El inicio de la guerra puso fin a la situación económica favorable en Buenos Aires denominada «feliz experiencia», debida al fin de la participación de esa provincia en la guerra de independencia y al monopolio de esta provincia en la utilización de los recursos de la Aduana.
La nueva guerra significó un aumento muy significativo de los gastos militares, primero de la provincia y luego del país reunificado.
Pero la guerra causó una crisis económica en mucha mayor medida debido al exitoso bloqueo del Río de la Plata. Si bien la escuadra de Guillermo Brown había obtenido varias y muy significativas victorias, y aunque el bloqueo no era tan estricto que impidiera enviar refuerzos a las tropas expedicionarias en la Provincia Oriental, el bloqueo siguió su curso y limitó muy severamente el comercio exterior del país.
La severa disminución de los ingresos públicos causó varios efectos simultáneos, entre los que se contaron la salida masiva de moneda metálica, lo que a su vez causaba inflación. El cierre de las exportaciones afectaba especialmente a los ganaderos que era la fuente casi única de mercadería exportable de la época y la inflación combinada con un tímido intento de control de precios generó una grave disminución del ingreso de ganado y harina para el consumo de la capital.
El embajador Ponsonby, en carta a Canning, le relataba que
«Las rentas de la república ascienden, más o menos, a 1200000 pesos aproximadamente al año; los gastos, a unos 600.000 pesos al mes... No veo ninguna posibilidad de mejorar el estado de las finanzas, mientras el bloqueo continúe y destruya el comercio.»
Gracias a la ofensiva lanzada por Alvear, el ejército del Imperio del Brasil se vio obligado a abandonar las cercanías del territorio oriental y retirarse hasta la ciudad de Río Grande. Tal vez, si el ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata se hubiera sido reaprovisionado, Alvear podría haber asestado un golpe decisivo al enemigo. Pero como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.
A pesar de la victoria táctica que implicó para las Provincias Unidas la batalla de Ituzaingó, lamentablemente no pudo capitalizarse por la reticencia del Comandante en Jefe de perseguir al ejército vencido. La precariedad de la situación general no cambió sustancialmente: el ejército debió replegarse hacia el sur, y la escuadra brasileña continuó con el bloqueo del Río de la Plata.
El general Paz en su anotación correspondiente al 25 de febrero de 1827:
«El ejército enemigo a empezado a recuperarse de su susto, alentándose con nuestra pereza en perseguirlo. »
También el coronel Iriarte, la guerra hubiera estado muy cerca de su conclusión de haberse continuado con la persecución del enemigo:
«(...) teníamos aquel día los caballos suficientes y en muy mediano estado; no se necesitaba hacer un gran esfuerzo corriendo el riesgo de cansarlos, porque la infantería enemiga estaba a la vista y nos bastaba seguir su lenta marcha cercándola en todas direcciones: el hambre la habría obligado a capitular.»
El presidente argentino Bernardino Rivadavia apoyó inicialmente la guerra pero debió renunciar por los problemas economicos y los problemas con las provincias debido a la Constitución unitaria de 1826, pero utilizo como "Excusa" el pacto firmado en Rio de Janeiro en la Convención Preliminar de Paz a la que denominó el "acuerdo deshonroso".
Finalmente, la inevitable falta de suministros sobreviniente y el pésimo estado de la caballada impidieron continuar con la persecución del ejército imperial y el normal desenvolvimiento de las acciones en el plano militar.
Por otro lado, Rivadavia veía cada vez más lejano su proyecto de unión nacional bajo el sistema unitario, para lo cual juzgó necesario contar con un ejército poderoso, capaz de imponerse a las provincias federales ―la amplia mayoría― que habían rechazado la constitución unitaria de 1826 y la autoridad del presidente Rivadavia.
Bajo la presión de los comerciantes y ganaderos, que necesitaban imperiosamente la apertura del puerto, y de Ponsonby, que buscaba una solución favorable al comercio británico, Rivadavia cambió el tono belicista de su discurso por la búsqueda desesperada de la paz a cualquier precio. Por otro lado, necesitaba el ejército que luchaba contra los brasileños para imponer por la fuerza el predominio del Partido Unitario. También se estaba gestando un complicado conflicto con Bolivia por la provincia de Tarija.