cargaron a la bayoneta y deshicieron a los federales, ayudados por las cargas de caballería de Lamadrid y Pringles.
Cuando fue visible la derrota, Quiroga abandonó el campo de batalla junto con algunos jinetes que pudieron seguirle. Hubo de sufrir la persecución encarnizada de Lamadrid “hasta las faldas de los cerros que hay al poniente de Córdoba”, según relata este último. En el camino Quiroga debió dejar atrás a dos de sus caballos favoritos, demasiado fatigados para utilizarlos en la huida. Esos caballos fueron capturados por Lamadrid, pero Quiroga y unos cuantos jinetes federales consiguieron escapar.
Repuesto del sorpresivo ataque de Quiroga, Paz decidió retomar la ciudad de Córdoba. Para ello envió en misión de exploración a uno de sus oficiales ayudantes, el capitán Rafael Correa. Este oficial se aproximó demasiado a la ciudad y fue abatido por los federales apostados en la misma. Ante este suceso Paz decidió enviar una comitiva para parlamentar con los defensores y persuadirlos de rendirse. Encabezaba este parlamento el capitán Dionisio Tejedor, de Buenos Aires y amigo del general Paz. Pero cuando la comitiva se aproximaba a la ciudad portando bandera blanca, Tejedor fue muerto por disparos de mosquetería hechos desde una azotea.
Este hecho decidió a Paz a atacar la ciudad cuando a su vez llegó a su campamento un parlamentario de los federales, el teniente coronel José Argüello. Este aseguró a Paz que el asesinato de Tejedor había sido un error, y que quienes lo habían cometido ya habían sido apresados por los propios federales y esperaban su castigo por el hecho.
Aceptada esta explicación, el jefe unitario hizo entrar a su ejército en la ciudad y tomó el control de ella, rindiéndose los escasos soldados de infantería que Quiroga había dejado allí; recordemos que la artillería con que contaban había sido sacada por Quiroga para llevarla a La Tablada.
Seguidamente se produjo el fusilamiento de varios oficiales federales prisioneros y también de los cinco soldados acusados de la muerte de Tejedor.50 El general Paz en sus Memorias atribuye la responsabilidad al coronel Deheza (jefe del Estado Mayor), el cual obró sin su consentimiento.
Al anochecer regresó a la ciudad el coronel Lamadrid, habiendo dado fin a la persecución contra Quiroga. Allí terminó la campaña del caudillo riojano en la provincia de Córdoba el año de 1829.
Después de dos días de batalla los federales se retiraron completamente derrotados; sufrieron aproximadamente 1.000 muertos y dejaron al menos 500 prisioneros (Sarmiento eleva la cifra a 3.000 federales muertos).
El resto de las fuerzas federales se retiró penosamente en varias direcciones: el ejército de Quiroga había dejado de existir y el caudillo riojano tuvo que retirarse con los 2.000 hombres que aún le quedaban a Mendoza y luego a San Juan donde empezó a planear su próximo movimiento.52 Bustos, herido y perseguido por partidas enemigas, logró ponerse a salvo en la Provincia de Santa Fe, donde fue acogido por el gobernador López. Sin embargo, falleció en septiembre de 1830 a consecuencia de las heridas recibidas en La Tablada. Aldao, también herido en la batalla, consiguió retirarse a la provincia de San Luis, y Quiroga llegó finalmente a La Rioja, donde comenzó a trabajar para poner en pie un nuevo ejército.