Tratados para el final de la guerra

Los problemas económicos y políticos generados en ambos estados, en especial, el bloqueo de la Armada de Brasil al puerto de Buenos Aires que causaba  problemas también al gobierno ingles pues no podía ingresar sus artículos en Buenos Aires, esto llevo a Gran Bretaña a mediar para iniciar las tratativas de paz. En 1827, el ministro plenipotenciario argentino Manuel José García, excediéndose en su misión, firmó la Convención Preliminar de Paz de 1827 con los representantes brasileños que reconocía la soberanía del Imperio sobre la Provincia Oriental y se comprometía a pagarle a Brasil una indemnización de guerra. El presidente Bernardino Rivadavia la declaró como el «tratado deshonroso», rechazándola y presentando posteriormente su renuncia.

Primeras gestiones de Gran Bretaña

Desde agosto de 1822, el ministro de relaciones exteriores de Gran Bretaña era George Canning. Sus objetivos centrales, en lo que respecta a las relaciones con América Latina, eran neutralizar los intentos de las potencias europeas de extender la acción de la Santa Alianza a las nuevas naciones sudamericanas, y recuperar la iniciativa frente a los Estados Unidos, que habían ganado un gran prestigio a través de la enunciación de la Doctrina Monroe. Consiguió explotar las rivalidades entre las monarquías europeas, con lo que la Santa Alianza pronto dejaría de existir, y reconoció la independencia de los estados hispanoamericanos a través de sucesivos tratados de amistad, comercio y navegación, con lo que Gran Bretaña volvía a ser la potencia más ligada a los gobiernos de aquellos.

En septiembre de 1823, José Valentín Gómez había exigido al Emperador la devolución de la Banda Oriental a las Provincias Unidas, arguyendo su pertenencia histórica a estas y la invalidez de las actuaciones del Congreso Cisplatino. Sus reclamos fueron rechazados.

Poco después, los enviados del Congreso de las Provincias Unidas ofrecieron a Simón Bolívar ponerse al frente de una campaña contra el Imperio, pero el proyecto no terminó de atraer al Libertador, tanto por el escaso eco que sus pretensiones respecto a la ulterior organización política de Sudamérica tenían en Buenos Aires, como por los problemas en el Perú, que lo retuvieron lejos del nuevo teatro de guerra.

De modo que, en julio de 1825 y nuevamente en noviembre, el embajador rioplatense en Londres, Manuel de Sarratea, solicitó la intervención de Gran Bretaña en el conflicto por la Banda Oriental, cuando ya era conocida la expedición de los Treinta y Tres. Ya el cónsul británico en Buenos Aires, Woodbine Parish, había hecho notar al Foreign Office que estaba por estallar una crisis por esa cuestión.​

No obstante las gestiones del embajador británico en Río de Janeiro, en enero de 1826 la guerra estaba declarada y los ejércitos y escuadras a punto de enfrentarse.

George Canning

El ministro Canning nombró embajador en Buenos Aires al aristócrata John Ponsonby,​ Antes de partir hacia su destino, en marzo de 1826, recibió nuevas instrucciones, para que mediara entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil.

La Misión Ponsonby

El diplomático británico John Ponsonby tuvo una actuación muy destacada en la resolución de la Guerra del Brasil.

El ministro Canning nombró embajador en Buenos Aires al aristócrata John Ponsonby,​ Antes de partir hacia su destino, en marzo de 1826, recibió nuevas instrucciones, para que mediara entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil. En primer lugar, debería presentar la oferta del gobierno de Buenos Aires, de que la Provincia Oriental volviera a las Provincias Unidas, a cambio de una indemnización generosa por los gastos luso-brasileños durante la ocupación. Si ese pedido fuera rechazado, debía sugerir al Emperador la independencia de la Banda Oriental como un estado separado.​

Entre mayo y agosto de 1826, Ponsonby permaneció en Río de Janeiro, presentando esas dos propuestas a Pedro I a través de su ministro de relaciones exteriores, Antônio Luís Pereira da Cunha.
El Emperador rechazó toda mediación, y ofreció una contrapropuesta: la Provincia Cisplatina sería reconocida como parte del Imperio por las Provincias Unidas, a cambio de que el puerto de Montevideo fuera puerto franco para los buques que llegaban a o partían desde Buenos Aires.​


A partir de 1826, a pedido de Jorge IV de Inglaterra, fue enviado en sucesivas misiones diplomáticas debido a que pretendía a la amante del rey. Ese año viajó como Ministro Plenipotenciario del Reino Unido al Río de la Plata durante la Guerra de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil. Actuó en la intermediación entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil, proponiendo como solución definitiva la independencia de la Provincia Oriental, creándose a través de la Convención Preliminar de Paz el Estado Oriental del Uruguay. Fue determinante para el derrocamiento y posterior fusilamiento de Manuel Dorrego.

Ponsonby llegó en septiembre de 1826 a Buenos Aires.140​ Presentó la contraoferta brasileña a Rivadavia, pero recibió un rotundo rechazo. Entonces dijo al presidente que la única base posible para la negociación con el Brasil sería la independencia oriental.141​ En este punto, la mayor parte de los historiadores, tanto argentinos como uruguayos y brasileños, están de acuerdo en que estaba defendiendo exclusivamente los intereses británicos: a sus comerciantes les interesaba crear un estado tapón a partir de la Provincia Oriental, que les permitiría tener un acceso al comercio y las finanzas en la Cuenca del Plata, sin que mediara la autoridad naval y comercial de un gobierno central rioplatense.

Rivadavia se mostró favorable a la independencia oriental, pero exigió como condición excluyente que Gran Bretaña garantizara la continuidad de esa nueva situación. Además se deberían retirar inmediatamente las fuerzas de ambos países beligerantes de la Banda Oriental, y se demolerían las fortificaciones de Montevideo y Colonia. Esa contrapropuesta fue presentada al Emperador por el embajador británico Robert Gordon, pero recibió como respuesta un altivo rechazo. Unas semanas más tarde, sin embargo, el Emperador cambió de idea y decidió aceptar la «única base de la independencia», con la condición de que en el tratado se le reconocería haber obrado de acuerdo a derecho al incorporar la Provincia Cisplatina al Imperio.