La presidencia de Avellaneda continuó la obra de la organización nacional emprendida por sus antecesores desde Caseros, los presidentes Urquiza, Mitre y Sarmiento. Existía ya en vigor la subestructura jurídica del Código civil, obra de Vélez Sársfield, y faltaba resolver el largo pleito de la capital de la República, para dar por terminado el proceso iniciado en 1852.
El único disturbio civil de su período presidencial fue el tercer levantamiento de López Jordán en Entre Ríos en 1876, que fue rápidamente sofocado.
Conquista del territorio
En cambio, se realizó la conquista del desierto por Adolfo Alsina, su ministro de guerra, completada por el general Roca, que se apoyó en la línea defensiva de su antecesor para incorporar a la colonización de los blancos 15.000 leguas, todo lo cual exigió gastos considerables.
He aquí las fluctuaciones de los ingresos y gastos- de la administración nacional durante la presidencia de Avellaneda:
Años | Rentas Generales | Gastos |
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1875 | 17.206.747 | 28.567.861 |
1876 | 13.583.333 | 22.153.048 |
1877 | 14.824.087 | 19.924.961 |
1878 | 18.415.988 | 20.840.918 |
1879 | 20.961.893 | 22.523.159 |
1880 | 19.594.505 | 26.919.295 |
El intercambio comercial da saldos favorables en tres de los seis años de su gobierno. Pero lo importante es el comienzo de la exportación de cereales a Europa desde los puertos de Rosario y Buenos Aires y la primera exportación de carnes congeladas desde el puerto de San Nicolás.
Fomento a la inmigracion
La inmigración dejó un saldo importante en la población laboriosa y emprendedora. Tuvo el siguiente ritmo>
Años | Inmigrantes |
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1875 | 42.036 Personas |
1876 | 30.965 Personas |
1877 | 36.325 Personas |
1878 | 42.958 Personas |
1879 | 55.651 Personas |
1880 | 41.651 Personas |
Al terminar la presidencia, el gobierno nacional corría con los gastos del apoyo a 10 colonias de inmigrantes instaladas en Chubut, Santa Cruz, Resistencia, Formosa, Villa Libertad, San Javier, General Alvear, Sampacho, Caroya y Presidente Avellaneda, y contribuyó al establecimiento y desarrollo de cuatro colonias particulares: de Iriondo, Olavarría, Rodríguez y Paraná.
Apoyo a la educación
Su apoyo a la instrucción pública primaria y secundaria, en todo el país, fue constante; continuaba así la obra que había realizado y dirigido como ministro de Sarmiento. En la enseñanza superior se creó en setiembre de 1877 la facultad de medicina de la universidad de Córdoba y en 1878 se creó la facultad de ciencias físico-matemáticas, sobre la base de la antigua Academia de ciencias; en 1879 se dispuso el funcionamiento de la facultad de filosofía y humanidades.
En todo el período de Avellaneda realizó progresos incesantes la instrucción pública en la educación del pueblo, para alcanzar el nivel de una democracia orgánica y consciente. Se difundió el normalismo; en 1876 el número de las escuelas normales nacionales y provinciales sumaban 8; en 1879 alcanzaban a 15. Las escuelas primarias en 1876 en todo el país eran 1.962 y concurrían a ellas unos 120.000 alumnos, apenas el 23 por ciento, pero no obstante una cifra superior a la de los demás países suramericanos. En los colegios nacionales se matricularon en 1878 unos 1.800 estudiantes.
Tenía el presentimiento de la trascendencia de la educación. Al colocar la piedra fundamental del colegio nacional de Rosario, expresó este pensamiento:
"Pero ¿quién puede decir lo que valdrá una casa de educación para el desenvolvimiento futuro de un país? ¿Quién puede vaticinar lo que valdrán cien o mil niños educados, o lo que valdrá uno solo, si al hacerse hombre gobierna como Washington, piensa como Newton, o inventa como Fulton?" Y agregó: "La fundación de un colegio es el llamamiento más poderoso que puede dirigirse a todos los poderes de lo desconocido, a los poderes del bien, de la inteligencia cultivada y de las ciencias que han producido siempre la felicidad de los pueblos".
Administración y obras públicas
Entre sus creaciones administrativas figura la del departamento de ingenieros, la dirección general de rentas de la Nación, la Casa de Moneda. Fue prolongada la línea férrea de Campana a Rosario y se terminó la de Córdoba a Tucumán, enlazadas por ese medio desde el 30 de octubre de 1876. En su mensaje al Congreso, mayo de 1877, Avellaneda, que fue personalmente a inaugurar la nueva línea, dijo:
"A pesar de la crisis con sus dificultades y de las extraordinarias torrentadas que inundaron el norte de la República, los trabajos del ferrocarril a Tucumán no se interrumpieron y el 19 de noviembre último fue inaugurado solemnemente y abierto al servicio de todos. Este hecho es el acontecimiento capital de los últimos tiempos, por sus efectos sociales y económicos que empiezan ya a hacerse sentir. Los habitantes del norte de la República han quedado aproximados en diez o doce días a las ciudades comerciales del litoral, que contribuyeron con las mercaderías extranjeras a la mayor parte de sus consumos, y los valiosos productos de aquella región de la República se encuentran a su vez en posesión de nuevos mercados. El azúcar tucumána ha sido vendida por millares de arrobas en Córdoba y en Rosario, haciendo buena competencia a la que nos viene de otros países.
"El ferrocarril de Córdoba a Tucumán tiene una longitud de 547 kilómetros, o sea de 110 leguas, y es el más ex-tenso que se haya construido en esta parte de América. La ley que distribuyó los fondos del empréstito había destinado para la construcción de este ferrocarril 14 millones de pesos y sólo se han invertido hasta este momento 8 millones 500 mil"...
Las líneas ferroviarias fueron vinculando las provincias del interior entre sí y con la capital federal.
Pero los máximos galardones de la presidencia de Avellaneda, como se ha dicho, fueron la conquista del desierto, la federalización de Buenos Aires y la inmigración.
Con ello terminó un largo período de la historia argentina, dando comienzo a la nueva Argentina, en un amplio margen territorial y en un cuadro institucional definitivo, ligado por el telégrafo eléctrico, los ferrocarriles, etc., etc. Comenzó a desarrollarse la agricultura por obra de los brazos que aportó la corriente inmigratoria ininterrumpida. El alambrado hizo posible la coexistencia de las explotaciones ganaderas tradicionales con las tareas agrarias, cerealistas, del nuevo Período. La vida rural del gran país, sobre todo en las provincias próximas a los puertos de embarque de la producción cerealista y de las carnes congeladas, asumió un nuevo aspecto; el gaucho tradicional de la campaña, más o menos nómade, fue reemplazado por el chacarero.
Las cuatro presidencias históricas de Urquiza, Mitre, Sarmiento y Avellaneda encarnan el nuevo capítulo de la historia nacional.