La agitación política

Tanto por las agitaciones obreras y la esterilidad de la violencia gubernativa como por la agitación política creciente, sobre todo desde las filas del radicalismo y del socialismo, se imponía un cambio de actitud y una concesión. 


José Arce, en su estudio sobre Marcelino Ugarte, reafirma su criterio de que "tanto la presidencia del Dr. Sáenz Peña como la implantación de la reforma electoral, fueron obra exclusiva del viejo régimen. Había llegado el momento de cambiar las prácticas corrientes hasta entonces, cuyos más notorios exponentes habían sido las elecciones de renovación de la Cámara de diputados en 1908 y 1910".

En 1907 y 1908, Hipólito Yrigoyen mantuvo entrevistas con el presidente Figueroa Alcorta en torno a la amnistía que debía dictarse para los revolucionarios de 1905 y sobre la necesidad de un régimen electoral que asegurase el voto secreto y obligatorio a los ciudadanos inscriptos en los registros militares.

La consigna de Yrigoyen: "Sólo la verdad del sufragio puede devolver la paz a la nación", se fue extendiendo con tal vigor que la oligarquía dominante tantos años fue llevada hasta el extremo de comprender que no podría continuar en la misma forma. El pueblo se mostraba indiferente ante los actos comiciales y se vio incompatible el grado de prosperidad de la nación con esa renuncia a los deberes cívicos.

En su informe a la convención nacional de la Unión Cívica Radical, diciembre de 1909, decía Hipolito Yrigoyen aludiendo a sus entrevistas con Figueroa Alcorta:

Pellegrini  con Yrigoyen

Reunión entre Hipólito Yrigoyen y Carlos Pellegrini a principios de 1906 la caricatura fue realizado por Ramón Columba

"Que principie el señor presidente por hacer quemar en las plazas públicas, si cabe, todos esos registros que son el cuerpo del delito político y la viva demostración de sus impudicias, como la viva satisfacción a los anhelos públicos y después de haber levantado un nuevo registro verdaderamente puro y legal, dé las garantías inherentes al ejercicio de la soberanía nacional. Que más que como presidente, como argentino debía reconocer que cuando el país había pasado los treinta años fuera de sus derechos electorales, no podía volver a ellos sino en condiciones legales y honorables, so pena de que la calamidad que únicamente era de los gobiernos, se convirtiera en fatalidad nacional y cayéramos ante nosotros mismos y ante el mundo entero, en pleno y en total desconcepto. Y que si, desgraciadamente para la nación y para él mismo, no se decidía a responder a las legítimas exigencias públicas, como tanto lo había asegurado, que se recogiese entonces y dejase que los pueblos mismos produjesen la reacción; esto es, que se colocara en la misma situación que lo hizo el doctor del Valle, presidiendo el ministerio en el gobierno del doctor Luis Sáenz Peña —y cuarenta y ocho horas después tendría ocasión de darse exacta cuenta de la insensatez de los que acudían a la mesa de su gobierno a descontar como en una banca los Estados de la República—; pero que luego no procediera como aquel gobierno, haciendo ahogar en sangre, con las armas de la Nación, los esfuerzos libertarios".

Figueroa Alcorta no supo o no tuvo el valor para iniciar un cambio de actitud correspondiente a la verdadera situación poli tica .de las masas populares.

"La situación política de los partidos argentinos —decía el mensaje de 1908— es en este momento antítesis singular de la situación económica; casi pudiéramos decir que conspira aquélla contra ésta, que la hostiliza, que se afana por menoscabar su obra de progreso. Las fuerzas políticas permanecen en general inconexas, sin actuación efectiva, sin organización ni condensaciones homogéneas"...

Alfredo Palacios

Alfredo Palacios era abogado, político, profesor universitario, en cualquiera de estos roles siempre defendió con la misma convicción y vehemencia los valores de la igualdad, la libertad y la solidaridad social. Su visión nacionalista del socialismo le valió muchas veces el reconocimiento de que fue él quien introduce el debate de la nacionalidad y de una visión nacional dentro de su partido. Fue quien pregonó que en las marchas el Partido Socialista marche con banderas rojas pero también con banderas argentinas. Nunca pudo concluir un mandato ya sea por los golpes de estado o por otras circunstancias como la clausura del Congreso por parte del presidente José Figueroa Alcorta en 1908, diez días antes de finalizar su mandato. 


Roque Sáenz Peña el candidato oficial

Se ha sostenido que Figueroa Alcorta habría encarado la reforma electoral que se venía reclamando en los últimos cincuenta años, pero no disponía de una mayoría en el Congreso y sus adversarios en él no entendían que había llegado el momento de cambiar de táctica. Decía en el mismo mensaje de 1908:

"No es, sin duda, función de gobierno organizar partidos políticos y acaudillar agrupaciones determinadas en controversias electorales; pero un gobierno que, como el que presido, aspira a cimentar su arraigo en la opinión, puede y debe pedir a ésta que se constituya en condensaciones efectivas, definidas, con aspiraciones y tendencias determinadas y precisas, y que evite en esa forma los graves' peligros que se crean cuando llega la hora de las grandes soluciones y no se está preparado para abordarlas satisfactoriamente".

Contra los candidatos socialistas, el gobierno sostuvo a Pedro G. Méndez e Ignacio Llobet, que triunfaron ampliamente, lo cual dio origen a una gran manifestación popular de protesta contra el fraude electoral.

Elecciones de 1908

En las elecciones del 8 de marzo de 1908 para la renovación de la mitad de la Cámara de diputados en la capital federal, participó el partido socialista con una preparación intensa, pero la presión oficial supo asegurarse el triunfo; el partido autonomista nacional recibió 15.115 votos; el partido socialista, 7.462; la unión patriótica, 1.710 votos; varios, 996; en total, 26.283 votantes. 

En las elecciones del 18 de octubre de 1908 para llenar vacantes producidas en la Cámara, por fallecimiento de Tornquist, y por el nombramiento de Naón como ministro de justicia e instrucción pública, el partido socialista presentó en calidad de candidatos a Juan B. Justo y Alfredo L. Palacios, con la siguiente plataforma electoral:

  • Oposición a la paz armada
  • Derogación del servicio militar obligatorio
  • Reducción de los impuestos que encarecen los consumos del pueblo
  • Representación proporcional;
  • Régimen municipal electivo a base de sufragio universal;
  • Derechos políticos a los extranjeros con dos años de residencia e inscripción en los registros cívicos;
  • Responsabilidad de los patronos por los accidentes del trabajo;
  • Derogación de la ley de residencia
  • Divorcio absoluto
  • Inspección del trabajo
  • Separación de la Iglesia del Estado.

A mediados de 1909 se hizo pública la candidatura de Roque Sáenz Peña a la presidencia de la República; se formó entonces la Unión Nacional para proclamarla, con la reagrupación de pellegrinistas, roquistas, oficialismos provinciales, fuerzas amparadas por el presidente y por ciudadanos independientes, como Ricardo Lavalle, que debía presidirla. 

Los representantes del "viejo régimen" se unieron para sostener esa candidatura, lo mismo que la de Victorino de la Plaza, entonces ministro de relaciones exteriores; en la oposición figuraba únicamente el partido republicano, acaudillado por Emilio Mitre, pero desertó del comicio al ver la mayoría aplastante de la Unión Nacional en la elección de senador por la capital; los radicales mantenían la abstención y los socialistas no podían aspirar entonces a la presidencia.

Al aceptar su candidatura, dijo Sáenz Peña que "necesitamos crear al sufragante, sacándolo del obscuro rincón del egoísmo, a la luz vivificante de las deliberaciones populares".

Las elecciones para la renovación de la presidencia debían realizarse en abril de 1910 en toda la República, pero antes se celebrarían las elecciones parciales de la capital federal, para elegir senador. 

Los partidarios de Guillermo Udaondo, derrotados en esas elecciones parciales, desistieron de la lucha por la presidencia. En su mensaje de 1910 dijo Figueroa Alcorta: "Estaba de antemano anunciado por órganos autorizados de opinión, que el partido que resultase vencido no concurriría a los comicios subsiguientes, y es lamentable recordar que así ha sucedido"...

Roque Sáenz Peña

Roque Sáenz Peña en 1906 el gobierno de José Figueroa Alcorta lo designó representante extraordinario para asistir a los actos de la boda del rey Alfonso XIII de España. Allí fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante España, Portugal, Italia y Suiza. De regreso a la Argentina, en 1907 fue nombrado para encabezar las misiones diplomáticas en Suiza e Italia. Llegado a Roma, recibió instrucciones de su gobierno para representar al país en la Segunda Conferencia de Paz de La Haya junto a Luis María Drago; allí sostuvieron una posición favorable a la creación de un tribunal internacional de arbitraje. En 1909 formó parte del tribunal arbitral que lauda las diferencias entre Estados Unidos y Venezuela. Su misión diplomática ante los gobiernos italiano y suizo se prolongó hasta 1910; en Italia se enteró de su proclamación oficial como candidato a Presidente de la República.