Diplomacia de Belgrano en Europa

Belgrano fue enviado por el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Antonio de Posadas, como diplomático a Europa. Entre 1814 y 1815 viajó, con riesgo para su vida, tanto por estar enfermo como por ser considerado un súbdito rebelde, al Viejo Mundo para negociar el reconocimiento de la independencia ante las potencias europeas, aunque sin obtener resultados.

El Consejo de Estado convocado por Posadas aprobó la propuesta de enviar a Europa a Belgrano y Rivadavia en misión ante Fernando VII para felicitarlo por la recuperación del trono, paralizar los preparativos de la península para una gran expedición a América, amenguar los planes ofensivos de Abascal y apaciguar los recelos del Brasil.

Las instrucciones públicas, del 9 de diciembre de 1814, firmadas por Gervasio A. Posadas y Nicolás Herrera, establecían que Rivadavia y Belgrano combinarían en Londres el viaje a España junto con Sarratea; presentarían a Fernando VII las felicitaciones de las Provincias Unidas por la restitución al trono de sus mayores, asegurándole los sentimientos de amor y fidelidad de estos pueblos; informarían al monarca de los abusos cometidos por las autoridades españolas, insistiendo en actos de crueldad impresionantes y en el quebrantamiento de pactos. La pacificación debía tener por base el principio de dejar en los americanos la garantía de la seguridad de lo que se estipulase; los diputados aceptarían proposiciones y bases de justicia, que serían examinadas por la Asamblea de representantes, para tener en cuenta la opinión de los pueblos. Con toda habilidad se hablaba en las instrucciones de forma que dejaba traslucir la voluntad de combatir hasta el fin si no se hallaba comprensión para sus reclamaciones.

Rivadavia llevaba instrucciones secretas que Belgrano no conocía:  era de negociar preferentemente con Londres y ofrecer la corona del Reino del Río de la Plata a un príncipe español o inglés.

Las instrucciones reservadas expedidas para Rivadavia el 10 de diciembre, era de negociar preferentemente con Londres y ofrecer la corona del Reino del Río de la Plata a un príncipe español o inglés, estas instrucciones no eran conocidas por Belgrano.
Belgrano quedaría en Londres para operar en otras Cortes, de acuerdo con las instrucciones de Rivadavia desde Madrid. Se decía en las instrucciones reservadas: "Que las miras del gobierno, sea cual fuere la situación de España, sólo tienen por objeto la independencia política de este Continente, o a lo menos la libertad civil de estas provincias. Como debe ser obra del tiempo y dé la política, el diputado tratará de entretener la conclusión de este negocio todo to que pueda sin compromiso de la buena fe de la misión". Debía pedir el envío de emisarios reales a las provincias para que conozcan la verdadera situación y consulten los medios de una conciliación sobre bases de seguridad, igualdad y justicia. Si fracasara esa proposición y pusiera en peligro la negociación, "entonces hará ver con destreza que los americanos no entrarán jamás por partido alguno que no gire sobre estas bases o la venida de un príncipe de la Casa Real de España que mande en soberano este continente bajo las formas constitucionales que establezcan las provincias; o el vínculo y dependencia de ellas de la corona de España, quedando la administración de todos sus ramos en manos de americanos". Se admite la regalía del rey en materia de empleos, impuestos, etc., en cuanto no comprometan la seguridad y la libertad del país . . .

Se creía llegar más fácilmente a la independencia halagando al rey con el posible establecimiento de una monarquía constitucional. En el caso que España insistiera en la sumisión servil de las provincias, el diputado se dirigiría a otra Corte para sacar algún partido ventajoso que asegurase la libertad civil, sin detenerse en admitir tratados políticos y de comercio, porque el fin era conseguir una protección respetable de alguna potencia de primer orden contra las tentativas opresoras de España.

Antes de pasar a Madrid, Rivadavia se informaría por Sarratea de la política inglesa con respecto a la América española; si la nación inglesa quisiera enviar un príncipe de la casa real o de otra de sus aliadas, para que se corone en esta parte del mundo bajo la constitución que fijen estos pueblos, o bajo otras formas liberales, entonces se omitirá el viaje a la península y sólo tratará con Inglaterra. De existir otras perspectivas, el objeto de las gestiones del diputado era romper con España y asegurar la independencia admitiendo, en caso extremo, un príncipe inglés o de otra casa extranjera. De todos modos, se quería entretener a España, dilatando toda solución y dejando pendiente de la lentitud la esperanza de una conciliación.

Los diputados llegaron de Buenos Aires a Río de Janeiro el 12 de enero de 1815 y tuvieron entrevistas con lord Strangford, que puso a su disposición una fragata inglesa para llegar a Londres; ni el príncipe regente ni la infanta Carlota los recibieron. Salieron de Río de Janeiro el 16 de marzo y a mediados de mayo se pusieron en relación con Sarratea, en momentos en que Napoleón había regresado de Elba y se había vuelto a posesionar del trono de Francia, aventura que duraría cien días.

Sarratea juzgó inoportuno el envío de los diputados a España, a causa de la obstinación del rey, y en cambio ideó otra combinación: la de proponer a Carlos IV, residente en Italia, la coronación de su hijo Francisco de Paula en el trono del Río de la Plata. Con ese fin encomendó al conde Cabarrús la negociación con el ex rey de España en Roma. Parece ser que persuadió a la reina María Luisa, pero Carlos IV pidió tiempo para reflexionar. Rivadavia y Belgrano adhirieron al plan de Sarratea. Cabarrús volvió a Italia con instrucciones, memoriales y proyectos de Constitución. La nueva monarquía que se proponía a Carlos IV se llamaría Reino Unido del Río de la Plata, y abarcaría al antiguo virreinato, la presidencia de Chile y las provincias de Puno, Arequipa y Cuzco con las costas o islas adyacentes; se creaba una nobleza hereditaria, etc., etc. Carlos IV se negó a admitir el proyecto elaborado por Belgrano y Rivadavia. Sarratea lo impugnó porque vio desautorizada en él la actuación de Cabarrús, su aliado circunstancial a interesado. El "negocio de Italia", como lo llamaba Sarratea, quedó en la nada.

Consecuencia de esa frustración fue el disgusto de Rivadavia y Belgrano con respecto a Cabarrús, y también con Sarratea; los recursos con que contaban los diputados de Buenos Aires fueron invertidos en esas tramitaciones de Cabarrús; se estuvo a punto de llegar a un duelo entre Belgrano y Cabarrús, que logró evitar Rivadavia. Lo que no evitó fue la hostilidad y las intrigas de Sarratea contra sus gestiones, luego de esto Belgrano regresó a Buenos Aires

Bernardino Rivadavia

Bernardino Rivadavia
Bernardino Rivadavia junto a Manuel Belgrano, viajó en misión diplomática a Europa, enviado por el gobierno revolucionario del Río de la Plata en busca de un candidato de la monarquía a quien ofrecer el gobierno de estos países. Tras varios intentos, la misión fue un fracaso. En Madrid fue expulsado por orden del rey y permaneció varios años más en Europa, dedicado a apoyar otros proyectos monárquicos, con varios candidatos españoles y uno francés , producida la Anarquía del Año XX cayeron el Directorio y el Congreso, disolviéndose las autoridades nacionales.



Manuel de Sarratea

Manuel de Sarratea
Manuel de Sarratea al llegar a España ofreció al rey la sumisión de las Provincias Unidas del Río de la Plata a la corona española bajo una cierta autonomía. Pero fue tratado como representante de un grupo de rebeldes, y tuvo que huir hacia Inglaterra. Allí se encontró con otros dos embajadores, Belgrano y Rivadavia, a quienes convenció de una idea: coronar como rey del Río de la Plata a un hermano de Fernando VII, Francisco de Paula de Borbón, con el aval de su padre, Carlos IV. Las negociaciones llegaron bastante lejos, e incluso redactaron un proyecto de constitución monárquica; como el mismo príncipe se negó, planearon secuestrarlo para coronarlo en Buenos Aires.



Retrato de Manuel Belgrano

Retrato de Manuel Belgrano
Retrato de Manuel Belgrano realizado en Londres en 1815 por el artista francés Francois Casimir Carbonnier, para quien posó Belgrano durante su misión diplomática en la capital inglesa. El cuadro actualmente se conserva en el Museo Municipal de Artes Plásticas Dámaso Arce de Olavarría.