En 1871 vio la luz, el Acta de Rancagua, un documento que pone en evidencia, las tremendas dificultades que tuvo que sortear el general San Martín para llevar a cabo su proyecto liberador del Perú y que por más de 50 años, permaneció oculto. El Ejército del Norte ya no existía. En las provincias de Tucumán, Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan reinaba la anarquía. Después de los acontecimientos producidos a principios de ese año: la invasión de Buenos Aires por los caudillos López y Ramírez, la derrota del Directorio en Cepeda y la disolución de todos los poderes públicos dispuesta por el Cabildo de Buenos Aires, lo que produjo el derrumbe del orden nacional y la caída del Congreso, el general San Martín, que se hallaba en Rancagua, Chile, próximo a partir al mando de sus fuerzas libertadoras hacia el el Perú, se dirigió al gobernador de Mendoza diciendo: «Voy a hacer el último esfuerzo en beneficio de la América. Si esto no puede realizarse por la continuación de los desórdenes y anarquía, abandonaré el país, pues mi alma no tiene un temple suficiente para presenciar su ruina».
El gobierno de Buenos Aires, desorientado por los acontecimientos producidos, ordenó que el Ejército de los Andes, que debía marchar al Perú desde Chile, traspasara Los Andes y regresara al país, para poner orden a la anarquía. Quedaba así perdido el sueño de San Martín: la causa de la independencia de América.
Revista de Rancagua, Óleo sobre tela de Juan Manuel Blanes en el Museo Histórico Nacional de Argentina.
José de San Martín pasando revista en Rancagua a las tropas que debían hacer la campaña de Perú.
Recibida la orden, San Martín resuelve desobedecerla y considerándose sin autoridad para mandar el Ejército de los Andes y deseoso de salir de una situación que juzgaba anómala, el 26 de marzo de 1820, redactó un documento que dirigió a su jefe de Estado Mayor, el coronel Juan Gregorio de las Heras, oficializando su renuncia como comandante del Ejército de los Andes. En ella le decía: «El Congreso y el Director Supremo de las Provincias Unidas no existe. De estas autoridades emanaba la mía, de general en jefe del Ejército de los Andes y por consiguiente, creo de mi deber y de obligación manifestarlo al cuerpo de oficiales, para que ellos, por si y bajo espontánea voluntad, nombren el general en jefe que deba mandarlos y dirigirlos y salvar de ese modo los riesgos que amenazan a la independencia de América. Me atrevo a opinar que que ésta se consolidará, no obstante las críticas circunstancias en que nos hallamos, si conservan, como no dudo, las virtudes que hasta aquí los han distinguido».
En vista entonces, de que la anarquía en Buenos Aires había destruido la legitimidad de mando de San Martín y que ya no tenía el apoyo del gobierno para su expedición libertadora al Perú, el 2 de abril de ese mismo año, Las Heras, reunió en Rancagua a todos los jefes y oficiales del Ejército de los Andes allí destinados y les leyó este documento donde el general San Martín manifestaba su decisión de renunciar al mando, Leído que fue este documento, el coronel Enrique Martínez, manifestó: que no debía aceptarse, por cuanto era nulo el fundamento alegado, basándose en el viejo principio español de que la «soberanía residía en el pueblo», opinión que apoyaron los jefes superiores Necochea, Conde y Alvarado y que hicieron suya todos los presentes.
En consecuencia, se convino, por unanimidad, quedando sentado como base y principio que la autoridad que recibió el señor general para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país, no ha caducado ni puede caducar porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable. En esta inteligencia, si por algún accidente o circunstancia inesperada faltase por muerte o enfermedad el actual, debe seguirse la sucesión del mando con el jefe que continúe en el próximo inmediato grado del mismo Ejército de los Andes. De conformidad con lo resuelto se procedió a levantar un Acta que firmaron todos los jefes y un oficial de cada jerarquía de cada uno de los cuerpos en delegación de sus colegas. (Esta fue la histórica Acta de Rancagua, que por más de medio siglo se mantuvo secreta).