Nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Pergamino. Su verdadero nombre fue Héctor Roberto Chavero. Durante la adolescencia adoptaría el seudónimo que lo acompañaría para siempre y por el cual todos lo hemos conocido: Atahualpa Yupanqui.
Entre sus antepasados se encuentran indios, criollos y vascos:
"En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes 'muy de antes' ..." ("El canto del viento", I ).
Los primeros años de su infancia transcurren en Roca, pueblo de la provincia de Buenos Aires donde su padre trabaja en el ferrocarril. Allí sus días transcurren entre los asombros y revelaciones que le brinda la vida rural y el maravilloso descubrimiento del mundo de la música, al que se acerca a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras:
"... mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (...) Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" ("El canto del viento", I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación. Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos.
"Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma, y ya no habría otro mundo que ése: ¡ La Guitarra !. "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡ La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre !" ("El canto del viento", II).
Cuenta con 9 años cuando su familia viaja al Tucumán, provincia a la que volverá repetidas veces a lo largo de su vida, y a la cual lo une un profundo afecto. En el terreno musical, describe este lugar como "el reino de las zambas más lindas de la tierra". Muchas canciones suyas han sido dedicadas al Tucumán o han evocado su gente y sus parajes: la famosísima "Luna tucumana", "Nostalgias tucumanas", "Adiós Tucumán", "Zamba del grillo", "La tucumanita", "La pobrecita", "La raqueña", etc.
Durante su adolescencia regresa a la provincia de Buenos Aires, a Junín. A partir de los 18 años inicia un peregrinaje casi constante, que lo llevará por los más diversos lugares: la ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Como señala Felix Luna, durante mucho tiempo resulta imposible seguir en detalle su itinerario: "Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar" .
En esos años de adolescencia y juventud, además de su trabajo como músico, se desempeña en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista.
También fue común, durante esos primeros años, que recorriera junto con un amigo distintos pueblos del interior proyectando películas en una sábana que utilizaban como pantalla. Terminada la película, venía el concierto de guitarra a cargo de Atahualpa.
Por esas vueltas que tiene la vida, encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodriguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Escuchemos el doloroso relato de Yupanqui: "Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !.
¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche!
El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una semblanza del maestro.
De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso.
(...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia" ("El canto del viento", IV).
Hacia fines de la década del '30 comienza a efectuar sus primeras grabaciones difundiendo, también, su propio cancionero. Registra así, para el sello RCA Victor numerosos cantos y danzas, como "La zamba del cañaveral", "La andariega", La arribeña", "La churqueña", "Tierra Jujeña", "Kaluyo de Huascar", "Viento, viento", "Camino de los valles", "Cañada Honda", "La viajerita", "La raqueña", etc. (Fernando Boasso - "Tierra que anda ..." , pág. 42/43).
En la década del '40 suma a su actividad como compositor e intérprete la de escritor, publicando sus dos primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943. Más adelante publica la novela "Cerro Bayo", en la que luego se basaría el guión de la película "Horizontes de Piedra".
Continúan sus grabaciones: "Viene clareando", "Hui jo jo", "Ahí andamos señor", "El arriero", "Zamba del grillo", "Chilca Juliana", "La añera", "La pobrecita", "Camino del indio", entre otras, van cimentando su fama y su prestigio en todo el país.
En 1945 se afilia al Partido Comunista, vínculo que mantendrá hasta el año 1952, fecha en que renuncia al mismo retomando una posición política independiente. Esta afiliación y su actitud crítica ante el gobierno peronista le valdrán un silenciamiento forzoso durante todos esos años. Sus actuaciones fueron prohibidas, no participó en programas radiales, sus grabaciones se interrumpen desde 1947 hasta 1953. Tampoco se permitía la interpretación de sus temas por otros artistas.
Es detenido y encarcelado en ocho oportunidades.
Comienzan en estos años sus retiros en la localidad de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, donde levanta su casa, y sus viajes por Europa donde obtendrá un reconocimiento excepcional. En 1949 actúa en distintos países de la órbita comunista: Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Recala luego en París, donde se vincula con distintos artistas e intelectuales del momento. Conoce a Edith Piaf quien queda impresionada con su arte y lo invita a participar en sus propios recitales ante el público parisino, en los que obtiene un resonante éxito. En 1950 obtiene el premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco folklórico del año.
A partir de 1953 se levanta su proscripción y vuelve a grabar en forma sostenida: "Tierra querida", "Chacarera de las piedras", "Recuerdos del Portezuelo", "La Tucumanita", "Indiecito dormido", "Lloran las ramas del viento", "La humilde", "Le tengo rabia al silencio", "Luna Tucumana", etc., etc.
Retoma, también, sus actuaciones en Buenos Aires y el interior del país.
En la década del '60 además de sus giras de concierto por Europa, comienza a actuar en el Japón, donde nuevamente obtiene un profundo reconocimiento. Continúa con sus grabaciones: "Los ejes de mi carreta", "Sin caballo y en Montiel", "La alabanza", "Cantor del sur", "El árbol que tu olvidaste", "El payador perseguido" entre muchos otros títulos. Edita, asimismo, uno de sus libros más importantes: "El canto del viento".
En 1967 obtiene el Premio del Festival de Cosquín y en 1968 y 1969 el Premio de la Academia Charles Cross de París al mejor disco extranjero.
De aquí en adelante el reconocimiento de su propio país, América y Europa se ve plasmado en una serie de premios y homenajes: El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) es bautizado con su nombre (1972); es nombrado ciudadano ilustre en el estado de Vera Cruz, México (1973); es condecorado por el gobierno de Venezuela (1978); es nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia (1979); recibe el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la O.E.A. (1983); recibe el Premio Konex de Platino como autor de folklore (1985); Premio "Caballero de las Artes y Letras" del Ministerio de Cultura de Francia (1986); Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (1990); Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires (1991).
Recomiendo consultar el libro de Fernando Boasso quien incorpora una extensa lista de premios y distinciones recibidos por el artista. Aquí sólo se han citado algunos ("Tierra que anda ...", pag. 183/185).
Compone en París dos cantatas con música de compositores argentinos: "El sacrificio de Tupac-Amaru" (1971) con música de Enzo Gieco y Raúl Maldonado; y "La Palabra Sagrada" (1989) con música de Juan José Mosalini y Enzo Gieco.
Para completar esta sucinta enunciación de sus obras, cabe recordar aquí sus últimos libros: "Guitarra", "El payador perseguido", "Del algarrobo al cerezo" y "La capataza".
A fines de los '80 concreta la creación de la "Fundación Yupanqui". Cuenta Fernando Boasso: "Por 1987 Don Ata va ultimando los detalles para una fundación, que se concretará en 1989, como Fundación Yupanqui. Declara a 'Clarín' (17 de mayo de 1987): 'Por supuesto, será en Cerro Colorado. Aún no tiene un nombre definido. Será un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición. Tengo muchas expectativas de todo esto. Tal vez, cuando yo no esté en el mundo, ese modesto centro centro de ideas continuará de algún modo con mis ideas, con mis afectos'.
(...)'Lo pensamos con mi amigo, el investigador Rex González. Tenía cosas muy valiosas, iba a causar muchos problemas para el hijo tener que conservarlas. Y entonces dejé para la Fundación mi casa de Cerro Colorado. Tenía una casa grande; la regalé con mis libros, los puñales de mi abuelo, ponchos, aperos, regalos que me fue dando la gente en todos estos años de recorrer el mundo...' ". ("Tierra que anda ...", pág. 111).
Encontrará Ud., en más de una oportunidad, la firma de "Pablo del Cerro" en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui. Se trata del seudónimo artístico de quien fue su esposa: Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones.
Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.