Al sucesor del presidente Manuel Quintana se le colocó una bomba, que no estalló, dos años antes de que un anarquista asesinara al jefe de la policía Ramón Falcón.
Luego del atentado al presidente Manuel Quintana el entonces secretario general de la policía de Buenos Aires, Antonio Ballvé creía que la situación podía repetirse y lo comento con Figueroa Alcorta.
El 28 de enero de 1908 era un día lluvioso , alrededor de las seis y media de la tarde, en la puerta de Tucumán 848 en el domicilio particular del residente Figueroa Alcorta- permanecía en custodia el oficial inspector José González, de la comisaría tercera, porque las amenazas persistían. Pocos días antes, un supuesto obsequio recibido para Josefa Boquet Roldán de Figueroa Alcorta trajo la nueva alarma: una canasta de frutas que escondía una bomba con torpe mecanismo de reloj la cual por fallas del mecanismo no detonó.
Pero a pesar de la vigilia de los custodios, esta vez nadie sospechó del joven que esa tarde tórrida y casi lluviosa se protegía del mal tiempo en el zaguán contiguo (Tucumán 842). Simulaba esperar el tranvía , de pronto, del carruaje que trajo al presidente por Rivadavia, Florida y finalmente Tucumán, bajó Figueroa Alcorta. El joven del zaguán arrojó a sus pies un envoltorio humeante que el presidente intentó alejar con un pie hasta que la custodia empujó al primer magistrado dentro del portal. El lacayo Juan Casanova -que avistó la fuga del terrorista- gritó desde el pescante: "¡Atajenló!", mientras otros arrojaban baldes de agua sobre el envoltorio de la bomba fallida. El oficial inspector de la comisaría 3ra. Luis Ayala, de recorrida por la zona, detuvo a punta de pistola al salteño Francisco Solano Rojas o Reggis, de 21 años, soltero, "mosaiquista", que tenía cierta confusión ideológica porque se proclamaba comunista y anarquista a la vez. También terminó condenado por 20 años en la cárcel de Las Heras.
En 1911 se escapo por medio de un túnel de la cárcel de Las Heras junto a otros 12 presos mas entre los que se fugaron en esa ocacion estaba tambien el que intento asesinar a Manuel Quintana en 1905.
Antonio Ballvé secretario general de la policía de Buenos Aires había prevenido por posibles atentados y los caprichos del destino hicieron que cuatro años después muriera Antonio Ballvé siendo el entonces el director de la Penitenciaría Nacional y el funcionario que más había advertido de los posibles atentados anarquistas. En el regreso del entierro de Ballvé en el Cementerio de Recoleta donde entre otra autoridades acudió el jefe de Policía de Buenos Aires nombrado por Quintana, el coronel Ramón Falcón. Fue acompañado de su secretario privado Alberto Juan Lartigau y ambos fueron atacados con un explosivo durante el trayecto de regreso en el carruaje que usaba habitualmente, un mylord -tan desprotegido como un mateo palermitano-, guiado por el cochero Isidoro Ferrari. A las 12.15, el mylord giró desde la avenida Quintana por Callao hacia el Sur. Allí aguardaba el anarquista ruso, mecánico y de 19 años, Simón Radowitzky, que corrió junto al carruaje y arrojó la bomba a los pies de Lartigau. El explosivo mutiló a Falcón y al secretario, que murieron horas después (el cochero apenas recibió heridas). Radowitzky fue condenado y pasó a la cárcel de Las Heras.