Las Madres de Plaza de Mayo es una asociación argentina formada durante la dictadura de Jorge Rafael Videla con el fin de recuperar con vida a los detenidos desaparecidos, inicialmente, y luego establecer quiénes fueron los responsables de los crímenes de lesa humanidad y promover su enjuiciamiento.
Su objetivo inicial era poder tener una audiencia con el presidente de facto argentino Jorge Rafael Videla. Para ello se reunieron en la Plaza de Mayo y efectuaron una manifestación pública pacífica pidiendo saber el paradero de sus hijos.
La idea de reunirse en la Plaza de Mayo surgió el sábado 30 de abril de 1977, cuando el grupo inicial de 14 madres de detenidos y desaparecidos estaba esperando que las atendiera el secretario del vicario castrense, en la Curia Metropolitana (en Buenos Aires). Una de ellas, Azucena Villaflor, propuso entonces: «Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando vea que somos muchas, Videla tendrá que recibirnos». La elección de la Plaza de Mayo se debió a que está situada frente a la Casa Rosada ―sede de la Presidencia― y a que es el lugar donde tradicionalmente se han efectuado manifestaciones políticas. Las 14 madres caminaron hasta la plaza y se quedaron de pie enfrente de la entrada principal de la Casa Rosada.
Entre aquellas primeras Madres estuvieron Azucena Villaflor, Berta Braverman, Haydée García Buelas, María Adela Gard, Julia Gard, María Mercedes Gard y Cándida Felicia Gard (4 hermanas), Delicia González, Pepa García de Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin, Antonia Cisneros,Elida E. de Caimi, Ada Cota Feingenmüller de Senar, y una joven que no dio su nombre.
Desde marzo de 1976, la dictadura cívico-militar (1976-1983) había impuesto el estado de sitio, por lo que inmediatamente se les acercaron policías que les informaron que estaban prohibidos los grupos de tres o más personas, y que estaba prohibido estar de pie inmóvil en la vía pública, por lo que les ordenaron que circularan (o sea, que se fueran de la plaza). En cambio, las madres empezaron a caminar en círculos a paso lento alrededor de la Pirámide de Mayo (el monumento central de la Plaza de Mayo). Para evitar que se formaran grupos de tres, caminaron de a dos, tomadas del brazo.
Al viernes siguiente aparecieron más madres, entre ellas Hebe de Bonafini, de la ciudad de La Plata. La presencia de las madres en la Plaza era conocida por comentarios de boca en boca, puesto que así como para la prensa cómplice de la dictadura no existían los desaparecidos, tampoco existían las Madres.
Para la tercera reunión decidieron cambiar los viernes por los jueves. Acordaron que fueran los jueves de 15:30 a 16:00 h por ser un día y una hora en la que transitaba mucha gente por la Plaza. Ellas permanecían en grupo y de pie sin caminar.
Dadas esas condiciones, comenzaron las marchas alrededor de la Pirámide de Mayo, símbolo de la libertad. Para reconocerse, comenzaron a usar un pañuelo blanco en la cabeza hecho en un principio con tela de los pañales que se usaban para bebés, representando así a los hijos. Ese pañuelo se convirtió en su símbolo. Las Madres intentaron dar a conocer sus dramas y así participaron de marchas religiosas numerosas y populares en las cuales era conveniente que pudieran reconocerse.
Entre el jueves 8 de diciembre y el sábado 10 de diciembre de 1977 un grupo de militares bajo el mando de Alfredo Astiz secuestró a un grupo de 12 personas vinculadas a la Madres de Plaza de Mayo. Al secuestrarse a las primeras dos madres, Hebe de Bonafini opinó ante Azucena Villaflor, una de las fundadoras de la organización, la necesidad de suspender la solicitada en el diario que iba a publicarse, hasta que se encontraran a las madres. Villaflor se opuso, expresando que a ellas las buscarían, pero mientras tanto no habría quién buscara a los hijos.
Al día siguiente, cuando Azucena Villaflor volvía de comprar el diario donde las Madres habían publicado su primer solicitada, fue secuestrada en la esquina de su casa en Avellaneda por el Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada.
El grupo completo secuestrado estaba integrado por Azucena Villaflor, Esther Ballestrino, María Ponce de Bianco (las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo), las monjas Alice Domon y Léonie Duquet, y siete activistas de derechos humanos.
El uso del pañuelo blanco fue una forma de identificarse en una multitudinaria peregrinación a Lujan y una manifestación de derechos humanos realizada en Octubre de 1977.
En ese entonces, quisieron identificarse de la gran cantidad de gente que iría a la marcha, entonces como algunas mujeres estaban con sus nietos, bebés de los hijos secuestrados, una de las madres propuso usar los pañales de tela de los nenes a modo de pañuelo. Las que no tenían nietos también utilizaron pañuelos blancos hechos a partir de los pañales.
Esa fue la forma más profunda y directa que tuvieron las Madres para pedir por la aparición de sus hijos. Las mujeres del pañuelo blanco fueron capaces de pedir por ellos frente a un millón de personas delante de la Basílica de Luján, entre rezos y lágrimas. Ese pañuelo que alguna vez habían usado sus hijos, a partir de ese día sirvió para pedir y gritar por ellos. En esa marcha nació un símbolo imposible de ignorar y dio comienzo a una historia que hoy continúa,
El 30 de noviembre de 1976, ocho meses después del comienzo de la dictadura militar que se autodenominó "Proceso de Reorganización Nacional", uno de los hijos de Azucena Villaflor, Néstor, y la novia de éste, Raquel Mangin, fueron secuestrados.4 Villaflor inició su búsqueda, dirigiéndose al Ministerio de Interior, e intentando recabar la ayuda del vicario militar Adolfo Tortolo (aunque sólo consiguió hablar con su secretario, Emilio Grasselli). Durante estas gestiones, conoció a otras mujeres que estaban buscando también a parientes desaparecidos. Tras seis meses de infructuosas pesquisas, Villaflor, junto a otras personas en su misma situación -que se fueron conociendo en la búsqueda de sus familiares- decidieron iniciar una serie de manifestaciones para dar publicidad a su caso. El 30 de abril de 1977 ella y otras trece madres se manifestaron en la Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, enfrente de la sede del gobierno, la Casa Rosada. Ante la orden militar de no detenerse ni "agruparse", sino "circular", decidieron caminar alrededor de la plaza.5 La primera marcha tuvo lugar un sábado, y apenas tuvo repercusión; la segunda fue un jueves y desde entonces se convirtió en costumbre realizarla todos los jueves, en torno a las tres y media de la tarde, poco tiempo después desaparecería por el genocida Astiz.
Entre el jueves 8 de diciembre y el sábado 10 de diciembre de 1977 el Grupo de tareas 3.3.2 bajo el mando de Alfredo Astiz secuestró a un grupo de 12 personas vinculadas a la Madres de Plaza de Mayo. Entre ellas se encontraba Esther Ballestrino, junto con las otras fundadoras de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor y María Ponce, y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.
Alfredo Astiz, conocido como "Rubio" en el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, era el hombre seleccionado por sus jefes para delicadas operaciones de inteligencia. Sus víctimas fueron los integrantes del grupo de la Iglesia de la Santa Cruz, que se reunía con la intención de recolectar- moneda sobre moneda- dinero para publicar una solicitada con los nombres de los desaparecidos. En ese grupo había dos monjas francesas, Leonie Duquet y Alice Domon, pero a Rubio no le importó. Al contrario, estaba convencido de que eran "peligrosas comunistas".
Pañuelo blanco, símbolo de las Madres de Plaza de Mayo.
Hebe de Bonafini expresó sobre la desaparición de las madres.
La desaparición de Azucena, de Mary y de Esther, casi nos hizo tambalear a este grupo que recién se armaba. Lo hicieron para liquidarnos, ellos no pensaron que nosotras íbamos a seguir. De esas Madres lo que hay que saber es que se llevaron las tres mejores Madres que teníamos, porque nosotras veníamos todas de no saber nada [...] Azucena venía de una familia peronista muy combativa, que ya había vivido mucha presión la familia Villaflor, ella ya había sido sindicalista, trabajaba en una compañía de telefonía y era del sindicato; Mary Ponce trabajaba en la base de la Iglesia del Tercer Mundo y Esther Balestrino era una bioquímica que venía huyendo de Paraguay. Ella vino y nos dijo que se llamaba Teresa [...] era una mujer súperinteligente. Ella siempre me enseñaba muchas cosas, me decía: «Mirá, Hebe, cuando vos vas a una reunión y hay uno con un micrófono, te tenés que dar cuenta que ese es el que va a dirigir la reunión y la va a mandar, porque el micrófono le da el poder, pero vos sabés qué tenés que hacer, aunque sea pararte arriba de una mesa, pero no lo dejes porque vos tenés fuerza para eso» y un día yo la vi a ella en una reunión en Familiares parada arriba de una silla discutiéndole a Cata Guagnini, por el tema del micrófono. [Tiempo después] apareció la hija y ella siguió con las Madres. Nosotras le decíamos que teníamos miedo, porque le decíamos que «si apareció tu hija, ahora qué va a pasar», pero le había quedado el yerno desaparecido. Ella tenía un convencimiento político impresionante: conocía todo, sabía de todo, te explicaba todo.
Mientras las calles del país estallaban de jolgorio por el Mundial 78, las Madres de Plaza de Mayo lloraban en la intimidad de sus hogares pero ese dolor, sin embargo, no las inmovilizó y aprovecharon la llegada de jugadores y, sobre todo, de medios de comunicación extranjeros al país, muchos de ellos sabían que la Argentina sucumbía bajo una dictadura militar; hasta sus tierras habían llegado las denuncias de secuestros, de torturas, de desapariciones, de robo de bebés y de muerte en contra de los dictadores y sus cómplices civiles y eclesiásticos.
También sabían del reclamo persistente de las “madres locas”, que daban vueltas en torno de la Pirámide de Mayo, en la plaza frente a la Casa Rosada, con pañuelos blancos en la cabeza. Muchos periodistas se acercaron a esas rondas y hablaron con ellas.
“Nosotras aprovechábamos”, dice Enriqueta Maroni poniendo su rostro, su voz, sus denuncias de secuestros y robos y destrozos en las casas de las víctimas del terrorismo de Estado, su exigencia por tener información no sólo sobre ellos, los y las desaparecidas, sino también de sus bebés. “Sabemos que nacen”, supo decirle, firme, a un periodista de la televisión holandesa.
Mirta Baravalle también recuerda las visitas de la prensa extranjera a la Plaza y las entrevistas que pautaban con esos “periodistas del mundo” en bares y hoteles. Recuerda que aprovechaban “cada ocasión para acercar a quien sea las denuncias de lo que ocurría en el país”. En aquellos tiempos, las Madres, “aún de manera improvisada, hacíamos de todo para contar lo que nos estaba pasando. Nada era fácil en esa época. Sabíamos que de una manera y otra estábamos siendo vigiladas, pero lo intentábamos”, continúa. Una de las estrategias que después fueron emprolijando y organizando con el tiempo fue la de escribir cartas con los reclamos de información sobre los hijos e hijas secuestrados, sobre los nietos robados. Durante el Mundial 78 les escribieron cartas a los jugadores.
Hacía más de un año que no sabía nada de su hijo, el mayor de sus cinco hijos, que había sido secuestrado por las fuerzas de seguridad estatales, cuando Marta Moreira de Alconada Aramburú se abrió paso entre un grupo de señoras que se acumulaban frente al micrófono en la Plaza de Mayo, sin saber que lo que diría la inmortalizaría para siempre. “Nosotros solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Ya no sabemos a quién recurrir: consulados, embajadas, ministerios, iglesias, todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos. Ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza”, rogó a un periodista holandés que no solo llegó a Argentina aquel invierno para transmitir noticias en relación con el Mundial 78, sino también para informar sobre las desapariciones de hombres y mujeres en manos de la dictadura militar que reinaba entonces.
El reclamo de las Madres de Plaza de Mayo no era desconocido en Argentina ni en el mundo, aunque pocos medios de comunicación locales le daban espacio en sus páginas o minutos de aire en sus noticieros. El diario Buenos Aires Herald, que se editaba en Buenos Aires en idioma inglés, fue el único que brindó cobertura a los pedidos de Marta y otras tantas mujeres por información sobre sus hijos e hijas a quienes las fuerzas de seguridad —el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea o la Policía, según el caso— se habían llevado de sus casas, de la calle, de la universidad, sin brindar detalles sobre los por qué ni los dónde. El Herald contaba que las Madres eran llamadas “Mad Mothers”, madres locas, en la Argentina.
Las rondas en torno de la Pirámide de Mayo se volvieron su emblema que, de a poco, comenzó a traspasar las fronteras nacionales. Aquel invierno de 1978 la Argentina estaba en el centro de los medios de comunicación de diversas partes del mundo porque en junio sería escenario del Onceavo Campeonato de Fútbol Mundial y si bien el evento fue utilizado por la dictadura cívico militar para intentar mitigar las denuncias que ya circulaban en el exterior sobre violaciones de los derechos humanos de las que era responsable, no pudo callar el reclamo de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.
Para el director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, una de las cosas buenas que tenía el Mundial de Fútbol era que Argentina recibiría la visita de periodistas extranjeros. “Periodistas deportivos que empezaban a darse cuenta de lo que estaba pasando acá. Los militares intentaban asustarlos, pero... las historias comenzaron a emerger”, recordó Cox.
Entonces, la organización de derechos humanos Amnistía Internacional había comenzado una campaña de denuncia sobre los secuestros, las torturas y las desapariciones que el terrorismo de Estado estaba provocando en la Argentina, destinada a la gente que vendría al país a ver el mejor fútbol del mundo. El periodista resumió el espíritu de la campaña de esta manera: “No solo verá fútbol maravilloso, allí están asesinando gente”.
Amnistía también contactó a periodistas que vendrían a trabajar durante el campeonato. Algunos equipos trabajaron sobre el Mundial de Fútbol 78 pero también dedicaron parte de su tiempo a recolectar testimonios de madres y abuelas que buscaban a hijos e hijas secuestrados o nietos robados. La cadena de televisión inglesa BBC, la holandesa y comunicadores de Suecia se acercaron a la Plaza de Mayo. Fue ante ellos que Marta Moreira de Alconada Aramburú, Enriqueta Maroni y otras Madres pidieron ayuda.
Una de ellas explicó frente al micrófono que estaban ahí para saber dónde estaban sus hijos. Otra aclaró que buscaban “eso nada más, (saber) si están vivos, si están muertos, que nos respondan, nada más”. Y luego pasó al frente Marta, que hasta entonces oía desde atrás del tumulto. Se paró frente a la cámara sosteniendo en sus manos el cartel que colgaba de su cuello en el que en fibrón azul decía “queremos saber dónde están nuestros hijos”.
Un retazo de tela blanca le cubre la cabellera entrecana. Mira al periodista y empieza a hablar: “Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Nos dicen que los argentinos en el extranjero están dando una falsa imagen de la Argentina. Nosotras que somos argentinas, vivimos en la Argentina, les podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen frío, si tienen hambre. No sabemos nada. Y desesperación, señor, porque ya no sabemos a quién recurrir. Consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos, ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza”.
Luego habló Enriqueta Maroni, quien reclamaba —y lo sigue haciendo— por el paradero de dos de sus hijos. Enriqueta denunció la forma en la que sus hijos y los del resto de las mujeres de pañuelos blancos en la cabeza como ella habían sido secuestrados. “Han venido a nuestras casas, las han allanado, han robado cuanto han querido, han destrozado las casas, porque las han destrozado, y robado todo lo que tenemos, además de nuestros hijos, y nunca más supimos nada de ellos. El Ejército lo ha hecho a eso.”
Esa tarde, además de los medios de comunicación extranjeros estuvo presente el Buenos Aires Herald. Para ese diario, el encuentro entre la prensa internacional y las Madres de Plaza de Mayo fue noticia y la contó al otro día. En un artículo titulado “Trabajadores de la TV filman a las madres locas” relató que las “madres locas de Plaza de Mayo” recibieron cobertura masiva de los medios televisivos de europa. El artículo menciona que la rueda de las madres frente a la Casa de Gobierno fue filmada por grupos de la televisión holandesa, belga e inglesa, la BBC. También menciona que luego llegaron fotógrafos de publicaciones extranjeras. Y que cuando los periodistas comenzaron a entrevistar a las madres aparecieron “dos patrulleros”, que “los policías uniformados se acercaron a la escena pero se quedaron observando desde los bordes”. Y que, luego, policías de civil “intervinieron”. La televisión holandesa grabó a un policía insistiendo a las madres con que “circularan” por la plaza, que no se quedaran quietas. Nunca más lo hicieron.
Para mí, una de las cosas más importantes es que Holanda haya pasado la marcha de las Madres en vez del mundial, porque era jueves, y ahí nos conoció el mundo. Yo creo que eso fue un cimbronazo muy grande para las Madres porque inmediatamente las mujeres de Holanda nos escribieron y nos dijeron «estamos a su disposición», y ellas juntaron el dinero para que tengamos la primera casa, porque si no tan desboladas y tan desarmadas como estábamos yendo a las iglesias que nos pateaban o yendo a un confitería de la que nos teníamos que ir temprano porque sino nos llevaban presas, no sé si hubiéramos podido durar porque estuvimos tres años sin tener dónde reunirnos.
Hebe de Bonafini
Entre los años 1978 y 1979 las Madres comenzaron a salir al exterior para hacer conocer el drama de los desaparecidos y solicitar que se aislara a la dictadura militar argentina, primero a Europa y luego a Estados Unidos. Tuvieron la fortuna de ser escuchadas e invitadas. Amnesty International patrocinó un viaje en 1979 que abarcó nueve países para exponer ante gobernantes de Europa y los Estados Unidos la situación real en la República Argentina.
También para nosotras nos marcó muchísimo el primer viaje que hicimos, animarnos a salir a Europa cuando nadie salía. Yo pienso también que cuando se fueron formando los grupos de solidaridad fueron todos lazos de contención muy fuerte para las Madres, tal vez la gente no se dio cuenta, el Frente de Apoyo a las Madres y los grupos de apoyo en distintas partes de Europa. Hebe de Bonafini
En 1980 comenzó a surgir la idea entre las madres de que incluso si los desaparecidos estuvieran muertos, se seguirá buscando el esclarecimiento como si siguieran vivos, porque el delito es constante hasta que no aparezca el cuerpo, concepto que después evolucionaria en la idea de que la víctimas que no están, no son solo las que fueron eliminadas por la dictadura, sino que ellas representan a todos los que lucharon contra el poder.
En 1980, Emilio Mignone y Adolfo Pérez Esquivel, con la convicción de que los desaparecidos «estaban todos muertos», salieron al mundo a decir que ya no había más nada que hacer, que en 1979, cuando vino la Comisión de Derechos Humanos, se había hecho el «blanqueo» de los campos de concentración. Nosotras estábamos en Suecia, y empezamos a decir «no podemos bancar que los civiles, que el premio nobel, digan que están todos muertos. ¡De ninguna manera, tenemos que sacar una declaración, nadie nos dijo qué pasó con ellos, no podemos aceptar la muerte de nuestros hijos». Y el 5 de diciembre de 1980 sacamos la famosa frase, de cuestionamiento a un sistema perverso: «aparición con vida», porque no hemos de dejar morir a nuestros hijos, aparición con vida en cada lugar donde un hombre o una mujer pelean y luchan y levantan un fusil para defenderse, ahí están ellos. ¡Aparición con vida! ¡De verdad, no es una utopía ni una locura! Hebe de Bonafini
Primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo en la ronda de los jueves en la foto se reconocen a Hebe de Bonafini y Nora Cortiñas las madres todavia no llevan pañuelo
El 30 de abril de 1977 un grupo de mujeres, convocadas por Azucena Villaflor, se reunió en la Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos que se encontraban desaparecidos. Un policía, haciendo caso a la ley impuesta por la dictadura, les dijo que no podían quedarse quietas allí reunidas. Entonces empezaron a marchar alrededor de la Pirámide de Mayo, fue la primera ronda de muchas.
Las Madres se agolpaban ante las cámaras de un periodista extranjero que cubría el Mundial de Argentina 1978 , el Mundial tuvo un efecto paradójico sobre estas mujeres que buscaban con desesperación a sus hijos. Por un lado se sintieron más solas que nunca. Sintieron que esa fiesta les era ajena, que esas celebraciones populares olvidaban su dolor. Por el otro, el evento deportivo logró que la atención internacional se centrara sobre ellas y que su voz fuera escuchada con fuerza por primera vez en todo el mundo. El fútbol, y en especial los mundiales, tienen ese doble efecto contradictorio. Por un lado, todo durante un mes queda bajo su sombra, monopolizan la atención pública, enmascaran cualquier situación. Pero por el otro todo lo que toca el fútbol se multiplica exponencialmente. Así ocurrió con los problemas sociales y políticos en China en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 o en Brasil 2014 y Río 2016. Lo mismo ocurrió en el Mundial 78. Todo el mundo (literalmente todo el mundo) tomó conocimiento de las violaciones a los derechos humanos en el país en virtud del Mundial.
Esa oposición entre la alegría popular y el dolor personal no es algo que para las Madres ocurría en las calles. También sucedía en sus propias casas. Hebe de Bonafini hace unos años declaró: "Con nuestras familias también teníamos disgustos. Mucha gente cercana yo les decía que usaban el Mundial para tapar los crímenes. 'No, qué va a ser así', me decía mi marido. Yo lloraba como loca en la cocina mientras Humberto miraba los partidos y festejaba los goles. Y él era un tipo que estaba sufriendo horrores la desaparición de sus hijos. Mi esposo me acompañaba a la Plaza pero no podía entender que el Mundial tuviera que ver con la represión. Tal vez por eso yo no quiero condenar a toda la sociedad por lo que ocurrió en el Mundial".
El primer día de junio del 1978 era el comienzo del Mundial con la ceremonia inaugural y el primer partido, Alemania-Polonia. Las mujeres discutieron qué hacer. La decisión fue seguir como siempre. Que nada alterara su rutina y se dirigieron a la Plaza a hacer su ronda habitual. La ciudad estaba desierta y paralizada. Nadie (casi nadie) estaba en las calles ya que se había decretado asueto para que todos pudieran ver -en la cancha, en la televisión o en los cines que la transmitían en pantalla gigante y a color- la apertura. Una de las madres Martha Vázquez recordó esa tarde tiempo después: "Habíamos quedado en ir a la Plaza como todos los jueves. Tomé un taxi y vi que la calle era un desierto, no había nadie. Íbamos por la 9 de Julio y pensé que tal vez estábamos verdaderamente locas". La plaza estaba desierta y sólo este puñado de mujeres -menos de un centenar- con sus pañuelos blancos. Y un equipo de televisión el de la televisión holandesa tomó una decisión extraordinaria ya que la ceremonia y la Ronda de los Jueves eran a la misma hora, transmitió las dos simultáneamente y a pantalla partida contrapuso la fiesta deportiva con el dolor de las Madres.
El efecto de esta transmisión fue multiplicador y al jueves siguiente los corresponsales de toda Europa cubrían el evento en la Plaza de Mayo. Las imágenes que ayer se viralizaron probablemente sean del jueves siguiente a la inauguración, del 8 de junio. De fondo a los descarnados testimonios de las mujeres se ve movimiento, gente que pasa. En otras entrevistas de ese mes se ve entrar a cuadro a hombres que atraviesan la plaza y les reprochan a las Madres sus dichos, les recuerdan que perjudican la imagen del país. "Que se vayan, que se vayan", se escucha con nitidez en algunos de esos videos. Jean-Pierre Bousquet lo consignó en Le Monde al día siguiente, el 9 de junio del 78: "Muchos transeúntes las interpelaban: '¿Qué hacen aquí?', '¿Se dan cuenta de la imagen que dan del país?', '¿No ven que hay periodistas extranjeros que van a aprovecharse para atacarnos?', '¿Ustedes no son argentinas?'. No se trataba ni de policías ni de provocadores profesionales. Era, simplemente, gente que pasaba".
El periodista británico Robert Cox, era el director un diario que se publicaba en ingles se trataba del Buenos Aires Herald de los años 70 y durante la dictadura militar argentina escuchó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y denunció en la prensa lo que pocos, que aquel tiempo, se animaban a contar y fue el único medio argentino que aceptaba las solicitadas con los nombres de los desaparecidos en ese momento.
Hacia julio de 1977, cuando publicó el editorial mencionado, a Cox ya le constaba la existencia de una maquinaria de terror. Tras apoyar — como casi toda la prensa — el golpe militar de marzo de 1976, el periodista se había enterado de inmediato de desapariciones de miembros de familias vinculadas al mundo anglosajón. En la mañana del 4 de julio del primer año de la dictadura, Cox pasó por la iglesia San Patricio, en pleno Belgrano R, donde un escuadrón de la muerte había liquidado horas antes a cinco miembros de la congregación irlandesa de los Palotinos. Desde allí se trasladó a la Embajada de Estados Unidos. Aprovechó la celebración de la independencia de ese país para increpar a jerarcas militares por la matanza.
Era junio de 1979, cuando Cox logró entrar con un grabador al despacho del ministro del Interior de Jorge Videla, Albano Harguindeguy, luego de una conferencia de prensa, logró inmortalizar una conversación que tuvo con el funcionario: "Hay sesenta periodistas desaparecidos", le planteó el director del Herald al ministro, a lo que éste contestó de manera evasiva: "¿Sesenta? Hay algunos presos, gente que está metida en...". Cox reiteró su pregunta, pero sólo consiguió una respuesta irónica: "¿Nada más que sesenta?".
Desde ese momento se tramito la expulsión de Robert Cox del país y el 18 de diciembre de 1979, las Madres de Plaza de Mayo despedirían a Cox mediante una solicitada. El periodista había sido expulsado al exilio junto a su familia. “Robert Cox, el periodista digno, el hombre íntegro. Gracias por haber sido uno de los muy pocos, poquísimos periodistas que demostró, a través de su accionar profesional, comprensión con nuestro dolor” – decían las Madres.
Cuando comenzaron a reunirse eran un grupo pequeño de Madres. Posteriormente creció hasta ser habitualmente de 300 a 400 Madres los jueves en la plaza, incorporándose los padres, hermanos, esposas, hijos, nietos de los desaparecidos y fueron formándose grupos de Madres en el interior del país.
En 1980 adquieren una sede social, dejando atrás las reuniones en sus casas particulares, gracias a una donación de SAAM (Asociación Neerlandesa de Mujeres, que se había constituido para ayudarlas). La presidenta de la fundación, Hebe de Bonafini, expresó al respecto:
Tal vez la que marcó fue lo que te digo ahora, que las mujeres holandesas se comunicaran con nosotras ni bien nos vieron dar vueltas, esa vuelta que nadie conocía y ya tenía más de un año. Luego [tuvimos] otra [casa] en Hipólito Yrigoyen 1442, y empezamos a crecer, nos regalaban cuadros, esculturas, cartas y miles de poemas y guardamos todo, desde el 30 de abril de 1977, todas las cartas que nos mandaron y mandamos; no existía Internet, todo escrito a mano. Hebe de Bonafini
Desde 1981 se realizaron las Marchas de la Resistencia, una serie de manifestaciones públicas anuales organizadas con el fin de reclamar por la vigencia de los derechos humanos. Las mismas constituyeron una enérgica reacción popular contra el Proceso de Reorganización Nacional, y su terrorismo de Estado.
En 1981, la primera Marcha de la Resistencia. Discutida, nadie quería poner la palabra «resistencia», estaba la dictadura, era temerario hablar de «resistencia» [...] Hicimos la primera marcha; en la noche quedamos solo setenta Madres, solitas. Acompañadas de los nuestros, de esos hijos que empezaron a habitar la Plaza desde el 30 de abril, y la habitan cada jueves y cada marcha. Al otro día vinieron la gente, los organismos, las organizaciones, a acompañarnos, y a las tres y media, como correspondía, la cerramos. Y hoy la Marcha de la Resistencia es esperada cada año y cada año es más fuerte y más linda para festejar. Hebe de Bonafini
En 1982 la junta militar reconquistó las islas Malvinas después de 149 años de ocupación británica, lo que distrajo la atención de la crisis económica a este hecho. La presidenta de la fundación, Hebe de Bonafini, expresó al respecto:
En 1982, la guerra de las Malvinas y, entre medio, marchas, represión, cárcel, empezamos a visitar a los presos políticos en las cárceles. Un día, les llevamos cuarenta claveles rojos para que le dieran a sus madres el día antes del Día de la Madre. Y la guerra de las Malvinas donde las Madres tuvimos una posición muy dura: rechazo a la guerra. «Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también» dijimos en aquel momento, querían que fuéramos a tejer al Obelisco, rechazamos la guerra porque era otra muerte fabricada por los militares, infierno para un montón de pibes que fueron creyendo que salvaban a la patria, y que están olvidados, sin trabajo, tirados por ahí. Pero nosotras también los recordamos siempre, y los que murieron también están aquí. Hebe de Bonafini
Finalmente en 1983 se anunció la convocatoria a elecciones generales, que permitiría la reapertura democrática del país.
En 1983 empezamos a recorrer todos los partidos políticos con un documento. Los partidos que habían quedado en la heladera durante todo este tiempo se estaban preparando, venía la época en que habría elecciones, les pedíamos entrevistas y no nos daban. Habíamos hecho un documento muy duro a Alfonsín, porque le entregó la banda Bignone y Bignone era un asesino, un dictador, y sin embargo Alfonsín quiso que él le pusiera la banda presidencial. Hebe de Bonafini
Una de las diferencias principales que llevó a la ruptura era el planteamiento de buscar o no buscar a los hijos arrebatados por el gobierno militar o grupos armados.Para un lado era necesario apoyar la búsqueda, para el otro había que pensar como colectivo y no individualizar cada caso
Las Madres de Plaza de Mayo en la segunda Marcha de la Resistencia, ocurrida entre el 9 y el 10 de diciembre de 1982.
El premio Nobel de la Paz Adolfo Pèrez Esquivel y algunas Madres de la Plaza de Mayo conversan durante la primera marcha de la resistencia que se produjo el 10 de diciembre de 1981.