La situación en la Banda Oriental llevó al Congreso el problema de la creación de un ejército nacional formado por contingentes de todas las provincias. Se mantenía viva en núcleos de opinión de la Banda Oriental la posición antimonárquica. Cuando se anunció en 1819 una expedición española , Bartolomé Hidalgo compuso unos cielitos que la ridiculizaban y exhortaba a la defensa.
En 1823 se publicó en Montevideo una cruda diatriba contra el monarquismo en general y en especial contra los monarcas españoles, anticlerical, llamada La Plutónica, una oda a Plutón. Impresa en los talleres de los Ayllones y Cía., esa composición fue mandada recoger y destruir por las autoridades portuguesas de la Provincia Cisplatina. Se ignora el nombre del autor y es probable que haya sido un español liberal y escrita en España misma, como respuesta a la restauración del absolutismo por Fernando VII.
De lo que no cabe duda es de la afinidad de pensamiento entre los uruguayos que soportaban con disgusto la dominación de un monarca extranjero y el autor de La Plutónica.
Los orientales emigrados en Buenos Aires, entre ellos: Juan Antonio Lavalleja, Manuel Oribe, Pablo Zufriategui, Luis Ceferino de la Torre, Manuel Lavalleja, Simón del Pino y otros, se reunieron y resolvieron invadir el territorio oriental para luchar por su liberación de la dominación brasileña, al mando del jefe de mayor graduación militar, que resultó ser el coronel Lavalleja.
El 19 de abril de 1825 una avanzada de la expedición al mando de Manuel Oribe embarcó en el puerto bonaerense de San Isidro y desembarcó en una isla del Brazo Largo del río Paraná. El grueso al mando de Lavalleja partió poco después pero, demorado por un fuerte temporal, los expedicionarios se reunieron recién el 15 de abril.
Orientales y porteños contribuyeron con sus donativos a la preparación de la invasión y el gobierno puso a disposición de los patriotas auxilios en armas y municiones. Nicolás y Juan José Anchorena, Pedro Lezica, Miguel Riglos, Ramón Larrea y otros figuran entre los contribuyentes. Fueron despachados agentes a la otra banda para comunicar a determinadas personas el próximo levantamiento, se hicieron algunas remesas de armas, municiones y monturas a una isla del delta del Paraná, frente al paraje denominado Agraciada, y en la primera quincena de abril de 1825 los orientales, en número de treinta y tres, embarcaron a media tarde en la costa de San Isidro; los comprometidos en la aventura eran los siguientes: Juan Antonio Lavalleja, Manuel Oribe, Pablo Zufriategui, Simón del Pino, Manuel Lavalleja, Jacinto Trápani, Manuel Freire, Gregorio Sanabria, Basilio Araujo, Manuel Meléndez, Atanasio Sierra, Santiago Gadea, Pantaleón Artigas, Andrés Spikermann, Juan Spikermann, Andrés Areguatí, Celestino Rojas, Carmelo Colman, Andrés Cheveste, Ramón Ortiz, Santiago Nievas, Avelino Miranda, Felipe Carapé, Francisco Lavalleja, Juan Rosas, Luciano Romero, Ignacio Núñez, Juan Acosta, Joaquín Artigas, Dionisio Oribe, Juan Ortiz, José Palomo y Tiburcio Gómez.
Vencidos los obstáculos iniciales, la pequeña expedición desembarcó el 18 de abril por la noche en el paraje de la Agraciada o Arenal Grande.
Se reunió al día siguiente caballada para iniciar la marcha por el camino a Soriano; cuando los treinta y tres llegaron a esta población, su número pasaba de cien personas.
Allí lanzó Lavalleja su primera proclama: Viva la patria. Argentinos - orientales: . . . "las provincias hermanas sólo esperan este pronunciamiento para protegerlos en la heroica empresa de conquistar sus derechos; que la gran nación argentina, de que son parte, tiene sumo interés en que sean libres; que el congreso que preside los destinos de aquélla no trepidará en asegurar el de los orientales si se muestran decididos"... El objetivo de la lucha que se iniciaba era "constituir la provincia bajo el sistema representativo republicano en uniformidad a las demás de la antigua Unión"...
Uno de los jefes de mayor prestigio en la campaña con que contaba el barón de la Laguna, general Lecor, era el brigadier Fructuoso Rivera, a quien se dio orden para que procediese contra los invasores procedentes de Buenos Aires. Pero Rivera cayó por sorpresa en poder de los invasores el 29 de abril y se comprometió a servir a la revolución, con lo que no sólo se contó desde entonces con la cooperación de sus fuerzas, sino que se privó a los imperiales del jefe de mayor autoridad en la campaña.
Juan Antonio Lavallleja fue el elegido para jefe de la peligrosa empresa, recomendado por su temerario valor y su probada audacia. La épica hazaña se realizó el 19 de abril de 1825, tomando tierra en la orilla del Río Uruguay, playa de la Agraciada, con unas pocas armas y al frente de un grupo indeterminado de compañeros orientales y de otras provincias, que la tradición denomina treinta y tres orientales, en su mayoría jefes y oficiales.
Engrosaron los contingentes patriotas, fue tomado San José, el 1° de mayo; la columna continuó a Canelones y el 7 de mayo tomó posiciones en el Cerrito de la Victoria y estableció el sitio a Montevideo. El movimiento insurreccional fue comunicado a todos los centros de población y a la campaña. Lecor pidió refuerzos a Río de Janeiro y en la primera quincena de junio llegó el almirante Lobo con numerosas unidades de guerra y otros jefes militares con contingentes de soldados.
Clandestinamente salían del parque de Buenos Aires armas y municiones para los orientales, aunque el ministro Manuel José García hizo protestas al cónsul Sodré de la total falta de participación del gobierno. Pero la información recibida le hizo comunicar al gobierno imperial los recelos que le inspiraba la protección indirecta de Las Heras a la insurrección de la Provincia Cisplatina.
En mayo de 1825 la goleta Libertad del Sud, adquirida por los patriotas orientales, llevó al Buceo 40.000 pesos, 1.700 armas de fuego, sables y municiones enviados por el gobierno de Buenos Aires. Y los combatientes de la Banda Oriental supieron que tropas de las Provincias Unidas marchaban a Entre Ríos al mando del general Martín Rodríguez para situarse en las márgenes del río Uruguay a fin de acudir en auxilio de los revolucionarios. En poco tiempo, los insurrectos dominaron el territorio oriental con excepción de Montevideo, Colonia y Mercedes, que ocupaban fuertes concentraciones de tropas imperiales.
Sobre la base del dominio ejercido al sur del río Negro, convocó Lavalleja a un congreso de representantes de los cabildos liberados, que se reunió en la Florida el 14 de junio, al que asistieron diputados de Colonia, Maldonado, Canelones, San José, Soriano, San Pedro (actual departamento de Durazno). En agosto se acordó la constitución de la provincia con un gobierno independiente; Lavalleja quedó al frente del mismo, y comisionó a dos de sus miembros, Muñoz y Gomensoro, para que solicitasen al Congreso nacional la admisión de la provincia oriental en la comunidad argentina y su intervención contra el Brasil. El gobierno informó al Brasil de esos acontecimientos y la respuesta del emperador fue la declaración de guerra el 19 de diciembre.