Encuentro con San Martín en la Posta de Yatasto

Como consecuencia de estas derrotas se retiró a Jujuy, dejando las provincias del Alto Perú en manos del enemigo. Quedaban en esas provincias varios jefes revolucionarios, los más destacados de los cuales fueron Arenales, Warnes y Padilla, que dieron mucho trabajo a su enemigo hasta el regreso del Ejército del Norte, al año siguiente. La Asamblea del Año XII acordó con el Segundo Triunvirato, compuesto, en ese momento, por Juan Larrea, Gervasio Antonio de Posadas, Nicolás Rodríguez Peña y Manuel Moreno como Secretario, iniciarle un proceso a Belgrano por sus recientes derrotas. En enero Belgrano debió dejar el mando del Ejército del Norte al coronel José de San Martín, quien había sido uno de los jefes de la revolución del 8 de octubre de 1812 que había depuesto al Primer Triunvirato. Entre las poblaciones salteñas de Metán y Rosario de la Frontera bañada por el río Yatasto, se encontraba la hacienda del mismo nombre, establecida desde el siglo XVI. La casa principal, sobre el camino real que conducía al Alto Perú, se destacaba por el alto balcón, la extensa galería cubierta, sus talladas puertas de madera y las rojas tejas de media caña del techo salidizo. Después de la revolución, durante las luchas en el Norte, su valor de posta ineludible se acrecentó al adquirir, también, valor estratégico. En Yatasto se encontró Belgrano con Pueyrredón para hacerse cargo del ejército del Norte, en 1812. También en Yatasto, se encontraron por primera vez Belgrano y San Martín. Éste, había sido enviado con una columna de auxilio, desde Buenos Aires; su abrazo con el jefe en desgracia, selló una amistad sin sombras.

Belgrano, desde mediados de diciembre, había solicitado su relevo del mando; sabía bien que la  derrota exige siempre su tributo. Aceptó, entonces, sin vacilaciones, entregar el mando a San Martín, y permanecer con el grado de coronel; al frente de su querido regimiento Nº 1 San Martín, conocedor de hombres, que admira y estima a su reciente amigo, dilata, para no herirlo,  el momento de la decisión. El gobierno, por intermedio de Rodríguez Peña, le insiste en que debe hacerse cargo del mando y separar a Belgrano.

El 29 de enero Belgrano comunicó al ejército la  designación del nuevo jefe. Disciplinado y obediente, permaneció bajo las órdenes de San Martín hasta el 1° de marzo cuando, exigido éste desde Buenos Aires, lo relevó de toda actividad. Belgrano abandonó a Tucumán. Había solicitado su baja definitiva del ejército pero no se la concedieron, para someterlo a proceso, el cual nunca se substanció. Atacado nuevamente de paludismo, dolorido por la actitud intransigente del gobierno que hasta dificulta, con absurdos temores, su viaje a Buenos Aires, se refugia en la quinta de un pariente, en San Isidro. 

San Martín y Belgrano

Estos dos grandes hombres de nuestra historia se conocieron personalmente en la reunión que mantuvieron en la Posta de Yatasto, sin embargo existía entre ellos, una profusa comunicación epistolar previa, surgida a instancias de José Mila de la Roca, amigo de ambos y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Los dos próceres abrieron su corazón a través de la correspondencia. San Martín redactó para Belgrano unos cuadernillos de estrategia militar, extractando opiniones de diversos maestros de guerra. Estos cuadernillos se los envió en vísperas de la batalla de Vilcapugio y Belgrano le escribe dudando de sus propias cualidades, al reconocer que no es un militar de vocación. Tras la derrota de Ayohuma, San Martín le escribe para reconfortarlo y el creador de la bandera responde: "He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado por la libertad e independencia de la patria. Somos todos militares nuevos con los resabios de la fatuidad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de hacer otros  esfuerzos que son dados a hombres que pueden y deben llamarse tales". Cuando se enteró que el gobierno había nombrado a San Martín en su reemplazo, se alegró y le escribió: "Mi corazón toma aliento cada instante que pienso que Ud. se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con Ud. se salvará la patria, y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. Empéñese Ud. en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia". Animados por estos generosos sentimientos, se dieron por primera vez en Yatasto el abrazo histórico. San Martín se presentó a Belgrano poniéndose a sus órdenes; éste lo recibió como su maestro y sucesor. Sin embargo, San Martín se dio cuenta rápidamente de las cualidades morales de Belgrano y se negó a reemplazarlo, pero debido a la presión del gobierno debió asumir la jefatura del ejército. Belgrano se puso a sus órdenes dando el ejemplo al ir a recibir humildemente las lecciones de tácticas y disciplina. A partir de ese momento, la simpatía nacida a través de cartas se transformó en mutua admiración. Belgrano murió convencido que San Martín era el genio tutelar de la América del Sur. Hasta sus últimos días, San Martín honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo mundo.

Carta de Belgrano a San Martín

CARTA DEL GENERAL MANUEL BELGRANO AL CORONEL JOSÉ DE SAN MARTÍN


“Santiago del Estero, 6 de abril de 1814
Mi amigo:

Hablo a usted como tal y según mis deseos de su acierto; no sé quién ha venido por aquí, con la noticia de las reglas reservadas con que deben gobernarse los Cuerpos, inculcando con la del duelo, me lo han preguntado varios vecinos, y a todos he contestado que ignoro y aun disuadiéndoles.
Son muy respetables las preocupaciones de los pueblos y mucho más aquellas que se apoyan, por poco que sea, en cosa que huela a religión; creo muy bien que usted tendrá esto presente y que arbitrará el medio de que no cunda esa disposición, y particularmente de que no llegue a noticia de los pueblos de interior.

La guerra, allí, no solo la ha de hacer usted con las armas sino con la opinión, afianzándose siempre esta en las virtudes naturales, cristianas y religiosas; pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y solo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos la religión.

Acaso se reirá alguno de este mi pensamiento; pero usted no debe llevarse de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que pisan; además, por este medio conseguirá usted tener el ejército bien subordinado, pues él, al fin se compone de hombres educados en la religión católica que profesamos y sus máximas no pueden ser más a propósito para el orden.
Estoy cierto que en los pueblos del Perú la religión la reducen a exterioridades todas las clases, hablo en lo general; pero son tan celosos de estas que no cabe más, y aseguro a usted que se vería en muchos trabajos si notasen lo más mínimo en el ejército de su mando que se opusiese a ella y a las excomuniones de los Papas.
He dicho a Ud. lo bastante; quisiera hablar más, pero temo quitar a Usted su tiempo y mis males tampoco me dejan; añadiré únicamente que conserve la bandera que le dejé y que la enarbole cuando todo el ejército se forme; que no deje de implorar a nuestra señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala y no olvide los escapularios a la tropa; deje usted que se rían, los efectos le  resarcirán a usted de la risa de los mentecatos que ven las cosas por encima.
Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico, romano; cele usted de que en nada, ni aún en las conversaciones más triviales se falte al respeto de cuanto diga a nuestra santa religión; tenga presente no solo a los generales del pueblo de Israel, sino a los de los gentiles y al gran Julio César que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales, y por sus victorias en Roma, se decretaban rogativas: se lo dice a usted su verdadero y fiel amigo. 
Manuel Belgrano 
Santiago del Estero, 6 de abril de 1814.
Señor Don José de San Martín. Tucumán”.

Posta de Yatasto

Posta de Yatasto 
La posta de Yatasto es una finca o antigua posta del camino real, cerca de San José de Metán, provincia de Salta, Argentina. Es conocida por las históricas reuniones que en ella tuvieron lugar durante la guerra de la Independencia Argentina, como el encuentro entre los próceres generales Manuel Belgrano y José de San Martín. Encuentro que sin embargo del cuadro que lo recuerda en la posta de Yatasto, según las investigaciones de Alfredo Gargaro, por un lado, y de Julio Arturo Benencia, parece haber tenido lugar en la posta de Algarrobos, a 70 km al norte, el 17 de enero de 1814.



Encuentro de San Martín y Belgrano en la Posta de Yatasto (1814) óleo de 1875 Augusto Ballerini (1857-1897)

Encuentro de San Martín y Belgrano en la Posta de Yatasto (1814) óleo de 1875 Augusto Ballerini (1857-1897)



Carta original de Belgrano a San Martín.

Carta original de Belgrano a San Martín.
En la carta le manifiesta sus opiniones respecto de las reglas del Ejército sobre duelos; le aconseja hacer la guerra teniendo en cuenta las costumbres e ideas de los habitantes y “no dejándose llevar de opiniones exóticas”, también le sugiere que conserve la bandera que le dejó y que la enarbole cuando todo el Ejército se forme; y que no deje de implorar a la Virgen de las Mercedes, nombrándola siempre “nuestra Generala”.