Encuentro de Sarmiento y San Martín

El 24 de mayo de 1846 en una tarde de primavera , Domingo Faustino Sarmiento llegaba a la localidad de Grand Bourg en Francia, para cumplir el sueño de conocer al General José de San Martín.

Sarmiento había sido enviado a Europa y Estados Unidos por el gobierno de Chile, para estudiar los mas nuevos métodos educativos para llevarlos al nuevo país fue cuando consiguio un encuentro con el viejo general.

En la conversación Sarmiento le hizo saber que un lustro antes había publicado en El Mercurio, de Valparaíso, un artículo sobre el triunfo de Chacabuco con el seudónimo de "Un teniente de Artillería". El vívido relato había obtenido un juicio favorable de uno de los árbitros de las letras de su tiempo: el venezolano Andrés Bello, amigo de Bolívar y afincado definitivamente en Chile.

También hablaron acerca de la participación de los sanjuaninos en esa batalla, entre los que había estado el  propio padre de Sarmiento,  y sobre el segundo jefe del Ejército Argentino-Chileno, Juan Gregorio de las Heras, su antiguo y fiel amigo, que residía en Santiago desde tiempo atrás. Este le había enviado a San Martín por su intermedio un retrato y una carta que contribuyeron a romper el hermetismo del general acerca de episodios de los que había sido el principal protagonista. Por otra parte, el Libertador estaba al tanto de los esfuerzos realizados por su visitante para que el gobierno chileno le devolviera su lugar y sueldo en la lista militar.

La impresión que le causó a Sarmiento el viejo general se advierte en una carta a su íntimo amigo Antonino Aberastain: "No lejos de la margen del Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más noble de los emigrados [...] Me recibió el buen viejo sin aquella reserva que pone de ordinario para con los americanos en sus palabras, cuando se trata de América. Hay en el corazón de este hombre una llaga profunda que oculta a las miradas extrañas [...] Ha esperado sin murmurar cerca de treinta años la justicia de aquella posteridad a quien apelaba en sus últimos momentos de vida política [...] He pasado con él momentos sublimes que quedarán grabados en el espíritu. Solos, un día entero, tocándole con maña ciertas cuerdas, reminiscencias suscitadas a la ventura, un retrato de Bolívar que veía por acaso; entonces, animándose la conversación, lo he visto transfigurarse".

Domingo Sarmiento en 1946

Domingo Sarmiento en 1946
Sarmiento decide visitar y entrevistar a un San Martín exiliado y añoso, pero no por ello ignorante de lo que pasaba en su patria, en ese momento era un joven soberbio de 35 años que entre la admiración y el recelo se entrevistó con un viejo pensador y estratega, a quien le tenía gran respeto aunque sus ideologías no coincidían



Sarmiento siguió su recorrida por otros países de Europa para volver nuevamente a Francia en junio de 1847. Escritor compulsivo e incansable, no sólo registraba puntualmente sus impresiones, gastos y aventuras en su Diario de Viaje, sino que por entonces borroneaba su discurso para incorporarse como miembro correspondiente al Instituto Histórico de Francia. Su disertación se refirió a los vínculos entre San Martín y Bolívar, y al renunciamiento del primero luego de la entrevista de Guayaquil.

Entre los asistentes a la solemne sesión se hallaba el propio Libertador, quien escuchó las expresiones de Sarmiento cuando se ocupó del célebre encuentro. Con vigorosa elocuencia trazó un paralelo entre el argentino y el venezolano. Mientras, según el nuevo académico, el primero era el paradigma del patriota grande y desinteresado que había sacrificado sus ambiciones personales en pos de cerrar el ciclo de la independencia, el segundo representaba el egoísmo y la obsesión por el poder sin límites.
La presencia de San Martín constituía un aval tácito a las manifestaciones de Sarmiento, por lo que no pocos historiadores consideraron el discurso de París como una de las piezas fundamentales para sostener la teoría del renunciamiento, Sarmiento volvió a Grand Bourg el 18 de julio de 1847, antes de continuar su camino, angustiado por el modo con que se le escurría de las manos el escaso dinero de que disponía. Cuando don Domingo volvió a Chile, manifestó de distintos modos su fervor hacia la figura del héroe, y al regresar a la patria, tras la caída de Rosas, promovió desde la función pública la valoración del prócer de dimensión americana.
Domingo F. Sarmiento en uno de sus últimos textos sobre el tema, "Las culebrinas de San Martín" rememora como San Martín recordaba a su padre. "Hizo más franca y cordial nuestra primera entrevista, una feliz reminiscencia del General".

-Conocí un Capitán de milicias de San Juan, don Clemente Sarmiento, a quien entregué después de la batalla de Chacabuco, los prisioneros españoles que debían llevarse a San Juan.
-Es mi padre, señor, y yo ví llegar los prisioneros.
-¡Pero? ... Debía V. ser muy niño.
-Seis años justos, pues he nacido el 15 de febrero y siendo el 11 de 1817 la batalla, los prisioneros han de haber llegado el 20 a más tardar.
-Es raro acordarse. - Como si fuera hoy. 

"En 1872, siendo Presidente, visité el Parque de Buenos Aires. Entramos en una sala donde había varias piezas de artillería. -¿Qué cañones son estos? pregunté al Comandante.

-Sí creo que son unas piezas que trajo el General Pacheco del interior.
- "¡Las culebrinas de Mendoza! exclamé alborozado, echándome sobre una de ellas, con tanta efusión como si fuera un amigo de años ausente. Ordené que las sacasen al patio y las aprestasen para enviarlas a Mendoza, devolviéndole aquellas prendas, como devolví a San Juan otras dos".

San Martín al referirse a Sarmiento, en una carta al general Las Heras, expresó: "la aplicación e instrucción de este joven compatriota lo hacen acreedor a toda consideración, pudiendo asegurarse, desde ahora, que tendrá un porvenir distinguido...".